Sus sentimientos, mi más preciada posesión.
Su cuerpo, mi más grande adicción.
¿Que tipo de hombre prefieren las chicas? ¿un caballero? ¿un atrevido?, o la combianación de ambos.
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Andrew, Valeria, Carla y Marcos, tienen algo en común: una buena amistad. Cada uno tiene sus propios estándares y distintos puntos de vista, pero eso no les ha impedido fraternizar hasta forjar lazos inquebrantables. Sin embargo, esos lazos se ven vulnerados cuando surgen sentimientos más profundos e intensos que la amistad.
Esto nos lleva a una serie de dramas que viven cada uno de ellos donde deben averiguar como lidiar con la situación. Pero también deben lidiar con varios factores externos donde la tentación jugará un papel crucial.
Huir parece complicado. O a lo mejor entregarse a lo que sienten es el camino. Sea cual sea la decisión que tomen las cosas ya no serán igual.
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Capitulo 22
ANDREW.
Andrew Menéndez estaba recostado en el cabecero de su cama observando la pantalla de su celular, su pulgar derecho se deslizaba de derecha a izquierda. Diferentes mascotas se mostraban en simultáneo. El catálogo enseñaba primero, canes de todas las razas y tamaños, citaban una reseña de sus edades, gustos y recomendaciones para aquellos a los que les interesaba adoptar. A él le encantaban los perros, el amigo fiel del hombre, y un compañero que llevará a pasear. Sin embargo, pasó la última página del catálogo de perros sin optar por ninguno. Pasó a la siguiente sesión donde se mostraban gatos de todos los colores y distintos pelajes. Después de pasar página tras página vio una linda gata atigrada, su pelo era de un color gris con rayas negras, era una cachorra todavía, pero la reseña decía que ya comía croquetas y usaba el arenero sola, era muy aseada y le gustaba jugar mucho, entonces, optó por ella. Rellenó el formulario y le dio clic en la parte donde decía: adoptar.
Su teléfono emitió una notificación, leyó por encima de la barra y abrió el mensaje.
Valeria:
《¿A qué te refieres con que si puedo tener un gato?》.
^^^Andrew:^^^
^^^《¿Te gustan o no?》.^^^
Valeria:
《Sí, me gustan, pero no entiendo a que va todo esto》
^^^Andrew:^^^
^^^《Te quiero regalar una como regalo por tu cumpleaños, mañana :)》.^^^
Andrew pasó una mano por su pelo, esperando mientras ella escribía su respuesta.
Valeria:
《¡¿En serio?! Pero no sé si mamá me dejé tener una gata en casa》.
Andrew sonrió, su cara iluminada por la luz blanca y brillante proveniente de la pantalla.
^^^Andrew:^^^
^^^《No te precoupes, tu mamá me dijo que sí》.^^^
Valeria:
《¡Oh! No puedo creerlo ¿cómo lograste convencerla?》.
Sus dedos volaron por el teclado en una contestación premeditada.
^^^Andrew:^^^
^^^《Le dije que los gatos son terapéuticos, ayudan a las personas a relajarse, que era lo que necesitabas tú que últimamente has estado muy tensa》.^^^
A diferencia de los perros; un felino, aunque poco afable comparado con estos era una buena mascota, según estudios, las personas que tienen un gato en casa sufren menos de estrés, aumentan su nivel inmunológico y provocan la liberación de endorfinas, y con la intención de ayudar de alguna forma a su mejor amiga Andrew quiso regalarle un compañero peludito que ayudará a Valeria a calmarse y que no se sintiera sola en la privacidad de su cuarto.
Al minuto de haberle explicado cómo pudo convencer a su madre, recibió su respuesta. Naturalmente, estaba incrédula, pero se notaba la emoción, aunque en letras y por medio de una pantalla.
Valeria:
《¡No puedo creerlo! Amo los gatos. No puedo esperar hasta mañana, por favor, dime que ya estás en la tienda :)》.
No pudo evitar soltar una carcajada. Era notable su anhelo, algo que en cierta parte le alegro a él, que estaba pensando por varios días que regalarle en su cumpleaños, había barajado en diferentes obsequios según los gustos de ella; como un juego de acuarelas o unos auriculares inalámbricos para qué escuchará su música, pero había algo más que le gustaba a ella y que no pudo tener nunca; un gato.
^^^Andrew:^^^
^^^《Tranquila, Uvas, tu minina espera hasta mañana que abrán la tienda. Iré a primera hora.》.^^^
Sería sábado y esos días las tiendas solo trabajaban hasta medio día por lo que tendría que madrugar. Por suerte ya todo estaría zanjado, gracias a la tecnología, ahora los que querían adoptar una mascota solamente escogían al que quieren por medio de una aplicación, formularía unos documentos y luego únicamente iría a recogerlo. Todo rápido y sin demora.
Valeria:
《De acuerdo, tendré que abrazar al señor esponjoso mientras aguardo...》.
Andrew recordó la vez en la que le regaló un peluche mediano, y bastante esponjoso. Sonrío para sus adentros.
Estuvieron conversando durante una hora más aproximadamente. Hasta que uno de los dos dijo que tenía sueño. Y la medianoche les hubo nublado el pensamiento.
...***...
Se había despertado a las cuatro faltando quince minutos para las cinco, omitió el calentador para ducharse con agua bien fría que le despertase los sentidos y le quitarán la flojera matutina. Terminó de desayunar tostadas con huevos revueltos y café con leche. Se puso una chaqueta de jean y debajo una franela sencilla, pantalones vaqueros y zapatos tenis, se sentía ligero y animado. Al salir de su casa respiro la pureza del aire de la mañana, el sol veraniego comenzaba a emerger como un farol en medio de la neblina. Arrancó su moto y se dirigió a la tienda de mascotas.
