Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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Capítulo 14 El apartamento
El apartamento
Ambos llegaron al apartamento, y apenas cruzaron la puerta, Keren se volvió hacia Emma con una mirada evaluativa.
—¿Qué te parece? —preguntó, su voz tranquila pero firme—. Aquí vivirán tu madre y tu hermana.
Emma recorrió el lugar con la mirada. Todo era impecable y lujoso, más de lo que ella habría imaginado para su familia. Se sentía abrumada, pero también incómoda con la opulencia que la rodeaba.
—Es… hermoso —murmuró finalmente, sin saber qué más decir.
Keren asintió, como si su aprobación fuera irrelevante.
—Tú y yo viviremos en la mansión, por supuesto —añadió, con una autoridad incuestionable.
Emma lo miró fijamente, tratando de procesar lo que eso implicaba. ¿Vivir con él? Aunque ya había aceptado su propuesta, la realidad la golpeaba con más fuerza de la que esperaba.
—Señor Keren... —comenzó, con un nudo en la garganta—. Esto... es demasiado rápido.
Keren la interrumpió sin dudarlo. Dio un paso hacia ella, acortando la distancia, y la sujetó con firmeza por los brazos.
—Escucha bien, Emma —su voz se volvió más grave, casi susurrante—. Esto no es una negociación. Tienes todo lo que necesitas aquí. No hay razones para quejas.
—No es una queja —dijo Emma, intentando mantener la calma—, pero necesito tiempo para asimilar todo esto.
Keren soltó una risa breve, cínica.
—¿Tiempo? —Se inclinó hacia ella—. No estamos jugando, Emma. Ya aceptaste el acuerdo, y ahora es tiempo de cumplirlo.
Antes de que ella pudiera replicar, Keren la besó con brusquedad. El beso era demandante, lleno de posesión, y Emma sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Cuando él se apartó, su mirada era de advertencia.
—Que sea la última vez que me reclamas algo, Emma —dijo, casi en un susurro amenazante—. Recuerda: eres mía.
Emma se quedó inmóvil, respirando con dificultad. Su mente daba vueltas, buscando una respuesta, pero ninguna palabra parecía adecuada. El poder que Keren ejercía sobre ella era sofocante.
—Yo... —Emma intentó decir algo, pero él la interrumpió nuevamente.
—No quiero escuchar más excusas. Haz que tu madre y tu hermana se muden cuanto antes. Esta noche será nuestra primera aparición juntos. Nos encontraremos en la mansión para anunciar nuestro compromiso oficialmente. —Keren volvió a tomar el control de la conversación, como si todo estuviera perfectamente planeado.
—Keren... no sé si estoy lista para esto. —Emma habló con voz temblorosa, pero Keren ya no estaba escuchando.
—Te dije que no quiero excusas —repitió, acercándose nuevamente—. Y una cosa más, Emma… Este es solo el principio. Acostúmbrate a cumplir con lo que te pido.
Emma lo miró, sintiendo cómo se desmoronaba su propia voluntad. No tenía escapatoria. La vida que Keren le imponía ya la estaba envolviendo por completo.
Keren le lanzó una última mirada antes de dirigirse hacia la puerta.
—Nos vemos esta noche —dijo con total frialdad, como si no hubiera duda de su control sobre ella.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, Emma sintió que todo su mundo se comprimía en ese lujoso apartamento. Las paredes parecían acercarse, cerrando cada posibilidad de escape. Lo único que podía hacer ahora era seguir adelante... como si alguna vez hubiera tenido otra opción.
Preparativos y compromisos
La madre y Paula, la hermana de Emma, estaban ocupadas en el nuevo apartamento, desempacando las cajas que contenían lo poco que habían llevado consigo desde su antiguo hogar. Era un espacio moderno y luminoso, un mundo completamente distinto al que estaban acostumbradas.
—No puedo creer lo rápido que ha pasado todo —comentó Paula, mientras colocaba ropa en el armario—. Este lugar es increíble.
