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El Señor Oscuro Y La Gran Bruja De La Calamidad

El Señor Oscuro Y La Gran Bruja De La Calamidad

Status: En proceso
Genre:Romance / Demonios / Brujas / Ángeles / Mujer despreciada / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: IsaacZero

En una época donde la alta sociedad, la reputación y las apariencias determinan el estatus de las personas, una joven Baronet se inscribe a la escuela más prestigiosa donde la crema y nata de la sociedad se reúnen para forjar a los futuros nobles y gobernantes del reino. Ahí tendrá que sobrevivir a los abusos y humillaciones de sus compañeros para ganarse un lugar dentro de la alta sociedad y recuperar el honor de su familia que ha sido pisoteado desde hace tres generaciones.

Pero sus planes podrían verse afectados con la repentina aparición de fenómenos paranormales y eventos más allá de la comprensión humana, que asolan la institución. Y que aparentemente iniciaron el mismo día que conoció a un conde atractivo, de figura galante y atractivo sobrenatural.

¿Qué misterios ocultan sus ojos carmesíes y su cabello negro como la obsidiana?, ¿será nuestra protagonista capaz de sobrevivir entre las fauces de dos bestias hambrientas?, ¡échale un vistazo a esta historia de romance y terror!

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Capítulo 21: Bocinas.

Después del ataque ocurrido el domingo pasado durante la fiesta de bienvenida del conde Tempest, el mismísimo duque Bastian Simpson, el más importante de todos los nobles del país, convocó a la población para dar un anuncio importante. Y su palabra era absoluta; todo aquel que se regía bajo las leyes de Nueva-Arcadia tenía que asistir obligatoriamente.

Ese día nadie trabajó y las clases en todos los centros educativos fueron canceladas. La asamblea pública que el duque había convocado se reuniría al mediodía, en la capital dorada de Nueva-Arcadia: Ahí, en la plaza central, frente al ayuntamiento.

Las calles excepcionalmente limpias y deslumbrantes se extendían por varios kilómetros, conectando calles y esquinas con las casas y edificios más lujosos que iban cuesta arriba. En el centro de la plaza había una fuente dorada muy bella; hecha de oro puro y macizo, y adornada con una estatua del onceavo signo del zodiaco: (Acuario) mientras derramaba el agua de su jarra día y noche.

Ahí estaba: una estructura de mucho valor, en medio de la calle. Exhibida con toda la confianza del mundo, sin temor a que alguien fuera a aprovecharse de ella. Tan solo un pequeño escombro que fuera extraído seguramente se vendería por un muy buen precio. Pero a pesar de que diariamente, cientos o más bien miles de personas caminaban a su alrededor, absolutamente nadie pensaba siquiera en mancharla con sus manos sucias. Ni siquiera los más pobres y desesperados se atreverían nunca a tomar un fragmento por pequeño que fuera.

Alrededor de la fuente se fueron reuniendo de a poco los habitantes de Nueva-Arcadia. Las personas comunes, de sangre roja, marcharon con la vista al frente en dirección al ayuntamiento (una estructura imponente, de murallas pálidas y pilares macizos, con un diseño que recordaba a los antiguos templos de la antigua Grecia, en los que se adoraban a distintas deidades). Eran multitudes las que se habían reunido, y que se extendían a lo largo de las calles y avenidas cercanas a la plaza central, para escuchar lo que el duque tendría que decir.

Los nobles no tardaron en hacer acto de presencia. Llegaron en sus bellos carruajes, tirados por corceles blancos y de crin dorada, que se detuvieron frente a las puertas de los edificios cercanos. La élite de la sociedad hizo alarde de sus privilegios tan pronto como se presentaron delante de la gente común, con sus miradas despectivas y sus risas burlonas. Y con su arrogancia característica fueron a tomar su lugar:

Ellos que estaban por encima de los de sangre roja, debían ir a los palcos privados en los edificios cercanos que vieran de frente al ayuntamiento, como si fuera el centro del escenario.

Y así esperaron por 40 minutos más, en lo que se reunían más personas para finalmente dar inicio con la reunión.

Finalmente, las puertas del ayuntamiento se abrieron. Y el noble más poderoso salió caminando con mucha seguridad, acompañado por un equipo de guardianes armados, que protegía el frente, sus puntos ciegos y la retaguardia de cualquier ataque. (El duque había sido lastimado durante el asalto a la mansión Reagan; llevaba un yeso que sujetaba su brazo izquierdo, también tenía un vendaje en su pierna derecha, y en su rostro se podían ver rasguños y golpes que arruinaban su faz agraciada). El duque se presentó ante la multitud, desde el palco exclusivo para él que estaba en el segundo piso del ayuntamiento, y cuando lo vieron en persona, los presentes aplaudieron y vitorearon su llegada.

