Destruiré A La Santa

El día avanzó sin nada destacable y, como era costumbre, Ember terminó refugiada en la biblioteca. Frente a ella flotaba el panel del sistema, brillando con una calma irritante.

Notificación:

Encuentro importante con la protagonista para iniciar la historia.

Advertencia:

El incumplimiento será castigado.

Ember apretó los dientes.

—El libro quiere arrastrarme al inicio de la trama —murmuró, golpeando el panel con el dedo—. Todavía no puedo actuar como la villana. Necesito tiempo.

—¿de tiempo cuánto hablamos? —preguntó Isha, sentada con total descaro sobre un libro abierto, balanceando la cola.

Ember la miró de reojo.

—Es cierto… tú vienes de parte del sistema. Eres como mi ayudante.

—Guía a largo plazo —corrigió Isha, seca—. Y sigues sin responder.

—Tranquila —dijo Ember, pensativa—. El tiempo podría ser de…

—Habla rápido antes de que me arrepienta de escucharte —gruñó Isha, ya de mal humor.

Ember alzó la vista, completamente seria.

—Cinco años.

El silencio fue inmediato.

—¿¡QUÉ!? —Isha se erizó por completo, con el pelaje de punta—. ¿Cinco años? ¿Estás fuera de tu mente?

—Quiero enfrentar a Katy cuando ya sea la santa —dijo Ember mientras deslizaba varios libros dentro de su bolso—. Y no solo a ella. Quiero enfrentar también a los héroes. A todos. Para eso necesito tiempo, fuerza y cero improvisaciones. Si voy a caer, será como una villana de primer nivel.

Isha se incorporó del libro con un suspiro cansado.

—Ya existe alguien destinado a hacer eso. El Rey Demonio.

Ember se detuvo y la miró, completamente seria.

—El Rey Demonio se enamora de la protagonista, se vuelve blando y no mata a ningún héroe —dijo sin emoción—. Yo no pienso hacer eso.

Isha guardó silencio un segundo. Luego suspiró, resignada, y abrió un pequeño portal que chisporroteó en el aire.

—Hablaré con el sistema —dijo—. No prometo nada.

Ember cerró su bolso con calma, una sonrisa peligrosa asomando en su rostro.

—Ember, por fin te encontramos. De verdad eres difícil de localizar —dijo Daniel apareciendo de la nada, con Lily apenas un paso detrás.

Ember levantó la mirada del libro, alerta por reflejo.

¿Habrá visto a Isha? pensó, recorriendo el lugar con los ojos sin mover la cabeza.

—¿Por qué te encierras siempre aquí? —Daniel no esperó respuesta—. Vamos, sal de tu cueva un rato.

Antes de que pudiera negarse, la tomó del brazo y la arrastró fuera del aula vacía.

—Sí… no vieron nada —murmuró Ember, con una mezcla de decepción y alivio.

En el camino, Daniel regañó a Ember sin parar, como una madre cansada reprendiendo a su hijo antisocial. Ember apenas lo escuchaba.

Cuando llegaron al segundo patio de la escuela, se detuvo en seco. Era mucho más grande y hermoso que el que solía frecuentar. Había bancas con mesas ocupadas por estudiantes estudiando bajo la sombra de los árboles, flores bien cuidadas y grupos practicando hechizos vistosos que iluminaban el aire con destellos de colores.

—Es hermoso… —susurró Ember sin darse cuenta.

—¿Eso te parece fascinante? —Daniel alzó una ceja—. Llevas tres años en este colegio y te sorprendes por algo así.

Ember no respondió.

—A veces pienso que eres otra persona —añadió Daniel, medio en broma, medio en serio.

Caminaron hacia unas bancas apartadas, pero un grupo de chicos llamó a Daniel desde lejos.

—Luego vuelvo, chicas —dijo, alejándose con calma.

Ember y Lily avanzaron en silencio hasta una banca. Entonces, una chica se tropezó con Ember y cayó al suelo… solo ella, como si el tropiezo hubiese sido ensayado.

—Discúlpame —dijo la chica.

Por impulso, Ember extendió la mano para ayudarla, pero se detuvo al reconocerla.

Katy.

Ember retiró la mano de inmediato. Antes de que pudiera decir algo, dos chicas se apresuraron a ayudar a Katy a levantarse.

—¡Señorita Katy! —exclamaron alarmadas—. ¿Está bien?

Sin esperar respuesta, se colocaron frente a ella como un escudo humano.

—¿Qué le pasa, señorita Ember? —le gritaron—. ¿Por qué empujó a la señorita Katy?

—Sus celos son demasiado evidentes —añadió otra con desprecio.

—Chicas, no fue culpa de la señorita Ember —intervino Katy con voz dulce—. Fue un accidente.

—Señorita Katy es demasiado amable —replicó una de ellas—, pero sabemos que fue a propósito.

Lily dio un paso al frente, temblando, y se colocó frente a Ember.

—Eso no es verdad —dijo—. Fue un accidente.

—¿Lily? ¿Por qué la defiendes? —preguntaron con incredulidad.

Lily abrió la boca para responder, pero Ember la detuvo con un gesto.

—Es verdad —dijo Ember con frialdad—. Yo la empujé.

Sin mirar atrás, tomó a Lily de la mano y empezó a alejarse.

—Tú no te irás tan fácil —dijo una de las chicas, sujetándola del hombro.

Ember giró apenas la cabeza y la miró de reojo. Su mirada era tan fría y peligrosa que la chica soltó la mano de inmediato.

—Aléjate —dijo Ember con voz baja—. Y no me vuelvas a tocar.

La chica dio un paso atrás, pálida.

Ember siguió caminando, llevándose a Lily de la mano, sin darse cuenta de que aún la sostenía.