Amor En La Sombra De La Mafia

Los meses después de la caída de Moretti fueron un torbellino de investigaciones, juicios y promesas de un futuro más seguro. Isabella y Dante, quienes habían liderado la operación, fueron reconocidos por su valentía. Sin embargo, la aparente victoria no trajo consigo el alivio que ambos habían esperado. A medida que el polvo se asentaba y la adrenalina desaparecía, comenzaron a surgir las cicatrices, no solo en sus cuerpos, sino en sus mentes.

Isabella había regresado a su pequeño apartamento en las afueras de la ciudad. Desde la caída de Moretti, había dejado de lado su vida profesional activa. Aunque recibió varias ofertas para continuar su carrera en la agencia, la incertidumbre y las constantes amenazas la llevaron a tomar una decisión: necesitaba tiempo para sí misma, lejos de las sombras y los secretos. Se despertaba en las mañanas con el eco de disparos en su mente, reviviendo en sueños las mismas escenas de la noche en que se enfrentaron a Moretti.

Un día, mientras preparaba café en su cocina, recibió una llamada. El número era desconocido, lo que le produjo un leve escalofrío.

—¿Isabella? —La voz en el otro lado de la línea era familiar, pero cansada.

—Dante, —respondió ella, su tono suave pero distante—. ¿Cómo estás?

—Quería verte, —dijo él, sin rodeos—. No hemos hablado desde la operación... no como deberíamos.

Isabella hizo una pausa. No había visto a Dante en semanas. Sabía que él había continuado trabajando en la agencia, investigando los restos del imperio de Moretti, pero algo había cambiado entre ellos. Ya no compartían la misma conexión que antes.

—Puedo ir a tu casa, —añadió Dante, casi como una súplica.

Isabella aceptó, aunque una parte de ella estaba inquieta. Sabía que había asuntos sin resolver entre ellos, pero también temía que ver a Dante solo avivaría las preguntas que había estado evitando.

...

Cuando Dante llegó, el aire entre ellos estaba cargado de tensión no dicha. Se sentaron en el pequeño sofá del salón de Isabella, una distancia física que reflejaba la emocional.

—He estado pensando en lo que ocurrió, —empezó Dante—. En todo. Moretti, Ricci... todo fue un caos. Pero lo que me ha estado persiguiendo es cómo terminamos nosotros.

Isabella lo miró, intentando leer entre las líneas de lo que no decía. Había compartido tanto con Dante en esos días, pero el trabajo siempre había sido la prioridad. Nunca se habían permitido discutir lo que podría haber sido entre ellos.

—Dante, —dijo finalmente—, no sé si podemos seguir pretendiendo que todo está bien. Después de todo lo que pasamos, creo que algo se rompió en nosotros, y no estoy segura de que pueda arreglarse.

Dante asintió lentamente, como si ya hubiera anticipado su respuesta.

—Lo sé, —dijo con una mezcla de resignación y tristeza—. Pero... ¿no crees que podemos intentarlo?

El silencio que siguió fue más fuerte que cualquier palabra que pudieran haber intercambiado. Ambos sabían la verdad, pero ninguno de los dos estaba listo para enfrentarla de lleno. El peso de todo lo vivido había dejado marcas que no podían ignorar.

—Hay algo más, —dijo Dante, rompiendo el silencio—. Aún hay cosas que no cuadran. Información que nunca llegó a salir a la luz después de la captura de Moretti.

Isabella frunció el ceño.

—¿De qué estás hablando?

Dante se inclinó hacia adelante, su voz en un susurro como si temiera ser escuchado.

—Después de su arresto, las cuentas de Moretti fueron revisadas, pero faltan grandes sumas de dinero. Rutas que supuestamente habían sido desmanteladas siguen activas. Y, lo más extraño de todo, Ricci desapareció. No hemos podido localizarlo desde que lo sacamos del país.

Isabella sintió una ola de incomodidad. Durante todo este tiempo, había creído que al menos una parte del caos había llegado a su fin. Pero ahora, Dante le estaba diciendo que, en realidad, todo podría haber sido una fachada.

—¿Crees que Ricci está detrás de esto? —preguntó, temiendo la respuesta.

—No lo sé, —respondió Dante—. Pero alguien está manteniendo viva la red de Moretti. Y quienquiera que sea, es más listo de lo que pensábamos. No está operando a gran escala, no todavía, pero hay señales de que podría estar acumulando poder nuevamente.

Isabella se quedó en silencio, asimilando las implicaciones. Después de todo lo que habían pasado, todo lo que habían sacrificado, ¿podría ser que nada hubiera terminado realmente?

—No quiero volver a ese mundo, Dante, —dijo finalmente—. No puedo.

Dante la miró con comprensión.

—Lo sé, —dijo suavemente—. Y no te estoy pidiendo que lo hagas. Solo quería que supieras lo que está pasando.

Isabella asintió, aunque su mente estaba ya en otro lugar. ¿Podía realmente apartarse de todo sabiendo que el peligro aún acechaba? ¿O había sido demasiado ingenua al creer que podía dejar todo atrás?

...

Unos días después de la visita de Dante, Isabella comenzó a notar cosas extrañas. Personas que nunca había visto antes comenzaron a aparecer cerca de su apartamento, vehículos estacionados durante horas en las calles cercanas. No podía estar segura de si era paranoia o si realmente la estaban siguiendo, pero la sensación de peligro nunca la abandonaba.

Un día, mientras caminaba por un parque cercano, recibió un mensaje en su teléfono. "Sabes demasiado." No había remitente, y el número estaba bloqueado.

El miedo que había estado intentando reprimir se apoderó de ella. Isabella regresó corriendo a su apartamento, cerrando todas las puertas y ventanas. Pero sabía, en el fondo, que si alguien la estaba vigilando, esos actos de seguridad no harían ninguna diferencia.

Esa noche, se sentó frente a su computadora, revisando los archivos que aún tenía guardados de la operación. Volvió a mirar los nombres, las transacciones, las rutas. Pero ahora, con la advertencia de Dante resonando en su mente, comenzó a notar pequeños detalles que antes habían pasado desapercibidos. Había lagunas, pequeños huecos en la información que ahora parecían demasiado obvios para ser errores.

De repente, el teléfono sonó. Era Dante.

—Isabella, necesitamos hablar. Algo no está bien, —dijo, con un tono de urgencia que la hizo estremecerse.

—Ya lo sé, Dante, —respondió—. Estoy viendo algo... algo que no tiene sentido.

Dante guardó silencio por un momento antes de decir:

—Creo que Ricci nunca nos traicionó. Creo que fue alguien más... alguien dentro de nuestra propia organización.

Isabella sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Qué significa eso? —preguntó, aunque una parte de ella ya conocía la respuesta.

—Significa que esto no ha terminado. Y probablemente, nunca lo hará.

...

Esa noche, Isabella apagó la luz de su apartamento y se sentó en la oscuridad, sintiendo que, a pesar de todo lo que habían logrado, el círculo vicioso del poder y la traición aún los envolvía. El futuro parecía más incierto que nunca, y aunque había sobrevivido a Moretti, ahora enfrentaba una verdad aún más aterradora: el enemigo, quizás, siempre había estado más cerca de lo que imaginaba.

Y en ese silencio abrumador, la pregunta que más la atormentaba era si alguna vez podría realmente escapar de las sombras.