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Aunque Me Odies, Siempre Serás Mía

Aunque Me Odies, Siempre Serás Mía

Status: En proceso
Genre:Venganza / Posesivo / Amor-odio / Mujer despreciada / Enemistad nacional y odio familiar
Popularitas:149.8k
Nilai: 4.8
nombre de autor: Auroraiva

— ¡Suéltame, me lastimas! —gritó Zaira mientras Marck la arrastraba hacia la casa que alguna vez fue de su familia.

— ¡Ibas a foll*rtelo! —rugió con rabia descontrolada, su voz temblando de celos—. ¡Estabas a punto de acostarte con ese imbécil cuando eres mi esposa! — Su agarre en el brazo de Zaira se hizo más fuerte.

— ¿Por qué no me dejas en paz? —gritó, sus palabras cargadas de rabia y dolor—. ¡Quiero el divorcio! Ya te vengaste de mi padre por todo el daño que le hizo a tu familia. Te quedaste con todos sus bienes, lo conseguiste todo... ¡Ahora déjame en paz! No entiendes que te odio por todo lo que nos hiciste. ¡Te detesto! —Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras su pecho se llenaba de impotencia.

Las palabras de Zaira hirieron a Marck. Su miedo más profundo se hacía realidad: ella quería dejarlo, y eso lo aterraba. Con manos temblorosas, la atrajo bruscamente y la besó con desesperación.

— Aunque me odies —murmuró, con una voz rota y peligrosa—, siempre serás mía.

NovelToon tiene autorización de Auroraiva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 1: La Caída de Octavio 2

NARRADORA

Fabián regresó a su casa al anochecer, satisfecho con el curso de los acontecimientos. El cielo se teñía de un gris profundo, y la ciudad estaba inmersa en el ajetreo nocturno mientras los autos pasaban por la calle frente a su residencia. Su hogar, una mansión pequeña en las afueras de la ciudad. Las luces suaves y cálidas iluminaban los grandes ventanales, proyectando una sensación de tranquilidad que contrastaba con las tormentas que él mismo había desatado en la vida de Octavio.

Entró por la puerta principal, colgando su abrigo en el perchero de caoba junto a la entrada, y se dirigió hacia la sala de estar. El sonido de la televisión encendida llenaba el aire, pero la estancia estaba en calma. Su esposa, Isabel, estaba sentada en el sofá, una mujer de mirada dulce Era una mujer de belleza natural que llamaba la atención desde el primer momento. Su cabello rubio, largo y sedoso, caía en cascada sobre sus hombros, con reflejos dorados que brillaban a la luz del sol. Tenía una piel clara y suave, casi porcelana, que contrastaba con sus ojos verdes, profundos y brillantes, como esmeraldas. Su rostro era delicado, con pómulos altos y definidos, y labios rosados que siempre parecían esbozar una sonrisa suave, con un avanzado embarazo que ya comenzaba a notarse. Tenía una mano descansando suavemente sobre su vientre, mientras con la otra cambiaba distraídamente los canales.

—Ya estoy en casa —dijo Fabián con tono casual, mientras se acercaba a ella y le dio un beso rápido en la frente.

Isabel le sonrió, pero había algo en su expresión que denotaba cierta distancia. Sabía que Fabián llevaba semanas envuelto en un plan del que no le había dado muchos detalles, pero la forma en la que él había estado actuando últimamente la inquietaba. Sentía que su esposo estaba más obsesionado que nunca con su ambición, con lograr algo que ella no alcanzaba a comprender del todo.

— ¿los niños? — pregunta el mirando a su bella esposa.

—Ya están durmiendo. ¿Cómo te fue hoy? —preguntó Isabel, intentando sonar despreocupada, pero sus ojos seguían al rostro de Fabián con cierta cautela.

—Ha sido un día excelente, Isa —dijo él, sonriendo mientras se sentaba a su lado—. Todo va según lo planeado. La expansión de la fábrica está en marcha, y Octavio… —Fabián hizo una pausa, como si saboreara el nombre antes de pronunciarlo—. Bueno, digamos que está exactamente donde necesito que esté.

Isabel se movió un poco en el sofá, incómoda. Sabía que Fabián y Octavio tenían diferencias sobre cómo manejar la empresa, pero jamás se habría imaginado que las cosas hubieran escalado a este nivel. Su intuición le decía que Fabián estaba haciendo algo más que tomar decisiones comerciales.

—¿A qué te refieres? —preguntó, intentando sonar casual pero con la suficiente seriedad para que Fabián supiera que quería una respuesta honesta.

Él suspiró y se pasó una mano por el cabello. Era evidente que había llegado el momento de compartir parte de lo que había estado tramando.

