Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Meses de felicidad
La semana termina y Nicolle llega a casa. Todos la reciben con abrazos y besos; se quedará por unos meses antes de volverse a ir al campamento, pero en realidad irá a infiltrarse en la Mafia irlandesa y rusa. Es un grupo unido; irá a averiguar sobre el Tártaro y qué hacen allí.
—Princesa, llegaste, no sabes lo mucho que nos hacías falta —Nicholas es el primero en abrazar a su hija.
—Tranquilo, papito, ya estoy aquí y me quedaré unos meses. Todos comienzan a celebrar. Lia abraza a su hija fuerte; ella sabe que el trabajo de su hija es muy peligroso.
—Mi pequeña, ¿creciste?, estás… diferente. Andrew, su abuelo, la observa con sus ojos entrecerrados.
—Ideas tuyas, abuelito —dice, y esta vez, su tío André la carga, su tío Enzo y sus demás familiares; ella es como un conejito al que todos quieren proteger; cada quien tiene su vida, pero de solo saber que ella vendrá, enseguida llegan a la mansión.
—Hola, familia —saluda Massimo entrando al lugar y varios colocan los ojos en blanco.
—Hola, Massimo, bienvenido —la voz irónica de Nicholas se deja oír.
—Oye, hijo… —Comienza Andrew —Sabemos que les dimos permiso de salir cuando ella llegara, pero ¿qué te parece si viajamos todos juntos así no se aburren? Habla el abuelo de la joven y él niega riendo.
—Me parece una buena idea… —dice, agradeciendo por dentro los días que pasó con su angelito, ya que ahora estarán de chaperones como siempre.
—¿Qué les parece si nos vamos a Hawái?— Proponen los gemelos.
—No, playa, no, el sol es malo —interviene Nicholas. No quiere a sus mujeres en bikini.
—Iremos a Francia, a ti te encanta —propone y todos están de acuerdo. Ese día solo disfrutan de su pequeña, se van al jardín y tienen una tarde familiar.
—Bueno, qué les parece si horneo un pastel —dice Lia y todos se miran entre sí.
—No… —habla Enzo, su hermano. —Eh… digo, mejor no, hermanita; disfruta de mi sobrina.
Los demás no aguantan las risas y es que la madre de Nicolle es malísima en la cocina. El único que se come todo es Nicholas, pero eso le pasa factura y termina en el baño por horas.
—Mejor yo cocino y te consiento a ti y a mi nenita Niki, con ese pastel de fresas y chocolate que les encanta —la sonrisa disimulada de todos se asoma. Esas mujeres son tan buenas guerreras como tan malas cocineras y es mucho decir.
—De acuerdo, entonces, ve por ese postre, cariño, te ayudo. Lia pasa sus manos por el cuello a su esposo mientras le habla.
—Bueno, mi pequeña princesa, vamos a sentarnos y así hablamos del viaje… Propone el tío Lorenzo y ella sonríe feliz. Esta es una familia tan unida; a lo largo de los años, los hermanos de Gia se han vuelto unos tíos abuelos muy consentidores, ellos adoran a sus sobrinos y sus hijos ya son hombres con más hijos.
La mansión siempre está repleta de familia y es que son muchos, aunque tienen familia y responsabilidades aparte.
Andrés y Enzo también tienen hijos, pero para todos el centro de su mundo es la pequeña Nicolle. Su personalidad es tan dulce que hay que evitar que la corrompan. Aparte, están felices porque es la primera Harrington/Giordani en no ponerse en peligro.
—¿Bonita y como te fue en el campamento, nos has extrañado? — Uno de los gemelos les hace un puchero. Éllos son menores que ella y aún así la protegen como si fueran los mayores. Ambos son idénticos, al menos en el físico; sus personalidades sí son totalmente diferentes.
El día de campo termina con el pastel de Andrew. Este hombre tan fuerte y tan imponente es un dulzón con su familia. Las risas no paran ese día y Massimo solo alcanza a tomarle la mano a su novia y a besarsela, aunque Nicolle sabe que a solas no sería muy diferente…
La joven Windsor, luego de sus primeros encuentros sexuales, fue llevada con un ginecólogo; aunque Massimo no quería planificar, él desea verla con su vientre abultado y más adorable de lo que ya es.
El viaje por fin llega y no hay lugar a dónde esta gente no vaya. Alquilan una hermosa mansión y allí se hospedan, salen a cenar a diario y pasean todo París. A Nicolle le encanta la torre Eiffel; los paseos familiares son hermosos; no hay un lugar donde no se tiren fotos.
En la torre Eiffel subían y disfrutaban de la maravillosa vista; era un lugar mágico.
Massimo aparta a su niña de todos y puede abrazarla; ella se extraña, ya que él no es de esas demostraciones, pero le provocó y ella, encantada…
—Mi amor, este lugar me vuelve un poco romántico —se rie.
—Ah sí… Eso me encanta —la sonrisa de Nicolle es genuina.
—Sí, amor, este lugar es hermoso tanto como tú; no quisiera que esto se acabara jamás, mi niña. Sus labios se encuentran y se dejan llevar por ese beso; luego dejan de hacerlo y se unen al grupo con cautela.
La dulce Nicolle observa toda la vista una vez que está en el grupo y una mano impacta contra la nuca de Massimo.
—No abuses, mocoso —espeta Andrew luego de darle un gran golpe con su mano abierta al prometido de su nieta, pero no se dan cuenta, al menos no las mujeres, ya que los hombres están muertos de risa.
Massimo se pasa la mano por el golpe y niega con su cabeza: es que esta gente es tan exasperante, pero solo cuidan de su pequeño angelito.
Todos los días era un destino a visitar diferente; luego de la torre fueron al museo del Louvre, lugar de la mona lisa y otras obras hermosas. En ese lugar Nicolle estaba absorta en cada obra; su madre, abuelas y tías estaban también muy atentas a todo; los hombres solo sonreían al verlas tan concentradas.
Fueron a la catedral de Notre Dame, un lugar muy emblemático también. Las fotos no estaban; la alegría tampoco faltaba.
—Papito, te dije que te amo —Nicolle se cuelga del cuello de su padre y este la gira.
—Y a mí, a mamá, no la amas —Nicolle se gira y abraza a su madre.
—A todos los adoro —así siguieron pasando días, semanas y meses viajando y disfrutando en familia.
Sainte Chapelle, lugar de hermosos vitrales basados en la Biblia, fue otro de los lugares. También hicieron muchas compras en los campos elíseos y el arco del triunfo. Conforme pasaba más tiempo, el palacio de Versalles, los jardines de Luxemburgo y el museo de Orsay fueron otros de los lugares en donde se veía a la maravillosa familia paseando.
Lo último que hicieron fue ir al crucero por el Sena. Observaron muchos monumentos del hermoso país desde el agua. Fue un viaje en familia único e inolvidable.