Una noche entre los brazos de Nicolás Thompson, cambiará por completo la vida de Anna Brown.
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Aquí estoy yo.
La mujer sale mientras deja caer sus lágrimas.
La cabeza me empieza a doler, siento mareo.
— ¿Dónde está el baño? — Nicolás se acerca y me ayuda a poner en pie, nunca me había sentido tan mareada, aunque solo los últimos días he empezado a tener síntomas propios del embarazo. Al ponerme de pie, todo queda en blanco.
...***...
Pov Nicolás.
No puede ser, Anna ha perdido el conocimiento, la tomo entre mis brazos y la llevo de vuelta a la cama, pido que traigan al doctor de inmediato. Antes de que este llegue, Anna ya se mueve sobre la cama, justo cuando me siento a su lado y tomo su mano, ingresa el doctor.
— Señor Thompson, inclina un poco su cabeza en señal de saludo, no le respondo, no por mala educación, es solo que mi prioridad en este momento son Anna y nuestro hijo.
— Doctor, es mi esposa, ha perdido el conocimiento por un momento, está embarazada.
— Entiendo, ¿me permite? — Dice acercándose a Anna, quien para este momento ya se encuentra con los ojos abiertos. Me coloco de pie para que la pueda revisar.
— Señora, ¿cómo se siente en este momento?
— Tengo mareo y dolor de cabeza.
— ¿Ya se ha hecho algún chequeo o empezó el control prenatal? — Anna, me mira.
— Aún no, apenas nos enteramos — Respondo por ella.
— De acuerdo, la voy a revisar. — El doctor, le toma la presión y luego de su maletín saca un estetoscopio, con el cual mide sus pulsaciones. — A simple vista todo está en orden, lo más probable es que solo sean síntomas normales del embarazo. Pero sugiero que una vez lleguemos a los Ángeles, se ponga de inmediato en manos de un profesional para que le ordene todos los estudios pertinentes, no queremos sorpresas. Por el momento le recetaré unas vitaminas y calcio, que una vez en tierra podrá conseguir. — El hombre toma un papel, escribe la fórmula médica y me la entrega. Le tiendo la mano y le doy las gracias.
— Señora Anna, guarde reposo y por precaución, aunque estos síntomas suelen ser pasajeros y por lo general solo tardan el primer trimestre, será mejor que no conduzca ningún tipo de vehículo, además, de ser posible trate de tener compañía la mayor parte del tiempo. Ya enviaré a alguien con un analgésico leve para el dolor de cabeza, como comprenderá en su estado no puedo recetar algo fuerte.
— Entiendo, muchas gracias. — Responde Anna.
Luego de que el doctor sale, alguien trae el analgésico, cierro la puerta y Anna lo toma.
— ¿Te sientes mejor?
— Aún me duele la cabeza, ¿Podrías dejarme sola?
— Acabas de escuchar al doctor, no debes estarlo. Si quieres vuelve a dormir.
— ¿Para encontrar un cuarteto cuando despierte?
— Lo siento, no lo vi venir, ella me tomó por sorpresa e inmediatamente despertaste, no pasó nada.
— No es de mi incumbencia, puedes hacer lo que quieras, pero preferiría que no lo hagas frente a mí.
— Mírame. — Tomo su cara y la obligo a mirarme. — Eres mi esposa, quiero que siga siendo así, pero no puedo obligarte, Anna, soy un hombre de compromisos y si digo que estaremos bien, es porque voy a hacer hasta lo imposible porque así sea, lo único que en este momento me puede alejar de ti, es que digas que tú no lo deseas, porque jamás voy a forzar algo entre los dos.
Anna, ¿Quieres intentarlo? — Solo me abraza con fuerza y hunde su rostro en mi pecho.
— Tengo miedo... Me siento sola — Dice mientras llora, y la entiendo, no debe ser fácil sentir que su familia la abandonó a su suerte y enterarse de que está embarazada con solo veinte años.