—Isabel… —comenzó, su tono suavizándose—. Octavio nunca entendió lo que realmente necesitaba hacer para que la empresa prosperara. Siempre ha sido demasiado cauteloso, demasiado conservador. — Yo… tuve que tomar el control, hacer lo que era necesario para salvarnos a todos. 

—¿Qué hiciste, Fabián? —su voz se tensó, sus manos aferrándose al cojín que sostenía sobre su regazo. El tono dulce y comprensivo que usualmente tenía estaba desapareciendo, dejando entrever una preocupación que crecía rápidamente.

Fabián hizo una pausa, sabiendo que lo que diría a continuación no sería bien recibido, pero confiando en que podría convencerla de que lo había hecho por el bien de ambos.

—Desvié dinero —confesó—. Lo hice poco a poco, asegurándome de que todo pareciera legítimo. Ahora tengo lo suficiente para asegurar nuestra vida y la de nuestros hijos. Y hoy… —sonrió, como si acabara de realizar una hazaña magistral— he logrado que Octavio firme unos documentos que lo ponen a él como responsable de una deuda que no podrá pagar. Cuando la empresa caiga, todo será mío. 

El silencio que siguió fue abrumador. Isabel lo miraba con incredulidad, sus labios entreabiertos, sin saber si lo que acababa de escuchar era una broma o la confesión de algo terrible. El aire en la habitación pareció volverse pesado, sofocante.

—¿Desviaste dinero? —repitió lentamente, tratando de asimilarlo—. ¿Y le tendiste una trampa a Octavio? Fabián, ¡eso es deshonesto! ¡Es cruel! ¡Él confía en ti!

Fabián frunció el ceño. No esperaba esa reacción. Pensaba que Isabel comprendería, que vería que todo esto lo hacía por ellos, por su futuro y por sus hijos. Se inclinó hacia ella, tratando de calmarla.

—Isabel, no lo entiendes —dijo con firmeza—. Lo hice por nosotros. Octavio es débil. Si lo hubiera dejado seguir tomando las decisiones, habríamos terminado en la ruina tarde o temprano. Yo solo… aceleré el proceso. Tendremos todo lo que siempre soñamos.

Isabel se levantó con esfuerzo del sofá, ignorando el peso de su vientre mientras caminaba lentamente hacia la ventana, donde las luces de la ciudad brillaban en la distancia. Se quedó mirando en silencio por un momento, tratando de procesar lo que Fabián había hecho.

—Fabián, esto no está bien —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. No puedes justificar lo que hiciste con promesas de riqueza. Traicionaste a tu amigo, y lo que es peor, jugaste con la vida de su familia. No sé cómo esperas que me quede callada ante esto.

Fabián se levantó y caminó hacia ella, poniéndose detrás y rodeándola suavemente con los brazos, tratando de reconfortarla. 

—Escucha —dijo en voz baja, su tono suave pero convincente—. Sé que ahora parece cruel, pero es lo necesario. Octavio nunca entendería las decisiones que tuve que tomar. Al final, cuando estemos seguros, cuando nuestros hijos crezcan con todo lo que necesitan, tú verás que hice lo correcto. Nadie más tenía el valor de hacerlo. 

Isabel sintió la calidez de sus brazos, pero no encontraba consuelo en sus palabras. Sabía que Fabián siempre había sido ambicioso, pero ahora se daba cuenta de que esa ambición lo estaba consumiendo, llevándolo por un camino del que tal vez no habría vuelta atrás. Aun así, las dudas la llenaban de incertidumbre. No estaba de acuerdo con lo que él había hecho, pero sabía que en ese momento, discutir más solo traería más tensión. Además, estaba preocupada por el bienestar de sus hijos y por lo que todo esto significaría para su familia.

—No estoy de acuerdo con lo que hiciste, Fabián —dijo finalmente, con un tono más bajo y agotado—, pero no voy a decir nada. 

Fabián sonrió, satisfecho con su victoria. Sabía que, aunque Isabel no estaba de acuerdo, había logrado hacerla entrar en razón… o al menos, en su razón. 

—Te prometo que todo saldrá bien, Isa —murmuró, besando su cabeza con ternura—. Confía en mí.

Pero mientras Fabián volvía a abrazarla, Isabel miraba la oscuridad más allá de la ventana, preguntándose si realmente alguna vez podría volver a confiar en él por completo.

......................

