La Venganza

Punto de vista de Sebastián

Pasé todo el fin de semana pendiente de que Lucía regresara a su casa. La mansión Casanova había permanecido en penumbras por tres días. Pensé que ella se había ido a vivir a otro lugar, ya que el peso de los recuerdos de sus padres había sido muy fuerte. Aunque yo no vivía en casa de mis padres, los había estado visitando y quedándome a dormir allí constantemente, solo con la esperanza de ver, aunque sea de lejos, a Lucía. Estaba obsesionado con ella y solo anhelaba hacerla mía nuevamente.

Salí de la mansión Lombardi rumbo a la empresa, pero justo cuando llegué a la calle en mi auto, vi un vehículo bastante conocido entrar a la mansión Casanova; ese era el auto de Dimitri. Era muy temprano para que él visitara a Lucía, además esa casa había estado a oscuras todo este tiempo. ¿Acaso ellos no se comunicaban? Estaba perdido en mis pensamientos, divagando entre lo que estaba pasando y la realidad.

A la distancia, vi que Dimitri bajó de su vehículo, rodeó el auto y luego abrió la puerta del pasajero. Quedé sorprendido cuando Lucía bajó de este; se veía muy risueña. Intercambiaron algunas palabras y luego... se unieron en un beso. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo: Lucía y mi peor enemigo eran... amantes. Debía ser un sueño; ella no podía hacerme algo así. Lleno de ira, puse en marcha el motor de mi auto y partí a toda velocidad. Ella era una traicionera, pero eso no se iba a quedar así; me las iba a pagar.

Llegué a mi oficina y quise olvidar la escena que vi, pero mi resentimiento era mucho mayor. Así que lancé todos los documentos que tenía sobre mi escritorio al suelo y empecé a maldecir a Dimitri. Él no se quedaría con lo que es mío, porque Lucía era mía.

Mi padre entró a mi oficina justo en medio del desorden. “¿Qué sucedió aquí?”, preguntó mirándome decepcionado.

No estaba para dar explicaciones, así que hice como si nada estuviera pasando. “¿Necesitas algo?”, le pregunté mientras volvía a mi puesto.

Mientras trataba de recomponerme, sentí su mirada fija en mí. “Sebastián, sabes que puedes hablar conmigo”, insistió con tono suave pero firme. Su preocupación era palpable; sin embargo, yo no podía abrirme sobre lo que me atormentaba.

“Solo estoy un poco estresado por el trabajo”, respondí evasivamente, tratando de desviar la conversación hacia algo menos personal.

Pero él no se dio por vencido. “A veces es bueno sacar lo que llevamos dentro”, dijo mientras comenzaba a recoger los papeles esparcidos por el suelo. Su gesto me hizo reflexionar sobre cuán solo me sentía realmente en ese momento.

Decidí cambiar de tema antes de que el silencio se volviera incómodo. “¿Has visto las nuevas propuestas para el proyecto?” pregunté, intentando desviar su atención hacia algo más profesional.

Mientras hablábamos sobre trabajo, mi mente seguía divagando hacia Lucía y Dimitri. La imagen del beso seguía atormentándome como una sombra persistente. Sabía que debía hacer algo al respecto; no podía dejar que esto quedara así.

Mi padre salió de la oficina dejándome solo nuevamente con mis pensamientos, tenía que buscar la forma de hablar con Lucia, ella me debía explicaciones y haría todo lo posible para que me las diera, empecé a imaginar un plan para poder llegar a ella, me estaba volviendo loco, no podía concentrarme en nada.

En horas del medio día recibí una llamada de mi suegro, ese hombre era insoportable, pero también muy peligroso, yo sabía que sus negocios no eran nada transparentes, algo había en el que me hacía desconfiar.

“Dígame señor”, respondí el teléfono con frialdad.

“¿Ya sabes la última de tu querida Lucia?”, contesto con un tono agudo.

“No tengo por qué saber nada de ella, ¿o es qué piensa que la sigo viendo?”, respondí con sarcasmo.

El silencio llegó desde el otro lado de la línea, sabía que Alfredo Santos estaba molesto ante mi actitud y eso me llenaba de frescura.

“Veamos si sigues con esa actitud cuando acabe con la pxxxx de tu amante, y para que sepas ella ya nos demandó, ¡la guerra acaba de empezar!”, tras decir aquellas palabras solo se escuchó un silencio total. Coloque mi teléfono sobre el escritorio y mis pensamientos me llevaron al pasado, un pasado del cual no me sentía muy orgulloso.

[Flashback]

“Mis padres están muy emocionados con nuestro noviazgo, piensan que hacemos una hermosa pareja”, la dulce voz de Lucia llenaba mis oídos.

“¿Realmente me quieres?”, pregunté sintiéndome una basura.

“No señor Lombardi yo a usted no lo quiero... Yo a usted lo amo y quiero que sea el padre de mis hijos y mi esposo”, su sonrisa ilumina el día más sombrío, pero mi corazón no podía disfrutar de su luz, porque sabía que estaba a punto de destruir a un ser humano único.

“¿Por qué te quedaste pensativo?, ¿acaso dije algo malo?”, sus preguntas me trajeron a la realidad, así que forcé una sonrisa y la tomé de la mano. Ese fue el día más feliz de mi vida y al mismo tiempo el más desafortunado.

Regrese a la realidad y mire los ojos inocentes de la mujer frente a mí, “no es nada, solo me quedé pensando en nuestro futuro”.

[Regreso al presente]

Fui sacado de mis pensamientos por la llegada de Amelia, sabía que ella no era culpable de mis malas decisiones, pero no terminaba de aceptar este matrimonio, llevaba cinco años atado a una mujer que no soportaba.

“¿Hasta cuando vas a estar pensando en esa arpía de Lucia?, ¿acaso no es suficiente con lo que está haciendo para que empieces a odiarla?”, no bastaba con haber tenido que soportar a Alfredo, ahora también viene la loca de su hija a importunar mi tranquilidad.

“No sé dé qué hablas, yo estaba pensando en el trabajo y en lo que falta por hacer”.

“Si claro, y yo soy idiota, mejor aterriza y date cuenta de que esa mujer solo ha venido a destruir nuestra felicidad”. Amelia tenía razón en decir que Amelia solo nos acabaría, ella está en su derecho, ya que nosotros la destruimos primero, solo espero que no salgamos lastimados de esto, pues la mujer que regreso no es la misma que engañamos hace cinco años.