LA CAMA DE MI JEFE
...LA CAMA DE MI JEFE es una obra original de IRWIN SAUDADE ...
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...LA CAMA DE MI JEFE...
...LA PRIMERA VEZ ...
Abro la puerta de la habitación principal y entonces, me avergüenzo completamente. ¡¿Qué onda con esto?! Me quito un audífono rápidamente y pongo mis utensilios de limpieza en el suelo.
Hago contacto visual con él.
—¡Así, papi! ¡Dame más! ¡Que rico! —Ella está muy excitada.
—¡Mierda! ¿Qué rayos creen que están haciendo? —Mi voz es fuerte y trato de calmar mi vergüenza.
Sus ojos se clavan en mi alma.
—¿Quien eres tú y por qué estás en mi casa? —Dice él.
Sus ojos quieren despedazarme, lo veo en sus pupilas. Su cuerpo está acostado boca arriba en la cama, sus manos sujetan la cadera de ella y completamente desnudos, disfrutaban de los placeres del sexo. ¡Qué escena tan más caliente!
—Soy el chico de la limpieza, me contrataron para limpiar esta casa.
—¿Y por qué entras a mi habitación?
—¡Perdón! ¡Pensé que la casa estaba vacía! No fue mi intención interrumpirlos. Yo... Los dejare para que puedan continuar.
Agarro mi equipo de limpieza y cierro la puerta rápidamente. ¡Qué pena! No fue mi intención inmiscuirme en la intimidad de esos dos. ¡Qué oso! Tengo la cara llena de vergüenza.
Bajo a toda velocidad, me dirijo al cuarto de servicio y siento que mi corazón late a toda potencia. ¡Qué mal por mí! No puedo borrar de mi mente la expresión de él al verme mirándolos en pleno sexo. ¡Cosas random de la vida!
Y para colmo, Rosalia comienza a cantar Tuya a toda volumen a través de mis auriculares.
Acomodo mis utensilios, he decidido irme. Me enjuago las manos y salgo de allí. Entro a la cocina para tomar mi mochila y justo al caminar para la salida, él se atraviesa en mi camino. ¡Sus ojos se clavan nuevamente en mí!
—¿Qué crees que estás haciendo? —Pregunta él.
—Ya me voy.
—¿Tú...?
—Lamento mucho haberlos interrumpido, no fue mi intención. Te prometo que no sabia que estaban en casa, a mí me notificaron que no había nadie —le hago saber.
Se pone a pensar, sus ojos parecen tener oscuridad en ese tono marrón.
—¿Quien te contrató?
—Un joven, su nombre es Guillermo.
—Mi asistente a veces es torpe.
La mujer baja las escaleras. Ni siquiera se acerca a él y con su vestido negro, sale de la casa. ¡Yo me sentía incómodo!
—Bueno, yo...
—Ya puedes limpiar mi habitación.
Se va a la cocina y yo me quedo estático, pensando en todo lo que acababa de suceder. ¡Qué intenso!
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Pase a comprar algunas frutas al supermercado. Estoy en el área de frutas, la música suena en mis auriculares, me siento bien.
Tomo una bolsa de plástico y comienzo a empacar unos duraznos. Me dirijo a las manzanas. Elijo algunas naranjas. Y cuando mis ojos logran ver el último racimo de plátanos, no dudo en correr para poder tenerlos.
Aún cuando me apresure, mi mano logro tomar los plátanos y él también. ¿Él? Su mano estaba aferrada a mi racimo de plátanos. Cuando hacemos contacto visual, mi mente hace que mi cuerpo se ruborice.
—Yo los tome primero —me animo a decirle.
—No, yo los tome primero —repone él, me examina con la mirada y cuando se acuerda de mí, sus cejas se enarcan—. ¿Estas tratando de arruinar mis planes de hoy?
Su pregunta me hace pensar, mi contacto visual es neutro.
—No. Pero no es mi culpa que sientas que estoy arruinando tus planes de hoy —le digo con firmeza.