La madre de Emma, sentada en el sofá, trataba de asimilar su nuevo entorno. A pesar del lujo que la rodeaba, había una preocupación visible en sus ojos.
—Sí, pero todo esto... no sé. Siento que hay algo extraño —murmuró la madre, frotándose las manos nerviosamente—. Emma no está bien, lo sé.
Paula dejó de desempacar por un momento y se sentó junto a su madre.
—Mamá, Emma está haciendo todo esto por nosotras. Nos está dando una oportunidad de una vida mejor.
La madre suspiró.
—Pero a qué precio, hija. Ese hombre... No lo conozco, pero algo en todo esto no me da buena espina.
Paula asintió, bajando la mirada. Aunque apoyaba a su hermana, también sentía el mismo malestar que su madre.
Mientras tanto, en otra habitación, Emma estaba de pie frente a un espejo, ajustándose un elegante vestido que Keren le había enviado. Era un vestido negro de corte sencillo, pero sofisticado. Se miraba con expresión ausente, como si no reconociera a la mujer que veía reflejada.
Paula entró en la habitación sin tocar, sorprendida al ver a su hermana tan arreglada.
—Emma, te ves... increíble —dijo, aunque notó la falta de entusiasmo en su rostro—. ¿Estás bien?
Emma asintió lentamente, sin apartar la mirada del espejo.
—Solo... estoy nerviosa. Esta noche es importante. Keren quiere anunciar oficialmente el compromiso.
—¿Vas a estar bien con todo esto? —Paula la miró con preocupación—. Aún puedes cambiar de opinión.
Emma la miró, forzando una sonrisa.
—No, Paula. Ya no hay vuelta atrás.
Paula suspiró y la abrazó con fuerza antes de dejarla sola para que terminara de arreglarse.
Mientras tanto, en la mansión Lombardi...
Keren estaba sentado en la biblioteca, junto a su abuelo. La habitación estaba iluminada por la tenue luz de una lámpara de pie, dándole al ambiente un toque de intimidad y calidez. El abuelo, un hombre mayor pero aún con una mente aguda, sorbía lentamente su taza de té mientras observaba a su nieto con atención.
—Entonces, dime, Keren —dijo el abuelo, rompiendo el silencio—, ¿quién es esta mujer de la que me hablas?
Keren sonrió levemente, apoyándose en el respaldo de la silla.
—Su nombre es Emma. Es... diferente a cualquier mujer que hayas conocido, abuelo. Es humilde, trabajadora, no tiene grandes ambiciones, pero tiene algo que me atrae.
El abuelo lo miró con interés, levantando una ceja.
—¿Y qué es ese "algo", Keren? ¿Por qué justo ella?
—Es difícil de explicar —respondió Keren, frunciendo el ceño por un momento—. No es como las demás. No está detrás de mi dinero o mi apellido. De hecho, es todo lo contrario. Ella... solo quiere mantener a su familia. Tiene una fuerza interior que no se nota a simple vista, pero que está ahí.
El abuelo dejó la taza sobre la mesa con una sonrisa.
—Parece que hablas de ella con respeto, Keren. Eso es algo nuevo en ti.
Keren se encogió de hombros, incómodo ante la observación de su abuelo.
—No es lo que piensas. Todo esto es un acuerdo. Es conveniente para ambos.
El abuelo lo miró fijamente durante unos segundos antes de hablar.
—¿Conveniente? —preguntó con tono suave—. Me pregunto si lo que llamas "conveniente" no es más profundo de lo que te das cuenta.
Keren soltó una pequeña carcajada, intentando desviar la conversación.
—Tal vez te guste cuando la conozcas. Esta noche la verás, abuelo. Y te aseguro que estará a la altura de lo que esperas.
El abuelo se recostó en su silla, evaluando las palabras de su nieto.
—Espero que tengas razón, muchacho. Quiero verte asentado antes de morir. No me queda mucho tiempo, y quiero saber que dejaré el legado de los Lombardi en buenas manos.
Keren lo miró, una chispa de preocupación cruzando por sus ojos, aunque rápidamente la ocultó.
—Lo estará, abuelo. Confía en mí.