"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
Descubre lo que sucederá 🤓
Esta historia es solo amor entre chicas
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Capítulo 20: te quiero tener en mi piel
Tiré de la puerta con fuerza, cerrándola a mis espaldas, pero Charlotte no me dejó ni un segundo para reaccionar. Se lanzó hacia mí, atrapando mis labios con los suyos en un beso frenético. Sus movimientos eran bruscos, desesperados, como si el tiempo se le escapara entre las manos. Mi mente divagaba, incapaz de procesar lo que estaba pasando.
Sus dientes mordieron mis labios con tanta fuerza que las lágrimas brotaron de mis ojos. Intenté retroceder, pero ella no me lo permitió. Su lengua descendió a mi cuello, y ahí, entre mordidas que me hicieron estremecer, el dolor me arrancó un jadeo.
—¡Auu! Charlotte, me duele… ¡aléjate! —exclamé, la confusión y el miedo teñían mi voz.
Pero mis palabras fueron inútiles. Sus manos se aferraron a mi cuerpo con una intensidad abrumadora, desgarrando mi camiseta en su frenesí. Había algo aterrador en su pasión descontrolada, pero también algo extrañamente embriagador. Una pequeña parte de mí se preguntaba por qué no podía detenerla de inmediato.
Entonces escuché el primer sollozo, pequeño, contenido. Mis ojos buscaron los suyos, y lo que vi me hizo temblar. Sus hermosos ojos azules, que siempre habían sido mi refugio, ahora estaban bañados en un rojo profundo. Lágrimas rodaban por sus mejillas mientras continuaba, como si algo más fuerte que ella misma la impulsara.
Traté de abrazarla, de calmarla.
—Charlotte, tranquila… Por favor, basta —susurré.
Pero no se detuvo. Sus movimientos se hicieron aún más torpes y bruscos hasta que, con un empujón, me tiró al suelo. Mi espalda chocó contra el piso con fuerza, el dolor hizo que mi paciencia se agotara.
—¡Ya basta, Charlotte! ¿Estás loca? —grité, tratando de recuperar el control de la situación.
Ella se detuvo, pero solo para mirarme con una expresión desgarradora. Sus labios temblaron antes de que gritara:
—¡QUIERO ACOSTARME CONTIGO!
Su voz se rompió al final, y algo dentro de mí se rompió también. La miré, incrédula, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Charlotte, mi Charlotte, mi amiga, mi compañera inseparable… ¿qué estaba haciendo?
Se desplomó sobre el suelo, abrazándose a sí misma mientras su cuerpo temblaba con cada sollozo.
—No me consueles… Solo… hazme tuya, Freya. Por favor —murmuró, entre lágrimas.
—No puedo. No así —respondí, con la voz tan temblorosa como mi interior.
Ella alzó la cabeza, sus ojos enrojecidos me buscaron.
—¿Por qué no? ¿Por qué tratas de buscar a Lauren y no a mí? —dijo entre jadeos, su voz rota, llena de celos y desesperación.
Sus palabras me golpearon como una bofetada. Lauren… Esa chica estúpida era tan desagradable.
—Charlotte, no se trata de Lauren… —intenté explicar, pero ella me interrumpió con más palabras que eran cuchillas.
—¡Quiero que me desees solo a mí, Freya! Que tus manos, tu cuerpo, todo tú, seas solo para mí. Quiero que tus labios busquen los míos, que tus caricias sean solo mías… —Su voz se apagó mientras rompía a llorar nuevamente, como una niña perdida.
No sabía qué hacer. La quería demasiado para verla sufrir así, pero la pregunta ardía en mi mente: ¿La quería como la amiga que siempre fue, o como algo más?
Me acerqué a ella y la abracé con fuerza, levantándola del suelo y llevándola a la cama. Su cuerpo temblaba en mis brazos mientras sollozaba contra mi cuello. Me incliné hacia ella, limpiando sus lágrimas con cuidado.
—No llores, Charlotte. Eres hermosa, demasiado hermosa para estar así… —dije en un intento de consolarla, aunque mi propia confusión era abrumadora.
—¿Cómo puedo ser feliz si mi novia quiere acostarse con una mujer que apenas conoce? —replicó, su voz cargada de resentimiento.
No pude evitar reír ante sus palabras. Lauren nunca había sido de mi agrado.
—Esa estúpida no me interesa en absoluto. ¿De verdad creíste eso? —dije, intentando aligerar el ambiente.
Sus ojos se abrieron como platos, la confusión y el alivio luchaban por dominar su expresión.
—¿Estabas celosa? —preguntó, un destello de burla cruzó su rostro.
—¡Por ti? Claro que no. —Bajé la mirada, sintiendo el calor subir a mis mejillas.
Charlotte me jaló hacia la cama, dejándome encima de ella. Me abrazó con tanta fuerza que casi me quedé sin aliento.
—Te quiero tener conmigo, Freya… en mi piel, en mi vida. —Su voz era un susurro, pero el peso de sus palabras me dejó sin palabras.
Luego, sus labios encontraron los míos, esta vez con una suavidad que me desarmó por completo. Sus caricias eran lentas, cuidadosas, y cada toque me hacía estremecer. Su boca recorrió mi rostro y mi cuello, dejando un rastro de calor que me hacía sentir cosas que no quería analizar.
No sabía si lo que sentía era amor, deseo, o simplemente el miedo de perderla. Pero en ese momento, mientras sus caricias me envolvían, dejé de luchar contra mis pensamientos.
—Charlotte… —susurré, pero no terminé. No sabía qué más decir.
Ella sonrió contra mi piel y continuó, como si en ese instante, lo único que importara fuéramos nosotras.