— Advertencia —
Es una historia corta.
La trama tiene contenido adulto, se pide discreción.
♡ Sinopsis ♡
Jodie nunca se ha quedado quieta, tiene una energía desbordante y una manera de meterse en donde no la llaman. Cuando se muda a un nuevo edificio, se encuentra con Kai; totalmente opuestos.
Él es reservado, ama el silencio y su rutina inquebrantable, pero su tranquilidad empieza a flaquear cuando Jodie lleva el caos hasta su puerta. ¿Podrá Kay resistirse a sus provocaciones?
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La llave del silencio
Me desperté en una cama que no era la mía, en una habitación que definitivamente tampoco era mía ¿Paredes negras y un reloj minimalista como única decoración? Eso me lo confirmaba.
Cuando salí del cuarto vi el departamento y mi mente empezó a cobrar sentido. Recordaba haber ido hasta allí pero todo se empezó a distorsionar después y se volvía confuso, como un collage de fragmentos borrosos que no me permitían saber en qué momento me había quedado dormida. Mis pasos resonaban suaves contra el frío suelo mientras caminaba hasta el sofá. Se notaban sus pies sobresaliendo, Kay estaba tendido en una posición poco cómoda. Igual no quise despertarle –tampoco quería enfrentarme a la vergüenza– así que desistí y solo me fui sin avisar. Cerré la puerta con cuidado tras de mí.
Lo primero que hice al llegar a mi propio departamento fue darme un baño, mientras el agua caliente caía sobre mí, intenté repasar mentalmente la noche anterior. Y después de haberlo discutido seriamente con la pared de la ducha, decidí que lo mejor sería mandarle un mensaje al terminar.
—Oye, perdón por lo de ayer. No recuerdo mucho, en realidad.
Supongo que ya se había despertado porque lo leyó casi de inmediato.
—No tienes por qué disculparte. —Suspiré, aliviada de pensar que no había sido para tanto. Pero entonces, llegó otro mensaje—. Lo que hiciste fue inaceptable. —Y mi angustia volvió—, aunque comprendo que estabas bajo la influencia de algo —¿Algo? ¿Qué estaba sugiriendo?—. Solo no vuelvas a hacer cosas imprudentes.
—¿Ahora eres mi cuidador? —envié, junto con stickers de burla.
—No. Simplemente es un consejo, especialmente después de lo que hiciste ayer. ¿Por qué eres tan desafiante? No hay necesidad de reírte así.
—Sí, vale, vale. Me calmaré. Me tengo que ir :D
—De acuerdo. Adiós.
Tan cortante.
......................
Yo no sé si la loca aquí era yo, pero cada vez notaba más que cuando salía de mi departamento, volteaba a ver hacia su puerta y lograba ver sus cortinas removerse, lo que me llevaba a pensar que me vigilaba y después se escondía para tratar de no ser descubierto. No se lo comenté, resultaría demasiado bochornoso para él si yo acertaba. Tampoco le tomaba mucha atención, tenía exámenes prácticamente todas las semanas y mi cabeza siempre tenía que despriorizar otras cosas, me estaba volviendo loca. Tenía que pensar en otro tipo de cosas y terminaba perdida, mi cabeza siempre se inclinaba por recordarme a ambos vecinos, comprar comida chatarra, dormir en las tardes, en lugar de recordar cosas básicas como llevar las llaves en el bolso. Sí, dejé las llaves dentro del departamento.
Había intentado romper la manija y abrirla de cualquier forma, incluso había pateado la puerta unas cuantas veces y lo único que conseguí fue llamar la atención de las otras personas que vivían allí. Solo me quedó esperar sentada en el pasillo mientras venía el cerrajero del edificio.
—¿Qué pasa? ¿Qué haces ahí? —miró hacia mi puerta—. ¿Perdiste las llaves, verdad? ¿Intentaste revisar en tus bolsillos?
—Kay, no soy tonta. No las perdí, las dejé adentro, es distinto.
—No dije que lo fueras.
Miré en dirección a mis zapatos, avergonzada de que me hubiese atrapado en esa situación, reforzaría los aspectos malos que tenía con respecto a mí.
—¿Por casualidad tú no sabes abrir puertas? Digo, ya que me debes un favor aún.
