Cecil Moreau estaba destinada a una vida de privilegios. Criada en una familia acomodada, con una belleza que giraba cabezas y un carácter tan afilado como su inteligencia, siempre obtuvo lo que quería. Pero la perfección era una máscara que ocultaba un corazón vulnerable y sediento de amor. Su vida dio un vuelco la noche en que descubrió que el hombre al que había entregado su alma, no solo la había traicionado, sino que lo había hecho con la mujer que ella consideraba su amiga.
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CAPITULO 11
Capítulo 11.
Al día siguiente, Cecil despertó con una sensación de agitación que no había sentido en mucho tiempo. Durante el desayuno, compartió con su tía la inesperada visita de Edwards Harper a su oficina. Su tía, siempre sabia y directa, le aconsejó mantenerse firme y no dejarse manipular. "Recuerda todo lo que has pasado, Cecil. No permitas que ese hombre vuelva a enredarte en sus problemas", le dijo con tono preocupado.
Cecil asintió, aunque su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. Se dio cuenta de que ya no sentía nada por aquel hombre al que había amado con tanta intensidad. Sin embargo, verlo dejar su orgullo de lado y humillarse de esa manera despertó en ella una curiosidad inquietante. ¿Acaso la paternidad lo había cambiado? Recordó aquel momento en el restaurante cuando Edwards estaba con su hijo, y cómo parecía un hombre completamente diferente, casi feliz. Pero otra pregunta persistía en su mente: ¿estaba dispuesta a ayudar a su verdugo?
Esa pregunta retumbó en su cabeza durante el resto de la mañana, impidiéndole concentrarse. Intentó despejar su mente y enfocarse en su trabajo, pero todo parecía inútil. La tensión acumulada llegó a su límite cuando su secretaria le anunció la próxima reunión del día. Cecil sacudió la cabeza y trató de dejar esos pensamientos de lado, aunque sabía que no sería fácil.
Durante una pausa en el trabajo, tomó una decisión. Necesitaba saber más sobre las verdaderas intenciones de Edwards. No lo ayudaría, pero tampoco permitiría que volviera a engañarla. Llamó a su jefe de seguridad y le pidió que investigara la vida actual de Edwards y su familia. Quería verificar cuál era su situación y si realmente estaba en la ruina, como sospechaba.
Esa noche, Cecil regresó a casa agotada, tanto física como emocionalmente. Se recostó en el sofá, tratando de relajarse, pero los pensamientos seguían rondando su cabeza. Justo cuando sentía que la ansiedad la consumía, el sonido de su teléfono la sacó de su ensimismamiento. Era Adrien.
—Hola, Cecil —dijo él con su voz cálida y tranquilizadora—. Pensé en invitarte a cenar esta noche. Quiero verte y también contarte algunas cosas importantes.
Cecil no dudó en aceptar. La sola idea de verlo hacía que su estado de ánimo mejorara considerablemente. Adrien había demostrado ser un apoyo incondicional, y ella no quería que surgieran malentendidos por la reaparición de Edwards.
Se arregló con esmero, eligiendo un vestido elegante pero sencillo. Cuando llegó al restaurante, Adrien ya estaba allí, esperándola con una sonrisa que iluminaba la noche. Durante la cena, Cecil le relató todo lo ocurrido ese día, incluyendo la visita de Edwards y las dudas que esto había sembrado en su mente.
Adrien la escuchó con atención, sin interrumpirla. Cuando ella terminó de hablar, él tomó su mano con suavidad.
—Cecil, confío en ti —dijo con firmeza—. No importa lo que haya sucedido en el pasado, lo importante es lo que estamos construyendo juntos. Edwards no tiene poder sobre ti, a menos que tú se lo permitas. Sus palabras reconfortaron a Cecil, disipando parte de la ansiedad que había sentido todo el día. Después de la cena, pasearon por la ciudad, disfrutando de la tranquilidad de la noche. Adrien la hizo reír con sus ocurrencias, y por primera vez en mucho tiempo, Cecil se permitió disfrutar del presente sin preocuparse por el pasado.
Cuando finalmente regresó a casa, se sintió más ligera. Aunque sabía que aún quedaban muchas preguntas por responder, estaba decidida a enfrentarlas con la cabeza en alto. La vida le había enseñado que siempre habría desafíos, pero también le había demostrado que tenía la fortaleza para superarlos.