Alana se siente atrapada en una relación sin pasión con Javier. Todo cambia cuando conoce a Darían , el carismático hermano de su novio, cuya mirada intensa despierta en ella un amor inesperado. A medida que Alana se adentra en el torbellino de sus sentimientos, deberá enfrentarse a la lealtad, la traición y el dilema de seguir su corazón o proteger a aquellos que ama.
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El castigo
Al día siguiente, mi madre me tenía castigada y solo me permitía salir para ir al trabajo. No obstante, decidí que iría a Burger Queen, no solo porque era una obligación, sino también porque necesitaba un poco de distracción. A pesar de la situación tensa en casa, trabajar en el restaurante era una de las pocas cosas que me mantenía ocupada y me ayudaba a olvidar un poco los problemas.
Tomé el autobús y llegué a la tienda a tiempo. Al entrar, saludé a mis compañeros de trabajo, sintiendo un pequeño alivio al estar rodeada de personas que me hacían reír. Miguel, mi compañero de turno, me miró con una sonrisa.
—¡Hola, Alana! ¿Lista para otra jornada emocionante? —preguntó, haciendo un gesto exagerado.
—¡Por supuesto! Siempre es emocionante aquí —respondí, intentando parecer más animada de lo que realmente me sentía.
El turno transcurrió entre pedidos y clientes hambrientos, y aunque intentaba concentrarme, mi mente no podía evitar pensar en Darian. No había respondido a sus mensajes y me sentía mal por ello, pero en ese momento, mis prioridades estaban claras: cumplir con mis responsabilidades.
Al finalizar mi turno, estaba exhausta pero satisfecha. Salí del restaurante y decidí ir a casa a pie, disfrutando del aire fresco de la tarde. Sin embargo, al llegar a la esquina de mi calle, un pensamiento me atravesó la mente: Darian.
Recordé lo que había pasado la última vez que lo vi. Su mirada sincera y la forma en que me ha tratado me hicieron querer verlo de nuevo. Pero, ¿cómo podía hacerle frente a eso si aún no había resuelto las cosas con mi madre?
Al entrar en casa, el ambiente se sentía tenso. Mi madre estaba en la cocina, preparando la cena. Me saludó con una mirada seria, y eso me hizo sentir culpable.
—Hola, Alana. ¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó, sin apartar la vista de la estufa.
—Bien, mamá. Muy ocupado, como siempre —respondí, tratando de sonar casual.
—Me alegra saberlo. Solo espero que estés siendo responsable —dijo, con un tono de advertencia.
Después de la cena, me subí a mi habitación. Necesitaba tiempo para reflexionar. Al abrir la puerta, quedé completamente sorprendida al encontrar a Darian acostado en mi cama.
—¡Darian! ¿Qué haces aquí? —exclamé, llevándome una mano al pecho por el susto.
—¿Tan feo estoy que te asustas al verme? —respondió, sonriendo con esa confianza que me hacía sentir un poco más tranquila.
—No es eso, es que no esperaba verte aquí. ¿Cómo entraste? —pregunté, cerrando la puerta tras de mí.
—Tu ventana estaba abierta. Pensé en pasar a verte y asegurarme de que estabas bien —respondió, encogiéndose de hombros.
—Podrías haberme avisado. Mi madre está en casa, y si te encuentra aquí, será un desastre —le dije, nerviosa.
—No te preocupes, estaré aquí solo un rato. Necesitaba saber cómo estabas después de todo lo que pasó —dijo, levantándose de la cama y acercándose a mí.
Su presencia era reconfortante, pero no podía evitar sentir que estaba cruzando una línea peligrosa.
—Gracias por preocuparte, pero ahora mismo tengo que ser cuidadosa. Si mi madre se da cuenta de que estás aquí, se molestará aún más y estaría más que confundida con la situación —respondí, tratando de mantener la calma.
—Entiendo. Solo quería que supieras que estoy aquí para ti —dijo, mirándome a los ojos.
Una parte de mí quería abrirle mi corazón y contarle todo lo que sentía, pero sabía que debía mantener cierta distancia por el momento.
—Lo sé, Darian. Te lo agradezco de verdad. Pero tengo que manejar esto por mi cuenta. No puedo dejar que mi madre se preocupe más de lo que ya lo está —contesté, sintiéndome un poco más decidida.
Darian asintió, aunque su mirada mostraba una mezcla de preocupación y comprensión.
