Un grupo de extraños, atraídos por razones misteriosas a un pueblo olvidado en las montañas, descubre que el lugar oculta más de lo que parece. El pueblo, en apariencia inofensivo, está marcado por una tragedia oscura de la que nadie habla. Poco a poco, cada miembro del grupo comienza a experimentar visiones y fenómenos que erosionan su sentido de la realidad. Mientras luchan por descubrir si todo es producto de sus mentes o si una entidad maligna acecha, enfrentan la posibilidad de que quizá nunca podrán escapar de lo que desataron.
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Capítulo 17: Descenso en las Profundidades
El frío abismo envolvió a Erika en el momento en que dio el paso hacia lo desconocido. La oscuridad era tan densa que se sentía como si estuviera sumergida en una marea negra, incapaz de ver ni siquiera su propia mano. Pero no retrocedió. No podía hacerlo. Con la mano de su hermano todavía aferrada a la suya, continuó descendiendo, dejando que la gravedad la arrastrara cada vez más profundo.
Sus sentidos parecían confusos. No sabía cuánto tiempo llevaba cayendo. La sensación de caída era interminable, y el eco de su propio grito se perdió rápidamente en la negrura. El aire era más pesado aquí, lleno de una presencia desconocida, casi como si las sombras la observaran, esperando el momento adecuado para atacar.
De repente, el descenso se detuvo de golpe. Erika cayó de rodillas sobre una superficie dura y fría. Jadeaba por el esfuerzo, intentando recuperar el control de su respiración. La oscuridad aún la rodeaba, pero algo había cambiado. El aire tenía un olor diferente, como a hierro y humedad.
—¿Dónde estoy? —murmuró para sí misma, su voz apenas audible en el vasto vacío.
La mano de su hermano seguía inerte en la suya, pero ahora sentía una ligera resistencia. Erika levantó la cabeza, intentando enfocar su vista en la negrura. Entonces, poco a poco, una tenue luz comenzó a filtrarse en el entorno.
Estaba en lo que parecía ser una vasta caverna subterránea, mucho más grande que las anteriores. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de símbolos extraños y antiguos, similares a los que había visto antes, pero mucho más intrincados. El suelo estaba cubierto por una espesa niebla que le llegaba hasta los tobillos, densa y fría.
Erika se puso de pie lentamente, sacudiéndose el polvo de la ropa. Miró a su alrededor, tratando de comprender dónde estaba, pero su atención se centró rápidamente en lo que había justo delante de ella. Un trono de piedra negra se erguía en el centro de la caverna, y sobre él, una figura encapuchada la observaba en silencio.
—¿Quién eres? —preguntó Erika con la voz temblorosa, retrocediendo un paso.
La figura no respondió al instante. En lugar de eso, una voz profunda y resonante llenó el espacio.
—Has cruzado el umbral, Erika. Ahora estás en el reino de los ecos. —La figura encapuchada se levantó lentamente del trono, moviéndose con una gracia antinatural—. Aquí no hay vida, solo sombras y recuerdos.
Erika sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Todo su cuerpo temblaba, pero no iba a dejarse intimidar. Había llegado hasta aquí por una razón.
—Estoy buscando a mi hermano —dijo con firmeza, apretando los puños—. Sé que está aquí. Lo escuché llamarme.
La figura permaneció en silencio por un momento antes de hablar de nuevo.
—Lo que escuchaste fue un eco. Un reflejo de lo que fue, pero no de lo que es ahora.
Erika sintió cómo la desesperación comenzaba a instalarse en su corazón. No podía ser cierto. Se había arriesgado a todo para llegar hasta aquí. Tenía que haber una forma de salvarlo.
—¡No! —gritó, avanzando un paso hacia la figura—. No es solo un eco. ¡Sé que está vivo! ¡Lo sé!
La figura encapuchada se detuvo a medio camino, como si estuviera evaluando la sinceridad en las palabras de Erika. Entonces, levantó una mano, y un resplandor azul surgió de las sombras.
—Si realmente deseas encontrarlo, deberás estar dispuesta a enfrentar lo que hay más allá —dijo la figura—. Este es el reino donde los ecos de los muertos permanecen, atrapados entre este mundo y el siguiente. Es un lugar de sufrimiento y arrepentimiento. Si cruzas más allá, puede que no haya regreso.
El miedo se apoderó de Erika por un breve instante. ¿Realmente estaba preparada para lo que venía? Pero entonces, recordó la promesa que se había hecho a sí misma. No podía echarse atrás ahora.
—Estoy lista —declaró con determinación.
La figura inclinó la cabeza levemente, como si aceptara su decisión, y con un movimiento de su mano, un portal se abrió en el suelo delante del trono. Era un vórtice de oscuridad que parecía tragarse todo a su alrededor.
—Cruzarlo te llevará al lugar donde tu hermano se encuentra —dijo la figura—. Pero recuerda, en este lugar, los ecos no siempre son lo que parecen.
Erika tragó saliva, sintiendo cómo su corazón se aceleraba en su pecho. Un último vistazo a la figura, y sin más vacilación, avanzó hacia el portal, su mente fija en el único objetivo que tenía: traer a su hermano de vuelta, cueste lo que cueste.
El portal la absorbió de inmediato, y una vez más, Erika sintió la familiar sensación de caída. Pero esta vez, no era un descenso interminable. En cuestión de segundos, el suelo se materializó bajo sus pies, y cuando abrió los ojos, lo que vio la dejó sin aliento.
Estaba en un vasto campo, pero no era un lugar normal. Las flores y árboles parecían estar hechos de sombras, y el cielo era de un color gris enfermizo. En la distancia, podía ver una figura solitaria, caminando lentamente, como si estuviera perdida.
—Hermano… —susurró Erika, su voz ahogada por la emoción.
Corrió hacia la figura, sintiendo cómo las lágrimas brotaban de sus ojos. El eco de su hermano parecía tan real ahora, tan tangible. Pero cuando estuvo a punto de alcanzarlo, algo la detuvo. Un grito desgarrador resonó a su alrededor, un grito que venía de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.
La sombra de la criatura que había enfrentado antes apareció frente a ella, más grande y más aterradora que nunca. Su risa macabra llenaba el aire, y en sus ojos brillaba un odio inhumano.
—No puedes salvarlo —dijo la criatura con voz burlona—. Este es su destino.
Erika, con el corazón latiendo violentamente en su pecho, levantó la mirada desafiante. No iba a dejar que esa sombra la detuviera, no ahora.
—¡Tú no decides eso! —gritó, avanzando hacia la criatura.
La batalla final estaba por comenzar, y Erika sabía que esta vez no solo estaba luchando por su vida. Luchaba por el alma de su hermano, y no permitiría que nada ni nadie se lo arrebatara.
con tal no le pase nada
Desde el primer instante me tiene al filo de la butaca.
Solo una duda que pasa con el hermano de Erika desde el momento en en qué liberan al ser de luz deja de salir en la trama del libro.
Y que pasa con los compañeros que van con Erika a la expedición.