ENTRE LÍNEAS PROHIBIDAS

Antonio Punto de Vista

Gracias a Dios que teníamos la puerta para apoyarnos, porque no creía que mis piernas pudiesen funcionar y estar apoyado en ella me impedía caer al suelo. Con un brazo rodeé a Ambar y la sostuve cerca de mí porque sentía que tal vez las piernas tampoco le funcionaban. Mi otra mano estaba pegada a la puerta, proporcionando el único apoyo para evitar que ambos nos deslizáramos hacia el suelo. Estaba todavía dentro de ella mientras me esforzaba por recuperar el aliento. Su cuerpo seguía palpitando a mi alrededor y una vez más, como cada vez que estaba con ella, mi entrepierna empezó a responder de nuevo. Cada vez tenía más claro que lo más probable es que nunca tendría suficiente con esta mujer.

De algún modo, reuní fuerzas y me aparté de la pared, la cogí en brazos y la llevé a mi dormitorio. La arrojé sin contemplaciones sobre la cama mientras terminaba de quitarme la camisa, de modo que ahora estaba completamente desnudo. Me tumbé sobre ella, piel con piel, amando la sensación de su suave y cálido cuerpo piel contra el mío. Nos giré a los dos para que ella estuviera encima de mí.

Se desplomó sobre mí, con la cabeza sobre mi pecho, y la rodeé con mis brazos, deseando poder retenerla así para siempre. Ya no podía negarlo. Estaba enamorado de esta mujer. Pero, como tantas otras cosas en mi vida, la había fastidiado. Empecé esta relación como un amigo con derecho. Cuando volvimos de Europa y reanudamos nuestra relación, seguí insistiendo en lo de amigos con derecho a roce. Le dije que no era serio. Establecí una relación sin relación. Puede que fuera la cosa más tonta que había hecho nunca, porque sabía que incluso en Europa lo que sentía era algo más que una simple amistad.

Pero ella había entrado en esto con la idea de que éramos solo amigos con beneficios. De hecho, era lo que había sugerido en Europa. Me pregunté qué habría hecho si le hubiera dicho la verdad. Incluso ahora, si le dijera lo que sentía, ¿se levantaría y se iría recordándome que se suponía que esto era algo sin compromiso? ¿Sería posible que sintiera algo por mí?

Entonces, me acordé de que no llevaba la pulsera de dijes y me dijo que era porque no quería que la gente supiera que habíamos estado juntos en nuestro viaje, pero incluso después de que le dijera que estaba bien que la llevara, siguió sin hacerlo. La única conclusión que pude sacar de eso fue que la pulsera no tenía valor sentimental para ella.

Esta noche quería decirle que esto no era solo sexo para mí. Ambar estaba encantadora, seductora, inteligente, dulce. Me preocupaba por ella como persona tanto como deseaba su cuerpo. Pero ella no me había dicho que también le gustaba pasar tiempo conmigo, que su interés por mí no era solo sexual. No. Su respuesta fue que le gustaba coger. Eso solo significaba que tenía que cumplir con las reglas que habíamos establecido cuando empezados; amigos con beneficios. Sin ataduras.

Como siempre, nos tumbamos juntos hasta que recuperamos el aliento y nuestros cuerpos se relajaron; entonces, lo volvimos a hacer. Y después lo volvimos a hacer en la ducha mientras nos limpiábamos.

Se hacía tarde y ella tenía que irse. Me ofrecí a llevarla, pero ella insistió en que podía irse sola. No me pareció bien, pero su insistencia me hizo pensar que necesitaba estar sola. Así que pedí un coche y me encargué de pagar su viaje a casa.

Estaba pensando en pedirle que pasara la noche cuando el coche se detuvo frente a mi casa. La acompañé hasta él y le abrí la puerta trasera. Antes de que subiera, la cogí de la mano y me incliné para darle un beso. Una vez más, el deseo de pedirle que se quedara esta noche, que se quedara para siempre, llenó mi pecho.

—Te veré mañana —dijo ella.

—Te veré mañana —respondí.

—¿Qué carajo ha sido eso? —Me di la vuelta para ver a mi hermano Carter acercándose a mí.

¡Oh, mierda! De todas las personas que podían pillarme besándome con mi asistente, Carter era la última persona que quería que lo viera. Los ojos de Ambar se abrieron de par en par, sorprendida.

—Te veré mañana —dije de nuevo y la insté a entrar en el coche, cerrando la puerta.

—No puedo creerme lo que acabo de ver. ¿De verdad te estás tirando a tu asistente? oh, Antonio, tú lo sabes hacer mejor.

