Desde Siempre Y Para Siempre

La noche en la discoteca pasó más rápido de lo que esperaba, aunque no puedo decir que me haya ayudado a aclarar mis pensamientos. Al contrario, sigo sintiendo el mismo peso sobre mí, una mezcla de ansiedad y cansancio emocional que no logro sacudirme.

El día siguiente comienza como cualquier otro. El campus de la universidad está lleno de estudiantes, todos con sus propias preocupaciones y rutinas. Hoy tengo Histología, una clase que, aunque me gusta, últimamente me ha resultado difícil de seguir. Me esfuerzo por concentrarme mientras la docente explica los procesos celulares y su relación con los tejidos humanos. Sin embargo, mi mente sigue en otro lugar.

Fer y Cristian están sentados a mi lado, ambos inmersos en la clase. Cristian, como siempre, toma notas con la concentración que lo caracteriza, mientras Fer juega con su lápiz, visiblemente aburrido. A veces me pregunto cómo hacen para mantener su enfoque mientras gestionan su discoteca y todo lo que implica. Tal vez eso es lo que necesito: una distracción que me saque de este ciclo interminable de pensamientos.

Cuando termina la clase, Cristian se estira y me mira de reojo. —¿Cómo vas, Alex? Parecías un poco desconectado en clase.

—Estoy bien, solo que… —me detengo, sin saber cómo explicarlo.

—¿Valeria de nuevo? —interrumpe Fer, con su tono despreocupado de siempre.

Sus palabras me hacen sentir un poco incómodo, pero no lo suficiente como para negarlo. —Algo así.

Cristian se cruza de brazos, apoyado contra la mesa. —No puedes seguir así. Esto te está afectando más de lo que crees.

—Lo sé —respondo con un suspiro—. Es solo que no sé cómo detenerlo. No es tan fácil como simplemente apagar un interruptor.

—Claro que no lo es —añade Fer, levantándose de su asiento—. Pero a veces lo que necesitas es algo de acción. Seguir esperando a que las cosas se resuelvan solas no va a funcionar.

Me quedo en silencio, dándome cuenta de que tienen razón, aunque no estoy seguro de qué tipo de acción debería tomar. No he hablado con Valeria desde aquella noche en la discoteca, y aunque el silencio entre nosotros ha sido constante, esta vez parece más pesado que nunca.

—Bueno, ¿qué vas a hacer? —pregunta Cristian, rompiendo el silencio.

—No lo sé —admito—. No quiero presionarla, pero tampoco puedo seguir ignorando lo que siento.

Fer me da una palmada en la espalda antes de salir del aula. —A veces hay que arriesgarse, Alex. Si no lo haces, siempre te vas a quedar con la duda.

Las palabras de Fer se quedan conmigo mientras nos dirigimos al comedor. La idea de arriesgarme, de enfrentar de una vez por todas mis sentimientos por Valeria, es tentadora. Sin embargo, el miedo a que todo salga mal me paraliza. No puedo soportar la idea de que ella me rechace de nuevo, o peor aún, que sea aún más fría de lo que ha sido últimamente.

Nos sentamos en una mesa junto a la ventana. Cristian empieza a hablar de la última clase, de cómo la docente de Histología explicó de manera fascinante la estructura del tejido epitelial, pero yo apenas lo escucho. Mi mente está en Valeria, en cómo solíamos sentarnos juntos en esta misma cafetería, riendo y hablando de cualquier cosa, desde arte hasta las últimas series de anime que habíamos visto.

Valeria siempre fue apasionada por el dibujo, y eso era algo que admiraba de ella. Incluso cuando discutíamos sobre trivialidades, como qué mangaka tenía mejor estilo, había una chispa en sus ojos que me hacía sonreír. Esa chispa es algo que extraño desesperadamente.

—Alex, ¿me estás escuchando? —pregunta Cristian, agitando su mano frente a mí.

—Lo siento, ¿qué decías?

Cristian frunce el ceño, pero antes de que pueda decir algo, Fer regresa a la mesa con una bandeja llena de comida.

—¡Venga, chicos! —exclama con una sonrisa—. Relájense un poco. La vida es corta, y las materias de Medicina ya son lo suficientemente pesadas como para que además tengamos que preocuparnos por asuntos sentimentales.

Me río, aunque la sensación de vacío persiste. A veces envidio la capacidad de Fer para mantenerse al margen de los dramas emocionales. Él y Cristian parecen tener todo bajo control, al menos en comparación conmigo. Su vida fuera de la universidad, como socios de la discoteca, les ofrece una distracción constante, algo que yo no tengo.

Terminamos de comer, y Cristian y Fer deciden ir a revisar algunos asuntos de la discoteca. Yo, en cambio, opto por quedarme en la biblioteca, esperando que tal vez rodearme de libros y un ambiente más tranquilo me ayude a despejar mi mente.

La biblioteca está casi vacía cuando llego. Me siento en una mesa junto a una ventana, donde la luz del sol entra suavemente. Abro mis apuntes de Embriología, tratando de concentrarme en el material, pero las palabras parecen desvanecerse en la página frente a mí.

Después de unos minutos, escucho unos pasos suaves detrás de mí. Al principio no presto atención, pero cuando los pasos se detienen justo a mi lado, levanto la vista. Y ahí está ella. Valeria.

Mi corazón da un vuelco, y por un momento, no sé qué decir. Ella me mira con la misma expresión neutra que ha llevado últimamente, pero algo en sus ojos me dice que no está aquí por casualidad.

—¿Puedo sentarme? —pregunta, con su voz suave y controlada.

Asiento, incapaz de pronunciar una palabra. Valeria se sienta frente a mí, y el silencio entre nosotros se hace palpable. Es incómodo, pero también hay algo más, una tensión que no había sentido antes.

—Escuché que fuiste a la discoteca el otro día —dice finalmente, rompiendo el silencio.

No sé cómo responder. Parte de mí quiere hacer alguna broma, pero no encuentro las palabras adecuadas. —Sí, estuve un rato.

Ella asiente, jugueteando con el borde de su cuaderno. —No he ido mucho últimamente. He estado… ocupada.

Su tono es frío, pero hay algo debajo de esa frialdad, algo que no logro descifrar. Tal vez es vulnerabilidad, o tal vez simplemente está cansada. De cualquier manera, siento que este es el momento que he estado esperando, pero no sé cómo abordarlo.

—Valeria —digo finalmente, tratando de reunir el valor—, hay algo que he querido decirte desde hace tiempo, pero nunca encontré el momento.

Ella levanta la vista, y aunque sus ojos son impenetrables, puedo sentir que está escuchando.

—Lo que pasó entre nosotros… —empiezo, pero ella me interrumpe.

—Alex, no es necesario que lo digas. Lo que pasó, pasó. No tiene sentido seguir dándole vueltas.

Sus palabras me golpean como un balde de agua fría. Por un momento, me siento completamente perdido. ¿Es esto un rechazo definitivo? ¿Está diciéndome que nunca habrá una oportunidad de arreglar las cosas?

—¿Eso es lo que piensas? —pregunto, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza.

Valeria me mira fijamente, y por primera vez en mucho tiempo, parece dudar. Sus labios se entreabren, pero no dice nada. El silencio entre nosotros es casi insoportable, y cuando finalmente se levanta, siento que se lleva con ella cualquier posibilidad de reconciliación.

—Tengo que irme —dice simplemente, y sin más palabras, se aleja.

Me quedo sentado allí, viendo cómo se aleja, sintiendo que, con cada paso que da, la distancia entre nosotros se hace más grande e insuperable.