Camino A La Venganza

El viento nocturno golpeaba los barrotes allí afuera. En la cruda penumbra de la celda, Eylin se encogía en un rincón. El eco de la periodista seguía resonando: “Fue por amor… él también la odiaba…” Gotas de sudor resbalaban por su frente.

De pronto, la puerta se entreabrió. Horacio apareció, con un sobre blanco en la mano. Sus ojos, antes llenos de miedo, ahora eran ríos de decisión.

—Escucha. Ya no puedo dejar que ella pague sola —dijo con voz ronca.

Eylin lo miró, esperanzada. Pero al ver el sobre en su mano...

—Eso… ¿es el video?

Horacio asintió. Un silencio mortal se hizo el giro.

—Lo entregué. A la fiscalía. —susurró arrastrado—. Si caigo… caerás conmigo.

Sus manos le temblaron al verla llorar, y algo se quebró dentro de él.

—Quizá sea nuestro límite... pero ya no hay salida —dijo, quitándose una peca brillante de la solapa—. Eso dolerá más que todo el desprecio del padre.

Eylin se inclinó, sintió la traición... pero también el fin de su mundo.

Sólo quedaba esperar el estruendo.

...

La pareja había pasado la noche juntos. A la mañana siguiente, se despertaron con la luz entrando suavemente por la ventana.

Él miraba esas pestañas desperezarse y no pudo evitar rozar su mejilla con intimidad.

—Buenos días, —susurró, y plantó un beso tan serio como una promesa.

Ella respondió con una sonrisa que iluminó el cuarto.

—Buenos días,

Se acercaron al balcón del hospital. Había click de cámaras, luces… pero no les importó. Manuel la abrazó por la espalda, deslizando los dedos por su cintura.

—¿Creerías si te dijera que hoy quiero cerrar todos los frentes al mismo tiempo?

Ella sonrió contra su cuello, susurrando:

—Confío. Ya estamos venciendo.

Él deslizó su mano hacia su vientre, lleno de lágrimas contenidas.

—Te ayudaré a sanar todo. Incluso lo de nuestro pasado escondido.

Ella se giró, y lo miró con esa mezcla de pasión peligrosa.

—Y tú… ¿quieres estar aquí conmigo?

Se rozaron los labios, solo un instante… pero tan intenso como el pulso.

Ese día, horas después, José llegó con una carpeta cerrada.

—Horacio pagará… pero el verdadero golpe será contra Eylin. Todo lo que pase ahora… la gente lo verá como su caída libre —dijo, y le entregó un dossier a Manuel.

Él lo hojeó, sin dejar de sentir el calor de la mano de Regina en la suya.

—Haz lo que tengamos que hacer —la miró con ternura coqueta—. Pero juntos.

Y con eso, sellaron su primer gran movimiento como equipo indestructible.

...

Estela no podía dejar de mirar su celular. Las noticias sobre Eylin inundaban las redes sociales, y aunque ella se mantenía en silencio, sentía cómo la soga comenzaba a cerrarse también sobre su cuello. En la mansión, mientras trataba de fingir normalidad, fue interceptada por Mariela en uno de los pasillos.

—Vaya, vaya… qué interesante se ha puesto todo últimamente —susurró Mariela con una sonrisa que no llegaba a los ojos.

Estela entrecerró los ojos, no estaba para juegos.

—¿Qué quieres?

—Nada, solo pasar a saludarte. Aunque… —Mariela ladeó la cabeza, su tono se volvió dulce como veneno—, últimamente he estado pensando mucho en Alicia Marino. ¿Tú no?

Estela se tensó. No respondió.

—Curioso cómo una mujer tan brillante, tan… embarazada —acentuó la palabra— terminó cayéndose por unas escaleras. Lo realmente trágico es que nadie la escuchó gritar.

—Cierra la boca, Mariela —espetó Estela, sus ojos como cuchillos.

—¿Y por qué habría de hacerlo? ¿Tienes miedo? No de mí, claro… sino de lo que se sepa. De lo que alguien pueda haber visto. Porque si tú crees que Alicia murió sola... entonces estás aún más ciega de lo que aparentas.

Estela tragó saliva.

—¿Estás amenazándome?

—Yo nunca amenazo —sonrió Mariela, acercándose aún más—. Solo advierto. Y por cierto... ese vestido que llevas, ¿no es muy parecido al que usabas el día de la fiesta de compromiso de Manuel y Regina? Mmm... qué memorias. Fue una noche tan resbaladiza...

Estela quiso golpearla, pero no lo hizo. Porque en el fondo… sabía que Mariela no hablaba al azar. Sabía que esa mujer era como una sombra afilada, y que probablemente tenía pruebas o, peor aún… estaba creando una trampa.

Mariela se alejó con paso tranquilo, tarareando una canción infantil. Mientras lo hacía, dejó caer disimuladamente una nota en el bolso de Estela.

> “Sé más de lo que imaginas. Y apenas estoy empezando.”