Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
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20 - COMPAÑERAS
Vení. Sentate acá con nosotras.
Mariela arrastró a Katrina hacia una mesa en la que ya había cuatro personas sentadas.
- Chicas: Les presento a Katrina, la nueva conserje de nuestros pisos.
Todas las miradas convergieron en la mujer, haciendo que esta se sonrojara.
- Buenos días.
Las secretarias respondieron al mismo tiempo, haciendo que no se entendiera nada.
- Sentate acá, al lado mío y te las voy presentando.
La chica obedeció en silencio. Las interacciones sociales, definitivamente, no eran lo suyo.
La mujer señaló hacia su derecha para comenzar las presentaciones.
- Esta de acá es Noelia Pérez. Es la secretaria del señor Menéndez, el Gerente de Marketing.
La aludida hizo un gesto de reconocimiento. Katrina respondió de la misma manera.
- Esta otra es Martina Garcés, auxiliar de la señora Álvarez, Gerente de Recursos Humanos. La del medio es Silvia Silva, secretaria del señor Catrileo, Gerente de Abastecimiento. Y, por último, María de los Ángeles Costa, Secretaria del señor Arizmendi, de Asuntos Legales.
La conserje saludó a todas con una sonrisa. Ellas respondieron de la misma manera.
- Hay que ir a retirar las viandas. ¿Vamos?
- Vamos.
Mientras se dirigían hacia el mostrador, Mariela le iba explicando como funcionaba el sistema del comedor.
- Cada empleado tiene asignada una vianda. La bandeja trae un plato principal, algún acompañamiento, bebida y postre.
- ¡Qué generosos!
- Ni tanto. Es para que no salgamos a comer afuera y volvamos tarde.
Las dos se rieron del comentario.
- Mirá: esta es la cartelera con el menú de la semana.
La chica vió que hoy tocaba arroz con pollo, ensalada de repollo y remolacha, bebida y manzana como postre. Se le hizo agua la boca. ¡Le encantaba el arroz con pollo!
Cargaron sus bandejas y volvieron a la mesa donde las demás ya estaban comiendo.
Durante un rato solo se escuchó el sonido de los cubiertos y alguna que otra solicitud de sal o aceite. Todas querían comer rápido para tener tiempo suficiente para curiosear.
Cuando terminaron comenzaron a interrogar a la recién llegada.
- ¿De dónde sos?
- ¿Dónde vivís?
- De a una, por favor. ¡Que la van a apabullar!
Katrina se rio divertida. Tener la panza llena realmente le levantó el estado de ánimo.
- Soy de acá, de la Capital, de la Zona Sur. Vivo cerca, a unas cuadras. Estoy cuidando un departamento. Mientras busco dónde vivir.
Todas la vieron admiradas.
- ¿Vivís en el Microcentro?
- ¡Qué suerte la tuya! Los alquileres en esta zona son prohibitivos para simples empleadas como nosotras.
- Pero, como les dije, estoy cuidando el lugar por un tiempito. Pronto tendré que irme.
- ¿Y cómo fue que una chica terminó trabajando de conserje? Esos trabajos los realizan generalmente los hombres.
La mujer pensó un momento.
- Siempre me gustó arreglar cosas.
- Pero es un trabajo pesado.
- Limpiar también es un trabajo pesado. Pero no veo a nadie cuestionando a las mujeres porque limpien.
Todas reflexionaron.
- ¿Sabés qué tenés razón?
- Es cierto: Cuando limpias, movés muebles, levantás baldes pesados, los niños, etc. Pero nadie dice que una mujer es muy delicada para hacerlo.
- Además, llegás a casa cansada de tu trabajo y tenés que seguir con la comida, la ropa, la limpieza. Mientras tanto, tu marido mira tele tranquilo porque está cansado.
La charla derivó fácilmente en un mitin feminista. Todas empezaron a proclamar sus quejas a los cuatro vientos sobre la sociedad machista y opresora en la que vivimos. Afortunadamente, llegó pronto el fin del tiempo para almorzar, por lo que cada una se levantó y se fue a su sector.
Por la tarde, antes de la hora de retirarse, Katrina se dirigió a la oficina de su superior.
- Don Vázquez: ¿Puedo pasar?
- Hola, Nena. Pasá. Contame cómo te fue hoy.
- Muy bien, gracias a Dios. Hice la mayor parte de las reparaciones pequeñas, ya que quería familiarizarme primero con cada planta.
- Perfecto.
- Además, pude notar cosas que no estaban en la lista, como paredes descascaradas y rayadas. Cosas pequeñas como esas, pero que afectan la imagen de la empresa. Quería preguntarle si puedo ponerme con eso o tengo que esperar a que me llamen.
- Para nada. Podés empezar en cuanto consigas los insumos.
- ¡Genial! Mañana mismo hago el relevamiento para poder solicitar a Suministros los materiales.
- Contame cómo te trataron los demás empleados. Es todo un revuelo que haya una conserje mujer.
Katrina sonrió divertida.
- Me secuestraron en el comedor y me llevaron a una mesa para interrogarme.
El anciano rió a su vez.
- Dejame adivinar: Fueron Mariela y su séquito. ¿Te dijeron algo fuera de lugar?
- Para nada. Al contrario, me hicieron sentir bien.
- Menos mal. Porque son bravas esas. Las llaman los cinco jinetes del Apocalipsis.
- ¡Uh! Son terribles, entonces.
- Son buenas, pero exageradamente chusmas. Saben todo de todos. Por lo demás no son maliciosas.
- Es bueno saberlo.
El encargado se puso serio.
- Bien. ¿Algo más?
- Sí. Quería preguntarle cómo hago con las cosas que exceden a mi competencia.
- ¿A qué te referís?
- Por ejemplo, el aire acondicionado: está descargado, por eso no enfría. Pero yo no puedo cargarlo. ¿Cómo hago en esos casos?
- ¡Ah! Entiendo. En ese caso hacés un pedido de reparación externa. Me lo tenés que presentar a mí, y yo lo derivo a Suministros.
- OK. Gracias, don Vázquez. Entonces me voy ya.
- Que descanses, Piba.
Acababa de salir de la ducha cuando escuchó sonar su celular. Había agregado cinco contactos más hoy, por lo que no tenía idea de quién le había escrito.
📱 Hola.
📱 ¿Cómo te fue hoy?
📱 Hola, Eduardo. ¿Cómo está?
📱 Me fue muy bien.
📱 ¿Tus compañeros?
📱 No tuve ningún problema.
📱 Solo les extrañó que hubiera preguntado por mí.
📱 ¿Qué les dijiste?
📱 Nada. Cambie de tema.
📱 Bien. Pero volverán a la carga.
📱 Si usted no vuelve a preguntar, se terminarán olvidando.
📱 OK. Ok. Capté la indirecta.
📱 😁
📱 Me alegro de que te adaptes.
📱 Hasta mañana.
📱 Hasta mañana.
La mujer dejó el teléfono en la mesa de luz y se dispuso a cambiarse. Preparó la cena y se acostó temprano. Estaba cansada y quería dormir.
Apagó la luz, pero el sueño se le escapaba. Tomó el móvil y se puso a navegar por las páginas de los institutos especializados en secundarios para adultos. Vio dos o tres con buenas referencias y se comunicó por mail para averiguar las tarifas.
Por fin, habiendo resuelto eso, se durmió inmediatamente.