Renacer Entre Telas

La madrugada había caído sobre la ciudad, pero el sueño era un lujo que Camila no podía permitirse. La aparición de Santiago había revivido una parte de su pasado que creía enterrada, y ahora su mente no dejaba de preguntarse cómo él había descubierto su nueva vida.

Al día siguiente, mientras revisaba algunos documentos en su oficina, recibió un mensaje inesperado en su teléfono:

“Nos vemos en el Parque Central a las 5 p.m. No faltes. Hay cosas que aún no sabes.”

El remitente era Santiago. Camila dudó por un momento, pero sabía que ignorarlo no era una opción. Santiago siempre había sido astuto y manipulador, pero también era un hombre de recursos. Si él sabía algo que ella ignoraba, debía averiguarlo.

A las cinco en punto, Camila llegó al parque. Santiago la esperaba sentado en una banca, con la misma mirada calculadora que había tenido en su vida pasada.

—Puntual, como siempre —dijo él, sonriendo con una mezcla de arrogancia y admiración.

—Ve al grano, Santiago. No estoy aquí para perder el tiempo —respondió ella, con tono firme.Quiero respuestas.

Él sonrió, una sonrisa que mezclaba nostalgia y una ligera arrogancia.

—Siempre tan directa. No has cambiado, aunque... técnicamente, sí lo has hecho.

Camila respiró hondo, controlando su impulso de irse.

—Dime cómo sabes quién soy realmente. Y no me hables en acertijos.

Santiago se acomodó en la banca, invitándola a sentarse a su lado.

—Porque, Camila… fui tu aliado, tu socio, y algo más. En nuestra vida pasada, fuimos mucho más que compañeros de negocios. Yo era tu mano derecha en Arce Textiles. Estuve contigo cuando levantamos la empresa desde cero, cuando cada decisión era una apuesta al futuro. Pero también… fui el hombre que siempre te admiró en silencio.

Camila sintió un nudo en el estómago. Los recuerdos comenzaron a fluir, desenredando hilos que había mantenido ocultos en su mente. Santiago Duarte no solo había sido un socio estratégico; había sido uno de los pocos hombres en los que confiaba plenamente.

—Tú... eras mi confidente —murmuró, sorprendida por la claridad de sus recuerdos.

Santiago asintió.

—Exacto. Pero todo cambió cuando Víctor Torres apareció. Él fue quien destruyó Arce Textiles, manipuló a nuestros socios, y te llevó al borde de la ruina. Yo intenté advertirte, pero tú querías creer que podías controlarlo.

Camila recordó esa época turbulenta. Víctor había sido el enemigo que nunca vio venir, el hombre que la empujó al límite hasta que perdió todo… incluida su vida.

—Estuviste allí cuando... —Camila hizo una pausa, incapaz de pronunciar la palabra morí.

—Sí. —La voz de Santiago se volvió grave—. Estuve en ese hospital la noche en que te desvaneciste de este mundo. Y lo vi… vi cómo esa energía que te hacía ser tú se desvaneció... para renacer.

Camila lo miró fijamente.

—¿Cómo lo supiste?

Santiago sonrió con amargura.

—Porque yo también estaba destinado a morir esa noche. Un accidente me llevó a ese hospital, y en mis últimos momentos, una figura me ofreció una elección: vivir con un propósito o desaparecer. Elegí vivir… para protegerte. Fue entonces cuando vi cómo algo más grande que nosotros te traía de vuelta.

Camila se estremeció.

—¿Por qué te eligieron a ti?

—Porque siempre estuve conectado a ti. En vida fui tu protector en los negocios, y ahora soy tu protector en esta segunda oportunidad. Pero esta vez, no se trata solo de una empresa. Se trata de detener a Víctor Torres, quien no es solo un empresario corrupto, sino alguien que está jugando con fuerzas que no entiende.

Camila se puso de pie, tratando de procesar la magnitud de lo que escuchaba.

—Entonces... ¿Víctor también está vinculado a esta fuerza?

Santiago asintió.

—Sí. Pero no de la misma forma que tú. Él ha hecho un pacto, uno que lo llevará a obtener un poder inmenso a costa de destruir todo lo que toques. Y ahora, está más cerca que nunca de lograrlo.

Camila apretó los puños, sintiendo cómo la ira se mezclaba con el miedo.

—No permitiré que lo logre.

—No puedes hacerlo sola —advirtió Santiago—. Esta vez, necesitamos unir fuerzas. Conozco sus debilidades, sé cómo piensa. Si trabajamos juntos, podemos detenerlo.

Camila lo miró, dudando. Había aprendido a no confiar ciegamente en nadie, pero Santiago siempre había sido leal… al menos, en el pasado.

—Lo pensaré —respondió finalmente.

Santiago asintió.

—No tardes demasiado. Cada día que pasa, él se acerca más a su objetivo.

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Esa noche, Camila regresó a casa con la mente revuelta. Leonardo la esperaba en la sala, su preocupación evidente.

—¿Cómo te fue? —preguntó.

—Fue… inesperado —respondió, sin revelar demasiado.

Leonardo la observó con atención.

—Últimamente te noto distante. ¿Algo está mal?

Camila sonrió, ocultando la tormenta interna.

—No, Leo. Solo negocios. Nada que no pueda manejar.

Sin embargo, en su interior sabía que las cosas estaban lejos de estar bajo control. Santiago había traído consigo no solo respuestas, sino también nuevas preguntas. Ahora sabía que no estaba sola en esta lucha, pero también entendía que el pasado no la había soltado del todo.

Desde la ventana, observó las luces de la ciudad, preguntándose cuánto tiempo podría mantener su secreto a salvo. Porque ahora, más que nunca, sabía que el verdadero desafío apenas comenzaba.