Las semanas que siguieron fueron una pesadilla progresiva para Octavio. Al principio, todo parecía estar en orden. La fábrica seguía funcionando con la eficiencia habitual, las máquinas resonaban día y noche, y los trabajadores realizaban sus tareas sin notar la tormenta que se avecinaba. Los informes de producción seguían indicando cifras positivas y las ventas, aunque algo estancadas, no representaban motivo alguno de preocupación. Octavio, inmerso en la rutina diaria, confiaba plenamente en que todo marchaba bien, gracias en parte a las gestiones de su socio de toda la vida, Fabián.

Sin embargo, en las sombras, Fabián estaba ejecutando el golpe final. Movía las piezas del tablero con precisión quirúrgica. Sabía que debía actuar con rapidez y cautela, antes de que Octavio descubriera las grietas que había estado creando en los cimientos de la empresa. Había contratado a un grupo de abogados corruptos, expertos en manipular informes financieros y enredar cualquier tipo de auditoría que se intentara realizar. Estos abogados, por medio de intrincados movimientos legales, comenzaron a fabricar informes que mostraban pérdidas millonarias. Lo hacían con astucia, exagerando los gastos operativos y minimizando las ganancias de manera que, en los libros contables, la fábrica comenzaba a tambalearse.

Octavio, siempre confiado en la estabilidad de su empresa, empezó a notar ciertos desajustes en los balances financieros. Al principio creyó que se trataba de un simple error de cálculo, tal vez un retraso en algún pago o un malentendido en las órdenes de compra. Sin embargo, a medida que los días pasaban, los informes mensuales mostraban un patrón preocupante: las pérdidas aumentaban y las ganancias disminuían de forma inexplicable.

—¿Cómo es posible? —Octavio se decía a sí mismo en las largas noches que pasaba revisando los números en su despacho—. Todo estaba bien hace unas semanas… ¿Cómo llegamos a esto?

Fabián, por su parte, jugaba el papel del socio comprensivo. Cada vez que Octavio mencionaba las dificultades, él se mostraba consternado y dispuesto a ayudar, ofreciendo soluciones vagas y poco concretas que solo confundían más a Octavio. Lo miraba con una mezcla de simpatía y traición oculta, sabiendo que el peso del desastre estaba a punto de caer sobre su socio, quien aún no comprendía del todo el alcance de su situación.

—Esos malditos proveedores, Octavio. Quizás deberíamos cambiar de socios comerciales, están elevando los costos sin motivo —le decía Fabián con tono casual, sin dejar entrever la verdad.

Mientras tanto, los abogados corruptos mantenían las apariencias, asegurándose de que cualquier auditoría que se realizara quedara enredada en tecnicismos y números falsos. Por otro lado, Fabián seguía desviando sumas importantes de dinero a sus cuentas personales en el extranjero. Cada transacción estaba disfrazada bajo complejos entramados legales que hacían imposible rastrear el dinero. Invertía en bienes raíces, empresas emergentes y, sobre todo, en acciones que aumentarían su fortuna cuando todo estallara.

Octavio, cada vez más preocupado, comenzó a buscar respuestas. Se reunía con los contadores, revisaba contratos, pero todo parecía estar en regla. Los balances no mostraban más que problemas de flujo de caja, algo que podría solucionarse con algo de tiempo y nuevas inversiones, o eso pensaba él. En realidad, estaba pisando un terreno minado, y cada paso lo acercaba más al borde del abismo.

Finalmente, el golpe decisivo llegó un viernes por la tarde, cuando Octavio fue citado por el banco con el que habían firmado el préstamo. Entró en la imponente sala de conferencias, donde lo esperaban los directivos del banco y su propio equipo legal. Al entrar, sintió una punzada en el estómago, algo que no podía explicar, pero que le advertía que algo andaba muy mal. Se sentó frente a los ejecutivos, su rostro sereno, aunque el nerviosismo comenzaba a apoderarse de él.

—Señor Aragón—dijo uno de los directivos con tono serio—. Hemos revisado los balances de su empresa, y lamentamos informarle que, debido a los incumplimientos en los pagos y a las recientes pérdidas reportadas, nos vemos obligados a tomar medidas legales para recuperar los fondos prestados.

Octavio sintió como si el mundo se desmoronara frente a él. Los papeles que le entregaron detallaban que la empresa debía millones, y que él, como firmante del préstamo, era el único responsable de la deuda. Trató de protestar, de explicar que debía haber un error, pero los abogados del banco, implacables, le recordaron la cláusula que había firmado.

—Esto es imposible —murmuró Octavio, con la voz quebrada—. ¡Fabián me dijo que todo estaba en orden!

......................

Fabián había calculado todo con una precisión milimétrica. Para cuando Octavio se enfrentara a las consecuencias, él ya habría desaparecido del mapa. El dinero estaba a salvo en sus cuentas extranjeras, y mientras Octavio lidiaba con la quiebra y la responsabilidad legal, Fabián preparaba sus maletas para salir del país.