—No sé por qué tendría que ayudarte. Eres la que entró a mi apartamento sin invitación y revolvió mis cosas. —Incliné la cabeza, esperando que se apiadara de mí—. No, no sé cómo. ¿No tienes una copia de seguridad?
Sí, pero.
—También está dentro del departamento —confesé.
—¿Es en serio? ¿De verdad dejaste las dos copias dentro? Bueno, es algo estúpido.
—Ah, no me llamas tonta, pero si estúpida.
—No te he llamado estúpida —dijo irritado—. Solo señalé que fue una decisión poco inteligente dejar ambas copias allí. Ahora tendrá que venir el cerrajero solo para darte acceso, y seguramente no te va a salir barato.
—Ash, ya, shh.
Se cruzó de brazos mientras yo recogía mis piernas.
—No me hables así. Solo intento ayudarte.
—No me ayudas, solo me estás criticando.
—No lo hago, estoy tratando de hacerte ver que tu situación podría haberse evitado si hubieras tenido un poco más de cuidado.
Le ignoré, mientras leía el mensaje del hombre que se supone que la abriría.
—Bueno, igual estaré aquí por un buen rato. Dice que tiene mucho trabajo y llegará hasta la noche —guardé el teléfono.
—¿Vas a estar aquí sentada en el piso hasta entonces?
—Uhm, sí. Eso creo —lo pensé, y sonreí—. A menos que me dejaras esperar en tu casa.
—Si, supongo que puedes venir por un rato. Solo no esperes que me convierta en tu anfitrión.
Abría la puerta a la vez que yo me paraba y pensaba en lo fácil que había sido que aceptara. Realmente pensé que se opondría y haría rabietas.
—¿Ves como no te caigo mal? —entré.
—Te he repetido que no me caes mal, tampoco espero tenerte cerca durante demasiado tiempo. Solo es que a veces irritas más de lo que deberías. Pero sí, puedo tolerarte por un rato —dejó las llaves en un colgador. Me acerqué a admirarlo, supuse que era más práctico, la verdad no se me habría ocurrido hacerlo, yo solo las dejaba tiradas en la mesa del comedor—. Ah, cierto. Tendré que avanzar el proyecto con mi colega Lucy en unas horas. Tendrás que irte antes de que ella llegue aquí.
—¿Lucy? Ah, la chica con la que estuviste en tu habitación.
Se ruborizó, yo vi eso, aun si lo intentó disimular.
—Eh, bueno. Sí, la misma. Pero sólo es mi compañera de trabajo, nada más.
—Sí, no tienes que darme explicaciones, Kay —me senté—. No te preocupes por mí.
—Es cierto, no es de tu incumbencia —dijo.
—Y bueno, señor grosero. ¿Tienes algún libro o algo con lo que me pueda entretener por mientras?
Ni siquiera tenía televisión, era de esperarse.
—Ahí hay estantes, toma uno si deseas, pero ten cuidado con ellos, y no hagas ruido.
Ninguno era de mi gusto, pero no tenía otra cosa que hacer y si usaba mi teléfono, terminaría por morirse. Intenté cooperar, a fin de cuentas no estaba en mi propia casa y tenía que respetar eso, pero mi celular empezó a sonar, una y otra vez. Era Carlo.
—Silencio, ¿quieres callar ese teléfono? —dijo entre dientes—. No necesito repetirte las cosas. Estoy tratando de concentrarme en mi trabajo. ¿O es que no sabes cómo ser respetuosa?
Como sea, el hombre pensaba que tenía total libertad de regañarme cual alumna, coloqué el móvil en la opción de “no molestar”, iba a responderle a Kay cuando tocaron su puerta. Al parecer, Lucy había llegado mucho antes de la hora acordada.
—Ah, hola. No te esperaba tan pronto —le escuché decir por la espalda.
Yo me estaba retirando por mi cuenta, pero fue él mismo el que dijo que no era necesario, todavía faltaban muchas horas para que llegara el cerrajero, luego me advirtió una vez más que tenía que guardar silencio y solo asentí.