—Está bien, solo prometeme que estarás bien. Y si alguna vez necesitas hablar, ya sabes dónde encontrarme —dijo, acercándose un poco más.
—Prometo que lo haré. Pero ahora, ¿puedes salir por la ventana de nuevo? —le dije, tratando de sonreír.
—Eres un desastre —dijo con una risa suave—. Pero está bien. Solo quiero que sepas que estoy aquí si me necesitas.
Lo vi salir por la ventana y cerré detrás de él, sintiendo una mezcla de alivio y tensión. Ahora sabía que mis sentimientos por Darian eran reales, pero también era consciente de que debía priorizar mi familia.
Los días siguientes transcurrieron con una mezcla de trabajo y restricciones. Mi madre parecía cada vez más preocupada, y yo me esforzaba por no darle más razones para enojarse. Mientras tanto, mis pensamientos sobre Darian no hacían más que crecer. Sabía que debía encontrar una manera de hablar con él nuevamente.
Al final de una larga jornada en Burger King, decidí que era hora de ponerme en contacto con Darian. Mientras me cambiaba de uniforme, tomé mi teléfono y le envié un mensaje.
—"¿Te gustaría salir un rato? Necesito hablar contigo."
La respuesta llegó rápidamente:
—"Claro, ¿dónde te gustaría que nos viéramos?"
Elegí el parque. Cuando llegué, estaba nerviosa. No sabía qué decir, pero sabía que debía ser honesta con él.
Al poco tiempo, lo vi acercarse, y su sonrisa iluminó mi día.
—Hola, Alana. Me alegra verte. ¿Cómo has estado? —preguntó, mirándome con esos ojos que me hacían sentir en casa.
—He estado bien, considerando las circunstancias. Solo... necesitaba hablar contigo sobre todo lo que ha estado pasando —respondí, sintiendo el peso de mis palabras.
—Estoy aquí para escucharte. Dime qué necesitas —dijo, dándose la vuelta y sentándose en un banco.
Tomé una respiración profunda y comencé a hablarle de cómo me sentía atrapada entre mis responsabilidades y mis deseos. Le expliqué cómo mi madre se había puesto muy estricta conmigo después de lo que pasó, y cómo eso me hacía dudar de lo que quería.
Darian escuchó atentamente, asintiendo de vez en cuando.
—Entiendo que es complicado, Alana. Pero no debes sentirte mal por lo que sientes. Es natural querer ser feliz —dijo, tomando mi mano.
Sus palabras fueron un bálsamo para mi alma. En ese momento, sentí que podía abrirme completamente. Sabía que tenía que encontrar un equilibrio, pero también me di cuenta de que mis sentimientos por él eran demasiado fuertes para ignorarlos.
La conversación fluyó de manera natural, y aunque todavía había desafíos por delante, sentí que estaba dando pasos en la dirección correcta. Con cada palabra, las tensiones en mi pecho se aliviaban un poco más, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí esperanzada.
Finalmente, cuando se hizo de noche, decidimos que era hora de regresar a casa. Nos despedimos, y aunque el camino por delante sería complicado, sabía que no estaba sola en esto.
Al llegar a casa, vi a mi madre sentada en el sofá, esperándome. Su mirada me hizo sentir un poco nerviosa, pero al mismo tiempo, sabía que estaba dispuesta a ser honesta con ella.
—Mamá, necesito hablar contigo —dije, respirando hondo.
—Alana, ya sé todo —dijo de repente, con un tono firme que me tomó por sorpresa.
—¿Qué? —pregunté, sintiéndome un nudo en el estómago—. ¿De que hablas?
—Javier vino a contarme lo que ha estado pasando entre tú y Darian. No puedo creer que te hayas metido con el hermano de tu novio —continuó, cruzando los brazos—. ¿Cómo se te ocurrió eso? ¿Cuándo fue que terminaron?
El remordimiento y la vergüenza me invadieron de inmediato. No sabía cómo responder a todas sus preguntas.
—Cómo... No debería haber pasado. Yo...— comencé a explicar, pero las palabras se atoraron en mi garganta.
—Me dijiste que solo eran amigos. ¿Por qué me mentiste? —dijo, mirándome con decepción.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Me sentía atrapada y expuesta. No sabía qué pensar. La angustia se apoderó de mí, y antes de que pudiera contenerme, las lágrimas comenzaron a caer.