(Los alaridos podían escucharse por toda la capital).

Cuando el duque hizo la señal, su equipo de centinelas se apresuró a preparar el podio para que todos los presentes escucharan todas y cada una de sus palabras. E inmediatamente, fueron a buscar una caja muy grande que había sido transportada en un carruaje frente al ayuntamiento, y cuando abrieron su contenido; armaron, ensamblaron, ajustaron y enchufaron un sistema de bocinas que amplificaban la voz de aquel que hablara frente al podio, y este sistema de comunicación se extendía por todas las calles, callejones y avenidas de la ciudad, desde el punto más alto de las luminarias públicas, conectados entre sí gracias a un cableado sujetado por cuerdas en los postes. Nueva-Arcadia era una potencia gracias a sus descubrimientos científicos que eran posibles gracias a los fondos del gobierno que financiaban esas investigaciones. No en vano se decía que estaba unos cien años adelantada, más que cualquier otro país del mundo.

– “1, 2, 3, probando" –repitió el duque una y otra vez. Su voz a través de los artefactos era estruendosa y clara, como si el mismo dios del trueno se pronunciara desde los cielos–. “Probando, probando, 1,2,3, ¿me escuchan?, ¿Nueva-Arcadia me escucha el día de hoy?"

El público presente respondió con una ovación.

– ¡Excelente! –Continuó el duque–: Muy buenos días, mi radiante pueblo Neo-Arcadiense, agradezco enormemente que hayan podido dedicarme unos minutos de su tiempo para acudir a esta reunión urgente –carraspea–. Para empezar me gustaría transmitir mi más sentido pésame a las familias dolientes: Wind, Habaner, Bourbon, Romanias, Medici, Stuart, Borbón, Witlers Eastler, Gonzaga, Savoia, Montery, Grimaldi, Luxem, Orsin, Robertson, Sforza y Gonstagler. Sin duda alguna nuestra poderosa nación ha sufrido una gran pérdida, con la partida de dieciocho promesas para el futuro de nuestro país. En respuesta, la nación guardará luto durante los próximos 7 días, cesando actividades laborales, profesionales y religiosas, hasta el amanecer del octavo día.

Aunque el público aplaudió sus palabras, tan solo los nobles estaban contentos con esta noticia. Sin embargo, aquellos que vivían del día a día no estaban muy contentos. Algunos de los que estaban fuera de la vista de los oficiales del orden incluso se retiraron del lugar.

– ¡Pero les aseguro una cosa! –retomó el duque, con voz furiosa y amenazante–: Vamos a trabajar más que nunca para que este incidente no se vuelva a repetir, habrá tres veces más vigilancia en las calles y el triple de agentes de seguridad velando por el bienestar del buen pueblo Neo-Arcadiense. Alejaremos el crimen de las calles para que ninguno de ustedes tenga que dormir con un ojo abierto... Es una promesa.

El público aplaudió y vitoreó ese discurso. Estaban aterrados, lo ocurrido en la fiesta nunca antes había pasado desde la fundación de Nueva-Arcadia. Y todos; desde comunes hasta nobles querían dejar de tener miedo, si bien esas palabras no bastarían para tranquilizarlos por completo, eran una pequeña esperanza para creer que todo estaría bien.

– ¡Ahora bien! –continuó el duque, acercándose un poco más al podio, lo que provocó un chillido ensordecedor que retumbó en los oídos de todos los presentes–: ¡Me disculpo por eso!, –el duque inclinó la cabeza–. No era mi intención. *ejem*. Ahora me gustaría proseguir con un mensaje para todo aquel que amenace la paz de nuestro amado país.

El duque aplaudió tres veces y de los carruajes de los oficiales que estaban al final de la escalinata, que daba con la entrada al ayuntamiento, los guardias bajaron a nueve personas que estaban amordazadas y sus rostros estaban cubiertos con velos oscuros que impedían la identificación de sus rostros. Los desafortunados resoplaban y gemían con desesperación. Sabían lo que les esperaba.

– “¡Malditos asesinos!".

– “¡Esos son los traidores, acaben con ellos!".

– “¡Mátenlos!".