Sus ojos vuelven a enfocarse en mí. Esta vez está vestido y en mi mente tengo el recuerdo de haberlo visto en pleno sexo esta mañana. ¿Por qué nos volvimos a encontrar?
—Esos plátanos son míos.
—No quiero parecer niño pequeño peleando por un racimo de plátanos. ¡Pero yo lo tome primero!
—¿Cuánto dinero quieres?
—¿Por qué querría tu dinero? Eres muy descortés y engreído. Aquí me da igual si eres rico, estos plátanos serán de los dos.
Con fuerza, hago que el racimo se parta en dos. Mi acción lo deja sorprendido.
—¿Tú...?
—Ten una buena tarde —y me alejo de él.
Continuó con mis compras. Voy al pasillo de los congelados y tomo un vaso de helado de vainilla. ¡No voy a permitir que las casualidades de la vida me limiten de ser feliz el resto del día!
Después de recorrer algunos pasillos más, me formo en la caja registradora. Saco mi celular, he recibido un mensaje.
**Guillermo:** ¡Lamentó mucho de lo de hace rato! Mi jefe es impredecible. Te he transferido más dinero del pago acordado. Tómalo como un gesto de agradecimiento y disculpas.
¿Disculparse con dinero? Al menos, me sentí bien. No pude evitar ruborizarme por todo lo que sucedió.
—¡Disculpe, señor! Pero no es mi culpa que su billetera no esté con usted. No es para que me grite —la cajera está soportando a ese cliente que parece ser muy engreído y...
¿Por qué nos volvíamos a cruzar? ¿Por qué la vida me estaba permitiendo ver por tercera vez a este hombre?
—Cancela mi cuenta, yo...
—¿Puedes cobrar la cuenta de él con la mía? —No me da miedo interrumpirlo.
Rápidamente, ambos voltean a mirarme y sus ojos marrones se clavan en mis pupilas. ¿Qué es esa expresión en su rostro?
—Claro. Reanudaré la cuenta —dice la cajera y empieza a escanear mis productos.
Él me está observando y yo, no quiero mirarlo. ¿Qué estará pensando de mí? ¿Soy muy gentil por querer pagar medio racimo de plátanos y una botella de vino que él deseaba comprar? ¡Cosas de la vida!
—¿Por qué te ofreciste a pagar mi cuenta? —Eso es lo primero que pregunta cuando nos vamos de la caja registradora.
—Esperaba que primero me dieras las gracias —respondo yo.
—¡Gracias! Pero...
—Tómalo como un acto de arrepentimiento. No fue mi intención abrir la puerta de tu habitación esta mañana.
No dice nada. Camina a mi lado y llegamos a la entrada principal del supermercado.
—Es hora de que no volvamos a vernos —le digo.
Empiezo a avanzar, no tengo la más mínima intención de seguir con él.
—¡Espera! —Su voz no me frena y yo continúo—. ¡Oye!
Y es ahí cuando él me toca por primera vez. ¡Así es! Su mano tocando mi piel, sujetando mi muñeca para que yo me detenga. Ni siquiera cuando peleamos por el racimo de plátanos hubo contacto y en este momento, su mano, su tacto cálido me hizo frenar.
—¿Sí?
—Déjame pagarte por...
—No te preocupes. Tu asistente me dio una propina por lo de la limpieza en tu casa. Use esa propina para pagar tu compra. ¡No te preocupes!
—Pero yo... —Parecía que lo engreído se le había ido y que la oscuridad de sus ojos se había iluminado.
—Tengo que irme. Debo tomar el metrobús.
—Déjame llevarte a tu casa. ¡Por favor!
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Comments
Leidism Sivila
Muy interesante ojalá en tus descripciones uses imágenes de los personajes me encantaría ....
2024-10-03
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Bella Maldonado Beltran
se ve interesante .espero.que está la termines ,tienes muchas sin subir capitulos espero que termines ,inefable .saludos
2024-08-23
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