En un mundo de apariencias perfectas, Marina creía tenerlo todo: un matrimonio sólido, una vida de ensueño y una rutina sin sobresaltos en el exclusivo vecindario de La Arboleda. Pero cuando una serie de mentiras y comportamientos extraños la llevan a descubrir la verdad sobre Nicolás, su esposo, su vida se desmorona de manera inimaginable.
El amor, la traición y un secreto desgarrador se entrelazan en esta historia llena de misterio y suspenso.
NovelToon tiene autorización de Carlos Contreras para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El laberinto de los recuerdos
La noche en la ciudad parecía más oscura que nunca. La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas del lujoso departamento de Samuel. En el interior, Nicolás se paseaba nerviosamente mientras Samuel revisaba el correo que había llegado esa mañana. Había algo inquietante en el sobre sin remitente, algo que había estado rondando sus pensamientos todo el día.
—No deberías abrirlo, —dijo Nicolás, observando cómo Samuel deslizaba un cuchillo para cortar la carta.
Samuel sonrió con una mezcla de burla y tensión. —¿Por qué? ¿Crees que va a explotar?
—No estoy bromeando, —respondió Nicolás, cruzando los brazos. —Algo no está bien desde hace semanas. Hay personas observándonos. Lo sé.
El sobre contenía una sola hoja. Al desplegarla, Samuel notó que estaba escrita con una caligrafía extrañamente pulcra:
"Sé quién eres. Sé lo que hiciste. El tiempo se acaba."
Samuel dejó caer el papel sobre la mesa, su rostro palideciendo al instante. Nicolás se acercó y lo tomó en sus manos, leyendo las palabras rápidamente.
—¿Qué significa esto? —preguntó Nicolás, girándose hacia él.
Samuel intentó mantener la compostura, pero su voz traicionó el miedo que sentía. —Es alguien jugando. No tiene importancia.
—¿No tiene importancia? —replicó Nicolás, alzando la voz. —¿Quién podría escribir algo así? ¿Qué están diciendo que hiciste?
Samuel apartó la mirada, sus manos temblando ligeramente. —No importa, Nicolás. Solo... olvídalo.
—No puedo olvidar algo como esto, —dijo Nicolás, su tono más firme ahora. —Samuel, ¿qué estás escondiendo?
Samuel se levantó de golpe, alejándose de la mesa. —¡No te metas en esto! Es mi problema, no el tuyo.
—¡Claro que es mi problema! —gritó Nicolás, siguiendo sus pasos. —¿Sabes lo que he sacrificado por esta relación? Y ahora estás actuando como si no tuviera derecho a saber qué está pasando.
Samuel se detuvo, dándose la vuelta lentamente. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de culpa y desesperación.
—Hay cosas que es mejor que no sepas, —dijo en voz baja.
—¿Por qué? ¿Para protegerme? ¿O para protegerte a ti? —replicó Nicolás, acercándose peligrosamente.
Antes de que Samuel pudiera responder, el sonido de cristales rompiéndose los interrumpió. Ambos se giraron hacia la ventana del salón, donde un ladrillo había atravesado el vidrio, dejando un agujero rodeado de astillas.
—¡Dios mío! —exclamó Samuel, retrocediendo.
Nicolás se apresuró hacia la ventana, pero no vio a nadie en la calle. Al mirar el ladrillo en el suelo, notó que tenía otra nota atada con una banda elástica.
"El pasado siempre encuentra el camino de regreso."
El desmoronamiento de la realidad
Mientras tanto, Marina estaba en su pequeño apartamento alquilado, rodeada de papeles y recortes. Las horas habían pasado como un susurro, y su obsesión con el relicario y los sueños del hombre desconocido la estaba llevando al límite.
—¿Quién eres? —murmuró, mirando fijamente un dibujo que había hecho del hombre que aparecía en sus sueños. Sus trazos eran precisos: ojos profundos, una barba desordenada, y una cicatriz en la mejilla izquierda.
El timbre de su teléfono la sacó de su trance. Era su amiga Sofía, una de las pocas personas que aún respondía a sus llamadas.
—¿Estás bien, Marina? —preguntó Sofía, con un tono preocupado.
—Estoy cerca de algo, —dijo Marina rápidamente. —Hay un hombre en mis sueños. Cada noche se siente más real, como si estuviera aquí conmigo.
—Marina, necesitas descansar. Esto no es sano.
—No entiendes, Sofía, —insistió Marina. —Siento que lo conozco. Que lo he conocido siempre.
Sofía suspiró al otro lado de la línea. —¿Y qué vas a hacer? ¿Buscarlo? ¿Qué pasa si no es real?
Marina se quedó en silencio por un momento, su mirada fija en el dibujo. —Si no es real, entonces estoy perdiendo la cabeza.
La llamada terminó con un silencio incómodo, y Marina volvió a mirar el relicario sobre la mesa. Una idea inquietante comenzó a formarse en su mente: tal vez, el hombre en sus sueños tenía algo que ver con Isabela, la mujer traicionada.
—¿Y si tú también lo conociste? —susurró, tocando el relicario como si esperara una respuesta.
Un golpe fuerte la sobresaltó. Provenía del pasillo. Se levantó lentamente, abriendo la puerta con cuidado. No había nadie, pero en el suelo había una fotografía antigua.
Marina recogió la foto, sus manos temblando. En la imagen, reconoció a Isabela... y al hombre de sus sueños.
De regreso en el departamento, Nicolás y Samuel discutían sobre qué hacer con las amenazas.
—Esto no puede seguir así, —dijo Nicolás, mirando el ladrillo como si fuera un detonador a punto de explotar.
—Déjalo, —insistió Samuel, pasándose las manos por el cabello. —Esto es culpa mía. Yo lo resolveré.
—No puedes simplemente ignorarlo, —respondió Nicolás. —Alguien sabe algo. ¿Es por lo que ocurrió en tu pasado?
Samuel lo miró, con el rostro endurecido. —No hablemos de eso.
—¡Siempre evades el tema! —gritó Nicolás, perdiendo la paciencia. —¿Qué hiciste, Samuel? ¿Por qué estás tan asustado?
Antes de que Samuel pudiera responder, el sonido de su teléfono rompió la tensión. Miró la pantalla, su rostro palideciendo al instante.
—¿Quién es? —preguntó Nicolás, observando su reacción.
Samuel negó con la cabeza, apagando el teléfono rápidamente. —No es nadie.
—¡Dime la verdad! —exigió Nicolás, sujetándolo del brazo.
Samuel lo empujó, liberándose. —¡Déjame en paz, Nicolás! No entiendes en lo que estás metiéndote.
Nicolás lo miró fijamente, su mente llena de dudas. Pero antes de que pudiera decir algo más, Samuel salió del departamento, dejando a Nicolás solo con los fragmentos de un amor que comenzaba a desmoronarse.
Marina observa la fotografía antigua, mientras su teléfono vibra con un mensaje sin remitente:
"Encuéntrame en el lugar donde todo comenzó."