Promesas De Amor
El motor del auto se apagó con un suave ronroneo, y el silencio del nuevo vecindario me envolvió. Al abrir la puerta y bajar, una brisa cálida acarició mi rostro. Me quité los lentes de sol de un tirón, no por necesidad, sino porque quería observar mejor este lugar al que ahora llamaría "hogar". Las casas eran impecables, los jardines perfectamente cuidados, y todo parecía tan... tranquilo.
Justo entonces, una risa femenina rompió la monotonía del ambiente. Era una risa fresca, ligera, y de algún modo... contagiosa. Giré la cabeza buscando su origen y la vi.
Caminaba apresuradamente por la acera, con una canasta entre los brazos que parecía repleta de frascos de mermelada. Su cabello castaño natural, largo y ondulado, se movía al compás de sus pasos. Llevaba un vestido floreado que parecía hecho para ella, sencillo, pero lleno de vida. Por un instante, me olvidé de dónde estaba o del motivo por el cual habíamos venido. Todo lo que existía era ella.
Una anciana de cabello plateado la seguía con pasos lentos, llevando otra canasta más pequeña. Su voz tranquila interrumpió mis pensamientos:
—Mi niña, Margareth, no vayas tan rápido.
La joven, Margareth , se detuvo un momento, pero solo para girarse con una sonrisa juguetona.
—¡Abuela! Si no nos apuramos, no vamos a poder terminar de entregar todo —respondió, con una mezcla de urgencia y dulzura en su tono.
Margareth .
Ese nombre quedó grabado en mi mente en el acto. No sé cuánto tiempo me quedé allí, de pie junto al carro, mirándola. Había algo en ella, en su energía, que era como un golpe directo a mi rutina perfectamente calculada.
Fue entonces cuando ella me miró por primera vez. Sus ojos brillaban con una curiosidad sincera, pero al mismo tiempo parecía que me veía como un intruso. No dije nada; no podía. Simplemente la observé mientras seguía su camino, guiando a su abuela.
En ese momento, supe algo con absoluta claridad: este lugar, este barrio, no sería tan tranquilo como pensé. Y todo sería por culpa de ella...
Las órdenes se dieron de manera automática, casi mecánica, mientras los sirvientes descargaban las maletas y cajas del coche. No tenía mucho en mente en ese momento, solo quería aferrarme a algo familiar en medio de este entorno que parecía sacado de una película. Pero mi día estaba por dar otro giro inesperado.
—Arthur, querido, como eres nuevo en el vecindario, el alcalde ha querido invitarte a tomar el té. Es una costumbre aquí para los recién llegados —me dijo mi mayordomo, con una sonrisa diplomática.
Suspiré internamente, pero sabía que no podía negarme. En mi mundo, hacer conexiones con los poderosos es lo que te mantiene a flote, así que no sería prudente rechazar esa invitación.
La casa del alcalde estaba decorada con un gusto impecable, como si todo tuviera su lugar perfectamente asignado. El ambiente era cálido, algo acogedor, y el sonido de una conversación amistosa llenaba la sala. Ahí estaba él, sentado en una silla de madera, de apariencia robusta pero con un rostro amable. Al verme entrar, se levantó con una sonrisa.
—¡Arthur! Bienvenido, bienvenido. Tómate un momento, y siéntate, por favor —dijo el alcalde con un tono afable.
Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió y allí estaba ella otra vez. Margareth . Entró con la misma agilidad, llevando una canasta con frascos de mermelada, su cabello rosa moviéndose con gracia al ritmo de sus pasos. No me pude evitar quedarme mirándola un segundo más de lo que debía.
—¡Ya llegué con el pedido de mermelada, señor alcalde! —dijo, y con un gesto rápido de la mano, dejó la canasta sobre la mesa.
El alcalde sonrió al verla, y con una mezcla de amabilidad y cortesía, le dijo:
—Perfecto, déjalos por ahí y luego me pasas a recoger el dinero. ¿Cómo está tu abuela?
—Está bien, gracias —respondió ella, sin perder esa luz natural en su rostro.
Luego, con una pequeña reverencia, apenas perceptible, Margareth me dio un vistazo fugaz y se alejó, dejándonos a solas. La puerta se cerró tras ella con un suave crujido.
Al observar cómo se iba, no pude evitar sentir una extraña curiosidad por ella. El alcalde, notando mi mirada, sonrió y me miró con cierto aire de comprensión.
—Te presento a Margareth , joven Arthur —dijo, tomando una taza de té antes de continuar—. Hace las mejores mermeladas del condado, y también unas tortas deliciosas. Es una muchacha muy humilde, muy linda. Tiene 19 años, y vive con su abuela en una casita en la zona del monte. Aunque vive sola con ella, se ocupa de todo. Pero créeme, es una buena niña.
La forma en que el alcalde hablaba de ella, tan llena de afecto, me hizo pensar que había algo más en Margareth de lo que se veía a simple vista. Algo que me hacía preguntarme qué era lo que la hacía tan especial para todos.
Pero en ese momento, lo único que podía pensar era que la había visto dos veces en menos de 24 horas, y la sensación de que ella era mucho más de lo que aparentaba no dejaba de rondar en mi mente. ¿Cómo podía ser alguien tan... encantadoramente simple y, al mismo tiempo, tan intrigante?
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Updated 29 Episodes
Comments
Albalu HS
me gustó el inicio 👌
2024-12-28
1
GiovannaXchelMayaCejudo
un comienzo interesante
2025-01-03
1