"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
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Fragmentos
Había sido un día especialmente agotador. Entre los ensayos, las reuniones con el equipo de la agencia, sentía que mi mente no podía mantenerse enfocada en nada durante mucho tiempo. Todo se sentía como un ruido constante, un zumbido que no me dejaba pensar con claridad. Me repetía a mí misma que debía concentrarme, que debía seguir siendo Jia, la estrella que todos esperaban ver, pero algo dentro de mí no dejaba de desmoronarse lentamente.
Esa noche, decidí darme un baño caliente, esperando que el agua tibia pudiera calmar mi mente inquieta. Me sumergí en la bañera, dejando que el vapor llenara el cuarto y nublara mis pensamientos. Cerré los ojos, permitiendo que el cansancio me envolviera, y por un momento, sentí que estaba flotando en un limbo entre la realidad y el sueño.Y entonces sucedió.
Las imágenes comenzaron a parpadear en mi mente, como flashes de una película desgastada que se proyectaba en mi cabeza. No era la primera vez que experimentaba esos fragmentos de recuerdos, pero esta vez, eran más intensos, más claros, y no podía detenerlos. Vi el volante del coche frente a mí, el sonido ensordecedor de los neumáticos derrapando en el pavimento mojado y la sensación del impacto, violenta y repentina, que me sacudió hasta los huesos.Sentí el dolor de aquel momento como si estuviera ocurriendo de nuevo: el crujir del metal, el aire expulsado de mis pulmones, y la angustia sofocante de perder el control. Vi mi reflejo en el espejo retrovisor, mi rostro pálido y cubierto de lágrimas, y escuché mi propia voz gritar, no solo por el accidente, sino por todo lo que había perdido antes de ese instante.
Era como si el pasado estuviera despertando de un sueño profundo, volviendo a mí en fragmentos rotos y confusos. Podía ver la carretera oscura, sentir el frío de la lluvia golpeando contra el parabrisas, y sobre todo, recordar la desesperación que me había empujado a huir esa noche. No era solo un accidente; era una huida, una fuga desesperada de una vida que se había vuelto insoportable.
Vi a Minho y a Min-Seo en mi mente, su traición quemando como un fuego que nunca se apagó. Vi la conversación en la cena, las palabras cortantes y las revelaciones que habían destrozado lo que pensaba que era mi futuro. Era como ver una película de terror donde yo era la protagonista, pero no podía detenerla ni cambiar el final.
El sonido de los cristales rompiéndose y el golpe final me sacaron de mi trance, y de repente, me encontré de nuevo en la bañera, el agua enfriándose a mi alrededor y mi corazón latiendo con fuerza. Mis manos temblaban mientras las llevaba a mi rostro, tratando de asimilar lo que acababa de experimentar. No era solo un recuerdo; era un pedazo de mi vida pasada, una parte de Sora que se negaba a permanecer enterrada.
Me senté, respirando profundamente mientras las lágrimas comenzaban a brotar, mezclándose con el agua de la bañera. Había intentado tanto convertirme en Jia, vivir esta nueva vida sin cuestionar lo que había dejado atrás, pero ahora los recuerdos volvían, como fantasmas reclamando su lugar. Era como si el accidente hubiera abierto una puerta que no podía cerrar, y lo que veía al otro lado me aterrorizaba.No podía ignorarlo más: Sora estaba despertando dentro de mí, y con ella, todos los dolores, las traiciones y las decisiones que me habían llevado al borde. Mi vida como Jia, la vida que había construido con tanto esfuerzo, empezaba a desmoronarse a medida que los recuerdos de Sora se abrían paso.
Me envolví en una toalla y me dirigí a la sala, tratando de sacudir los pensamientos, pero cada detalle del accidente seguía reproduciéndose en mi mente. Me senté en el sofá, temblando, mientras miraba mi reflejo en la ventana. Era Jia quien me devolvía la mirada, pero en el fondo, veía los ojos de Sora, llenos de preguntas sin respuesta y un dolor que nunca se había ido.Quería llamar a Yeon-Jun, contarle lo que estaba pasando, pero tenía miedo. ¿Cómo podía explicarle que la mujer a la que había llegado a conocer y amar no era solo Jia, sino también Sora, con todo su pasado oscuro y roto? Sentía que lo que nos unía estaba construido sobre una mentira, y que esos recuerdos podrían destruirlo todo.Sabía que no podía seguir ignorando lo que estaba ocurriendo. Estos recuerdos no iban a desaparecer, y Sora no iba a quedarse en silencio. Tenía que enfrentarme a mi pasado, a mi verdadera identidad, y decidir qué significaba todo esto para mi vida ahora. Pero, sobre todo, tenía que aceptar que ya no era solo Jia, y que el precio de esta nueva vida estaba comenzando a ser demasiado alto.