Una campana pequeña sonó cuando ingreso al local avisando su llegada, un tipo flaco y despeinado lo avistó y lo saludó.
—Buenos días, estoy aquí para finiquitar la adopción de una gata— dijo cordialmente.
—Por supuesto, deme un momento mientras reviso la plataforma... OK, ¿Me regala su número de identificación y su nombre, por favor?
—Andrew Menéndez— respondió, seguido de su identificación.
El hombre que debería tener unos treinta y algo de años, carraspeó —. Y listo, el sistema me arroja el dato de que usted eligió una gata de color gris con negro.
—Sí— confirmó Andrew.
—De acuerdo, si es tan amable de seguirme por aquí— dijo el tipo de apellido Ramírez según la barra en su camisa.
Andrew acompañó a Ramírez hasta el área donde tenían a todos los animales en lo que parecían celdas, pero que al parecer estos estaban bien cuidados, a diferencia de como vivían en la calle estaba bien. Caminaron por el pasillo entre los ladridos de los perros, el olor de comida canina y a desinfectante era notable.
Llegaron hasta el área de gatos donde reconoció algunos que había visto en el catálogo. Los tenían ordenados por edades, los adultos tenían un espacio más amplio en el que estirarse, los más pequeños un espacio reducido.
—Aquí está— manifestó Ramirez.
En el frente de él estaba la gata que había visto en la aplicación. Se veía más grande que como lo vio en la pantalla y más peluda, a Valeria le encantará, había hallado el regalo perfecto para ella.
...***...
Tocó la puerta de la casa de su mejor amiga en un par de veces, y esta vez bastaron para que fuera recibido. Valeria ya estaba al pie del umbral y en su cara la intriga reflejada.
—Hola, Uvas— dijo Andrew, sonriendo de oreja a oreja.
Valeria hizo lo mismo, el rubor se hacía visible en sus cachetes, y sus pómulos altos—, hola.
Por segundos sus miradas se unieron en una sola dirección. Él se perdía en el verde de sus pupilas y su coraza —como le llamaba al blindaje de su corazón— se derretía como si fuera mantequilla. Difícil era no quedarse hipnótico ante su mirada, y que lo mirará a él con tanto fervor.
—¿P-puedo pasar?— titubeó, raramente.
—¡Claro que sí!— respondió Valeria.
Entraron a la sala de estar, y dejó sobre el suelo la canastilla en la que se encontraba la gata.
—Es para ti— dijo contento—. Feliz cumpleaños.
—¡Gracias, Andy!— contestó con aprecio sus palabras.
Y sin más, la vio hacer a un lado la perilla y quitarle el seguro, a continuación, alzó la parte de arriba y su rostro se volvió iluminado de alegría perpetua que la hacía parecer un ángel.
—¡Es hermosa!— vociferó en un grito agudo.
—El cuidador me dijo que ya come por si sola, es aseada, le gusta jugar y que...
Las palabras se quedaron cortas cuando Valeria se abalanzó sobre él para abrazarlo con vehemencia. Andrew aprovechó para estrecharla y percibir el fresco aroma frutal de su prenda. Mientras su cara se perdía en la larga cabellera de ella. Percibía el palpitar de su pecho, y temblaba como gelatina. Sus manos eran un manojo de nervios incontrolables. Solo quería abrazarla por siempre.
—Es el mejor regalo que me hayan podido dar— dijo ella en un susurro casi audible.
—Había pensado en acuarelas, pero, me acordé de esa vez en la que me dijiste que querías un gato— respondió él jugando con un mechón.
—Para nada, este fue mejor— dijo ella, con la respuesta inacabada, flotando en el aire.
—Que dicha saber que te gusté.
En sus pensamientos Andrew sopesó a que se refería con "este fue mejor" ¿sería al abrazo o al regalo? En veces anteriores lo dejaría pasar, pero ahora se encontraba tan ensimismado que solo pensaba en ella, dando lugar a un deseo irrefrenable por querer tocar su piel. Quemaba el contacto como llama en una vela y le pasaba su mano, y le aceleraba el pulso como si corriera.
Se fueron separando unos centímetros hasta volver a mirarse el uno al otro. El rubor en sus mejillas se había intensificado y a Andrew le pareció más hermosa que nunca. Estaba cumpliendo un año más, era una veinteañera ahora, y muy madura para su edad.
Las palabras se extinguieron en un momento exacto donde las miradas comenzaron a hablar por sí solas. Su vista bajaba a sus labios de forma involuntaria, le gustaba el color rojo de su boca, era un bocadillo que quería probar, pero que no podía tocar o no se atrevía.
Valeria no se quedaba corta ni perezosa, también lo veía a él con ganas, aunque cohibida. Recordó la charla con su madre y pensó en lo le dijo que era posible que ella gustará de él. Así que creyó ¿Qué pasaría si me inclinó a besarla? ¿Se dejará o se apartará?
El maullido de la gata los hizo desencantarse del hechizo mágico que los había encerrado nuevamente en una burbuja.
La pequeña felina se había salido de la canastilla y estaba caminoteando como si estuviera reconociendo el terreno.
—Creo que se sentía aburrida ahí dentro— dijo Valeria yendo tras su nueva mascota.
—Sí, también lo creo, ahora es libre. Por cierto, debes ponerle un nombre.
Valeria quedó absorta en sus pensamientos.
—¿Y qué tal, Chelsea?— dijo tras medidar un momento.
—Es hermoso.
Ella sonríe encantada, y fue a jugar con, Chelsea.
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En memoria a mi gata: Chelsea.
me encanta