EL chico problema se declara a la chica más popular frente a toda la escuela, pero ella no es lo que aparenta.
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VOL3-CAPITULO 7: Espada imposible
En Nidavellir, el juego de los dioses no había hecho mella. Ningún enano tuvo interés en participar en el juego de Ydhin. Aunque poseer una runa de Odín era interesante (podía convertirse en un tesoro único e invaluable), los Svartálfar nunca se molestaron en invocar a un dios de Nueva Asgard. Por eso, Devan nunca supo que, cuando entró al mundo subterráneo, pisó uno de los tablones del edicto de Ydhin que se había caído y nadie se había molestado en poner en su sitio.
—Escuchen bien, todos —dijo Calíope colocándose frente al grupo—, nuestra misión principal es conseguir la espada muerta para Devan. Empezará con el entrenamiento de Nial y de paso entrenará en el arte de la guerra de los Svartálfar.
Devan se enteraba ahora de esa otra parte del plan.
—Hermelinda tomará su propio camino ahora —continuó Calíope—. Se separará de nosotros por un tiempo.
—Alégrate, Devan, ya no te machacaré en nuestros entrenamientos —dijo Hermelinda sonriendo con su habitual expresión desagradable.
—Lo extrañaré sin duda.
—Devan, Elein, esto no es Midgard ni Alfheim —Calíope alzó la voz—. Aquí nada es gratis y lo que lo es, será solo una trampa. Ahora mismo estamos en la ciudad de Din Grimm, que es una versión corta del nombre. Aquí los extranjeros somos como gatos llamando para ser estafados. Así que todo lo referente a negociaciones, compra y venta me encargaré yo. Nuestra primera parada será el Banco Milenario. Tengo una cuenta abierta allí, necesitaremos Kroan, que es como se conoce al dinero aquí. Después de eso iremos a comprar las herramientas necesarias para vivir en el subterráneo y la espada.
Hermelinda se separó de ellos en la plaza principal de la ciudad sin mucha ceremonia. La vieron perderse en una calle oscura de Din Grimm.
La ciudad era enorme y cuadrada. Toda construcción la habían hecho en rectas. Al mirar al cielo, solo se veía roca y más roca en lo alto. El techo de roca era sostenido por innumerables columnas e iluminado por la luz de la ciudad. No se veían árboles, pero sí muchas fuentes de agua. Como desconocían en qué vicisitud podían encontrarse en el futuro, Calíope les dio las mínimas indicaciones.
—La última vez que estuve aquí, la ciudad se dividía en treinta y cuatro sectores. Estos sectores definen los gremios. Entre ellos, los gremios más importantes son los mineros, los banqueros, los comerciantes y los artífices. Cada uno tiene sus subdivisiones. Por ahora, les conviene saber que cada sector tiene una plaza con un mapa como este —señaló una enorme placa de hierro negro levantada en el centro de la plaza—. Como ven, está escrito en el idioma rúnico de Nidavellir, un idioma que no vale la pena aprender. Tanto el idioma como la ciudad cambian constantemente. La placa la funden cada año y fabrican otra. Aun así, si se llegaran a perder, la placa les indicará los lugares más importantes. Los pilares les pueden servir de referencia.
La placa medía quince por quince metros y tenía bastantes etiquetas y símbolos grabados con un cuidado excelso. Si entendían bien las escalas, la ciudad de Din Grimm tenía unas proporciones monstruosas.
—¿Funden estas hermosas placas? Este plano es una maravilla. Ni Alfheim con sus pergaminos vivos llega al detalle de estas placas —dijo Elein, mostrando asombro—. No deberían fundirlas.
—Todavía te sorprenderán más las muchas excentricidades de los Svartálfar —dijo Calíope—. La misma ciudad es reconstruida cada cierto tiempo. La vez pasada que estuve por aquí, las estructuras no eran cuadradas sino triangulares. Es como si los enanos no terminaran de encontrar una forma que satisfaga a todos los gremios. Mas todo eso tiene su origen en el Ragnarok. Como sea, no es tiempo de contar historia pasada. Les decía que los lugares claves son: Zhardunh, que es como llaman a la puerta de los mundos. Es clara cuál es en el mapa, ¿se ubican?
