Keiran muere agotado por una vida de traición y dolor, solo para despertar en el mundo del libro que su único amigo le regaló, un universo omegaverse donde comparte nombre y destino con el personaje secundario: un omega marginado, traicionado por su esposo con su hermana, igual que él fue engañado por su esposa con su hermano.
Pero esta vez, Keiran no será una víctima. Decidido a romper con el sufrimiento, tomará el control de su vida, enfrentará a quienes lo despreciaron y buscará venganza en nombre del dueño original del cuerpo. Esta vez, vivirá como siempre quiso: libre y sin miedo.
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📌 Historia BL (chico × chico) si no te gusta, no entres a leer.
📌 Omegaverse
📌 Transmigración
📌 Embarazo masculino.
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Capítulo 10. Una prueba más.
—He decidido mudarme con Keiran a un departamento —anunció Gabriel mientras se ponía de pie y captaba la atención de los presentes.
El salón, iluminado por una cálida luz de las lámparas de araña, quedó en silencio tras sus palabras. El sonido de los cubiertos chocando contra los platos cesó, y todas las miradas se posaron en él. Habían pasado apenas dos días desde el repentino y desconcertante cambio de actitud de Keiran. Aquel omega sumiso y mudo, siempre dispuesto a aceptar las decisiones de otros, había desaparecido, dejando en su lugar a alguien frío, calculador y lleno de una confianza que rayaba en la arrogancia.
Gabriel no podía permitir que su mundo se desmoronara. Si Keiran hablaba y revelaba los secretos que había acumulado contra él, su carrera, su reputación y todo por lo que había luchado se destruirían en cuestión de horas. No obstante, Gabriel también era un hombre orgulloso. No dejaría que alguien lo manipulara, mucho menos un omega que antes había sido poco más que una sombra dócil a su lado. Si Keiran quería jugar sucio, él demostraría que sabía hacerlo mejor. Pero ahora no era el momento; aún no estaba en condiciones de desafiarlo directamente.
Keiran, sentado a su lado, observaba con cuidado las reacciones de los presentes. Shelby frunció el ceño con una mueca de evidente molestia. Margaret, su madrastra, entrecerró los ojos, mostrando una irritación apenas contenida. Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Keiran, satisfecha y sutil.
—¿Mudarse? —preguntó Rowan con un tono firme, rompiendo el silencio—. ¿Cuándo tomaste esa decisión, Gabriel? Esta es la casa de Keiran. No tienen por qué irse.
El hombre señaló con un leve gesto hacia Keiran, recordando implícitamente que esa propiedad pertenecía a su hijo. Desde el principio, Rowan había querido proteger a Keiran, un omega que había enfrentado numerosas dificultades, incluida su condición de mudez. Cuando reescribió su testamento, se aseguró de que la casa quedara exclusivamente a nombre de Keiran, para que nadie pudiera disputarle su lugar.
—Keiran comenzará a retomar sus terapias, y creo que necesita un cambio de ambiente —explicó Gabriel, con una sonrisa que pretendía ser convincente. Sentía la presión de los dedos de Keiran sobre los suyos, apretando con una fuerza que contrastaba con la supuesta sumisión de su rostro. Esa mirada dócil, que alguna vez había engañado a todos, ahora era una máscara que Gabriel sabía perfectamente que escondía algo mucho más oscuro.
—Bueno, no lo había considerado de esa manera —respondió Rowan, aunque su expresión traicionaba su escepticismo. Sus ojos se posaron una vez más en Keiran, quien mantenía la mirada baja, pero algo en su mirada le resultaba inquietante.
—No será una mudanza definitiva. Estaremos de regreso en unos meses —añadió Gabriel con un tono conciliador, intentando calmar las inquietudes de Rowan. Sin embargo, Keiran apretó su mano aún más, dejando claro que ese no era su plan.
—¿Y dónde piensan vivir? —preguntó Rowan, dirigiéndose directamente a Gabriel, quien dudó por un breve instante antes de responder.
—En un departamento en la Torre de Cristal —anunció, tratando de sonar seguro de sí mismo.