—No puedo creer que Javier viniera a hablar contigo —susurré, sintiéndome traicionada y confundida. Era un golpe duro saber que él había compartido algo asi.
—Él se preocupa por ti, Alana. No entiendo por qué no me lo dijiste. —dijo, su tono cambiando de acusatorio a comprensivo.
—No quería preocuparte, mamá. Yo tampoco sabia que esto iba a pasar. Pero no puedo con esto... —dije, dejando caer la cabeza entre mis manos. Las lágrimas fluían libremente ahora.
—Te entiendo, pero no puedes esconderte de la realidad. Tienes que ser honesta conmigo y contigo misma —respondió, su voz un poco más suave.
No sabía cuánto tiempo pasé encerrada en mi cuarto después de esa conversación, llorando y sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Las emociones me desbordaban, y me sentía completamente sola. Mi mente estaba llena de recuerdos de Darian y de los momentos felices que habíamos compartido, pero ahora todo se sentía tan distante y fuera de alcance.
Luego, escuché un suave golpe en la puerta. Pensé que era mi madre, pero al abrirla, me encontré con mi amiga, Laura.
—Alana, ¿puedo entrar? —preguntó, viéndome con preocupación.
—Sí, claro —respondí, secándome las lágrimas rápidamente.
Se sentó a mi lado en la cama y me miró con una expresión de compasión.
—Siento mucho lo que pasó. Javier me contó todo lo que iba a hacer, y estoy también algo decepcionada contigo. Pero, de verdad, no te culpo —dijo, tomando mi mano—. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti. Desde que escuché toda las estupideces que el iba hacer no dude en venir.
—No sé qué hacer, Laura. Todo se ha vuelto un caos. Me siento atrapada entre lo que siento por Darian y en lo que significaba Javier para mí, pero ahora lo odio tanto a el, porque ni siquiera nunca quiso escucharme y ahora trata de arruinarme. No sé que hacer o a quién escuchar —admití, sintiendo que la desesperación me invadía.
—¿Por qué no me dijiste que te gustaba Darian? Me duele que no hayas confiado en mí —dijo, con un tono más suave.
—Yo tampoco sabia eso, pero lo supe mucho después, quizás porque solo estaba concentrada en que no quería que nadie se interpusiera en mi relación con Javier. Pero soy una idiota. —respondí, sintiéndome aún más abrumada.
Laura se inclinó hacia adelante, hablando en voz baja.
—Javier es un idiota. Duraron un año juntos y fue inmaduro de su parte terminarte y ni siquiera escucharte. Se que mientras estuviste con el no paso nada entre ustedes, pero aun así esto que esta pasando entre Darian y tu esta mal. Por cierto, Javier me contó que iba a mostrarte una foto vieja de Darian besándose con otra chica solo para hacerte sentir insegura. No sé si realmente lo hará, pero no puedes dejar que eso te afecte, porque esa foto no es de ahora. Tal vez pensó que contándome aquello también me iba a molestar contigo.—me advirtió.
Mi corazón se detuvo por un segundo al escuchar eso. La idea de que Javier pudiera intentar usar algo así en mi contra me hizo sentir rabia.
—¿Qué? ¿Por qué haría eso? —pregunté, sintiendo un frío recorriendo mi espalda.
—Porque está herido, Alana. Y cuando alguien está herido, a menudo intenta herir a otros. No dejes que sus acciones te afecten. Eres más fuerte de lo que crees —dijo, mirándome con sinceridad.
—No sé si puedo seguir así. Siento que no puedo confiar en nadie —admití, sintiendo que mi mundo se desmoronaba.
—Confía en ti misma, Alana. Tienes que ser valiente y enfrentar las cosas. Y si Darian realmente te importa, deberías hablar con él y aclarar las cosas. No puedes dejar que Javier controle tu vida —me dijo, dándome un suave apretón en la mano.
—Tienes razón. Debo hablar con Darian y aclarar todo. No puedo seguir viviendo en esta incertidumbre —dije, sintiéndome un poco más decidida.
—Eso es lo que quería escuchar. Te apoyo en lo que decidas hacer. Solo recuerda que estoy aquí para ti —dijo Laura, sonriendo.
Después de hablar con ella, me sentí un poco más tranquila, pero aún había un nudo en mi estómago. No podía evitar pensar en lo que vendría después. Tenía que ser fuerte y enfrentar la situación, sin importar cuán doloroso fuera.