El símbolo de la puerta de los mundos era una puerta con una estrella de nueve puntas en el centro que representaba los nueve mundos de Yggdrasil. Para todos, excepto para Calíope, fue difícil encontrar el lugar en el intrincado mapa.
—Por allí está Zigul Narred, que es el sector más congestionado. Es el sector del gremio de comerciantes y lo rodean, como ven, siete columnas. Las columnas son los puntos plateados en el mapa.
—¡Pero si son un montón! —se quejó Devan.
—Los Svartálfar, al contrario que los elfos, solo tienen una ciudad. Es por eso que es tan grande —dijo Nial, que hasta entonces no había hablado. De hecho, había demostrado su desinterés en cada situación en la que se encontraran. Solo estaba allí para cumplir su misión y no esperaba entablar amistad con nadie. Eso lo repetía a la menor oportunidad de que se le quisiera pedir hacer algo.
—Si nos perdemos, es mejor que pidamos indicaciones a algún ciudadano, si es que recordamos esos nombres —dijo Devan.
—Esto no es Midgard, ya te dije —Calíope se tocó la frente molesta—. Nadie te va a contestar a menos que lleves suficientes Kroans. Y al final las indicaciones no te servirán para nada si no te familiarizas con las direcciones. Así que, si es muy complicado de aprender, les recomiendo que no se pierdan. Al menos recuerden bien este sitio —afortunadamente era un sitio que estaba al alcance de la mano de Calíope y que pudo señalar directamente—. Este lugar se llama Zigul Viggodorka. No espero que sea necesario, pero si por algún motivo nos separamos, el lugar de reunión será aquí. Es el sector del gremio de guerreros. Allí iremos después de ir a Zigul Narred.
—El sector de los comerciantes —dijo Elein.
—Al menos alguien sí me prestó atención.
Calíope no se molestó en seguir explicando el resto del mapa. Lo miró por un rato en silencio y luego les pidió que la siguieran.
—Por aquí.
Devan había notado algo en Calíope. Ella se veía más comunicativa y animada desde la misión para salir de Alfheim. En Belstar, Calíope había mostrado su capacidad de liderar, logrando abrir el camino a ese mundo nuevo con el esfuerzo de todos. Incluso consiguió que Nial ayudara en la misión. Ahora todos tenían plena confianza en ella. Calíope seguía siendo como una luz en esa ciudad subterránea que, a él, después de ver la increíble IL Castlin de Alfheim, le parecía un caluroso mundo oscuro.
Esa última comparación dejó de tener significado cuando Devan entró a la verdadera ciudad de Din Grimm. Porque hasta entonces ellos habían estado en el primer nivel. Calíope los guio hasta un edificio alto que en su interior tenía unas escaleras descendentes que los llevaron a un mundo lleno de actividad. Mientras estaban arriba solo vieron a uno que otro Svartálfar, allí abajo pululaban como hormigas, y algunos se movían con una velocidad que Devan no esperaba. Mirándolos con más detalle, se percató de que sus pies no tocaban el piso: flotaban.
—¿Cómo hacen eso? —preguntó intrigado Devan.
—Es magia. Las botas levitantes nunca pasan de moda —dijo Calíope—. Son como los patines, pero sin fricción. Los Svartálfar los inventaron porque en una ciudad tan grande ir a pie lleva mucho tiempo. Pero nosotros sí tendremos que caminar, aunque no mucho. Hay una sede del Banco Milenario en la mayoría de los sectores y, tan cerca de Zhardunh, con más razón.
La ciudad era luminosa. En el techo flotaban enormes lámparas cuadradas (porque allí también predominaba la arquitectura cuadrada). En el piso había franjas brillantes marcando las calzadas para vehículos, patinadores y peatones. Los vehículos también flotaban y tenían formas cuadradas, obviamente.
