Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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Confianza
Mauro
Cuando las puertas del elevador se cierran, y Venecia no puede alcanzarme, me dejo caer contra la pared de acero.
Abro los botones de mi camisa y me concentro en mi respiración, pero es difícil. Mi garganta lucha por cerrarse.
Me obligo a inhalar y a exhalar despacio.
He tenido muchos ataques de pánico a lo largo de mi vida, pero este se siente diferente.
El aire se ha evaporado completamente, secando mis pulmones al punto del dolor. Un calor asfixiante se apodera de mi pecho y rostro al mismo tiempo que un sudor helado baja por mi espalda.
Miro los números bajando en el panel y quiero gritar de frustración cuando se detiene en el piso trece.
Necesito aire.
Salgo rápidamente, chocando con las personas que quieren entrar, y camino hasta la escalera de emergencias. Necesito salir de aquí lo más rápido posible.
Bajo las escaleras corriendo mientras la presión en mi pecho aumenta. El aire parece un recuerdo lejano cuando las paredes comienzan a cerrarse sobre mí.
Desesperado por aferrarme a algo me sujeto a la barandilla y me siento en uno de los escalones.
Me obligo a pensar en cualquier otra cosa, pero mis pensamientos siguen volviendo a ese día, y a cómo reaccionó mi madre. También sigo recordando cada palabra horrible que le dije a Venecia.
Ella lo sabe.
Ella sabe mi más oscuro secreto.
Todo se vuelve negro y sé que, si no puedo respirar pronto, perderé el conocimiento. Quizá sea lo mejor. Quizá necesito que mi cerebro se reinicie para que pueda respirar.
Un sonido inunda el lugar, y me toma varios segundos darme cuenta que esa melodía proviene de mi celular.
Contesto sin mirar quién es. Necesito ayuda.
–¡Hola! –saluda una voz entusiasmada. Trato de hablar, pero lo único que sale de mi boca es un silbido angustiantemente silencioso. La voz al otro lado no podrá escucharme–. ¿Estás ahí?
Trato de gritar, pero ningún sonido sale de mi boca, a excepción de ese silencioso silbido.
–Oh, mierda. ¿Estás teniendo un ataque de pánico? –pregunta la voz asustada–. Todo estará bien –dice con voz calmada, en contraposición con todo lo que estoy sintiendo en este momento–. Concéntrate en mi voz –pide la voz–. Respira, Mauro, solo respira. Inhala lentamente. –Intento hacerlo, pero nada pasa. Mi visión se llena de puntos negros y sé que pronto me desmayaré en un lugar donde no podrán encontrarme pronto. Nadie usa esta escalera–. Tú puedes hacerlo, respira. Nada puede dañarte. Estás a salvo –susurra–. Las personas que te lastimaron no podrán llegar a ti.
Ese viejo no podrá llegar a mí.
La voz tiene razón. Él está muerto. Yo bailé sobre su tumba. No podrá lastimarme.
–Respira –susurra–. Mira a tu alrededor, estás a salvo. Eres fuerte. Nadie puede lastimarte. Estás muy lejos de ellos. Inhala y exhala, eso es todo lo que tienes que hacer.
Obedezco y logro poder inflar mis pulmones con el preciado aire.
–Respira. Todo está bien. Tú estás bien –dice la voz–. Inhala. Exhala.
Sigo respirando y los puntos negros desaparecen. Me deleito con cada inhalación que hago.
–Cada vez es más fácil –susurra la voz y es cuando reconozco que se trata de Valentina–. Respira. Lo estás haciendo bien. Estás a salvo.
Me empapo de sus palabras y respiro a través de la opresión en mi pecho. Val tiene razón. Papá está muerto y esa mujer no podrá lastimarme de nuevo. No lo permitiré.
Inhalo. Exhalo. Inhalo. Exhalo.
Inhalo.
Exhalo.
Todo estará bien.
–Gracias –susurro cuando sé que me siento mejor. Mi voz suena extraña, pero al menos puedo hablar.
–Cuéntame qué fue lo que pasó.
–No creo…
–Cuéntame, Mauro.
Me arrastro hasta quedar sentado contra la pared antes de hablar: –Tenia dieciséis años –empiezo y odio lo vulnerable que suena mi voz. Es como si volviera a ese día–. Papá… él… yo solo quería su atención. Mendigué toda mi vida por un poco de su afecto, pero creo que nunca fui lo suficiente para ellos –digo y me permito sentir el dolor que padecí durante toda mi infancia y adolescencia–. Nunca tuve una conversación con ellos… Ni siquiera estaban en casa para navidad o para mi cumpleaños –suspiro y me obligo a continuar–. Desde que tenía tan solo nueve años me enviaron a un internado en Francia. Solo pasaba las vacaciones en casa, y cada año regresé con la esperanza de poder tener su atención, pero nunca ocurrió. No hasta que…–callo y me obligo a volver a respirar cuando mi garganta se aprieta nuevamente.