El gesto de Rowan cambió al instante. La Torre de Cristal era conocida por albergar los departamentos más lujosos y costosos de la ciudad. Aunque Keiran era el legítimo propietario de la casa en la que vivían, Rowan sabía que las finanzas familiares no estaban en su mejor momento. Los gastos ostentosos de Shelby y Margaret, sumada a algunas decisiones cuestionables de Gabriel, habían puesto en riesgo la estabilidad económica de la familia.
—Gabriel, eso es… —Rowan dudó por un momento, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Es un lugar muy caro. No creo que debamos asumir un gasto de ese calibre en este momento.
—Lo sé —respondió Gabriel rápidamente—, pero podemos permitírnoslo. Tenemos los recursos para cubrirlo.
Keiran lo observó de reojo, reprimiendo una carcajada sarcástica. «Este idiota», pensó. En el libro que había leído sobre esta familia en su vida anterior, los problemas legales y financieros se atribuían precisamente a la ambición desmedida de Shelby, Margaret y Gabriel. Ahora entendía por qué. Todos ellos vivían en un delirio de grandeza, incapaces de aceptar que sus recursos no eran ilimitados.
—De acuerdo —respondió finalmente Rowan con visible reticencia—. Confiaré en tu criterio. Pero espero que sepas lo que estás haciendo.
—Por supuesto —Gabriel sonrió, más para sí mismo que para los demás, mientras Keiran lo miraba con una expresión inescrutable.
—Bien, ahora terminemos de cenar —Rowan levantó su copa, poniendo fin a la conversación.
Keiran, por su parte, estaba lejos de relajarse. Mientras el murmullo de las conversaciones volvía a llenar el salón, su mente seguía trabajando. «Esto es solo el comienzo. Gabriel no sabe con quién está lidiando», pensó mientras fingía escuchar una trivial conversación entre Margaret y Shelby. Tenía claro que necesitaba un plan sólido para mantener a Gabriel bajo control. La mentira de las fotografías no sería suficiente por mucho tiempo.
Keiran miró de reojo a Gabriel, quien mantenía una sonrisa despreocupada, como si creyera que aún tenía el control. «Disfruta mientras puedas», pensó Keiran, escondiendo su sonrisa tras la copa de vino. «La partida apenas comienza».
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—Cariño, te voy a extrañar —dijo Margaret mientras rodeaba el cuello de Rowan con sus brazos y depositaba un beso en sus labios.
Rowan soportó la cercanía con una sonrisa diplomática, aunque su mirada se desvió ligeramente hacia un punto indefinido del salón. El amor que alguna vez pudo sentir por Margaret hacía tiempo que se había desvanecido, reemplazado por una fría cordialidad.
—Papá, ¿por qué tienes que irte? Apenas llegaste —intervino Shelby, abrazándose a su padre con un gesto infantil, apoyando la cabeza en su brazo como si aún fuera una niña mimada.
Keiran observó la escena desde un rincón de la sala, incapaz de contener el disgusto que le provocaba la hipocresía de Margaret y Shelby. «Actúan como si les importara,» pensó con ironía. Ambas mujeres no eran más que oportunistas, expertas en jugar el papel de esposa e hija perfectas cuando Rowan estaba presente.
—También quisiera quedarme, pero los negocios han tenido algunos problemas últimamente. Necesito resolverlos y conseguir nuevos clientes —respondió Rowan mientras abrazaba a su hija, depositando un beso en su frente.
A pesar de su indiferencia hacia Margaret, Rowan sentía un profundo amor por sus hijos, sin importar las circunstancias de su nacimiento. Era un padre dedicado, y la distancia que a menudo lo separaba de ellos era un sacrificio que hacía con el único propósito de garantizarles un futuro mejor.
Después, se volvió hacia Keiran y lo abrazó con una fuerza que reflejaba tanto su cariño como su preocupación. Keiran se quedó quieto, sintiendo el calor de ese gesto paternal que siempre había sido sincero. Aunque no lo decía en voz alta, Rowan sabía que su hijo omega era más vulnerable que los demás.
