Ava Becker nunca imaginó que cumplir su sueño de ser modelo la llevaría a un mundo de luces y sombras. Dulce, hermosa y con una figura curvy que desafía los cánones de la moda, logró convertirse en la musa de Aurora Lobo, la diseñadora más influyente de Italia. Sin embargo, detrás de las pasarelas y los reflectores, Ava sigue luchando contra sus inseguridades y el eco de las voces que siempre le dijeron que no era suficiente.
Massimo Di Matteo, miembro de la mafia italiana, jamás creyó en el amor a primera vista. Rodeado de mujeres perfectamente delgadas y dispuestas a todo por tenerlo, su vida parecía marcada por el poder, el control y el deseo superficial. Hasta que la ve a ella. Una mirada basta para romper todos sus estándares y derrumbar cada una de sus certezas: Ava no es como las demás… y justamente por eso, la quiere para sí.
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Respuesta.
Massimo Di Matteo ❤️🔥
Florencia queda atrás, envuelta en la neblina suave de la mañana, mientras conduzco por la autopista hacia Milán.
Tres horas y media de camino. Tres horas y media donde mi mente no ha hecho otra cosa que pensar en ella.
Ava Becker, la gordita hermosa y perfecta que me tiene vuelto loco.
Juro que nunca había esperado tanto una llamada como la de ella.
Yo, Massimo Di Matteo, que siempre he sido el que hace esperar, el que elige, el que se cansa rápido… ahora soy el idiota que mira el celular cada diez segundos, esperando ver su nombre en pantalla.
Ni siquiera sé si va a aceptar la cita, pero me gusta pensar que sí. Me gusta creer que la intrigo, que me piensa aunque sea un poco.
El paisaje avanza ante mis ojos: campos dorados, colinas lejanas, el reflejo de los rayos de sol en el parabrisas.
El rugido del motor me calma, pero no logra apagar esa ansiedad que llevo dentro.
Cuando por fin llego a Milán, son casi las once. Me dirijo directo a la Casa de Moda, propiedad de mi prima Aurora.
Su secretaria me anuncia apenas cruzo la puerta, y en pocos minutos, Aurora aparece en el vestíbulo con esa elegancia innata que la caracteriza. Su porte es impecable, su perfume, inconfundible.
—Massimo Di Matteo, qué milagro verte por aquí —dice con esa sonrisa felina que siempre me saca una carcajada.
—Culpa mía, lo sé. He estado demasiado metido en la naviera. Pero necesitaba venir —respondo mientras le doy un beso en la mejilla.
—Eso suena sospechoso. ¿Qué te trae a mi imperio de belleza, telas y luces?
Nos sentamos en su oficina, rodeados de bocetos, telas y el aroma del café recién hecho.
Intento sonar casual, pero no lo logro.
—¿Cómo van las cosas? —pregunto mientras tomo la taza que me ofrece su secretaria.
—De maravilla. Las ventas están por los cielos y todos hablan de nuestra nueva estrella… Ava Becker.
Mi nombre favorito en su boca.
Sonrío sin poder evitarlo.
—No me sorprende. Esa mujer es… impresionante. Tiene una forma de caminar que roba el aire, y cuando sube a la pasarela, no hay nadie más. Es bella, elegante… distinta y perfecta.
Aurora me observa en silencio unos segundos, con esa mirada que me conoce desde niño, y arquea una ceja.
—¿Eso lo dices como un crítico de moda o como un hombre enamorado?
Suelto una risa breve, más nerviosa de lo que quisiera admitir.
—Digamos que… como un hombre que está cautivado.
Ella deja la taza en la mesa y cruza los brazos.
—Massimo, escúchame bien. Ava no es como las mujeres que sueles frecuentar. Es dulce, sensible y… bastante inocente en ciertos aspectos. Si no estás buscando algo serio, aléjate de ella. No quiero verla lastimada.
—Sé lo que hago, Aurora. —Le sostengo la mirada con serenidad—. No voy a hacerle daño.
—Eso espero. —Suspira y cambia de tema, pero su mirada se mantiene alerta—. Ahora dime, ¿a qué debo el honor de tenerte por aquí?
—Necesito que me acompañes a ver un piso. Voy a mudarme a Milán. Bueno… a dividir mi tiempo entre Florencia y aquí.