– “¡Mi hijo murió por su culpa, deben morir!".

Fueron algunos de los gritos que alcanzaban a escucharse desde los palcos privados de la nobleza.

Y el duque le indicó a los verdugos que los subieran a una tarima frente al ayuntamiento, que había estado ahí desde el principio, siempre atados de manos y privados de su identidad, y fueron arrodillados frente al público presente, y detrás de ellos había un verdugo para cada uno de ellos. (Los verdugos usaban armaduras de plata y sus yelmos cubrían su rostro. En sus manos tenían armas de fuego que todos llamaban: "cañón de mano"). Los condenados seguían bufando y resoplando con mucha más euforia, mientras las lágrimas caían suavemente de sus mentones. Su fin llegaría pronto.

– ¡Las personas frente a ustedes fueron cómplices en el ataque a la mansión, y gracias a ellos murieron personas que pudieron haberse salvado, lo más triste es que estas personas eran patriotas de nuestro país, estoy seguro de que alguna vez convivieron con algunos de ustedes que me están escuchando, por lo que el día de hoy serán juzgados públicamente, bajo los cargos de traición, terrorismo y conspiración!

– "¡Maten a esos malditos pobretones!"

– "¡Son unos mal agradecidos, mordieron la mano que les dio de comer toda la vida!"

– "¡Pongan el ejemplo para que todos aprendan de una vez!"

Eran algunas de las palabras que profesaban los miembros de la alta sociedad, desde sus lugares privados, pero sus gritos podían escucharse hasta en la calle.

Si bien las personas comunes estaban de acuerdo con que se les debía castigar, encontraban injusto su sistema de justicia, ya que si esas personas fueran nobles o personajes importantes seguramente no serían ejecutados.

Y antes de que se diera la orden final, el duque le cedió el espacio al poderoso Baron Magnuson: un hombre de avanzada edad, de cabellos dorados pero con algunos mechones grises y descoloridos, de rostro poco amigable y afectado por el paso de los años reflejaba su experiencia en diferentes batallas. Él iba vestido con un uniforme militar de color negro, en el que exhibía varias medallas en su solapa. Él estaba a cargo de las fuerzas de defensa de la nación para que sellara su destino:

– ¡Procederemos como lo dicta la ley, y aplicaremos la pena máxima que permite nuestra ley terrenal!, ¡Aquellos que traicionan a su patria, no son dignos de verla por última vez, y serán despojados de su nacionalidad, y su identidad será arrebatada, para que vaguen sin rumbo y sin hogar por la eternidad, tal y como rechazaron la casa que los alimentó y los vio crecer!, ¡Que así sea!

Y el barón dio la orden, y los verdugos pusieron el cañón de sus armas en la sien de los condenados, apuntando al cielo y después de jalar el gatillo retumbaron nueve explosiones seguidas, y las armas desparramaron la sangre y los sesos de los criminales por el suelo, en un escenario sangriento y traumático para quienes nunca antes habían presenciado una ejecución pública.

Al principio tan solo los más privilegiados aplaudieron y celebraron el suceso sangriento, desde la seguridad de sus lugares privados y bien custodiados. Las personas humildes solo se quedaron en silencio, viendo como la sangre rojiza se escurría por el suelo, hasta bajar por las escaleras y llegar casi a tocar sus pies. Luego, unos pocos también comenzaron a aplaudir pero sin ánimos de apoyar la brutalidad. En definitiva no les gustó ver una ejecución de ese tipo.

– Y esto mismo es lo que le espera a los responsables de esta humillación, y que buscaron a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad para infiltrarse como ratas... ¡Vamos a ir por ustedes con toda nuestra potencia militar, no nos detendremos hasta aplastarlos! –fue ese el anuncio que el barón más poderoso del país emitió para advertir a la nación vecina que supuestamente había sido responsable de orquestar el ataque.

Ante esas palabras si hubo una respuesta positiva, y los aplausos resonaron una vez más.

– Ahora para finalizar –retomó el duque Bastian Simpson, después de despedir al barón Magnuson–: Para garantizar aún más la seguridad de nuestro pueblo, y para no comprometer futuras actividades dentro de nuestro país... Todos aquellos que presten cualquier tipo de servicio a la nobleza de Nueva-Arcadia, serán investigados a profundidad inmediatamente, y a partir de ahora, para buscar empleo directamente con la nobleza de Nueva-Arcadia, todos deberán incluir en su hoja de vida el registro de su investigación personal que deberán procesar para obtener la aprobación. Y todo aquel que se encuentre involucrado con este tipo de actividades, sufrirá este mismo destino. Ahora sin más que decir y una vez más agradeciendo su generosa atención y su valioso tiempo, me despido y les deseo a todos mucho éxito y prosperidad.

