LA CAMA DE MI JEFE

Baja de la camioneta, veo cómo rodea por el frente hasta llegar a mi puerta. Abre. Su contacto visual me gusta, se acerca a mí, su altura le permite poder cargarme sin problema. Rodeo su cuerpo con mis piernas y siento sus manos sostenerme por los muslos. Pego mi boca a él, siento calor en mi interior y su boca se derrite ante mis besos.

Comienza a caminar, el viento es fresco y mis ojos están cerrados. Siento sus manos apretar mi piel, gimo suavemente y entonces deja de besarme. Concentra su vista en el camino, subimos por las escaleras y cuando nos detenemos en el piso de mi departamento, comienza a besarme otra vez.

¡Fue una buena idea haber sacado las llaves antes de bajar de la camioneta! Se las doy, mis manos toman sus mejillas y acerco mi nariz a su cuello. El sonido de las llaves se inserta en la cerradura, la puerta se abre, respiro de su cuello y el aroma me encanta. ¡Es dulce! Le doy un beso allí. La puerta se cierra. Su boca vuelve a unirse a mi boca, me acorrala contra el muro.

—¡Quítame la camisa! —Pide él entre besos.

Mis manos se acercan a los botones y uno a uno, comienzo a desabrochar. ¡Puedo tocarlo! Tocar su piel y sobre todo, su pecho. ¡Mi parte favorita!

—¿Qué quieres que te haga? —Me pregunta él.

—Lo que tú quieras, yo también quiero —respondo.

—Híncate.

Comienza a soltar mis muslos y puedo apoyar mis pies en el suelo. Desciendo lentamente hasta quedar hincado frente a él. La luz está apagada, pero veo sus ojos entre la oscuridad y eso me excita. ¡Quiero esto! Se inclina, su rostro desciende y planta un beso fuerte en mi boca.

—¿Puedo chuparte? —No me da miedo preguntarle.

Su pulgar acaricia mi boca, siento su tacto caliente sobre mi rostro y eso me emociona. ¡Estoy por recibir lo que tanto me gusta!

—Compláceme.

Mis manos toman control de su cinturón, abro la hebilla, desabotono el pantalón y deslizo la cremallera. Me acerco, le bajo los pantalones y mis manos se encienden sobre su piernas peludas. ¡Siento tan rico en mi alma! Mi deseo está lleno de lujuria. Acercó mi rostro a él, huele a hombre y la tela de su ropa interior es suave. Acaricio sus piernas.

Su deseo también es evidente, su respiración es agitada y la firmeza de su ser, eso es lo mejor de este momento. ¡Quiero probarlo! Deslizo la tela, lo libero y sin miedo, lo pruebo. ¡Él suspira! ¡Gime! Sabe bien. No sabe a pescado y tampoco sabe desagradable. Comienza a aumentar de tamaño y el bocado no cabe en mi boca.

—¡Es muy grande! —me atrevo a decirle.

—¿Sí? Yo creo que…

Pero no lo deje terminar de hablar. Hundí mi boca para cubrirlo y así llegar a la base. Sus manos me toman de la nuca y él aprieta. ¡Esto le gusta! Chupar la paleta es un arte y un gusto que derrite a los hombres. Juego con él. De arriba a abajo. En su cabeza. Con mi lengua. ¡Él disfruta de esto! Y los segundos se convierten en minutos y sus suspiros son mi pasión más grande en este instante.

Toma mi rostro entre sus manos y acerca su boca a mi boca para besarme. Me invita a ponerme de pie, pongo mis manos en su pecho y siento que quiere más que esto.

—¡Vamos a tu habitación! —Ordena él.

—Claro.

Lentamente nos deslizamos sin soltar nuestros besos, mi habitación está abierta y la luz que se escurre por la ventana me permite ver con más detalle el rostro de Adrik. Sus manos me quitan la playera y yo lo empujo para que se siente en la cama. ¡Miaaaauuuwwwggggg! El chillido que desprende al momento del impacto me hace recordar que no estamos solos en casa. ¡El minino se levanta de allí!

—¿Qué fue eso? —Pregunta Adrik, se había puesto de pie.

El gato se acerca a nosotros, sigue en la cama, Adrik lo había aplastado.

—Es un gato.

—¿Tienes una mascota?

—Algo así.

Y no puedo evitar reírme al ver la mirada asustada del animal. Me acercó a él y comienzo a acariciarlo, me siento en la cama y debo aceptar que nuestro momento caliente se vio frenado por un gato aplastado. ¡Qué canijo este animalito! Arruino nuestros deseos.

—¿Cómo lo…?

—Llegó a mi ventana el día que regresamos de Cancún.

Hago contacto visual con Adrik, tiene las piernas desnudas, la camisa abierta y el caramelo colgando.

—¿Tiene nombre?

—Aún no.

—Que se llame Billy. Tiene cara de travieso y mirada de ternura.

Adrik se acerca para acariciar a Billy, me lo quita y lo acerca a su regazo, a su pecho desnudo.

—¿Te gustan los gatos?

—Sí. Cuando era niño tenía uno.

La escena frente a mí era muy conmovedora y alegre. Un hombre desnudo cargando a un gato y yo, deleitando mis pupilas con la belleza que ambos irradiaban.

—¡Te ves muy guapo! —Le hago saber.

—¿Te gusta lo que ves?

Sonrío, me ruborizo un poco.

—Sí. ¡Me encanta!

—¿Continuamos?

Me muerdo el labio inferior, me acercó a él y le quito a Billy. Llevo al gato fuera de mi habitación y cierro la puerta. ¡Mi corazón sigue excitado!

—Estoy para ti —le digo con deseo.

Sonríe, me besa tres veces en los labios y…

—Quítate la ropa.

Le hago caso, termino de quitarme los pantalones, mis tenis y los calcetines. Adrik está acostado en la cama y me mira con atención, enciende la lámpara que está en mi buro y la iluminación ameniza el momento.

—Estoy listo.

—Siéntate encima de mí.

Un hombre acostado en mi cama, desnudo, con vello en el cuerpo y una mirada bastante profunda. ¡Mi alma está caliente! Me subí a la cama y con sumisión, obedezco lo que me pide. Me siento en su cuerpo, sus manos me acarician, se sienta en la cama y eso permite que pueda besarme a su antojo. ¡Me gusta tocar su piel y que él me toque también!