— ¿Ya terminaste tu maleta? —preguntó Isabel mientras entraba a la habitación con una caja en las manos. Su voz era suave, pero había un dejo de inquietud en el ambiente.

— Casi... —Fabián respondió, girándose para mirarla—. ¿Y eso? —señaló la caja con curiosidad.

— Son algunas cosas que ya no sirven. Pensaba salir a botarlas. —Isabel dejó la caja sobre la cama y se cruzó de brazos, observándolo con una mezcla de ansiedad y tristeza.

— Está bien... —dijo Fabián, desviando la mirada hacia las maletas desparramadas por el suelo—. ¿Ya están listas las maletas de los niños?

Isabel asintió y se acercó a él, como buscando consuelo en su proximidad.

— Sí, ya está todo listo... —murmuró, y luego, con voz apenas audible, agregó—. ¿Estás seguro de irnos de buenas Aires?

Fabián abrió la boca para responder, pero en ese instante el sonido vibrante de su teléfono interrumpió el momento. Miró la pantalla con un suspiro. Octavio. Era la quinta llamada que había ignorado en el día, pero esta vez, algo en su interior le dijo que debía contestar.

— Discúlpame, necesito contestar. —Fabián miró a Isabel, quien soltó un suspiro antes de tomar la caja y salir de la habitación en silencio.

Fabián lo recibió con una frialdad que dejó a Octavio helado.

—Lo siento, Octavio —dijo Fabián por teléfono, su voz suave pero implacable—. Esto es simplemente… negocios. Tuvimos diferentes ideas sobre el futuro de la empresa, y al final, tomé la decisión que era mejor para mí.

Octavio sintió como su corazón se detenía. No podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Cómo pudiste hacerme esto, Fabián? —gritó desesperado—. ¡Éramos amigos!

—Los amigos son una cosa —respondió Fabián con un tono cínico—. Los negocios, otra. Ahora lo entiendes. Todo lo que te queda es asumir las consecuencias. Espero que puedas encontrar una manera de pagar tus deudas.

Y con eso, Fabián colgó, dejando a Octavio sumido en la desesperación.

......................

Esa noche, Octavio regresó a su hogar bajo un cielo oscurecido por nubes pesadas, que parecían reflejar el peso insoportable de su alma. Cada paso que daba hacia la puerta de su casa le resultaba más difícil que el anterior, como si el aire mismo lo empujara hacia atrás, consciente de que lo que estaba a punto de enfrentar sería más doloroso que cualquier batalla que hubiera librado en su vida. El portón de hierro chirrió cuando lo empujó con la mano temblorosa, y al entrar, un silencio inquietante lo envolvió.

La casa que solía ser un refugio de risas y vida ahora parecía fría, vacía, como si hubiera perdido su alma junto con él. El eco de sus pasos resonaba en el pasillo mientras caminaba lentamente hacia la sala, donde sabía que su esposa lo estaba esperando.

—Octavio… —su voz apenas fue un susurro —

Octavio no pudo sostener su mirada. Sus hombros cayeron, y en su rostro se dibujó la expresión de un hombre derrotado, de alguien que había perdido todo. Se acercó a ella, incapaz de encontrar las palabras correctas, sabiendo que lo que estaba por decir sería más cruel que cualquier tormenta que hubieran enfrentado juntos.

—Clara… —comenzó, pero su voz se apagó. Tragó saliva, intentando controlar las lágrimas que pugnaban por salir. Sabía que debía ser fuerte, pero cada vez que intentaba hablar, sentía el peso de la culpa oprimiendo su pecho.

Clara lo miró, su respiración entrecortada, y algo en su interior se desmoronó. Dio un paso hacia él, con las lágrimas corriendo por su rostro.

—Octavio, por favor… dime qué paso.

—Lo he perdido todo, Clara—dijo finalmente, su voz quebrada.

Las palabras colgaron en el aire, pesadas y dolorosas. El silencio que siguió fue insoportable. Octavio miró hacia el suelo, incapaz de enfrentar la mirada de su esposa, mientras cada segundo que pasaba parecía agravar el dolor en su pecho. Sintió que todo se derrumbaba a su alrededor, como si la realidad misma se estuviera desintegrando.

—¿Cómo? —preguntó Clara, incapaz de comprender del todo—. ¿Qué pasó?

Octavio, con los ojos llenos de lágrimas, se dejó caer en el sofá, sus manos temblorosas cubriendo su rostro. Las palabras salían atropelladas, entrecortadas por el dolor.