—Nos vemos, hijo. Cuídate mucho —dijo Rowan con voz grave mientras depositaba un beso en su frente.
Keiran asintió con un leve movimiento de cabeza, guardando sus emociones detrás de una mirada impasible.
Rowan se volvió hacia Gabriel, estrechándole la mano con firmeza.
—Gabriel, cuida de él. Te necesita.
—No se preocupe, señor. Lo deja en buenas manos —respondió Gabriel, devolviendo el apretón con un gesto que pretendía ser tranquilizador.
—Bueno, nos vemos. Y díganle a Austin que quiero verlo tan pronto como llegue.
—Lo haré, cariño. Ve con cuidado —intervino Margaret, mostrando una sonrisa que desapareció tan pronto como Rowan salió por la puerta.
Con su maleta en mano, Rowan subió al auto y se alejó de la casa. La puerta principal se cerró con un golpe seco que resonó en el amplio vestíbulo. Apenas desapareció el sonido del motor, la atmósfera cambió drásticamente.
La amable sonrisa de Margaret se desvaneció en un instante, reemplazada por una expresión fría y calculadora. Sus ojos se posaron en Gabriel con un brillo severo.
—Tenemos que hablar —dijo, cortante, mientras se dirigía hacia la oficina del primer piso.
Antes de desaparecer tras la puerta, se giró hacia la cocina.
—Verónica, lleva al mudo a su habitación —ordenó con voz autoritaria—. Y asegúrate de que tome su medicamento.
—Como ordene, señora —respondió Verónica, saliendo de la cocina con una sonrisa altanera que reflejaba la falsa superioridad que siempre intentaba proyectar.
Keiran mantuvo la calma, pero sus ojos púrpura se clavaron en los de la sirvienta con una frialdad que hizo que Verónica titubeara por un breve momento. Gabriel, que observaba la interacción de reojo, sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver esa mirada en el omega. Había algo en él que era inquietante, como si detrás de su aparente docilidad se escondiera una mente afilada y calculadora. Como si fuese otro.
Gabriel tragó saliva antes de seguir a Margaret hacia la oficina, tratando de recuperar la compostura. Shelby, siempre atenta a cada oportunidad de llamar la atención, se contoneó detrás de él, sus tacones resonando en el suelo de mármol como un eco desafiante.
Mientras tanto, Keiran se dejó guiar por Verónica, sin oponer resistencia. Su rostro permanecía sereno, pero su mente estaba en ebullición. Cada palabra, cada gesto de Margaret, Shelby y Gabriel se grababan en su memoria como piezas de un rompecabezas que eventualmente encajaría.
«Todos ustedes pagarán,» pensó mientras subía las escaleras. «Solo denle tiempo al tiempo.»
Llegaron a su habitación, y Verónica, aún con esa sonrisa burlona, le entregó un vaso de agua y una pequeña pastilla.
—Tómalo, querido. No querrás darme problemas, ¿verdad?
Keiran tomó el vaso y las pastillas, pero no desvió la mirada de la sirvienta ni un segundo. La frialdad en sus ojos hizo que Verónica retrocediera ligeramente, aunque intentó disimular su incomodidad.
—Vamos, mudo inservible, tragaste las pastillas —dijo, empujando la mano de Keiran. Él la miro y se tomó el medicamento—. ¿Ves lo fácil que es?
Sin decir nada más, Verónica salió de la habitación, y Keiran cerró la puerta detrás de ella. Metió sus dedos a su boca y saco las pastillas de debajo de su lengua. Luego, con un gesto calculado, busco en el buró una pequeña bolsita para guardarlas, la metió al clóset donde nadie las encontraría.
—Esto es una prueba más en su contra, solo esperen y verán.
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Holaaaa espero que les esté gustando, es la primera vez que hago una novela con esta temática de transmigración ಡ ͜ ʖ ಡ bueno, pasaba a decirles que si gustan pueden seguirme en Threads, estaré subiendo memes y algunos spoilers. En todas mis redes aparezco como Wang Chao, subo contenido de algunos manhwas y reels por si gustan seguirme.
Lindo día/tarde o noche ,⊂(◉‿◉)つ