Blindr
Declaración de amor.
El festival escolar se desarrollaba con total normalidad en la secundaria Boilet. Durante todo el verano, los estudiantes del tercer grado trabajaron arduamente para asegurar su éxito. El resultado fue satisfactorio, transformando cada rincón de la sala múltiple en un lugar de exhibición de todo tipo de artículos puestos en venta, divididos en varios grupos de interés.
En el grupo de ciencias se podían ver productos artesanales como jabones y desinfectantes, además de perfumes en frascos bellamente decorados. El grupo de arte, el más numeroso, vendía collares, pulseras hechas a mano, bolsos y ropa de lana, pinturas, etc. En puestos más pequeños pero elegantes, el grupo de literatura exponía una serie de libros clásicos y colecciones de cuentos escritos por los estudiantes. Al fondo del salón, el grupo de música tocaba sus instrumentos de la forma más profesional posible, siendo un punto destacado del festival.
Robe Clancy, el profesor de educación física, era el encargado de animar al público, gritando más que hablando por el micrófono. Incitaba a los visitantes, en su mayoría familias de los estudiantes, a llevarse algún artículo del festival, todo por una buena causa: recolectar fondos para el viaje de fin de año. Esta vez, tenían pensado irse a lo grande, visitando otro país.
—¡Bueno! ¡No se olviden llevarse un artículo hecho por los estudiantes de tercer grado en este festival de viaje de fin de año! ¡Sin duda encontrarán lo que buscan entre la gran variedad de artículos que traemos para ustedes! ¡Si tienen hambre, no olviden que cerca de la salida se encuentra el puesto de comidas, atendido nada más y nada menos que por la popular estrella de gimnasia, Calíope!
El puesto de comida era el más concurrido, sin duda debido a la presencia de Calíope, una chica de tan buen aspecto que casi parecía irreal. A sus quince años, tenía un rostro y una figura perfectos que tanto chicos como adultos admiraban. Se podría describirla diciendo que su cabello era oscuro y liso, y su piel blanca y suave, con ojos grandes y oscuros, pero nada de eso le haría justicia, pues estar en la presencia de Calíope iba más allá de simplemente admirar su belleza.
Calíope, la chica más popular de tercer grado y, en realidad, de todo el colegio, tenía las mejores notas y destacaba en todo lo que hacía. Sin embargo, por alguna razón en particular, permanecía soltera. Tenía un carácter fuerte y había decretado que solo saldría con el chico más valiente de la escuela. Por eso, botaba las cartas de amor que recibía con total indiferencia y, si un chico tartamudeaba mientras se le declaraba, ella se marchaba sin dejarlo terminar.
En el festival, la acompañaba su corte, chicas casi tan hermosas como ella, que la seguían a todos lados y siempre se adelantaban a cumplir sus deseos. Entre ellas, la más dedicada era Hermelinda, una chica delgada y rubia que sujetaba su cabello con cuatro coletas, dos a cada lado de su cabeza. Hermelinda también se encargaba de espantar a los chicos que querían molestar a su querida amiga sin motivos importantes, de manera que quien quisiera llegar a Calíope debía pasar primero por su aprobación. Lo cual no resultaba tan fácil.
Era temprano aún, y en medio del ambiente alegre del festival, el cual era un escenario oportuno para una declaración de amor, apareció el chico problema, el payaso y bueno para nada número uno de la clase de tercer grado: Devan Tudor.
—¡Señoras y señores, presencien la llegada de nuestro muy querido amigo, Devan! —el profesor Robe, a modo de broma, lo presentó, y todos miraron hacia él. Devan levantó los dos brazos saludando a todos.
Devan era un chico de quince años, de altura promedio, con el pelo teñido de rubio y ojos cafés. Por la manera descuidada en que llevaba su uniforme, no era difícil suponer que no era muy aplicado en los estudios, si de seguir prejuicios se trata. En cuanto vieron de quién se trataba, todos dejaron de mirarlo y se dedicaron a sus propios asuntos, pero Devan fue directo al profesor Robe y, sin miramientos, le quitó el micrófono.
—¡Deme eso, profesor!
El profesor estaba tan sorprendido por su comportamiento que no hizo nada para recuperar el micrófono, y menos después de escuchar las palabras que Devan decía ante todos los presentes.
—¡Calíope, YO TE AMO!
Después del inesperado grito, la música en la sala múltiple se detuvo y el silencio reinó en el lugar.
—¡Me gustas desde la primera vez que te vi el año pasado cuando llegaste a nuestro curso! ¡Te amo! ¡Yquieroqueseasminovia!
Los visitantes parecían desconcertados, no tenían idea de qué hablaba ese chico, mientras que la mayoría de los estudiantes miraban con sorpresa y rencor a Devan, y en cierto grado también lo miraban con admiración.
—¡Oye, estúpido! ¿Quién te crees que eres? —habló Hermelinda.
Con un salto por encima de la mesa cubierta por platos de comida y aún vestida con el delantal que usaba para no manchar su uniforme mientras servía a los clientes, la mismísima Calíope fue al encuentro de Devan sin hacerle caso a su amiga Hermelinda, que la llamaba.
—¿Así que me amas, ¿no? Tú eres ese chico problema, ¿no? ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
El dedo índice de la mano derecha de Calíope señaló a Devan de manera desafiante. Devan había perdido su primer impulso y se puso rojo de la pena, pero tomando una bocanada de aire volvió a gritar.
—¡Estoy completamente seguro! ¡Te amo, Calíope! ¡Quiero que seas mía!
Ella sonrió y cruzó los brazos, rodeando sus pechos perfectos.
—Muy bien, dame tu número y te llamaré.
Ella le lanzó su teléfono y Devan apenas pudo interceptarlo. Luego, concentrándose todo lo posible, guardó su número en el celular de ella. Por último, fue hacia Calíope y le tendió el móvil. Quien se lo arrebató de las manos fue Hermelinda, que para ese momento ya se había acercado a ellos.
—Ya conseguiste lo que querías, tienes una cita con Calíope, ahora lárgate y déjanos trabajar.
Devan hizo lo que le decían, pero salió con un andar desafiante, como si lo que hizo fuese lo más natural del mundo. Varios de los visitantes, creyendo que se trataba de un espectáculo, aplaudieron.
Calíope lo vio alejarse con una mirada fría y calculadora.
—¿Crees que ese chico sea el indicado? —preguntó Calíope a Hermelinda.
—Oh, por favor, no, no, no, de ninguna manera —fue la respuesta de su amiga.
El festival continuó, y la noticia de la declaración de amor se extendió por la escuela y el exterior de esta. Los mensajes de texto y las aplicaciones de mensajería entre los estudiantes no tuvieron otro tema de conversación esa semana.
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