Los días pasaban como un susurro entre la realidad y los recuerdos, cada uno más vívido y aterrador que el anterior. Desde el flashback de mi accidente, mi mente no había tenido descanso. Las imágenes de Sora, mi vida pasada, se colaban en mi día a día con una insistencia que me desarmaba. Trataba de aferrarme a la vida de Jia, a las rutinas, a los ensayos, y a los momentos con Yeon-Jun, pero Sora estaba allí, como una sombra que se negaba a desvanecerse.
Estaba sola en mi apartamento, en medio de la noche, cuando decidí enfrentar lo que mi mente intentaba mostrarme. Me senté en el suelo, rodeada de silencio, y cerré los ojos, dejando que los recuerdos fluyeran. No podía seguir ignorando lo que estaba ocurriendo; necesitaba respuestas, y solo había un lugar al que podía volver para encontrarlas.
De repente, sentí el frío familiar, el vacío del limbo donde me había encontrado antes de despertar como Jia. Las imágenes de ese lugar vinieron a mí como un torrente: el espacio gris y sin forma, las voces distantes, y sobre todo, la figura del ángel que había estado allí, ofreciendo una decisión que había cambiado mi destino para siempre.
Vi a Jia, la verdadera Jia, mirándome con ojos llenos de tristeza y resignación. Su dolor era tan palpable como el mío; dos almas perdidas en un lugar sin tiempo, atrapadas entre la vida y la muerte. El ángel, sereno y paciente, se había presentado ante nosotras, ofreciendo la elección que ninguna de las dos sabía que cambiaría todo para siempre.
"Solo una de ustedes regresará," había dicho el ángel, con una voz suave pero implacable. "Y quien lo haga no recordará quién fue. Solo sabrá lo que se le permita saber, lo que se necesite para continuar."
Recordé la desesperación de Jia, su decisión de rendirse y dejar que su sufrimiento terminara. Había aceptado su destino con una serenidad que yo no poseía, una convicción de que su tiempo en el mundo había terminado. Y yo, rota y llena de dolor, había tomado su lugar, sin saber realmente lo que implicaba. No había sido solo una decisión de vida y muerte; era una elección de identidad, una fusión de dos almas en un solo cuerpo.
"Serás Jia, pero nunca sabrás por qué tu corazón duele."
El ángel había sido claro: olvidaría mi vida como Sora, pero no el dolor. Ese sería mi castigo, mi penitencia por querer huir de todo. Ahora, comprendía por qué los recuerdos estaban volviendo; mi alma seguía siendo Sora, atrapada en un cuerpo que no me pertenecía, viviendo una vida que nunca fue mía.
Abrí los ojos, de regreso en mi apartamento, con lágrimas corriendo por mis mejillas. Había tratado de ser Jia con todo lo que tenía, de encajar en esta vida que me había sido entregada, pero sabía que nunca sería completamente ella. Mis recuerdos, mi dolor, y mis decisiones eran las de Sora, y ahora estaban reclamando su lugar.
Pero a pesar de todo, mientras miraba mi reflejo en el espejo, entendí algo crucial: no podía volver atrás. Jia había decidido terminar su historia, y yo había tomado su lugar, con todas las responsabilidades y promesas que eso implicaba. Había construido algo aquí, con Yeon-Jun, con mis compañeras de Cloud9, y con los fans que me habían apoyado sin conocer mi verdadera identidad.
Podría tratar de ser Sora de nuevo, podría intentar recuperar lo que había perdido, pero hacerlo significaría desmoronar todo lo que había logrado como Jia. Y no podía permitirlo. No podía fallarle a la vida que Jia me había confiado, ni a las personas que ahora dependían de mí.
Me miré en el espejo, viendo a Jia y a Sora coexistiendo en una lucha silenciosa. Me acerqué, tocando mi propio reflejo, y tomé una decisión que sabía que no tendría vuelta atrás.
