La Bruja De Arendelle

SCARLETT

No nada peor que sentir que la confianza que depositaste en alguien se esfuma con el viento. Ahora comprendía por qué Damon no quería que viera a esa mujer... él no quería que supiera la verdad de nosotros de hace cien años.

No recordaba nada, absolutamente nada. El dolor dentro de mi corazón era evidente, no me dolía el hecho de que él quisiera protegerme lo que dolía era que... me viera como una herramienta, un instrumento, alguien a quien pudiera usar para vengarse de la Tribu Luna Sangrienta.

Necesitaba saber sí él me había aceptado en su Manada porque deseaba vengarse, necesitaba saberlo. Llegué a la habitación en la que dormía y entonces por un momento estaba muy decidida a irme, pero preferí ir a confrontarlo.

Fui hacia la puerta y entonces allí estaba él...

—¿Por qué fuiste a ver a esa mujer?—Me preguntó enojado y a la vez decepcionado.

—Necesitaba saber la verdad...

—¿Sobre qué? ¡¿No te das cuenta de que esa maldita mujer quiso matarte?!—Gritó desesperado.

—Quería saber qué era lo que la Tribu Luna Sangrienta quería conmigo al verme muerta. Y sinceramente que bueno que lo hice. Porque ahora mismo me dirás lo que necesito saber.

—¿No te das cuenta de que esa mujer fue enviada por el enemigo?—Me preguntó molesto.

—Sí, soy consciente de ello. Sin embargo... necesitaba ir y obtuve mis respuestas. Pero... hay algo que necesito saber y quiero que me lo diga... así que por favor sea honesto—. Suspiró pesadamente resignado.

—Está bien, dilo.

—¿Me aceptó en su Manada porque quiere vengarse de la Tribu Luna Sangrienta por lo que pasó hace cien años?—Desvió la mirada hacia otra parte.—¿Solo soy una herramienta, un instrumento para vengarse de esa gente?—No decía nada.—¡¡RESPONDE!!—Se sobresaltó.

—En un inicio pensé en ganarme tu confianza y después decirte la verdad sobre por qué decidí dejarte quedar aquí. Creí que lo mejor era no decirte nada, sin embargo; con el incidente de esa mujer hizo que mis planes se fueran abajo—. Confesó llorando.—No quise que esto llegara a este punto, pero ahora te digo la verdad y nada más que la verdad.

—No estás respondiendo mi pregunta—. Dije molesta.—Dime la VERDAD.

—No puedo mentirte... Estaba decidido a que ambos nos vengáramos, es cierto—. Finalmente, lo había admitido.—Sin embargo... me di cuenta de que no podía hacerte esto. Así que decidí callar—. En ese momento solo pensaba en que ya no deseaba estar ni un minuto más en la misma habitación que él.

—Eres despreciable... le doy gracias a la Diosa Luna por haberme borrado los recuerdos, porque de lo contrario... no sé qué carajos haría en este momento, pero sé que no llegaría algo tan bajo como tomar venganza hacia gente que no vale la pena, además... la Tribu Luna Sangrienta la está pasando muy mal y estoy segura de que lo sabes. ¿O estoy equivocada?—No dijo nada.—Bien, entonces me voy al bosque, viviré allí hasta que se cumpla el plazo de un año, después de eso me iré y ya nunca más volverás a verme—. Advertí sin más.

—No, no puedes irte—. Me tomó del brazo con firmeza.—Por favor, no te vayas—. Suspiré mirando el suelo pensando en que era absurdo que me suplicara. Era patético.

—Es difícil tener que decidir entre lo que quiero como bruja a lo que deseo como mujer. Porque básicamente es lo mismo que he deseado durante toda mi vida. Ser libre y por lo visto... no he podido ni tan siquiera imaginar que descubriría la verdad sobre lo sucedido hace cien años.

Y realmente no puedo decir nada porque no lo recuerdo. Ni siquiera sé qué carajos siento por ti... pero sé que no es amor, ni tampoco odio, sino más bien... estoy decepcionada—. Había dicho la verdad y sinceramente me estaba arrepintiendo de haberlo hecho.

—Sé que no comenzamos bien, pero por favor permíteme que te lo compense—. En serio que los licántropos no entienden, son muy molestos y persistentes.

—Eres muy molesto...—Dije sin importarme nada.

Pero para él eso fue un insulto de mi parte y, en cambio, me tomó de la cintura, me atrajo hacia él. Nos miramos mutuamente, estábamos muy cerca el uno del otro, mi corazón latía con tanta fuerza y con locura, sentía que mi corazón iba a salirse de mi pecho.

—Vaya... a pesar de que han pasado tantos años, sigues siendo la misma mujer que conocí...—Me tomó por detrás del cuello y me plantó un beso en los labios, no supe qué hacer en ese momento. Me quedé inmóvil.