Había muchos tipos de Svartálfar. Aunque la mayoría era de baja estatura, también los había altos. Vestían de diferentes formas, como si cada quien siguiese su propia moda, pero (nuevamente) todo lo cuadrado estaba presente: llevaban ya sea un medallón cuadrado o cuadrados estampados en sus ropas. Algunos Svartálfar le llamaron la atención porque tenían una piel de aspecto metálico.
Caminaron un buen rato hasta llegar al edificio más grande que habían visto hasta ahora, un edificio que se apoyaba en una de las columnas. Se trataba de la sede del Banco Milenario. Dentro no había recepción y por todos lados vieron filas de Svartálfar, elfos y vanir, esperando para acceder a las muchas oficinas que había allí.
La música de un acordeón venía de algún lado, pero no ahogaba el murmullo de todos los presentes. Calíope sabía hacia dónde dirigirse. Entraron en una estancia llena de pergaminos colgados en las paredes y se detuvieron ante un pergamino escrito en Vanir, cuyos números y letras cambiaban ante sus ojos. Salieron por otro lado de la estancia y, descendiendo aún más en el edificio, se hallaron ante una fila pequeña para entrar a una oficina cuya puerta era dorada.
Esa oficina estaba claramente custodiada por una veintena de guardias utilizando ballestas pequeñas.
—Espérenme aquí —les dijo Calíope cuando le tocó el turno de entrar a la oficina. Esperaron un buen rato.
—¿Qué te ha parecido este mundo hasta ahora, Elein? —preguntó Devan para matar el tiempo.
—Bueno, es mucho por asimilar, pero debo reconocer que es emocionante —Elein sonreía—. Es como si existiera un caos ordenado en la ciudad. Todos parecen tener prisa, pero saben lo que hacen.
—¿Y a ti, Nial? ¿Ya habías estado aquí?
Nial negó con la cabeza.
—Nunca había venido a Svartálfaheim. Pero he leído lo suficiente de su historia. Por ejemplo, este Banco Milenario se ha autodenominado el fundador de la nueva sociedad en Svartálfaheim después del Ragnarok.
—Cuéntanos más, por favor —pidió Elein.
—El Ragnarok afectó, como saben, a todos los reinos. Todos los mundos sufrieron la guerra de poderes; para Svartálfaheim no fue diferente. La tierra tembló, las columnas se partieron y la gente quedó sepultada. Solo sobrevivió un remanente que con pico y pala empezaron casi que inmediatamente a reconstruir la ciudad. El Banco Milenario se fundó entonces para distribuir las riquezas con justicia. Ese es, según el origen de los gremios, ya que a los Svartálfar no les gusta tener reyes. La monarquía les parece un sistema político parasitario que no contribuye en nada a generar riquezas. Naturalmente, le dan el mismo título a la democracia. Para los Svartálfar solo el Kroan tiene la última palabra.
—Tal como lo dice, nos hace ver como si fuéramos una panda de avariciosos —un Svartálfar había llegado en ese momento acompañado de una mujer enmascarada. El enano era joven ya que su barba apenas le llegaba a la altura de la clavícula. Sus ojos eran de un azul pálido brillante—. Le aseguro que el Kroan vale para nosotros tanto como el esfuerzo de las manos y la mente de los que trabajan para conseguirlo.
—Mis disculpas si mis palabras han sido ofensivas —dijo Nial.
—Tus palabras han sido correctas —dijo la mujer enmascarada, que no era otra que Calíope—. He venido a retirar Kroan y parte de mis pertenencias, y Fredo, este locuaz banquero, me ha intentado cobrar una comisión que me dejaría en deuda de por vida.
El enano sonrió alegre.
—Si no sabes cuidar tu Kroan, entonces no lo necesitas lo suficiente. Pero usted, señora mía, fue particularmente audaz en la redacción del nuevo contrato. Entonces este es el Hizdan —dijo mirando a Devan.