—Voy a seguir siendo Jia —susurré, con una determinación que no había sentido en mucho tiempo—. Por mí, por ella, y por todos los que me necesitan.
Aceptar mi realidad no borraba el pasado, pero significaba honrar la vida que me habían dado, incluso si no era la que originalmente me pertenecía. Había decidido continuar como Jia, dejando que Sora descansara en el fondo de mi alma, con sus recuerdos y su dolor como testigos silenciosos de lo que una vez fue.
Porque, a veces, seguir adelante no significa olvidar quién eres, sino aceptar que, incluso con un pasado roto, puedes encontrar un nuevo camino. Y ese era mi camino ahora: vivir como Jia, con todo lo que eso implicaba.
El peso de mi decisión se sentía inmenso, pero también liberador. Por primera vez, no estaba huyendo de mis recuerdos, sino enfrentándolos, sabiendo que podía seguir adelante con la verdad, aunque fuera solo para mí.
Porque, al final, no importaba en qué cuerpo estaba; lo que importaba era lo que decidía hacer con la vida que se me había dado.
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El estudio de práctica estaba lleno de energía nerviosa, como siempre antes de un gran comeback. Las luces brillantes y los espejos que cubrían las paredes reflejaban cada movimiento, cada pequeño error, y no había lugar para esconderse. El ritmo constante del nuevo single de Cloud9 resonaba en los altavoces, llenando la sala con una mezcla de beats pegajosos y letras llenas de fuerza y empoderamiento. Era una canción que habíamos practicado una y otra vez, pero cada ensayo se sentía como una nueva batalla.
Min-Ju y Ha-na estaban concentradas, sus movimientos precisos y llenos de la energía característica que las hacía destacar en el escenario. Jinwoo, nuestro manager, nos observaba desde un lado, con los brazos cruzados y una expresión crítica pero alentadora. Sabía que esperaba perfección; no solo porque era nuestro trabajo, sino porque este comeback significaba mucho para todos nosotros. Después de todo lo que había pasado, necesitábamos demostrar que Cloud9 estaba más fuerte que nunca.
Me posicioné en el centro, respirando profundamente mientras contaba mentalmente los compases. La coreografía era rápida, complicada, llena de transiciones que requerían precisión y sincronización. Cada movimiento estaba diseñado para capturar la atención y mantener la energía en su punto más alto, y sabíamos que no había margen de error.
—Desde el principio —dijo Jinwoo, con una mezcla de firmeza y apoyo—. Recuerden, cada detalle cuenta. Este comeback tiene que ser perfecto.
La música comenzó de nuevo, y todas nos movimos al unísono, siguiendo el ritmo que ya conocíamos de memoria. Sentía mi cuerpo reaccionar a cada beat, mis músculos recordando cada paso con la precisión que solo venía después de semanas de práctica intensa. Pero mi mente no estaba del todo presente. Mientras giraba y saltaba, no podía evitar que los fragmentos de mis recuerdos se filtraran, como si Sora estuviera tratando de tomar el control, recordándome que aún estaba allí.
Me obligué a concentrarme, contando los pasos en mi mente para no perder el ritmo. Miré a Min-Ju y Ha-na, sus expresiones llenas de concentración y pasión, y eso me ayudó a mantenerme enfocada. Sabía que no podía permitirme distraerme; no hoy, no cuando tanto dependía de este comeback.
—¡Un, dos, tres, cuatro! —gritó Ha-na, marcando el tiempo mientras todas nos movíamos en perfecta sincronización.
Los movimientos se intensificaron, giramos y formamos una línea perfecta, cada una de nosotras dando lo mejor de sí para capturar la esencia de la canción. Cuando llegó mi parte, el centro de la coreografía, me moví con una confianza que no siempre sentía por dentro, pero que sabía que debía proyectar. Giré con fuerza, sintiendo el suelo firme bajo mis pies, y golpeé cada nota con la precisión que Cloud9 exigía.
Mientras cantaba, dejé que mi voz se alzara, llena de emoción y poder, tratando de canalizar todo lo que llevaba dentro: la confusión, el dolor, pero también la determinación de seguir adelante. Este comeback no era solo una presentación más; era una declaración de quién era yo ahora y de lo que estábamos dispuestas a lograr como grupo.
