Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo XXIII, Elizabeth
Todos los exámenes médicos que le hicieron a mi hijo habían salido con los valores dentro de lo normal. Eso era bueno, por un lado, pero malo por otro. El médico no tenía idea de qué había causado su desmayo.
Él recomendó llevarlo a múltiples especialistas e iba a darnos las referencias necesarias, pero yo decidí que por ahora no haríamos nada, sino que esperaríamos que esto no volviera a presentarse.
La verdad es que seguía sumamente preocupada, pero me dio la impresión de que la ciencia médica no tenía una solución que ofrecernos. Así que decidí ir con mi hijo a consultar una vidente bastante popular que trabajaba en el centro de la ciudad.
La vidente se hacía llamar Lady Fortuna. Aparentaba veinticinco años de edad, aunque dado el tiempo llevaba trabajando, durante el cual todos ya la habían conocido con esa apariencia, su edad real debía rondar los cuarenta.
Pensé que mi hijo se mostraría escéptico ante la idea de ir con una vidente, pero, para mi sorpresa, le pareció buena idea.
El día de la consulta con la vidente, mi hija Andrea me pidió permiso para pasar el día con sus amigas y yo le dije que sí. Me sentí feliz de que ella pudiera salir a divertirse en lugar de pasar todo el día encerrada en casa, cosa que no es tan acostumbrado en ella.
Mi hijo, Andrew, y yo estábamos a punto salir a ver a la vidente y nos despedimos de Andrea, que saldría de casa más tarde y regresaría en la noche.
—Cuídate, hija.
—Cuídate, hermana.
—Está bien, cuídense mucho ustedes.
Salimos y poco después estábamos en mi auto rumbo hacia nuestro destino. Cuando llegamos al local donde Lady Fortuna daba las consultas, había una fila de al menos treinta personas esperando su turno. La espera para ser atendidos fue de un poco menos de tres horas, pero finalmente entramos.
—Bienvenidos, Elizabeth y Andrew —dijo Lady Fortuna.
—¿Cómo supo que éramos nosotros? —pregunté quedándome con la boca abierta.
—Querida, no todos los videntes son tan buenos como yo, pero los videntes tan buenos como yo no tienen problema en saber quién es cada quién. —Hizo un gesto con la mano izquierda indicándonos que nos sentáramos.
Mi hijo se sentó justo frente a la vidente y yo mee senté a la derecha de él. En el medio de la mesa que nos separaba de Lady Fortuna había una bola de cristal y unas cartas.
—Ya hablamos por teléfono acerca del problema de desmayos de su hijo, quiere respuestas, pero debe saber hacer las preguntas correctas, sin importar si después consulto a través de la bola de cristal o uso las cartas del tarot.
—Quiero saber qué causa estos desmayos.
—Lo siento, debí ser clara desde el inicio, Elizabeth, pero la pregunta debe hacerla tu hijo, dado que él es el consultado y las preguntas deben ser su elección, no la tuya.
—Bien, hijo, haz tu pregunta, si viniste hasta aquí es porque también quieres saber.
Vi como una expresión de duda e incomodidad se dibujaba claramente en el rostro de Andrew antes de que abriera sus labios para pronunciar su pregunta.
—¿Podré superar la causa de estos desmayos?
—Bien, voy a consultar a las cartas.
La vidente sacó una carta que mostraba un sol brillante que hacía resplandecer la armadura, la espada y el escudo de un hombre con el rostro oscurecido.
—El Galante Caballero, esta carta significa que hallarás la salida de esta situación y que el arma, instrumento o recurso que te permitirá salir ya está a tu alcance.
—¿Cuál es ese recurso?
Lady Fortuna sacó una segunda carta, la cual mostraba a un tigre blanco.
—Hay alguien poderosa cuidándote, una especie de anima guardiana, es ella la que te permitirá superar esto, confía en su protección, pero es todo lo que las cartas me permiten ver al respecto.
—Bien, en ese caso esta sesión ha terminado, gracias por las respuestas. —Andrew hizo una leve reverencia a modo de despedida.
—Espera, hijo ¿No quieres preguntar el porqué de esos desmayos?
—La respuesta a eso ya lo sé, madre, sólo no te he dicho porque aunque me creyeras, decírtelo sólo te preocuparía más… en especial antes, cuando no sabía si había una solución a esto.
—¡Vamos a la casa y una vez ahí vas a contarme todo! ¡¿Oíste?!
—¡Sí, mamá, ya oí!
Una vez en casa, mi hijo me contó todo acerca de ese asunto con el rey Francisco. Desde los sueños premonitorios y las premociones estando despiertos que tenían tanto él como su hermana, así como el entrenamiento para tratar de dominar eso mediante la meditación y su encuentro indeseado con el rey Francisco a consecuencia de eso. Me quedé muy impresionada, pensé en mi propio sueño premonitorio y en la manera en como Andrea había reaccionado a tiempo cuando cayó la viga durante aquel temblor, de no ser por cosas así no creería lo que me estaba contando mi hijo. Él tenía razón al creer que saber esto sólo me hacía preocupar más, era algo que apenas podía soportar al saber que algún tipo de anima guardiana lo protegería y lo haría salir de esta terrible situación y esperaba que fuera pronto, porque además de las consecuencias por los desmayos en sí, ese rey podía herirlo de tal forma que luego las heridas no se limitaban a su proyección psíquica, sino que al volver se transmitirían a su cuerpo e incluso podía matarlo.
—Debo irme a mi cuarto. —Se me escaparon un par de lágrimas—. Voy a orar a los dioses por tu bienestar, hijo.