Mientras fingía leer su insípido libro, miré disimuladamente el comportamiento que tenía la tal Lucy hacia él. No podía evitar ser chismosa, lo siento. Además, era evidente que la chica sentía algo por él, aunque se acercaba de maneras sutiles, era bastante cariñosa —cosa que me repugnó un poco–, pero yo no sé si no lo notaba o se hacía el desentendido a sabiendas, y era difícil saberlo, no parecía el tipo de personas que se fijaba en eso, y mucho menos que le importara mucho.
Mi único entretenimiento en toda la tarde fue sacar conclusiones de lo que pasaba por la cabeza de ambos, terminé aburrida hasta el hartazgo con tantos murmullos en medio del silencio, así que me marché.
—Oye, Kay.
Levantó la vista.
—¿Qué, qué quieres ahora? —preguntó con brusquedad—. Te dije que te mantengas en silencio, ¿recuerdas?
—Sí, sí. Ya sé. Solo te iba a decir que ya me voy —tomé mis cosas.
—Muy bien, entonces, adiós —respondió sin siquiera levantar la cabeza, después continuó en lo que estaba.
—Ah —fue lo único que contesté.
Igual no es que me haya ofendido, aun si sabía que dentro de sí estaba aliviado de que me fuera, pero a veces podía ser tajante en exceso.
......................
No, cambié de opinión, la verdad sí me ofendí. Me había hecho sentir que mi presencia había sido un estorbo. Y creo que él se percató de ello porque al día siguiente me encontró abriendo la puerta y se acercó con ese aire a medio camino entre la incomodidad y la culpa. Pero después de lo grosero que fue, no me entraba en la cabeza que de pronto quisiera tener una conversación normal.
—Quería saber si podíamos hablar un momento —intentó sonar casual.
—¿Ah, sí? ¿Hablar de qué? —solté una risa seca—. Mira, la verdad es que me estoy cansando de que me trates de esa forma, ¿si? No te entiendo, primero, te disculpas conmigo, pero luego, me tratas asqueroso, justo como ayer.
—No es así, solo estaba intentando trabajar con Lucy, además estoy bajo mucha presión y… bueno, tú no dejabas de distraerme.
Ni siquiera tenía la decencia de disculparse correctamente. Lo miré fijamente mientras intentaba analizar su respuesta. Ya no sabía qué pensar.
—Yo solo dije que me iba y respondiste muy mal. A veces eres muy descortés. Yo no lo soy contigo.
—Ok, perdón. Tal vez fui un poco cortante, yo sé. Pero ya te lo dije, estaba trabajando, y francamente no quería que estuvieras allí.
—¿Qué? ¿Por qué no? —pregunté.
—Bueno, no es exactamente eso. Solo no fue muy conveniente tenerte en mi casa en ese momento, estaba intentando poner mi atención en el proyecto.
En verdad no tenía qué más decirle. Parecía que no íbamos a llegar a ninguna parte con esa conversación.
—Da igual.
Iba a cerrar la puerta, pero él alzó una mano para detenerla.
—Espera, te digo que solo quiero hablar.
—¿Qué quieres? —me sostuve del marco.
—Quiero disculparme de verdad por lo que hice. Tal vez sí fui un idiota, no tenía derecho de hablarte así, lamento si te hice sentir mal.
“Si te hice” esa no era una disculpa, estaba cargando la responsabilidad de sus palabras sobre mí.
—Tres.
—¿Qué? —interrogó, confundido—. ¿A qué te refieres con eso?
—Tres veces son las que te has disculpado ya. Para que vuelvas a lo mismo.
Resopló.
—No sé qué más debo hacer. Solo quería poner las cosas en órden.
Reí.
—Como sea, tampoco quiero tener a alguien así cerca de mí.
Lo dejé hablando solo, y cerré la puerta sin más. Ni siquiera me molesté en responder los mensajes que había enviado después. Pero en todo ese tiempo, me tope con Lucy en el pasillo, parecía que cada vez eran más frecuentes sus visitas y Kay me empezó a ignorar por completo. Tampoco era divertido molestarte, no lo consideré, no me prestaría atención. La chica había entrado en un total de cinco veces que solo incluían las ocasiones en las que yo la había visto. Y aunque trataba de no fijarme demasiado, era inevitable.
Admito que intenté hablarle a Kay, pero no supe cómo. Me había acostumbrado a irritarle, a ver sus gestos y reírme de ellos, y ya no tendría con quién más hacerlo si me dejaba de hablar por completo