La historia sigue a un militar sin nombre, en medio de una guerra, al que todos se refieren como Ergo.
El mundo del futuro está en crisis debido a una guerra que ha asolado cada región desde hace años y de la cual parece ser que ningún compañero o militar cercano a Ergo sabe algo.
Un día cualquiera, durante una batalla campal, Ergo es herido y se ve orillado a reparar su extremidad tras acabar la batalla. Luego de su reparación, Ergo descubre a sus altos mandos hablando acerca de él, de su ineficiencia y de como lo eliminarán para traer a otro soldado en su lugar. No obstante y sin poder negarse, es enviado de nuevo en una última misión en los límites del mapa sabiendo que las batallas libradas allí son sinónimo de muerte.
Poco a poco, Ergo irá descubriendo la clase de mundo en el que habita y los secretos que se han ocultado ante el y cualquiera de sus compañeros.
En esta historia el lector se sumerge en un delirio y cuestionamiento filosófico y político acerca de la moralidad.
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III
Era demasiado tarde para cualquier clase de arrepentimiento o idea que pudiera ejecutar para evitar el destino. Los demás dormían plenamente mientras él se comía a sí mismo en la angustia y el dolor estomacal causado por la misma. A diferencia de sus compañeros y debido a la acción que ahora maldecía, el conocer repentinamente sobre tal derroche de soldados que se hará al día siguiente no lo hizo sentir bien de ninguna forma. Sus compañeros habían sido convencidos mediante un discurso político carismático e imponente respecto a la gloria de la guerra, sus insignias y aún de sus dolores, y su euforia por el mañana era un paralelismo burdo con la situación de Ergo. Promesas de todo tipo de recompensas acallan el fervor de la angustia y la huida entre tantas mentes.
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Había dormido miserablemente al menos un par de horas, pero nadie indagó en ello aunque fuera obvio.
Habían tomado el carguero y se habían colocado dentro de las cápsulas de aterrizaje hace tan solo un par de horas. El vuelo no era turbulento, pero Ergo se sentía sofocado dentro de la cápsula.
—¿Están listos para lucirse muchachos?—preguntó la voz de un compañero a través de los intercomunicadores en las cápsulas.
Caso todos al unisono afirmaron, Ergo no.
En la disociación de Ergo podía percibirse la respiración acelerada y el sonido de la saliva deslizándose por la garganta. Sus compañeros hablaban, pero él simplemente estaba aterrado. Miraba la enorme compuerta del carguero y escuchaba el viento romperse ante el imponente gigante de hierro alado.
Sus ojos se movían de un lugar a otro cuando entraron a la zona de guerra finalmente y la repentina explosión al costado de la nave hizo que todos se alarmaran. El piloto indicó que serían lanzados de una vez y que ellos deberían avanzar a pie para llegar directamente al epicentro. Una enorme ráfaga de aire, haces de luz, humo y estridentes sonidos brotaron mientras los soldados caían uno a uno con sus cápsulas hacía la batalla.
Ergo sintió moverse su cápsula y en un par de segundos se vio a sí mismo cayendo por el cielo. Miro una última vez el carguero únicamente para ver sus últimos segundos de vida al ser impactado de lleno por un avión caza y desplomarse.
La cápsula cayó con normalidad amortiguando la caída. Ergo pateó la puerta de la misma y salió. La máquina repitió la frase: "se motivo de orgullo" y extendió un arma y múltiples cargadores desde su costado. Ergo las tomo con naturalidad. Múltiples cosas venían a su mente y él miedo gobernaba sobre él. Vio a algunos compañeros en la lejanía moverse apresuradamente con arma en mano, y vio a decenas más por mucho y muchos metros en todas direcciones. Ráfagas tras ráfagas de tiros, el aroma de la zona, la adrenalina de los riñones, la sinapsis neuronal, lo húmedo del suelo, el andar de las máquinas y los gritos. Todo era una amalgama infernal y bíblica.
Veía los aviones volando por los cielos y descargando furia a diestra y siniestra, los rayos de energía de los tanques modernos destruir grupos enteros de soldados, y en la lejanía, en el epicentro, más clamor, y más fuego, y muerte, le esperaban.
Se atrincheró en cuanto llegó a la primer trinchera segura. Respiraba con dificultad. Observo a soldados que ya estaban allí desde antes de él con la mirada completamente perdida. Avanzo arrastrándose por el suelo hasta caer por la otra extensión de la trinchera y cayó encima del cuerpo de alguien, pero le ignoro y observo ligeramente la situación. Cualquier cosa o estrategia que pensará y le viniera a la mente se veía opacada por el miedo. La adrenalina no era suficiente para hacerlo cargar de lleno contra sus enemigos y era más consciente de su posible muerte que de sus posibles logros allí.
En algún punto entre su camino de trinchera en trinchera pudo percibir la muerte bastante cerca cuando comenzó a ser objetivo de diversas balas que le hicieron ocultarse. Un par de tanques pasaron sin problemas por encima y dispararon. Ergo sabía que era cuestión de tiempo perder e incluso perderse a sí mismo, y presa del medio, salió con velocidad de la trinchera sin rumbo y corrió. Las ráfagas no se hicieron esperar, y Ergo uso su arma una única vez para disparar ciegamente con el cañón apuntando por detrás. Corrió hasta que la adrenalina se agotó y junto a ella sus energías, deteniéndose en un punto indeterminado. No había sonido, sus tímpanos tenías solamente un pitido incesante. Vómito espontáneamente. Avanzo con lentitud ahora al ver que no ocurría nada, no había compañeros a la vista o tanques. Vio una especie de zona separada por una reja y se rrecargóen ella. La sangre salía con lentitud por el costado, entre su cadera y costillas. Quizá tenía un órgano perforado. No lo sabría. La adrenalina y el miedo de aquel momento le había hecho soportar el dolor en su huida y no darse cuenta hasta después.
Se vio, finalmente, a si mismo, dando su último suspiro, y cayó inconsciente, recargado en el enrejado.