El ensayo continuó, y mientras el sudor comenzaba a empapar mi piel, sentí una oleada de orgullo al ver lo lejos que habíamos llegado. Min-Ju giraba con una gracia feroz, sus movimientos siempre impecables, mientras Ha-na mantenía la energía vibrante y la precisión que nos empujaba a todas a dar más.
Al llegar a la última parte de la coreografía, dimos el todo por el todo, terminando en una pose final que cortaba la música de manera abrupta pero poderosa. Jadeamos, tratando de recuperar el aliento mientras la sala quedaba en un silencio roto solo por nuestras respiraciones agitadas. Jinwoo nos observaba con una mezcla de satisfacción y desafío, como si estuviera esperando encontrar algún fallo, pero también orgulloso de lo que habíamos conseguido.
—Bien hecho, chicas —dijo finalmente, aunque su tono aún tenía un toque de exigencia—. Pero recuerden, el público solo ve lo que mostramos. Así que cada movimiento tiene que contar. No es solo una coreografía; es nuestra historia.
Asentimos, sabiendo que tenía razón. Cloud9 no era solo un grupo de chicas; éramos una unidad que había pasado por demasiado para dejar que este comeback fuera menos que perfecto. Y aunque mi mente estaba en conflicto, aunque Sora y Jia luchaban por coexistir en cada uno de esos movimientos, sabía que tenía que darlo todo.
Mientras nos preparábamos para el siguiente ensayo, Min-Ju se acercó y me dio una palmada en la espalda, sonriendo. —Lo estamos haciendo genial, Jia. Solo mantén esa energía. Este comeback va a ser épico.
Sonreí, agradecida por su apoyo. —Lo será. Vamos a demostrar que nada puede con Cloud9.
Nos posicionamos una vez más, listas para comenzar de nuevo. Porque no importaba lo que ocurriera fuera de este estudio, aquí, en este espacio, éramos solo nosotras, luchando por nuestro lugar, por nuestra música y por todo lo que significaba ser Cloud9.
Y sabía que, sin importar los recuerdos y las batallas internas, seguiría siendo parte de esta historia. Una historia que estaba decidida a escribir, paso a paso, al ritmo de nuestra música.
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El estadio estaba lleno. Las luces brillaban con intensidad, bañando el escenario en una mezcla de sombras y destellos que reflejaban la energía oscura y sofisticada de nuestro concepto. Este comeback no era como los anteriores; era un statement, una declaración de fuerza y resiliencia. La canción, inspirada en la imagen de una flor de loto negra surgiendo de las profundidades, representaba nuestro renacimiento después de todo lo que habíamos pasado.
Nos preparábamos en los camerinos, los nervios a flor de piel, pero también llenas de determinación. Los trajes eran impresionantes: vestidos negros con detalles de encaje y bordados de flores oscuras, toques de rojo vino en los accesorios, y piedras de color plata que brillaban con cada movimiento. Había un aire místico y peligroso en cada uno de nuestros atuendos, algo que capturaba perfectamente la esencia de lo que queríamos transmitir.
Jinwoo entró para darnos las últimas instrucciones, su mirada seria pero llena de apoyo. Sabía lo importante que era este momento, no solo para nosotras como artistas, sino también para él como nuestro mánager y mentor.
—Hoy no solo están mostrando una nueva canción —dijo, recorriendo el vestuario con la mirada—. Están mostrando quiénes son. Este comeback es más que un performance; es la prueba de que nada puede con Cloud9. Denlo todo ahí fuera.
Asentimos, compartiendo una mirada de complicidad entre nosotras. Min-Ju, Ha-na y yo nos posicionamos en el centro del escenario mientras las luces se apagaban lentamente y el sonido de la introducción resonaba en el estadio, creando una atmósfera envolvente y casi mística. Los fans estaban en silencio expectante, y podía sentir la adrenalina recorriendo mis venas mientras esperaba que la música empezara.
La primera nota cayó como un trueno, y nos movimos al compás con una precisión calculada. La coreografía era intensa, llena de giros rápidos, movimientos angulares y momentos de pura elegancia que reflejaban la oscuridad de la canción. Cada paso, cada gesto estaba cargado de la energía y el simbolismo de la flor de loto negra: hermosa, pero surgida de lo más profundo, inquebrantable a pesar de todo.