Y ante este último anuncio hubo un claro descontento por parte de la clase trabajadora.

Ahora no solo tendrían que lidiar con los desprecios y humillaciones de la clase privilegiada que de por sí ya eran parte de su día a día; ahora también debían ser investigados para algo tan simple como pedir un empleo, y encima tendrían que pagar por ello, ya que seguramente tendrían que gastar dinero para obtener ese registro que debían incorporar a su hoja de vida. Ningún tipo de gestión en Nueva-Arcadia era gratis después de todo.

A los nobles no les importaba en absoluto, pero a los de sangre roja les molestaba mucho. Tantos años de servicio y diligencia, para que al final tengan que ser investigados y vigilados como si todos fueran criminales era una absoluta falta de respeto. Ahora desconfiaban de la nobleza aún más que antes.

Y surgieron algunos disturbios entre las multitudes, personas que trataban de manifestar su descontento amenazando a las autoridades, y que fueron neutralizadas por las fuerzas de defensa, todo bajo la mirada atenta de la nobleza, que veía todo desde arriba, algunos con una sonrisa de oreja a oreja, otros carcajeaban mientras disfrutaban de una bebida fuerte, y otros más simplemente los veían con el mismo desdén de siempre. Pero el discurso del duque, lejos de tranquilizar a la población, tan solo había sembrado las bases de la discordia entre las clases sociales.

Cuándo todo terminó el duque se refugió en el ayuntamiento, y sin siquiera voltear cerró las puertas dando la espalda a la población, y cuando lo hizo, el público comenzó a dispersarse entre murmuraciones y amenazas.

Mientras tanto, él pensaba en una persona muy especial por la cual había sobrevivido durante el ataque de los Ghuls. Esa persona que había convencido a los sirvientes que en un principio lo habían dejado afuera para que muriese lentamente, y que con sus palabras sinceras y gentiles tocó los corazones llenos de odio y los conmovió... Él fue el primero al que ayudaron gracias a ella y ahora le estaría agradecido toda la vida.

– “Lisa Bellstar, definitivamente voy a recompensar apropiadamente tu generosidad" –murmuró el duque. Y mientras caminaba vio con el rabillo del ojo a una jovencita que se le parecía un poco a la señorita Bellstar, y fue donde estaba ella, atraído por sus similitudes y con el objetivo de conquistarla y tomarla para sí mismo–. «“Antes solo quería sumarte a mi colección, pero ahora te deseo más que nunca... Lisa Bellstar, me estoy quemando por tí"».

***

Mientras tanto en la academia Edem, todos habían escuchado el discurso del duque, ya que la escuela contaba con el mismo sistema de bocinas que se extendía a lo largo y ancho de las calles, y que se conectaba directamente con la institución. Y si bien los ánimos habían subido un poco en la institución, no todos habían quedado satisfechos con lo que escucharon. Puesto que no se había dicho absolutamente nada de los tres estudiantes desaparecidos: La señorita Lilliette Magnuson, su mejor amiga: Carolina Willow y finalmente el primo del duque, el joven: Carl Josh Simpson Robertson. Era cuando menos extraño.

– Dios espero que estén bien dónde sea que estén. –suplicó Lisa, pidiendo por la seguridad de sus compañeros mientras esperaba a su acompañante frente al jardín de la academia.

– Disculpe la demora milady, espero no haberla hecho esperar –dijo el conde Tempest, recién llegando al lugar.

– No se preocupe por milord, tan solo fueron un par de minutos. –respondió Lisa con suavidad, mientras acomodaba sus lentes redondos–. Entonces ¿nos vamos?

Lisa le extendió su brazo derecho al caballero de cabello negro como la obsidiana, para ir juntos a pasear por el jardín y disfrutar su belleza.

Después de la noticia de su compromiso el día de ayer, ambos habían planeado una especie de "cita" para conocerse un poco más y de paso hablar de "ese" tema que ahora era muy importante para ambos.

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Veronica Bossio
excelente historía
Veronica Bossio
super interesante
Veronica Bossio
espectacular tu historia
Zero: muchas gracias ☺️ espero la siga disfrutando
total 1 replies
Paula Pérez Barrón
suena muy interesante ☺️
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