–Continúa.
–Cuando tenía dieciséis años volví a casa y fue diferente. Papá buscaba estar conmigo, me miraba más y pensé que por fin podría quererme… Me llevó a cazar y volvimos muy tarde, mamá no se veía en ningún lado cuando entramos a la casa. Me dijo que lo acompañara a su despacho –susurro. Mi corazón comienza a latir más fuerte dentro de mi pecho–. Lo hice y cuando me distraje tomó mi cuello y me obligó a arrodillarme delante de él… No entendí qué es lo que quería hasta que sacó su polla…–Val jadea–. No tienes que escuchar esto.
–Quiero hacerlo.
–Quería que se la chupara, tenía un arma en su mano, tuve miedo, pero no podía permitirle hacerme eso. Tomé un busto de su escritorio y lo golpeé con él. –Respiro profundamente antes de continuar: –Cuando papá cayó al suelo, levanté la vista y ahí estaba mi mamá… Le pedí ayuda, pero me culpó de todo y ayudó a mi padre. No a mí. Ni siquiera volvió a mirarme después de ese día –digo y me siento liberado. Al fin pude decir mi mayor vergüenza.
Mi mamá no quiso ayudarme.
¿Qué tan mal hijo tienes que ser para que tu propia madre no quiera protegerte?
–No es tu culpa.
–Sé que no lo es –digo, aunque no sé si realmente lo sé.
–¿Cómo lo afrontaste?
–Nunca lo hice. Desde ese día me mantuve alejado de ellos, y solo dormía en casa cuando sabía que no había nadie. Nunca pude volver a dormir sin un arma a mi lado… y encontré el alivio en las drogas –confieso.
–Comprensible –susurra–. Necesitabas olvidar.
–Necesitaba sacar ese recuerdo de mi cabeza. –Suspiro cuando siento esa necesidad ahora mismo–. Todavía las necesito, Val. Quiero meterme una jeringa de heroína y poder olvidarme de toda esta mierda.
–Hacer eso no hará que el recuerdo desaparezca, Mauro. Claro, quizá lo olvides por unos minutos, pero cuando el efecto pase, esos recuerdos volverán para atormentarte. Lo vi con Ming. Cuando éramos adolescentes solía beber mucho, lo hacía para olvidar el maltrato de su padre, pero luego, a la mañana, todo eso estaba ahí de nuevo.
Recuerdo a Ming y a los demás, y me siento más triste que antes.
–Soy débil.
–No lo eres.
–¡Claro que lo soy! –exploto–. Los demás pasaron por un infierno, y yo…
–Tú fuiste abusado por el hombre que debería haberte protegido.
–Ni siquiera me tocó, Val. Nada pasó. ¿No lo ves? Estoy hecho un desastre y nada nunca pasó.
–Porque lo detuviste, Mauro. Y claro que algo pasó, tu papá quebró la confianza que tenías en él, acabó con la esperanza que tenías de que tus padres te quisieran algún día. Y lo de tu mamá fue peor, ¿no lo ves? A pesar de lo que acababas de pasar, confiaste en tu madre y le pediste ayuda, pero ella te dio la espalda y te culpó –dice con firmeza–. Los demás, es verdad, sufrieron golpes y muchas cosas horribles, pero tú has sufrido más. Y lo peor es que has cargado con ese peso solo.
–Estoy… cansado.
–Lo sé –susurra–. No tienes que hacerlo solo. Déjame ayudarte.
–Estás lejos.
–Estoy de luna de miel y se me antoja ir a Milán.
–Pero Ming…
–Ming hará lo que yo le diga.
–No creo que sea necesario.
–Nos veremos en unas horas. Sigue respirando –dice antes de colgar.
Guardo mi teléfono y me obligo a ponerme de pie.
Tengo que continuar. Hay trabajo que hacer.
Comienzo a subir las escaleras y jadeo cuando veo a Venecia en el descanso.
–¡Gracias al cielo! –susurra antes de lanzarse a mis brazos.
La sostengo contra mi cuerpo y respiro su dulce y reconfortante aroma.
Estoy en casa.
Y yupi por un momento pensé que nos perderíamos el vestido, los zapatos estuvieron wao
Faltan los bebes
el juez siente que lo llamaron por las puras dijo dos oraciones con suerte djfndjfbfbfbdndbb y ya se estaban besando dhdbbxbdbdbd....ni el si acepto dijieron kajdjddjjdj