El público estalló en vítores cuando comenzamos a cantar, y sentí que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en su lugar. La voz de Ha-na resonaba fuerte y clara, sus notas altas llenando el estadio con una intensidad desgarradora. Min-Ju, siempre precisa, se movía con una gracia feroz, sus expresiones capturando la dualidad del dolor y la belleza que queríamos transmitir.
Llegó mi parte, y me dejé llevar, cantando con todo lo que tenía dentro. Los recuerdos, el dolor, la lucha de Sora y Jia, todo se transformó en mi interpretación. La canción no solo era un comeback para Cloud9; era un renacimiento para mí, un momento de catarsis en el que por fin podía dejar salir todo lo que había guardado en mi interior.
Cuando la última nota se desvaneció, las luces se apagaron y nos quedamos en silencio, con el público aplaudiendo y gritando nuestro nombre. Habíamos logrado lo que queríamos; habíamos mostrado nuestra fuerza, nuestra oscuridad, y habíamos capturado la atención de todos. Nos miramos, exhaustas pero triunfantes, y supe que habíamos hecho algo realmente especial.
Bajamos del escenario, jadeando y empapadas de sudor, pero con una sensación de logro que era imposible describir. Estaba a punto de felicitar a las chicas cuando, de repente, sentí un movimiento extraño a mi lado. Min-Ju, que había estado sosteniéndose con una sonrisa débil, comenzó a tambalearse. Antes de que pudiera reaccionar, cayó al suelo, su cuerpo desplomándose en un instante que pareció eterno.
—¡Min-Ju! —grité, corriendo hacia ella, mientras Ha-na se arrodillaba rápidamente a su lado.
Los miembros del staff se apresuraron, rodeándola con expresiones de pánico y preocupación. Jinwoo llegó en un instante, su rostro reflejando el miedo que todos sentíamos. Min-Ju estaba inconsciente, su respiración entrecortada y su piel pálida como la cera. Todo el agotamiento, las dietas estrictas y la presión constante habían pasado factura de la manera más brutal.
—Necesitamos ayuda, ¡ahora! —gritó Jinwoo, mientras el equipo médico se abría paso entre la multitud.
El momento de triunfo se desmoronó en un segundo, y todo lo que importaba era que Min-Ju estuviera bien. Nos alejamos para dar espacio al equipo médico, pero no podía dejar de mirar su figura inerte, recordando los días en los que habíamos entrenado hasta el agotamiento, las noches sin dormir, y las veces que habíamos ignorado las señales de que nuestros cuerpos no podían más.
Mientras la llevaban en una camilla, sentí una ola de culpa y tristeza. Habíamos trabajado tanto para este comeback, habíamos puesto todo lo que teníamos, pero a qué precio. En nuestro deseo de ser perfectas, habíamos olvidado lo más importante: cuidar de nosotras mismas.
Min-Ju fue trasladada al hospital, y el resto de nosotras permaneció en un silencio sombrío, con los aplausos del público resonando aún en el fondo como un recordatorio irónico de nuestro éxito. Habíamos logrado el comeback que tanto habíamos deseado, pero el costo se estaba haciendo evidente.
Miré a Ha-na, sus ojos llenos de lágrimas contenidas, y supe que todas estábamos pensando lo mismo. No éramos invencibles, y necesitábamos encontrar una manera de seguir adelante sin destruirnos en el proceso.
El hospital estaba silencioso, con el aire frío y estéril que siempre acompañaba a esos lugares, llenos de pasillos blancos y el suave zumbido de las máquinas. Min-Ju estaba en una habitación privada, rodeada de monitores que vigilaban su ritmo cardíaco y respiración. Había recobrado el conocimiento, pero el médico había sido claro: necesitaba reposo absoluto y un cambio radical en sus hábitos si quería evitar más complicaciones.
Habíamos pasado de la euforia del escenario a la cruda realidad de un hospital en cuestión de horas, y la transición se sentía como un choque violento. Las luces brillantes, los aplausos y la energía del comeback se habían desvanecido, dejando solo una sensación amarga de preocupación y culpa.
Min-Ju estaba tumbada en la cama, con los ojos cerrados, su piel todavía pálida y su cuerpo débil tras semanas de agotamiento y dietas imposibles. Me senté a su lado, sin decir nada, dejando que el silencio hablara por nosotras. Jinwoo había hecho todo lo posible para asegurarse de que ella recibiera la mejor atención, pero sabía que lo más importante ahora era que Min-Ju se tomara en serio su salud.