—Sí, mi plan es llevarlo a Zigul Viggodorka para que se entrene con Degzel.
—Interesante. Veo que viste armas y ropa élfica, incluso hay una elfa a su lado. ¿Ella es tu amante?
—¿Qué? —Devan se encontró poniéndose nervioso.
—Esa respuesta demuestra que es casi un niño, señora Calíope. Degzel lo va a exprimir —dijo Fredo, ahora más alegre que antes—. Y esa es una espada muerta, de mala calidad, como corresponde a los elfos.
Elein cruzó los brazos y miró al enano con resentimiento.
—No se moleste, elfina, forjando espadas mágicas los herreros elfos son talentosos, pero con espadas muertas son un desastre. Se dice que se necesita un corazón vacío para forjar una espada que anule la magia. ¿Significa que el humano no tiene talento para la magia?
—Así es. Por eso, nuestro siguiente paso es conseguirle una espada muerta forjada por los Svartálfar —dijo Calíope.
—Imposible —Fredo se balanceó sobre sí mismo—. No vas a encontrar una espada muerta en el mercado, ni ningún enano te va a forjar una así prometas darle su peso en Kroans.
—¿Por qué? —preguntó Calíope.
—No puedo dar detalles, es un asunto de Svartálfar, pero sí puedo decirles que es un asunto que no se resolverá pronto. Mala suerte.
—¿Ese asunto es lo que tiene a todo el mundo visitando al Banco Milenario? La última vez las filas no eran tan largas. ¿Y tiene algo que ver con que Svartálfaheim esté cerrado para el comercio con el resto de los mundos?
—Los Svartálfar no podemos hablar al respecto. ¿Entiendes? —al decir eso miró a los guardias que se encontraban en el lugar. Devan se percató de que la mayoría eran enanos que tenían la piel semejante al metal.
—Entiendo. No le quito más tiempo, Fredo. Espero que piense en la propuesta que le hice —dijo Calíope.
—Lo pensaré. Si me decido a invertir en ese negocio, le mandaré un mensaje a Zigul Viggodorka.
El enano se retiró.
—Bueno, ya tenemos Kroan para gastar, pero esa noticia de que no conseguiremos una espada muerta en el mercado me preocupa —les dijo Calíope a los demás cuando salían del banco—. Iremos directamente a Viggodorka. Allá nos enteraremos de lo que está pasando aquí. Quizás se pueda conseguir la espada de formas no tan legales.
—Te desenvuelves increíblemente con los Svartálfar —dijo Nial—. Se diría que se caen bien entre ustedes. ¿Por qué le presentaste a Devan a ese Fredo?
—Por negocios, simplemente. En Svartálfaheim siempre hay que buscar el Kroan de mañana —respondió Calíope.
—Un dicho Svartálfar, seguramente. Y usas sus máscaras. ¿Debo recordarte el mensaje de la señora Hécate? —Nial la miró fríamente.
Calíope se giró y miró directamente a Nial. Con la máscara se veía más intimidante; era una máscara de metal como las que usaban los Svartálfar en Belstar, pero la forma era la de un rostro horrible.
—"No estorbes el camino de Devan" —recitó Calíope, luego—. No te preocupes, sé más que tú lo que la diosa de la luna quiso decirme con ese mensaje.
Para viajar a Zigul Viggodorka, tuvieron que descender a un tercer nivel, un nivel inundado en agua profunda donde había naves semejantes a escarabajos gigantes. Pagaron el Kroan necesario para abordar. El Kroan no era más que monedas cuadradas diamantinas con un agujero cuadrado en el centro; venían de diferentes tamaños. ¿Qué valor tenían? Devan no quiso ni preguntarlo, pero por usar el transporte acuático solo fue necesario pagar dos Kroans medianos.