—¿De verdad? —pregunta con una sonrisa que mezcla curiosidad y burla—. Qué coincidencia… justo donde vive Ava Becker.
—No niego que me gusta la ciudad —respondo, ocultando mi sonrisa tras el borde de la taza.
Aurora ríe.
—Eres tan transparente como cuando te robabas los dulces de la tía Angélica. Vamos, te acompaño.
Salimos de la casa de moda en mi Maserati. Detrás de nosotros, los autos de seguridad —las escoltas femeninas de Aurora y mis hombres— nos siguen a corta distancia.
Recorremos la avenida principal de Milán hasta llegar a una zona exclusiva, llena de edificios modernos con ventanales que se abren hacia el cielo.
Visitamos varios pisos. Aurora opina con ese ojo crítico suyo, pero el primero que vemos me gana por completo.
Tres habitaciones, un despacho, una terraza amplia con vista al Duomo, gimnasio privado, una cocina moderna con mármol negro.
Luz natural, silencio, espacio. Perfecto.
—Este es el indicado —le digo.
Aurora asiente.
—Tiene tu sello. Elegante, frío y con vistas al poder.
Reímos los dos.
Firmo los papeles sin pensarlo demasiado.
Cuando salimos, Aurora revisa el reloj.
—Te dejo aquí. Tengo unas diligencias que hacer. Mi chofer ya viene.
—De acuerdo. Gracias, prima.
—Massimo —me llama justo antes de irse—. Te lo repito: si solo buscas una aventura, no te metas con Ava. Los Becker y los Lobo no se toman bien esas cosas.
—No planeo lastimarla —le respondo con honestidad.
Ella me observa, duda un instante, pero finalmente sonríe.
—Eso espero. Buena suerte, cuore di pietra.
Cuando su auto se pierde entre el tráfico, subo al nuevo piso. Mis hombres ya están trayendo algunas de mis cosas.
La vista desde la terraza es magnífica: Milán se extiende ante mí, vibrante, viva.
Pero lo único que quiero ver ahora… es su nombre en mi pantalla.
Llamo a recepción y pido que me asignen una empleada de limpieza, de entrada por salida, mayor de cuarenta años. No quiero distracciones innecesarias.
En media hora, dicen. Perfecto.
Intento concentrarme en el trabajo. Abro la laptop, reviso informes, busco nuevos rastros de Niklas, pero mi mente no responde.
Todo se vuelve borroso cuando pienso en ella.
En su mirada. En su voz. En cómo apretaba los labios para no sonreír cuando me respondía con sarcasmo.
De repente, el sonido del teléfono corta el silencio.
Tomo el celular, y cuando leo el mensaje, una sonrisa me cruza el rostro de inmediato.
Número desconocido.
Pero no necesito ver el nombre para saber quién es.
> “Hola, Massimo. Confirmo la invitación para mañana. Prefiero cena y luego… tal vez bailar. – Ava.”
Me apoyo en el escritorio y dejo escapar una carcajada suave.
El corazón me late fuerte, como si tuviera dieciocho años otra vez.
Tecleo una respuesta antes de pensarlo dos veces:
> “Perfecto, Stellina. A las ocho en punto pasaré por ti. Prepárate para una noche inolvidable.”
Minutos después, ella responde solo con la dirección.
Eso basta.
Podría haberla conseguido fácilmente por mis contactos, pero quería que fuera ella quien me buscara. No por poder, sino por respeto.
Cierro la laptop, camino hasta la habitación y abro mi maleta.
Reviso trajes, camisas, relojes… como si nada fuera suficiente.
Por primera vez en años, me siento nervioso por una cita.
Y me gusta.
Me gusta porque ella no es una conquista.
Es un desafío.
Uno que podría valer la pena.
Miro el reflejo de la ciudad desde el ventanal, mientras el cielo de Milán se tiñe de naranja.
Pienso en ella. En cómo sonríe sin darse cuenta. En cómo me mira con recelo, pero sin poder disimular la curiosidad.
Y sé, con absoluta certeza, que esta vez… no pienso rendirme.
Yo pienso que Bastian necesita un empujoncito, para que se decida por Aurora 🤔
Me encantó 💕