— Ya no lo estás, aquí estoy yo.
— Tú no me amas.
— ¿Recuerdas aquella noche en las Vegas?, dijiste que serías mi perdición.
— Lo recuerdo.
— Empiezo a creer que lo serás. — Se aferra más a mi cuerpo. Levanto su rostro nuevamente, tomo sus labios entre los míos, los beso lentamente, es algo que me sorprende, cuando deseo a una mujer solo quiero ser rudo y tomarla, pero Anna es distinta, por primera vez siento miedo de no ser lo que desea, quiero cuidarla, que se sienta fuerte a mi lado, y es curioso, porque a pesar de su estado de vulnerabilidad, es una de las mujeres más fuertes que conozco. Saboreo su boca y cada espacio de ella con mi lengua, es exquisita, ella enreda ambos brazos alrededor de mi cuello, y yo la acomodo sobre la cama, mi cuerpo sobre el suyo, es perfecta para mí.—
— ¿Podemos ir despacio? — Pregunta separando su boca un poco de la mía, asiento con la cabeza rozando nuestras narices.
— ¿Eso quiere decir que lo vamos a intentar?
— Sí, me gustaría. — No puedo evitar sonreír.
— No te vas a arrepentir. — Me acuesto a su lado y nos quedamos en silencio con nuestras manos entrelazadas.
— Anna, debes comer algo.
— No tengo hambre. — Hace un puchero.
— Aun así debes comer algo, hazlo por el bebé.
— De acuerdo, pero que no se acerque a mí esa mujer.
— De mi cuenta corre que no se vuelva a cruzar en tu camino.
— ¿Tienes o tuviste algo con ella?
— Anna, no he sido un santo. — Suspiro de manera pesada. — Fue solo una vez, y no volverá a suceder.
— ¿Han sido muchas mujeres?
— No tantas.
— ¿Cuántas?
— Perdí la cuenta luego del millón.
— Tonto.
— Tú fuiste la primera.
— Jajajajaja
— ¿Alguna vez te han dicho que ríes como bruja? — Me mira molesta y la vuelvo a besar. — No sabes cuánto te deseo, Anna Thompson.
— ¿Thompson?
— Sí, Thompson, ese es mi sello de pertenencia.
— ¿A quién te referías cuando hablabas de tu "novia"? — Cambia el tema.
— No te preocupes, lo arreglaré.
— No quiero ser la tercera en esta historia.
— ¿Bromeas?, eres mi esposa.
— No somos un matrimonio convencional.
— Eso lo podemos arreglar, podemos tener citas, darnos muchos besos, — La beso — Caricias, — acarició su rostro — Y mucho, mucho sex...
— Despacio, recuerda.
— Está bien, está bien.
Me comunico con el chef y pido algo de comer para ambos, luego de comer, Anna saca un libro que guarda en su maleta y se concentra en el. Yo vuelvo a trabajar desde mi portátil, transcurren unas tres horas y aun faltan al rededor de tres más para llegar a los Ángeles. Dejo el portátil de lado, vuelvo a la cama junto a Anna, le quito el libro de las manos y nos acostamos juntos, la abrazo, acaricio su cabello hasta ver que se queda dormida, luego hago lo mismo.
— Señor, estamos a punto de aterrizar, avisa Dante, al otro lado de la puerta.
— Ya salimos.
En este momento estamos en el aeropuerto, por problemas en la pista de que habitualmente usamos, debimos llegar aquí.
Una vez fuera del aeropuerto, nos esperan mi equipo de seguridad ya listo para partir.
Anna, viene un par de pasos tras de mí revisando su celular.
Sorpresivamente, Veo a Maritza, quien sin darme tiempo de reacción, se lanza sobre mí uniendo sus labios a los míos. Trato de alejarla, pero se aferra más a mí. Mientras la alejo, dirijo mi mirada a Anna, quien niega con la cabeza y deja ver la decepción en su mirada.