Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.
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Capítulo 7
Kei Smith fue un niño con virtud para la pintura, él mismo lo había descubierto a los ocho años, cuando la maestra del salón hizo un pequeño concurso de dibujos. Él salió victorioso con un paisaje a lápiz.
Estaba extasiado de saber que tenía el talento para dedicarse a las bellas artes, así que practicaba a menudo, diversas técnicas de dibujo, con diferentes modelos. Pero pronto la decepción invadió su anhelo cuando sus padres le negaron la pintura. Su padre era un hombre de negocios que se dedicaba a la industria automotriz y quería que su hijo heredera el negocio, las artes solo eran una pérdida de tiempo y dinero.
Kei, un niño alegre se volvió taciturno y aburrido. Obedeció las órdenes de sus padres y dejó abandonado en el fondo de su cajón y de su mente, la pintura. Creció sintiendo un vacío; que ya de por sí tenía con su madre ignorándolo, a la que solo le importaba las compras; y su padre que todo el tiempo trabajaba y nunca tenía espacio para su único hijo. Y con el tiempo, ese vacío solo se hizo más grande y profundo, hasta ahogarlo.
Dejó de ser un estudiante modelo y comenzó a ser flojo, irresponsable; incluso empezó a fumar a pesar de solo tener dieciséis años, y se juntaba con otros niños problema, incluyendo a Silvain, que aunque no fumaba, era un arrogante déspota que le gustaba intimidar a muchos estudiantes. En ese tiempo eran buenos amigos, no los mejores, pero sí bastante unidos. Hasta que el mismo bastardo empezó a buscarle problemas porque las niñas que eran sus novias lo dejaban para que Kei sea el nuevo amante. Kei no era culpable que esas niñas eran mentirosas e interesadas a una edad tan joven, pero Silvain no lo creyó y la rivalidad unilateral de Silvain empezó. Cosa que le importaba poco a Kei porque no le interesaba nadie, podía acostarse con cualquier chica pero no estaba interesado en una relación más allá de la física. Sabiendo cómo era la relación de sus padres, vacía y sin sentido, no le agradaba la idea de tener alguna clase de vínculo con nadie.
Su vida aburrida y sin sentido lo estaba destruyendo, hasta que volvió a tomar el lápiz para dibujar el lirio naranja que crecía en las afueras de su casa. Le pareció llamativo, que entre tanto pavimento, ella había logrado crecer, fuerte y vivaz. Redescubrió su talento en las bellas artes, y como agua para el río seco de su alma, las emociones por la pintura volvieron a resurgir. Estaba desesperado por sacar lo que lo había estado quemando por años, que era la indiferencia de sus padres y lo poco que parecía importar en la vida de ellos. El dolor se volvió la fuente de sus inspiraciones y en la sala de artes de la escuela comenzó a pintar.
La sensación de liberación de la angustia que se escondía en lo recóndito de su alma, fue la chispa que encendió su determinación de pelear por lo que quería. Por fin, había algo que quería con desesperación, así fuese desafiar a sus padres.
Por los siguientes años practicó en la escuela, tratando de esconder el suficiente tiempo el hecho de que quería dedicarse a la pintura y refinar algunas técnicas que había aprendido a través de videos y tutoriales, quería postularse para una beca en la admisión de una escuela de arte y para eso, necesitaba mostrar lo mejor de sí en una pintura. Sin embargo, Silvain lo delató y sus padres se enteraron de sus planes de ir a una escuela de artes.
La pelea fue monumental. Jarrones rotos, muebles volcados, y el labio roto de Kei. Pero Kei ya no se dejó intimidar, decidió marcharse de su casa, si de todas formas no era más que un producto que esos dos presumían en sus reuniones sociales, no era un hijo de verdad para ellos, sino, por qué lo tenían en abandono por todo el año. Vivía solo, en una mansión decorada con lujo, completamente solo, ni siquiera los sirvientes podían apagar la frialdad de la casa.
-¡Pueden irse al infierno los dos!
