Sofía y Erick se conocieron cuando ella tenía seis años y él veinte. Ese mismo día la niña declaró que sería la novia de Erick en el futuro.
La confesión de la niña fue algo inocente, pero nadie imaginó que con el paso de los años aquella inocente declaración de la pequeña se volvería una realidad.
¿Podrá Erick aceptar los sentimientos de Sofia? ¿O se verá atrapado en el dilema de sus propios sentimientos?
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El tiempo lo cura todo.
Los minutos parecían eternos y dolorosos para Sofia, Ian podía notar la tensión en el cuerpo de su amiga, ya que la tenía tomada de la mano, mientras que Sofía seguía con la mirada fija en Erick y en la mujer que lo acompañaba. Sabía que ese momento marcaría algo en su vida, y aunque los sentimientos fueran confusos, también entendía que a veces el amor era más complicado de lo que ella había soñado. Con un suspiro, trató de concentrarse en las voces y risas a su alrededor, dejando que el presente la envolviera, al menos por un momento más.
Pero cuando Erick estuvo frente a ellos, el tiempo pareció detenerse para Sofía en ese preciso momento. Los murmullos de los invitados se apagaron y el sonido de la música de fondo se tornó lejano, como si estuviera bajo el agua. Erick, con esa sonrisa cálida y esa seguridad que ella conocía tan bien, avanzaba hacia ella con aquella mujer a su lado. Sofía sintió un nudo en la garganta y la mano de Ian, vigorizó su agarre intentando ayudarla a contener el impacto de lo que acababa de suceder.
La mujer que estaba junto a Erick era hermosa, con un aire de sofisticación y alegría que se percibía de inmediato. Sofía la observó, los ojos se le llenaron de lágrimas y la confusión se apoderó de su mente. No podía ser, ¿verdad? ¿Qué hacía esa mujer ahí con él? ¿Por qué, de todos los momentos, había decidido traerla a la fiesta de su cumpleaños?
Erick, al verla, no pudo evitar esbozar una sonrisa. Se acercó a ella, y los ojos de Sofía se llenaron de un brillo húmedo, mezclando sorpresa, dolor y confusión.
-Feliz cumpleaños, princesa- dijo Erick, con un tono que trataba de ser amigable pero que no lograba ocultar el peso de la situación- Te presento a Helena, una amiga muy especial. Ella y yo... hemos decidido dar un paso en nuestra relación y, bueno, pensé que debía traérla conmigo a la fiesta.
Sofía no podía creer lo que estaba escuchando. Las palabras de Erick resonaban en su cabeza, pero no lograban entrar en su corazón. ¿Desde cuándo había surgido algo entre ellos? ¿Por qué nunca había mencionado nada? Se sentía como si una ola fría la estuviera arrastrando, llevándose consigo la imagen de Erick que había guardado por tanto tiempo, la imagen de su príncipe que había mantenido viva en sus sueños.
-Hola, Sofía- dijo Helena, con una sonrisa amable y una voz que sonaba genuinamente cordial- Erick me ha hablado mucho de ti. Es un placer finalmente conocerte.
La voz de Sofía se quebró al responder, y el dolor se hizo evidente. Ella asintió, con un gesto pequeño que apenas si se percibía, y miró a Ian, quien de inmediato entendió que algo no estaba bien. La fiesta, que momentos antes había sido un mar de risas y colores, se volvió un escenario de tensiones ocultas.
Erick trató de hacer que la mujer se sintiera bienvenida, pero al ver la expresión de Sofía, su sonrisa se desvaneció un poco. Él sabía lo que esto significaba para ella, lo que significaba para los dos. Pero en ese momento, su corazón lo había llevado por otro camino, uno que no le permitía ver más allá de lo que ya había decidido.
-Sofía, yo...- intentó decir él, pero Sofía levantó una mano, con la que le pidió que se detuviera.
-No tienes que decir nada, Erick- respondió, con la voz firme pero el alma hecha pedazos- Me alegra verte. Y me alegra que estés feliz.
Se apartó un poco, dejando que Helena y Erick se integraran entre los invitados, mientras ella era arrastrada por Ian al interior de la casa donde se refugió en la calidez de los brazos de su mejor amigo, que la consoló sin palabras, solo con el calor de su presencia.
El resto de la fiesta continuó con una atmósfera tensa. Sofía miraba de vez en cuando hacia Erick, que sonreía, y al ver la complicidad entre él y Helena, supo que todo había cambiado de una manera que no estaba lista para aceptar. Y aunque intentaba sonreír para todos, en el fondo de su corazón, sabía que esa noche había marcado el principio de un nuevo capítulo, uno que no incluiría a su príncipe de la forma en que ella había soñado.
La noche transcurrió, y Sofia se obligó a sí misma a no echar a perder la fiesta que sus padres habían preparado con tanto amor.
Finalmente, cuando ya todos se habían ido, Sofia se encontraba en su habitación, Diego, su papá, tocó la puerta suavemente pidió permiso.
-Sofi, amor- le dijo cuando estuvo dentro de la habitación y la vio sentada en el alfehizer de la ventana abrazada a una manta, con los ojos enrojecidos y la expresión perdida. Sin que ella hablara, él supo que estaba mal. Se acercó a ella, le pasó una mano por los hombros y le preguntó qué sentía. Las palabras se le atoraron en la garganta a Sofía por un momento, pero finalmente, entre sollozos, le contó lo que había sentido en el momento en que vio a Erick entrar de la mano de su novia.
Diego la escuchó en silencio, una expresión de sorpresa y dolor cruzando su rostro. No era la primera vez que veía a su hija herida, pero sí era la primera vez que veía algo tan intenso y confuso como esto. No sabía si debía sentir rabia por Erick o tristeza por Sofía. Ella había creído en algo que, se había vuelto imposible.
- ¿Sabes, Sofi?- dijo con voz suave- el amor verdadero no es algo que se puede forzar ni apresurar. No importa lo que haya dicho o hecho Erick, lo que importa es lo que tú sientes. Tienes un corazón noble y valiente, y nunca debes sentirte avergonzada por él. Lo que tú sientes es real y hermoso, y es algo que te hará crecer. No dejes que las palabras de los demás te hagan dudar de tu propia verdad.
Sofía levantó la vista, sus ojos todavía brillando de lágrimas, pero con un destello de esperanza que comenzaba a encenderse. Las palabras de su padre le daban el consuelo que necesitaba, una confirmación de que no estaba sola en esto, y de que su familia siempre la apoyaría.
A partir de esa noche, Sofía tomó una decisión: no dejaría que nada la definiera ni la limitara. Seguiría adelante, con la esperanza de que el tiempo y la madurez le ayudarían a olvidar y dejar atrás lo que sentía por Erick. No importaba cuánto tiempo pasara, ella sabía que su amor por él era sincero y que, tarde o temprano, encontraría su propio camino hacia la felicidad, sin importar las dificultades.
Mientras tanto, Diego observaba a su hija con amor y determinación. Él sabía que Sofía era fuerte, y que esa era solo una de las muchas pruebas que la vida le tenía preparadas. Y él estaría ahí para ella, siempre.