—Gracias por quedarte, Jia —susurró Min-Ju, abriendo los ojos lentamente y mirándome con una mezcla de gratitud y tristeza—. No quería preocuparlas.
Sonreí débilmente, tomando su mano con suavidad. —No hay nada que agradecer. Somos un equipo, ¿recuerdas? No importa cuántas veces me digas que estás bien, sé que no es cierto. Y estaré aquí hasta que lo estés.
Min-Ju intentó sonreír, pero se notaba el cansancio en cada rasgo de su rostro. —Me siento tan... inútil. Fallé en el escenario, fallé al equipo.
Negué con la cabeza, apretando su mano un poco más fuerte. —No fallaste, Min-Ju. Hemos estado presionándonos demasiado, y tú llevas todo eso sobre tus hombros. Esto no es solo sobre el comeback. Es todo: la presión, la perfección... Nunca te detienes. Pero necesitas hacerlo. No eres una máquina; eres humana.
Min-Ju asintió, sus ojos llenos de lágrimas que intentaba contener. —A veces me olvido de eso. Me esfuerzo tanto por ser perfecta que me olvido de mí misma.
El dolor en su voz me golpeó profundamente, porque también era mi propio dolor. Todas estábamos atrapadas en esa lucha constante de ser perfectas, de no mostrar debilidad, de siempre dar más de lo que teníamos. Era fácil perderse en ese ciclo, olvidar que, detrás de los trajes y la música, seguíamos siendo personas.
Min-Ju cerró los ojos, agotada, y se quedó dormida, respirando suavemente. Me acomodé en la silla junto a su cama, sintiendo que no podía dejarla sola. Había algo tranquilizador en verla descansar, en saber que al menos por ahora estaba segura y lejos de las exigencias que nos perseguían constantemente.
La noche avanzó lentamente, y el cansancio comenzó a apoderarse de mí, pero no me permití dormir. Cada vez que el monitor pitaba suavemente, me recordaba lo frágil que podía ser todo esto. Min-Ju, siempre la fuerte, la perfeccionista, había llegado a su límite, y ahora necesitábamos cuidarla tanto como ella había cuidado de nosotras en innumerables ocasiones.
De repente, un suave golpe en la puerta rompió el silencio. Levanté la vista y vi a Jinwoo, asomándose con una expresión de preocupación mezclada con alivio al ver que Min-Ju estaba descansando.
—¿Cómo está? —preguntó en voz baja, acercándose a la cama.
—Está mejor, pero necesita tiempo —respondí, sin soltar la mano de Min-Ju—. No podemos seguir empujándola de esta manera. Ninguna de nosotras puede seguir así.
Jinwoo suspiró, pasando una mano por su cabello con una mezcla de frustración y culpabilidad. —Lo sé, Jia. Hemos estado tan enfocados en el comeback, en no fallar, que no hemos pensado en el costo. Prometo que haremos las cosas de manera diferente. Lo primero es que Min-Ju se recupere.
Asentí, sabiendo que sus palabras eran sinceras. Jinwoo siempre había sido duro con nosotras, pero también se preocupaba profundamente. Ver a Min-Ju así le estaba afectando tanto como a nosotras.
Pasamos la noche en el hospital, con Jinwoo y yo turnándonos para vigilar a Min-Ju mientras dormía. Sentía que, en ese momento, más que un grupo de idols, éramos una familia que se enfrentaba a una dura lección sobre los límites humanos y la importancia de cuidar unos de otros.
A medida que el sol comenzaba a asomarse por la ventana, iluminando la habitación con una luz tenue, supe que esto sería un punto de inflexión para Cloud9. No podíamos seguir exigiéndonos a costa de nuestra salud, y aunque el comeback había sido impresionante, el verdadero éxito sería encontrar un equilibrio que nos permitiera seguir adelante sin destruirnos en el proceso.
Miré a Min-Ju, su respiración tranquila y su rostro relajado por primera vez en mucho tiempo, y sentí una determinación renovada. Estábamos juntas en esto, y no dejaría que ninguna de nosotras cayera de nuevo.
Porque, al final, lo más importante no era ser perfectas en el escenario, sino ser fuertes para nosotras mismas y para quienes estaban a nuestro lado.