Kei tomó una bolsa y metió toda la ropa que podía llevar, algunas joyas que hacía tiempo le había robado a su mamá y ni siquiera se había dado cuenta, y efectivo que estuvo reuniendo para cuando lo aceptaran en la escuela de arte, pero que ahora, se quedaría a su suerte sin poder asistir a la escuela. Cuando se asomó de nuevo en la sala, sus padres aún seguían enojados de su desplante, sin embargo, los ignoró y los pasó de largo.
-¡Si sales por esa puerta te damos por muerto! ¿Me escuchaste? ¡Por muerto!
Kei solo lo miró con resentimiento y escupió.
-Que así sea, quién quiere ser tu hijo. Ser tu hijo ha sido la mayor desgracia de mi vida.
Y se marchó, bajó la tormenta que asolaba esa tarde. Sentía su pecho en llamas, y el nudo en su garganta le apretaba tanto que dolía, pero no se permitió llorar. Se pasó el brazo por los ojos y salió hacia la tormenta que asemejaba cómo se sentía en esos momentos.
Empapado, llegó a un hotel barato para pasar la noche y luego partir a Nueva York, Manhattan, donde se concentraban algunas galerías de arte más famosas y transitadas del lugar. Su deseo refulgía aún más, que dejaba la casa de sus padres. Sabía que no sería fácil, pero no quería flaquear ante lo desconocido de su futuro
Al principio, con todo el dinero que tenía fue un poco fácil, pero rápidamente el dinero se esfumaba porque era caro, y él solo era un muchacho de dieciocho años, sin experiencia del trabajo y sin certificado de la preparatoria. Pasó muchos meses en la pobreza, trabajando dobles turnos en restaurantes de comida rápida, solo para tener para mantenerse al día, ni si quiera le sobraba para comprar pinturas, la dura realidad le estaba golpeando y fuerte, pero no desistió, no se rindió, al contrario, trabajó más duro y sin quejarse.
Después de dos años viviendo precariamente en Manhattan, al fin la vida le sonrió. Un encuentro fortuito con un pintor de renombre, lo sacó del lodo donde estaba. el pintor reconoció su talento de sus dibujos en el muelle de la ciudad. El pintor ya tenía un aprendiz que sin duda, tenía habilidades impresionantes para el Land Art, pero Kei tenía el talento para el realismo al menos con sus pocos dibujos, y estaba seguro que él llegaría más lejos si estudiaba más. Así que se lo llevó hasta Italia, donde estudio la pintura por un par de años y encontrar su corriente artística, el impresionismo y romanticismo.
En poco tiempo sus pinturas lúgubres y sombrías fueron famosas, llegando a ser reconocido por sus juegos de luces y sombras en sus paisajes. Kei era feliz. Estaba orgulloso de sí mismo porque había llegado a la cima, con lo que más apreciaba, sin la ayuda de sus padres.
Pero pronto encontró un camino nuevo de la pintura con las pinturas sensuales, que para muchos era vulgar, pero que para otros, era una forma de expresión sobre el amor físico. Y para Kei, era una forma de expresar su lujuria desmedida que no lo llenaba con nada.
Ese vacío que había creído llenar con sus logros, continuaba alojado en su pecho. Intentó llenarlo con el calor de esas mujeres sensuales y hermosas, pero la soledad lo consumía. Y no quiso verlo, se mintió que estaba bien. Y empezó a encerrarse, y sus pinturas comenzaron a retrasarse, y su casa se volvió un basurero. Estaba empezando a decaer, justo como se había burlado el otro aprendiz de su maestro, Luciano Portinari.
-Alguien que no entiende la profundidad del arte, tarde o temprano se apagará.
Se estaba apagando, la inspiración se escapaba de sus manos, el sentimiento de vacío y nostalgia lo estaban drenando y el amor que tenía por la pintura parecía una burla ante su innegable bloqueo.
Estaba perdido, ausente, desesperado, hasta que llegó esa mujer. Fue como mirar el sol, como un resplandor tan brillante, y tan cálido. Su alma seca, de nuevo vibraba, al igual que su lujuria perdida hacía tiempo. Había encontrado a su nueva musa, y también quien lo saciara en la cama.
No le importaba si la hería en el proceso porque solo le importaba que sus problemas tenían solución con su llegada.