Desde niña, Zara soñaba con el día de su boda, creyendo que sería el comienzo de una vida feliz y plena. Pero en el mismo momento en que da el "sí, quiero" en el registro civil, sus sueños se hacen añicos cuando aparece la amante de su marido, embarazada y reclamando su lugar. Devastada, Zara anula el matrimonio y huye a un país lejano, donde comienza de nuevo su vida como esposa de alquiler, manteniendo una fachada de frialdad para proteger su corazón. Pero todo cambia cuando un nuevo cliente entra en su vida, desafiando sus reglas y despertando sentimientos que creía haber perdido para siempre. Ahora Zara debe decidir entre seguir su contrato o arriesgarlo todo por un amor inesperado.
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Capitulo 24
Zara Miller
— Estoy hablando muy en serio, Zara — respondió él, recostándose en la silla con tranquilidad. — Te daré un tiempo para pensarlo, pero entiende que no es una elección. Si no aceptas, todos sabrán que eres una esposa por contrato. Eso arruinará tu reputación, tu carrera, todo por lo que has luchado; pero si aceptas, te daré todo, incluso mi amor. Quizá estoy siendo arrogante, pero te quiero a ti y solo a ti.
Regresé al trabajo como un robot, realizando cada tarea en piloto automático. Las palabras de Brian resonaban en mi cabeza, y apenas podía concentrarme en lo que estaba haciendo. Mis colegas notaban mi nerviosismo, pero nadie se atrevía a preguntar. Cuando finalmente logré tomar un descanso, fui a la sala de descanso, tratando de controlar el temblor en mis manos. Me senté en una esquina, escondida, intentando pensar en un plan, pero todo parecía una neblina confusa y amenazante.
Minutos después, recibí una notificación en mi celular. Un mensaje de un número desconocido. Mi corazón se hundió al leer:
"Espero que lo pienses bien, Zara. No me hagas esperar, mi futura esposa. ¿Cómo crees que verán al doctor Alexander cuando sepan que se casó con una esposa por contrato?"
Cerré los ojos, intentando contener el pánico. Brian estaba más cerca de lo que imaginaba, vigilando cada uno de mis pasos. No tenía dudas de que estaba decidido a conseguir lo que quería, y yo estaba acorralada.
Cuando mi turno finalmente terminó, el sol ya comenzaba a ponerse. Caminé hacia el estacionamiento con pasos apresurados, el corazón pesado. Necesitaba hablar con Alexander, contarle lo que estaba pasando, pero no podía encontrar las palabras. ¿Y si no me perdonaba? ¿Y si decidía que no valía la pena luchar por mí?
Abrí la puerta de mi coche y me senté, mirando el volante mientras las lágrimas silenciosas corrían por mi rostro. No sabía qué hacer. No sabía cómo resolver esa situación sin destruir todo lo que Alexander y yo estábamos construyendo.
Cuando llegué a casa, Alexander estaba en la cocina, preparando la cena. Me recibió con una sonrisa cálida, y por un momento, casi me permití olvidar todo.
— ¿Cómo estuvo tu día? — preguntó, mientras ponía los platos en la mesa.
Quería tanto decirle la verdad, pero las palabras no salían. No quería manchar ese momento, ese pequeño fragmento de felicidad que parecía tan frágil.
— Fue cansado — respondí, tratando de sonreír. — Solo eso.
Cenamos en silencio, pero el peso de las palabras no dichas flotaba entre nosotros. Sabía que no podría ocultarlo por mucho tiempo. Brian estaba esperando mi respuesta, y yo necesitaba decidir.
Después de la cena, Alexander se acercó y me abrazó. Sus brazos a mi alrededor eran todo lo que necesitaba en ese momento, pero también un doloroso recordatorio de lo que estaba a punto de perder si no encontraba una solución.
Mientras me acurrucaba en sus brazos, comenzó a formarse una resolución. Tenía que luchar. No solo por mí, sino por nosotros. No dejaría que Brian destruyera la reputación de Alexander en el hospital.
Pero para eso, necesitaría jugar con las cartas de él, y eso significaba enfrentar a un enemigo que no estaba dispuesto a perder. Y yo tampoco.
—Pareces distante, ¿qué pasó Zara? Sé que no es solo cansancio, algo sucedió —me preguntó después de besarme.
Continúa...