—Vamos dentro. No quiero tener esta conversación en la puerta. —Me di la vuelta para entrar en mi casa mientras trataba de averiguar cómo iba a explicarle esto a mi hermano. Por supuesto, no había manera de hacerle ver que esto estaba bien. Sabía lo mucho que estaba arriesgando al estar con ella. No había manera de explicar esto de una manera que hiciera ver que lo que estaba haciendo era bueno. Yo era su jefe, y eso hacía que mi comportamiento fuera incorrecto, sin importar lo mucho que me preocupara por ella.

—¿Quieres beber algo? —le pregunté a Carter mientras me dirigía al bar donde guardaba los licores y sacaba una botella de whisky escocés. Serví dos dedos para mí y me lo bebí.

—Lo que quiero saber es por qué estabas besando a tu asistente —dijo Carter de pie en medio de mi sala de estar con las manos en las caderas. Su expresión me recordaba a la de mi abuela cuando estaba molesta con nosotros—. ¿Sabes que nos estás preparando para una demanda al tener una relación con ella? Podría imaginarme a Noé haciendo algo así, pero tú, Antonio... —Carter sacudió la cabeza con decepción—. Siempre pensé que eras más inteligente que eso.

Me serví otro dedo de whisky y decidí que lo único que podía hacer era sincerarme.

—No es lo que estás pensando. —Bueno, eso era una estupidez, porque era exactamente lo que estaba pensando. Estaba teniendo una aventura con mi asistente. Pero en mi corazón, era más que eso, así que no era exactamente lo que estaba pensando.

—Pensé que este matrimonio era falso. ¿Estás diciendo que estás realmente casado? Y, si es así, ¿por qué finges no estarlo ahora que estás en casa? —Carter se acercó a mí y me quitó mi bebida, bebiéndosela. Le hice una mueca mientras sacaba otro vaso y me servía otro trago.

—No, en realidad no estamos casados. Al menos, no legalmente. —Por un momento lamenté que eso fuera cierto. Quizá si hubiera concertado un matrimonio de verdad en Italia todos mis problemas ahora estarían resueltos, excepto, claro, que Ambar probablemente no quería estar casada conmigo.

—Entonces, ¿qué demonios significa, Antonio? —Carter dejó el vaso en la barra y luego se acercó a sentarse en mi sofá. Estaba claro que planeaba quedarse un rato y entrepiernacer todos los detalles.

Me terminé mi bebida, dejé el vaso y luego fui a sentarme en una de las sillas frente a él. Crucé el tobillo sobre la rodilla y me senté intentando parecer relajado, aunque por dentro me sentía total y completamente jodido.

—La verdad es que me gusta.

—Entonces, ¿esto del falso matrimonio era una excusa para escaparte y empezar una aventura? —Sacudió la cabeza como si pensara que yo era el mayor idiota del mundo.

—No. Nunca pensé en ella así antes de que hiciéramos este viaje a Europa. Simplemente, sucedió. Ella es inteligente, divertida y dulce... —Decidí omitir la parte de lo sexy que era—. Acordamos una aventura sin compromiso en Europa. De verdad pensé que cuando volviéramos lo olvidaría.

—No importa dónde ocurra, está mal —gruñí en voz baja.

—Lo sé. La verdad es que Carter, creo que me estoy enamorando de mi falsa esposa. —Ya lo había dicho. Los ojos de Carter se entrecerraron mientras me estudiaba.

—No quiero romperte las pelotas, Antonio. Si estás enamorado de ella, entonces tienes que lidiar con eso. Tienes que convertirla en tu verdadera esposa o conseguirle otro trabajo. Pero si esto es solo para pasar el rato, tienes que romper con ella. No puedes salir con tu asistente. Si solo fueras tú, a nadie le importaría, pero lo que estás haciendo puede afectarnos a todos.

Pensó que estaba siendo egoísta y supongo que lo era. No solo era egoísta por estar arriesgando el negocio y el futuro de mis hermanos y de mi abuela, también estaba siendo egoísta con Ambar al ponerla en una situación difícil. Me gustaba pensar que era un hombre mejor que eso. Que tenía un mejor control sobre mi libido y mis emociones. Pero mientras estaba sentado aquí, con todos los riesgos y problemas que conllevaba estar con Ambar arremolinándose en mi cerebro, sabiendo que Carter tenía razón y que estaba jugando con fuego y que probablemente me quemaría, no solo a mí mismo sino también a la empresa, no podía pensar en terminar las cosas con ella. No estaba seguro de cuándo o cómo había sucedido, pero ella se había convertido en algo esencial en mi vida. No solo como mi asistente, que me mantenía organizado, sino como un ser humano que le daba luz, vida y sentido a mi mundo.