¿Qué es lo primero que haces cuando encuentras a alguien herido frente tu puerta? Ver si sigue vivo?, llamar una ambulancia?.
No. Lo primero que Michael hizo fue pensar que era lindo.
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CAP 22
—Pero yo quería participar hoy... —respondió un poco desanimada Lesia, mientras miraba las partículas de luz que, a una distancia lejana, se reunían en forma de espiral en un punto específico.
—¿El maestro ya llegó? ¿Dónde está? —comenzó la pequeña a buscar a su maestro emocionada. En su interior, creía que él no le mentiría y que llegaría al festival tal como lo prometió.
La esperanza brillaba en los ojos de Lesia, provocando un conflicto tanto en Michael como en Elysian.
—Aún no ha llegado... —dijo Elysian, intentando encontrar la forma adecuada de expresarle sus sospechas.
—¡Pero estamos seguros de que volverá pronto! —añadió Michael, esforzándose por mantener el optimismo en su voz, queriendo conservar la esperanza en ella.
No era su primera mentira, pero sintió la mirada de Elysian en cuanto la pronunció.
Elysian frunció levemente el ceño, aunque no quería ahuyentar sus ilusiones. Mantenerla en la ignorancia no le haría bien; lo mejor era decirle la verdad. Aun así, no desacreditó las palabras de Michael.
—¿En serio? ¡Lo sabía! El maestro volverá —murmuró la niña.
Michael sonrió al verla feliz. Fue en ese momento que Elysian se dio cuenta de que había aumentado las expectativas de Lesia.
—¿Qué tal si primero observamos el final de la competencia? —comentó Elysian, sin responder a la pregunta.
—¡Eso suena bien! —exclamó Lesia, su entusiasmo renovado.
Michael se quejó en silencio, sintiendo que debió ser un poco más amable. —Ven, Lesia, te acompañaré —dijo con una sonrisa que intentaba tranquilizarla, a pesar del miedo que tenía de volver a aquel lugar. Tomó la mano de la niña y caminó al lado de Elysian, mientras Lesia saltaba emocionada.
De repente, el peliblanco detuvo sus pasos y miró al cielo, que se había tornado rojo. Giró en dirección a Lesia, quien se había detenido en seco, sorprendiendo a Michael. Él se volvió para preguntarle si estaba bien, pero al observarla, un escalofrío le recorrió la espalda. Los ojos de la niña se veían borrosos; unas alas salieron de su espalda y sus colmillos se destacaron, como si algo oscuro estuviera emergiendo de ella.
Lesia, se dispuso a atacar a Michael con sus largas garras.
Cuando el cielo se volvió rojo, Elysian reconoció que había un problema; algo había pasado. Solo que aún tenía que averiguar qué. Su instinto lo llevó a revisar los alrededores, y fue allí cuando observó a Lesia preparándose para atacar a Michael. Se interpuso entre ambos, deteniendo el ataque con uno de sus antebrazos, dejando rasguños en su piel. Antes de que pudiera reaccionar, cogió la muñeca de la niña con fuerza y recibió un arañazo en el rostro con la mano libre.
El ardor de las heridas hizo estremecerse a Michael, aunque lo soportó. Elysian, que ahora sostenía con firmeza ambas manos de la niña, quien luchaba por liberarse y le daba patadas ocasionales, le gritó a Michael:
—¡Sal de la aldea! ¡Ya no es seguro!
Esas palabras le dieron una sensación ominosa al pelinegro, que se sumaba al aturdimiento por los golpes y a su adrenalina disparada; la actitud de Lesia había dado un giro de 180 grados.