Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Amargo adiós
Mauro
–Llegaste pronto –es lo primero que digo cuando entro a mi oficina y me encuentro a Vanity sentada sobre mi escritorio, envuelta en un hermoso vestido, que realza cada uno de sus atributos.
Sus labios se elevan en una sonrisa. –Podría haberme quedado hasta el próximo desfile, pero no pude hacerlo. Necesitaba verte.
–Vanity, tenemos que hablar –digo.
–Oh, yo también tengo que hablar contigo –devuelve antes de bajarse de mi escritorio de un brinco y tirarse a mis brazos. Me envuelve con todo su cuerpo y sus dedos se enredan en mi cabello–. Creo que estoy lista, Mauro.
–¿Lista?
–Lista para más –me aclara–. Hasta ahora lo nuestro ha sido un romance sin restricciones, sin reglas. Ha sido divertido y el sexo ha sido maravilloso. Pensé que lo que teníamos era suficiente, pero no lo es. Estoy lista para más.
–¿Más?
–Sí. Pensé que mi carrera era lo más importante en mi vida, pero estos días en París me hicieron darme cuenta de que estaba equivocada. Tú eres lo más importante en mi vida –dice mientras su mano acaricia mi mejilla–. No me importaría tener que renunciar a todo si la recompensa es estar a tu lado.
Tomo las manos de Vanity y me separo de ella.
–¿Qué pasa? ¿Dije algo malo? –pregunta preocupada.
–Las cosas cambiaron.
Su ceño se arruga. –No entiendo –susurra–. Las cosas estaban perfectamente bien hace unos días.
–Siéntate –le pido con cortesía.
–¡No quiero sentarme! –exclama asustada–. Dime qué está pasando.
–Conocí a alguien –digo y me doy cuenta de que no es verdad–. En realidad, ya la conocía de antes. Mucho antes que tú aparecieras en mi vida.
Sus ojos se cristalizan con lágrimas sin derramar. –Si la conocías de antes… ¿ella estaba en tu cabeza cuando estabas conmigo?
–No –respondo de inmediato, pero me doy cuenta de que es otra mentira–. Ella ha estado en mi cabeza desde el primer día que la vi, pero pensé que no…
–¿Cuándo estabas en la cama conmigo también estaba en tu cabeza?
–¡No! –digo, pero tampoco es verdad. Venecia ha estado siempre en mi cabeza, como una molesta pulga en el oído.
–Pensé que yo era lo que querías –susurra mirando el suelo.
Me siento incomodo cuando lagrimas caen de sus ojos al mármol.
–Lo siento.
Se ríe y luego seca sus lágrimas. –Esa mujer… ¿puedo saber quién es?
–¿Por qué quieres saberlo? –pregunto confundido. No veo qué utilidad puede tener para Vanity saber que esa mujer es Venecia.
–Quiero entender –susurra antes de acercase a mí y tomar mi rostro entre sus manos–. Quiero saber que tiene ella que yo no tenga. Quiero saber por qué es tan fácil para ti decirle adiós a lo nuestro.
–No es fácil, Vanity.
–Tampoco es tan difícil –replica–. No cuando la mujer de tus sueños, la misma mujer que siempre ha estado en tu cabeza, está esperándote. –Sacude su cabeza–. Qué tonta, ¿no lo crees? Yo venía dispuesta a empezar una vida contigo a dejarme llevar por todas las cosas que siento, pero tú ya estás lejos –agrega abrazándose así misma–. Podría tratar de correr y alcanzarte, pero sé que será en vano. Tu corazón ya no está aquí.
–Mi corazón nunca ha estado aquí, Vanity –digo y jadea como si la hubiese golpeado, lo que me hace sentir el hombre más miserable de todos–. Pensé que lo estaba. Me obligué a dejar ir a Venecia e intentar quererte, pero no pude hacerlo.
–¿Venecia? –pregunta con un hilo de voz–. ¿La mujer que me robó tu corazón es la misma chica que dijiste que era una caprichosa insoportable? ¿La misma mujer de la que te quejaste por días?
Mierda.
–Vanity…
–¡Respóndeme! Me merezco la verdad, Mauro.
–Sí, es ella.
Se gira, dándome la espalda cuando su cuerpo se rompe en sollozos. Nunca había tenido una relación y creo que es por esto. Lastimar a una mujer tan buena como Vanity se siente muy mal.
Coloco mi mano en su hombro, pero se sacude como si le hubiera dado la corriente.
–¡No me toques! –sisea.
–Dime qué puedo hacer por ti, Vanity. Quizá hay algo que quieras y no puedas comprarte… Me haría sentir muy bien poder regalarte algo.
–¡No quiero nada de ti!
–Por favor. Siempre te gustaron los autos deportivos… o quizá un departamento en la ciudad que quieras, o dinero para comenzar un negocio.
Se gira y sus ojos, que siempre han sido cálidos, ahora lucen apagados y dolidos.
–¿Eso es lo que crees de mí? –pregunta mientras lágrimas caen por sus mejillas–. ¿Crees que estaba contigo por el dinero?
–No, pero es lo correcto. Déjame recompensarte.
Una risa fría brota de su garganta. –¿Así crees que es el amor? ¿Crees que puedes ponerle un precio a mis sentimientos? ¿Es eso?
–¡No! –digo–. Pero es lo que hago. Todas siempre quieren dinero. Mi madre, sin ir más lejos…–callo cuando me doy cuenta de que Vanity tiene razón–. Tienes razón. Lo siento.
–Pensé que eras mejor que esto. Nos merecíamos algo mejor que este amargo adiós, pero imagino que todavía no sabes amar, no realmente. El dinero no lo es todo en esta vida, Mauro, y espero que esa chica lo entienda. Odiaría saber que solo te está usando por tu dinero.
–Venecia no es así –susurro.
–Me alegro –dice y se obliga a sonreír–. Mereces a alguien a tu lado que te quiera a ti por las razones correctas. Espero que Venecia pueda hacerlo.
Yo también lo espero, pienso mientras veo a la mujer frente a mis ojos luchar por componerse.
–Envía mis cosas a mi departamento en Barcelona por correo –pide antes de tomar su cartera.
–Vanity…–la llamo cuando está a punto de salir–. Lo siento. Si te hace sentir mejor, extrañaré tu compañía.
–No lo hace, pero gracias por intentarlo. Yo también extrañaré tu compañía –susurra antes de salir y dejarme solo.
Decir adiós duele.
Mi corazón se acelera cuando pienso en la posibilidad de tener que decirle adiós a Venecia.
Me siento sobre el escritorio y jadeo cuando el dolor avanza por todo mi cuerpo.
Ahora lo sé. Perder a Venecia acabará conmigo.
😍