—Fabián… —dijo entre sollozos—. Me tendió una trampa. Desvió dinero de la empresa… me hizo firmar documentos… Yo no sabía… pensé que estábamos asegurando un préstamo, pero él… él lo planeó todo. Ahora soy responsable de todas las deudas. La fábrica… se ha ido… Lo hemos perdido todo.

Clara se tambaleó hacia atrás, como si las palabras de Octavio la hubieran golpeado físicamente. Se apoyó en la pared, con una mano temblorosa cubriendo su boca. El nombre de Fabián resonaba en su mente, un eco amargo de traición. Ese hombre, que había sido amigo y socio de su esposo, ahora había destruido su vida. La incredulidad se mezclaba con la desesperación.

—¡No puede ser! —gritó finalmente, su voz llena de angustia—. ¡No puede ser verdad! ¡Él no… él no haría eso!

Octavio solo podía asentir en silencio, sus ojos llenos de una tristeza infinita. Sabía que, aunque quisiera, no había nada que pudiera hacer para cambiar lo que había sucedido. Había confiado ciegamente en Fabián, y ahora, esa confianza lo había llevado a la ruina. Ver el sufrimiento en los ojos de Clara solo agravaba su propio dolor.

—Lo siento tanto, cariño —murmuró, con la voz apenas audible—. Te fallé… les fallé a todos.

Clara, incapaz de soportar el peso de la verdad, se dejó caer de rodillas frente a él, llorando amargamente. La traición de Fabián no solo había destruido su estabilidad financiera, sino que también había roto algo más profundo, algo que no se podía medir en dinero o propiedades. El dolor de perderlo todo, de ver a su esposo destrozado, era insoportable.

Octavio, envuelto en su propia desesperación, solo pudo abrazarla, incapaz de encontrar las palabras que la consolaran. La realidad los había golpeado con una brutalidad implacable, y en ese momento, en medio de las lágrimas y el dolor, supieron que ya nada volvería a ser igual.

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Cari Raziel
Jajajajajaja 🤭🤭🤭 si que quedaste flechado
Cari Raziel
Ay 😱 no pobre niño😭😭😭😭😭😭😭
Gladys Torin
ahora empieza a sudar por lo que viene por su traición
Yandislena Perea Maturana
que zaira se quede con Cristián que se enamore de el se casen y sean felices con sus hijos que tengan el tal marck su karma es vivir solo sin amor que zaira lo perdone pero de lejitos es mejor.

Ni quiero que zaira se quede con marck sería el colmo del descaro
Gloria Antequera: Zaira, no perdones. que quede con christian
total 1 replies
Jaqueline Leiva
sera tatiana 🤔🤔
Gloria Antequera
no lo perdone. no. no
Gloria Antequera
entretenida. full
Gloria Antequera
muy buena. no he podido dejarla
Norma Lopez
Excelente
María Pérez Castrejón
el karma de marck será ver a Zaira ser feliz, pero linda tiene que salir de su vida como sea no es la indicada para que el sufra un infierno quiero que el pague viendo a Zaira ser feliz
Hurrem Sultán
pobre chica... Liand está historia es arte...
Gloriab Gimenez
autora me encanta tu novela me hace llorar enojar muchas pero veo que escribes muy bien las palabra exactas
felicitaciones!
Vivian Romero
fuera de chiste marck tiene que pagar, si el padre de ella fue un hdp, marck lo es peor...
Maria Isabel
no te preocupes, gracias por actualizar Liand ❤️
Lin
Linda no será la culpable del intento de secuestro y la vez que intentaron atropellar a Zaira y a Marck 🤔

por qué si la autora coloco esas dos ecenas es por qué iban a ser importante en el futuro.
Ramona Peloso: esto capítulos estuvo genial ,me encantó siga haci autora 👏👏👏👏
Hurrem Sultán: tal vez tengas razón.
total 3 replies
Isabelika
pobre Zaira... de verdad Marck le destruyo la vida por completo.
Ramona Peloso
autora por favor seguirá esta novela?? porque si no es así la elimino de siguiendo 🤔🤔🤔
Liand AR: Sí, pienso continuar, corazón. Como mencioné en este comunicado, no tengo intención de abandonar esta historia. Sin embargo, si decides dejar de leer, no es necesario que me lo comuniques; puedes hacerlo cuando desees. Estuve muy enferma y decidí tomarme el tiempo necesario para mi recuperación. Hoy, finalmente, actualizo.
total 1 replies
Reyna Romero Hernandez
extraordinaria historia
Yeny Quintanar
excelente libro
Reyna Romero Hernandez
Normal
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