Ese beso me era tan irreal pero a la vez tan conocido ese sabor y textura suave de sus labios. Sin pensarlo tanto me dejé llevar por el calor del momento.

Me levantó del suelo sujetándome de las piernas, haciendo que me sujetara de su cintura. Jadeo en mi boca al sentirme sostenerme de su cintura.

Me estampó contra la pared, mientras nos estábamos besando. No dudó en abrir mi pantalón de la cremallera, metió la mano adentro y sentí enseguida sus dos dedos dentro de mi vagina, me sobresalté rompiendo el beso, pero el placer era tal que no me importó en absoluto, entonces me acerqué a su cuello y comencé a besarlo y lamerlo haciendo que jadeara y echase la cabeza hacia atrás dándome más espacio.

Dejé de besar su cuello al sentir otro dedo en mi interior, se sentía tan bien, pero a la vez esa sensación era muy conocida para mí. Sin embargo, me enfoqué en sostenerme de sus hombros y no caerme, entonces sin esperarlo me quitó el pantalón y la camiseta dejándome en ropa interior y por lo excitada que estaba no dudé en quitarle también la ropa, pero por la desesperación se la quité con magia.

Nos miramos nuevamente y entonces nos dirigimos a la cama, ahí comenzó el verdadero espectáculo. Nos besamos con suma desesperación como si hubiésemos pasado siglos sin tocarnos, siglos sin sentir el calor del uno del otro.

Sus besos comenzaban desde mi mejilla y terminaban en mi abdomen, bajó aún más, me miró pidiéndome permiso y asentí. Su lengua estaba en mi interior, era tal el placer que sentía que grité tan fuerte que en ese momento supe que todos me habían escuchado.

Sacó la lengua de mi interior y subió dándome besos desde mi abdomen hasta llegar a mi cuello, el cual beso nuevamente sin parar y sin esperarlo introdujo su paquete dentro de mi interior, grité nuevamente agarrando con fuerza las sábanas.

Entonces salió de dentro mío y tomé la inicial de ponerme encima de él, comencé depositando besos húmedos en su cuello, pecho, y abdomen, no lo pensé y besé su pene y lamí un par de veces hasta hacer que se corriera y oírlo gemir de esa forma fue satisfactorio, lo torture por unos minutos que para él fueron una eternidad.

Me tomó de la cabeza y me puso encima de él, y dijo:

—Montame—. Dijo con voz ronca.

Me puse a horcajadas sobre él e introduje su paquete dentro de mí, movía las caderas al mismo ritmo en que lo estaba haciendo, nuestros gemidos estaban al unísono, a la par.

Finalmente, terminamos por corrernos al mismo tiempo, salí de su interior al verlo satisfecho y yo también.

Me dejé caer en la cama junto a él y nuestras respiraciones estaban algo aceleradas pero no importaba. Nos miramos un momento y después el sueño me venció.

Luego de un rato me desperté al sentir un intenso dolor de cabeza, me senté de golpe en la cama, me estaba sosteniendo la cabeza en un intento de amortiguar el dolor, pero no fue suficiente y entonces un recuerdo o más bien varios se hicieron presentes en mi mente.

Uno era de mí llegando por primera vez a Arendelle pero no en esta época sino en otra. En la que el Rey Alfa era el abuelo de Damon. Y el otro era de mí también, pero estaba esposada a una mesa, siendo juzgada. Pero... ¿Por qué?

¿Será porque maté a ese hechicero? Era muy probable y eso me hizo darme cuenta de que esa mujer que quiso matarme tenía razón, no estaba mintiendo como había pensado en un principio.

—¿Estás bien?—Me preguntó Damon preocupado.

—Estoy bien, solo tuve un fuerte dolor de cabeza. Dime una cosa... ¿Qué pasó el día que fui juzgada?—Me miró con deseos de llorar y de gritar.—Por favor, necesito saberlo. Acabo de recordar algunas cosas del pasado—. Le confesé y eso hizo que me dijera la verdad.

Me abrazó y tomé su mano tratando de evitar que su enojo lo cegara por completo.

Me dijo la verdad y me contó todo, al principio le costó trabajo porque su lobo interior intentó tomar el control un par de veces, al final logré calmarlos a ambos con un solo poner mi mano en su mejilla. Era cierto lo que decían sobre los Alfas, es fácil calmarlos con solo poner una mano en una de sus mejillas.

—¿Qué pasó después?

—Te llevé lejos y te enterré en el mausoleo de las Reinas Lunas. Desde entonces no he dejado de visitar tu tumba—. Me dijo con la voz entrecortada.

—Jamás, me iré. Lo prometo.—Nos dejamos caer en la cama luego de decir eso, me abrazó con fuerza y no me soltó durante toda la mañana y gran parte de la tarde.

Ni siquiera llegué a comprender el cómo algo tan simple como enamorarse de alguien que es tu Mate complica en más de una forma tu vida, hasta el punto de provocar muertes innecesarias.