Fui obligada a casarme con el CEO enmascarado y discapacitado por culpa de mi padre, quien en una apuesta me perdió.
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ELENA COEN
Respiré paz. Estar en la casa de retiro me daba tranquilidad. Quería pensar y reflexionar sobre las cosas que me han pasado últimamente.
En mi interior sentía que eso que creía un sueño, realmente pasó.
En la casa habían dos monjas, hermana María y hermana Guadalupe. Ellas eran excelentes cocineras. Las acompañaba en cada momento de oración. Aún no me abría a ellas, sé que ellas no me van a juzgar pero sentía vergüenza exponer la clase de familia que tengo.
Cada mañana tomaba la escoba y me ponía a barrer cada hoja que caía del árbol, y tenía una misión por parte de ellas, reflexionar sobre la vida de esa hoja. Al inicio me parecía absurda la misión. Pensaba que las hojas caían y ya, porque era su momento de caer.
— ¿Ya sabes cuál es la misión de esas hojas? — pregunta la hermana María.
Me senté en una roca grande que había en el patio. Y empecé a ver las hojas. Creo que está vez si entendí lo que ellas querían enseñarme.
— Las hojas nunca terminan su misión— la miré buscando su aprobación — ellas brotan del tallo, nos dan sombras cuando crecen, y durante su permanencia en el árbol realizan la fotosíntesis, transforman el agua y el dióxido de carbono en glucosa y oxígeno. Cuando caen del árbol, su misión no acaba, se vuelven en hojarasca que después al descomponerse regresan a la tierra de otra forma como nutrientes para la misma planta de donde ella brotó.
— Excelente interpretación. Tú eres una hoja, ¿Cómo estás?— Le sonreí a la hermana María.
— Pulverizada. Realmente creo que no soy una hoja.
En ese momento sentí que era momento de contarle un poco de todo lo que había vivido hasta este momento. Saqué todo. Le conté todo. Mis lágrimas salían.
— Es fuerte todo lo que has vivido. Y créeme que todo pasa por algo. ¿Cuál es la misión que tienes en esta vida? Está bien alejar a las personas que te hacen daño, pero debes perdonar para vivir en paz.
— Aunque me hayan hecho daño, aún debo perdonar. No lo sé.
— ¿Y tu esposo?
— No es mi esposo, el matrimonio nunca fue consumado y tampoco fue inscrito.
— Sabes que también le debes una disculpa a ese hombre. No debes juzgar a nadie, no debes menospreciar a nadie tenga la condición que tenga. Seguramente, él se sintió mal.
— Pensándolo bien, nunca debí decirle que me daba asco, Pero estaba en una situación difícil y tenía miedo.
— Te entiendo. Creo que por hoy hemos aprendido algo y tienes mucho que pensar.
— Sí. Creo que sí.
La hermana María se fue adentro de la casa. Yo terminé de recoger las hojas.
¿Por qué cuesta perdonar? Me siento como una hoja que ya cayó del árbol y que todos quieren pasar encima de ella.
Vino a mi mente Dustin. ¿Debería pedirle disculpas? Fui muy grosera con él. No debí decirle cosas feas, pero no quería casarme con él. Con Erick siempre fui amable y me pagó mal, mi propia familia me vendió al mejor postor. No sé. Me siento confundida.
Todo el día lo pasé pensando. Al caer la noche, cené y me fui a mi cuarto. Intenté rezar pero no pude. Estaba tan distraída en mis pensamientos, que solo me acosté y dormí.
...Unos ojos azules intensos me miraban. No podía ver su cara. Estaba sentada en un rincón, podía escuchar el sonido de una que se acercaba, sentía miedo. Tenía de frente a la persona de ojos azules, sus labios eran suaves, yo lo besaba, me gustaban esos besos, Pero no podía ver su rostro. Un olor a vainilla con limón lo sentía tan cerca...
Desperté.
Golpeaban la puerta.
Me senté en la cama. Revisé mi celular para ver la hora, eran las 6:30 de la mañana. Mi corazón palpitaba rápido.
Me levanté y abrí la puerta.
— Buenos días, hermana Guadalupe. Me quedé dormida. Me doy un baño rápido y salgo.
Ojos azules y ese olor a vainilla limón era de Dustin. Tengo un cargo de conciencia que hasta lo sueño.
Me bañé y salí con las hermanas.
— Creo que es hora de volver. Me ha ayudado mucho estar aquí. Y aunque soy como una hoja caída, sé que aún tengo una misión. Las visitaré pronto.
— Si estás lista para regresar, tienes nuestro apoyo. Estarás en nuestras oraciones.
Le di un abrazo y les agradecí.
— Voy a llamar al padre, para que venga a traerte.
— Está bien.
El padre de la iglesia llegó por la noche. Un mes estuve en la casa con las monjas. Un mes que me hizo darme cuenta de que debo salir adelante, un mes donde me di cuenta que todas las cosas nos ayudan a bien, ahora sé que tengo que ser resiliente.
— Tienes un lugar donde quieras que te lleve. Ya es tarde.
— ¿Puedo quedarme en la iglesia? Mañana busco un lugar donde quedarme.
— Está bien. Solo que dormirás en un colchón en el piso. Lo importante es que estarás en un lugar seguro.
Empezaré de nuevo. Buscaré un nuevo lugar donde quedarme y buscaré un nuevo empleo.
— Gracias padre.
Gracias Luna por una novela corta pero excelente te felicito que Dios te bendiga siempre 🫂😘🙏🇻🇪💐