—A los Svartálfar no les gusta el papel, ellos prefieren que el dinero pese lo suficiente en la mano —les explicó Calíope.
El interior del transporte acuático era limpio y sencillo; a Devan le recordó el vagón de un metro subterráneo. El transporte era veloz. Afortunadamente, traían comida y bebida de Alfheim que disfrutaron en el camino, y el vehículo tenía sus propios baños privados.
Calíope aprovechó el momento para darles al menos veinte Kroans a cada uno.
—En Viggodorka vamos a pasar un tiempo largo. Devan, voy a proponerte para que recibas entrenamiento de los mejores guerreros entre los Svartálfar. Yo entrené con ellos y aprendí muchas formas de combate. Elein, no quiero que estés ociosa. Debes practicar y mejorar todas las habilidades que poseas. En Zigul Viggodorka podrás hacerlo.
Tanto Devan como Elein asintieron nerviosos.
—Tómenselo en serio. Este juego de los dioses es sencillo. Con la runa tienes el derecho de participar en las pruebas de Ydhin, Devan, pero no sabemos cuándo estas pruebas empezarán, así que debemos aprovechar el tiempo para fortalecernos.
—¿Cuántos participantes faltan, Nial? —preguntó Calíope.
—Hasta donde sé, después de que la señora escogiera a Devan y Helblindi al rey Q’llian, solo faltan dos participantes más. Si mal no estoy, los participantes que faltan por ser elegidos son de los herederos de Thor: Magni y Modi.
—¿Tienes alguna información de los otros participantes escogidos hasta el momento?
—No tengo idea. Esa no es mi misión, pero la señora de la luna lo debe saber muy bien —respondió Nial.
—No olvides pedirle esa información cuando estés frente a ella, Devan —dijo Calíope.
—Sí, Calíope.
—Por cierto —dijo Calíope recostándose en su puesto—, nos faltan unas ocho horas hasta llegar a destino. Así que relájense.
A nadie le gustó esa noticia.
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“Zigul Viggodorka se alza imponente al sur en la ciudad de los enanos. Anteriormente ese lugar era el territorio del Dragón Mhagur, que reinó por mucho tiempo, acosando y robando a los enanos en las minas y exigiendo tributo a la joven ciudad que crecía después del Ragnarok. Ningún artilugio que pudieran inventar los Svartálfar le ganaba al fuego potente de Mhagur y su corte. La magia del Dragón no tenía comparación.”
“Hasta que los gremios de los enanos se reunieron a pensar en una solución definitiva. Fue el gremio de los Sabios el que aconsejó crear un arma capaz de eliminar la magia del dragón. El gremio de herreros tardó seis años enteros en crear solo dieciocho espadas antimágicas, tres por año. Pero había un problema: usar la espada mataba la magia de quien las blandiera. Pero el pueblo de los Svartálfar siempre ha sido valiente. Los guerreros sacrificaron su magia para enfrentarse a los dragones. Llevando máscaras que los protegieran del fuego, atacaron con las dieciocho espadas, y cuando algún dragón aplastaba a un guerrero, otro tomaba su lugar recogiendo la espada. Al final de la contienda, más de la mitad del gremio de guerreros había perecido, pero la victoria sobre Mhagur fue total. Le vaciaron los ojos malignos y le cortaron la cabeza. Con su muerte, los pocos dragones de su corte que sobrevivieron a la matanza huyeron a las profundidades del abismo aún por descubrir de Svartálfaheim.
“Las espadas fueron guardadas y atesoradas por muchos años, hasta que el peso de la historia no importó tanto. Las espadas fueron vendidas como reliquias; luego perdieron valor al forjarse nuevas espadas antimágicas a las que llamaron espadas muertas y posteriormente perdieron más valor al esparcirse el rumor de que tener una espada muerta cerca hacía que se perdiera magia gradualmente. Y de todos modos, ¿quién querría portar una espada que quitaba la magia si había otras armas que hacían lo contrario?
“Nadie pensó que los dragones podían volver.”