Elizabeth trabaja como la asistente ejecutiva de Alexander, el CEO de una empresa muy importante. Él, es un hombre atractivo y exitoso, lo que cualquier mujer podría desear. Elizabeth y Alexander tenían un trato profesional, pero la constante cercanía entre ambos los llevó a iniciar una apasionante aventura.
Pero más pronto de lo que Elizabeth se podría imaginar, Alexander terminó la relación, dejándola a ella con el corazón roto y una sorpresa inesperada. Elizabeth estaba embarazada, temerosa de cómo podría afectar esto a Alexander y negándose a decirle sobre el embarazo, ella toma un avión en busca de iniciar una nueva vida.
¿Qué hará Alexander cuando sepa que Elizabeth se ha marchado?
¿Descubrirá lo que ella oculta?
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“ERES MIA ”
Elizabeth.
—¿Cómo te fue con Alexander? —preguntó, mostrando curiosidad.
—No deseo comentar al respecto —respondí, tratando de eludir el tema.
No obstante, Clara no se rindió y continuó indagando.
—¿Qué sucedió? ¿Te dijo algo que te incomodara? —insistió.
—Clara, por favor, prefiero no hablar de eso. Al menos no en este momento —dije, mientras me dirigía a mi habitación para prepararme.
Ella me miró con atención mientras me ponía la ropa y, curiosa, preguntó:
—¿A dónde vas tan arreglada?
—Voy a una cena para conocer a nuevos socios —le respondí, mientras ajustaba el vestido cuidadosamente para que se sentara bien.
—¿Te gustaría que te acompañara? —sugirió Clara, mostrando interés.
—No, está bien. Después de todo, tú viniste aquí para tomarte un descanso del trabajo —le comenté con una sonrisa, tratando de transmitirle que quería que disfrutara su momento de relajación.
—¿Cómo va el proceso de compra de la casa que te mencioné? —pregunté, tratando de desviar la conversación hacia un tema diferente.
—Todo está en orden. Ya hemos concretado la compra. Podemos mudarnos cuando lo deseemos —respondió Clara.
—Genial —respondí, sintiendo un leve alivio al escuchar su respuesta.
—¿Qué opinas cómo me veo?
—Te ves radiante y muy atractiva. Me encanta cómo te queda ese vestido —contestó Clara, con una expresión de admiración en sus ojos.
—Gracias —respondí, sonriendo—. Ya me tengo que ir, se me hace tarde.
Le di un beso en la mejilla y, mientras me iba, le comenté —Diles a mis hermanos que llegaré tarde a casa.
Salí y me subí a mi auto, dirigiéndome al lugar de la reunión. Al llegar, entré en el gran edificio y me encontré con el señor Johnson.
—Buenas noches, señor Johnson —lo saludé.
—Por favor, señorita Blackwood, llámeme Eric —respondió, con una sonrisa.
—Está bien, pero solo si usted también me llama por mi nombre —le dije.
—De acuerdo, Elizabeth. Esta noche te ves verdaderamente hermosa —dijo, con un tono halagador.
—Gracias, Eric —respondí, sonriendo.
Pasamos a la sala donde estaban los demás socios y Eric me presentó a cada uno de ellos. En eso, Eric se alejó, dejándome con los demás. Escuché una voz familiar y me di la vuelta. Para mi sorpresa, era Alexander. Me preguntaba qué hacía él aquí.
Eric se acercó con Alexander hacia mí para presentarnos.
—Elizabeth... —dijo Alexander, deteniéndose en seco al verme.
Eric nos miró a ambos y preguntó.
—¿Se conocen?
—Sí —dijo Alexander al mismo tiempo que yo respondía.
—No.
Eric pareció percatarse de la situación y, para aliviar la tensión, intentó cambiar de tema y nos llevó a la mesa. Hablamos de negocios y de que nos gustaría trabajar juntos. Luego empezamos a comer, pero podía sentir la mirada de Alexander en mí.
Eric se levantó con una copa y dijo.
—Señorita Elizabeth, mi padre y yo tuvimos la oportunidad de hacer negocios con su esposo. —Empezó a hablar muy bien de Daniel—. Y así como hicieron grandes cosas con él, esperamos hacerlo contigo también.
—Gracias por las palabras, Eric. Y sí, así será —respondí, tratando de mantener la compostura.
Alexander mostraba una expresión de confusión en su rostro, sus ojos reflectaban una profunda desorientación que le hacía parecer completamente perdido. La velada continuaba su curso con toda normalidad; la música sonaba suavemente y las conversaciones fluían alrededor, pero él parecía estar atrapado en una burbuja de incomodidad. A pesar del ambiente relajado, podía percibir una tensión palpable en el aire que envolvía la habitación.
Decidí levantarme y dirigirme al baño para retocar mi maquillaje. Mientras me miraba en el espejo, tratando de corregir algunos pequeños detalles, la puerta se abrió de repente y, para mi sorpresa, Alexander entró en el pequeño espacio.
—¿Qué haces aquí? —le cuestioné, con un tono de sorpresa que reflejaba mi desconcierto ante su inesperada aparición.
—Entonces, ¿estás casada? —me inquirió, eludiendo mi pregunta.
—Eso no es de tu incumbencia —respondí, esforzándome por conservar la calma.
—Dime, ¿quién es el maldito que intenta arrebatarme tu amor? —expresó, con furia en sus ojos.
Lo abofeteé y le respondí.
—No lo maldigas. Él... ya no está en este mundo.
Intenté alejarme, pero él me retuvo, envolviéndome con sus brazos por la espalda.
—¿Ya no me amas? —susurró, dejando entrever la desesperación en el tono de su voz.
Con una lentitud deliberada, me di la vuelta para mirarlo de frente.
—Alexander, yo...
Sin pronunciar palabra, se acercó a mis labios y me besó con una intensidad que me hizo estremecer.
༺**POV ELIZABETH**༻
No logré articular respuesta; simplemente permití que su boca se deslizara sobre la mía, sintiéndome envuelta en una ola de calidez y luminosidad. En ese instante, me perdí, como si estuviese observando el mundo a través de un prisma rojo.
Alexander siguió besando mis labios con tal intensidad que me hizo sentir como si estuviera sumergida en un profundo abismo de deseo. Era como si flotara en el aire, sin peso ni gravedad.
Al separarse, me miró con una pasión ardiente y dijo: “ERES MÍA” Solo pude observarlo con los ojos repletos de amor y deseo.
Éramos un amor intenso, impulsado por deseos apasionados que resultaban incontrolables. Tomó mi mano y me condujo fuera de aquel lugar, llevándome a su automóvil. Nos dirigimos a un apartamento que tenía alejado de la ciudad. Al llegar, ingresamos y no perdimos tiempo; él volvió a acercarse a mis labios con renovada pasión.
Me di cuenta de que me encontraba vulnerable y completamente expuesta ante él.
Él me observó con intensidad, su mirada provocó una reacción en mí. Acarició mi figura, besando suavemente cada uno de mis senos. Posteriormente, posó sus labios en mi cuello, dejando una ligera presión con sus dientes. La temperatura de mi cuerpo aumentó mientras él comenzaba a desprenderme de las prendas que quedaban.
Él se desnudó, exhibiendo sus músculos y su atractivo físico. No pude evitar admirar su abdomen tonificado. Comenzamos a besarnos, cada contacto volvía más intenso que el anterior.
Él introdujo sus dedos en mí, explorando cada rincón y despertando en mí un profundo deseo. Finalmente, se unió a mí, y no pude evitar expresar mi placer. Clavé mis uñas en su espalda, sintiendo cómo cada movimiento se volvía más intenso que el anterior.