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BEATRICE, LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

BEATRICE, LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

Status: Terminada
Genre:Completas / Magia y demonio / Diferencia de edad / Demonios
Popularitas:7.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Guadalupe Nieves

El Sultán Murad, un hombre de 45 años, debió ascender al trono contra de su voluntad, debido al mandato del espíritu guardián del maldito de su padre; sin embargo, debido a los traumas que tuvo al crecer en el harem de su progenitor, lo que realmente deseaba era poder rehacer su vida lejos de aquel país.

Por una alianza realizada con el monarca del reino vecino, el rey Guillermo, decidirá viajar a tierras extranjeras con el fin de buscar esposa y así sellar por completo los acuerdos de paz entre ambas naciones. Sin imaginar, en su camino se cruzaría con la segunda princesa bailarina, maldita de nacimiento, y la cual provocaría que el espíritu guardián le hiciera una propuesta: salvarla de su maldición a cambio de su libertad.

Siendo un hombre completamente opuesto a lo que se esperaba en un gobernante, y sabiendo que su querido hermano menor podría ser el futuro sultán, acepta el trato.

¿Podrá ir en contra de tal poderosa maldición?

¿Podrá salvar a la segunda princesa bailarina?

NovelToon tiene autorización de Guadalupe Nieves para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO 22

1 SEMANA DESPUÉS

"QUIERO VER AL SULTÁN..."

Eran las palabras que diariamente, todo el día, se repetía la princesa Beatrice. Desde que se había despertado, la necesidad por ver al sultán se hacía cada vez más grande.

Aunque si bien sentía la necesidad de saber por qué había dormido varios días, o porque había vuelto a su forma gatuna, estaba más preocupada por Murad.

Aunque no pudiera hablar, había logrado transcribir algunas palabras manchando su patita gordita en tinta, pero ni siquiera Diana le decía nada.

Según lo que le decía su tercera hermana, los magos ordenaron que estuviera tranquila en lo que analizaban que había pasado con el anillo.

Ni siquiera le daban información sobre Cosette o si la habían podido sacar de aquel barco. Preocupada a más no poder y cansada de estar en la ignorancia total, decidió salir de su habitación. Luego de que algunas sirvientas le dejaran un plato con leche para poder beber, pondría en marcha su plan.

Y así fue, luego de media hora de su desayuno, vinieron a traerle un pequeño plato con leche que ella devoró enseguida por la sed que sentía.

Como las doncellas estaban acostumbradas a dejarla arropada para que durmiera, sacó un pequeño montículo de debajo de las almohadas para aparentar que ella estaba allí.

—¡La princesa no está!—gritó una de las enfermeras.

Sin percatarse, gracias a que los demás estaban desesperados en encontrarla tras descubrir que aquel montículo no era ella, Betty usó la distracción para colgarse de la falda de una de las enfermeras y así salir de su habitación sin que nadie se diera cuenta.

BEATRICE

Debido a que era muy pequeña y liviana, no logró sostenerse mucho tiempo antes de caer rodando directo al piso, mientras la enfermera seguía corriendo.

Con su colita escondida entre sus patitas, un poco lastimada por la caída, caminó hasta la pared, para seguir caminando sin que nadie la viera. Como era tan pequeña y silenciosa, era fácil hacerlo en medio del estrés que había.

"Por favor, que no lo hubiera matado...por favor, que hubieran traído a Cosette, ¡¿Dónde están ellos dos?!"

Se repetía una y otra vez mientras seguía caminando entre los largos pasillos, fuera a quien fuera que ella encontrara primero, necesitaba saber qué había ocurrido con ellos. Si lo que querían era que estuviera tranquila, todos estaban haciendo lo contrario.

No fue sino hasta que olió un aroma de vainilla con leche chocolatada, que se detuvo en frente de una puerta entre abierta. Dejándose llevar por particular fragancia, se metió en la habitación mientras observaba como varias enfermeras terminaban de atender a una persona acostada en la cama.

—Es increíble que hubiera sobrevivido—susurró una enfermera—después de...

—¡No! ¡Es increíble que esté vivo!—respondió otra de sus compañeras—vamos, ya hemos terminado por ahora.

Una vez cerraron la puerta y se fueron las enfermeras, Beatrice salió de su escondite e intentó acercarse al hombre para saber quién era, pero era tan pequeña que le costaba subirse a la cama. Suspirando con pesadez, observó la sabana blanca y sin dudarlo comenzó a trepar en esta.

Luego de cinco minutos, Beatrice por fin pudo subirse a la cama, cansada al sentir que hubiera escalado una montaña, se acercó con cuidado al hombre, quien dormitaba, mientras el aroma tan delicioso que le hacía sentir hambrienta, aumentaba con cada pasito que daba.

El hombre comenzó a despertarse al sentir una pequeña presión que se acercaba en su pecho, poco a poco abrió sus ojos y con la vista un poco borrosa, se encontró cara a cara con un pequeño gatito que estaba en su pecho y que lo olfateaba muy cerca con su nariz rosada.

—¿Princesa?—preguntó aún somnoliento—¿Es usted?

Beatrice se alejó un poco y se sentó por completo en su pecho,  mientras miraba extrañada al hombre quien tenía la misma voz y los mismos ojos que el sultán Murad. No podía creer que fuera ese hombre, ya que quien estaba en frente suyo no era más que un esqueleto por lo delgado que estaba y pálido que se veía.

Sin embargo, luego de confirmar su identidad, sobre todo con aquellos ojos que tanto le habían gustado, sus ojos gatunos se dilataron aún más mientras comenzaba a llorar. Dejando a Murad, sorprendido, ya que nunca antes había visto a un gato llorando.

"¡¿Por qué está así de delgado?! ¡No me gusta! ¡Tengo que darle mucha comida!"

Antes de que Murad pudiera acariciar su cabecita, ella se escondió en forma de rollito en el cuello de este y comenzó a ronronear más fuerte. Aún tenía su anillo puesto, por lo que quería ver si de la misma forma en que ella le había robado su energía vital, podía intentar devolvérsela.

—Ya...ya...—susurró Murad—No ha pasado nada...

El sultán movió su mano y la acarició, pero aquello hizo que Beatrice se hiciera más bolita y se enterrara aún más en su cuello, haciéndolo sentir con más fuerza su ronroneo. Podía comprender la frustración en los ojitos de ella, sobre todo la misma culpabilidad que él una vez tuvo de niño al no cuidar a su familia.

—Princesa, tengo sueño—dijo sin dejar de acariciarla—¿Le importa si duermo un poco más?

Beatrice no podía hablar, pero esta aumento aún más su ronroneo, intentando que él supiera que estaba de acuerdo. Aunque de manera inconsciente hizo que su temperatura aumentara, pareciendo como una estufa viviente y provocando que el sultán sonriera.

Tenía miedo, miedo de llevarse por delante a personas inocentes y buenas como el sultán, nada más por su maldición. Aún podía sentir la conexión con el demonio, pero hubiera preferido ser ella quien muriera si con eso nadie más sufría.

—Después, me gustaría decirle algo—susurró antes de dormirse—¿Puede esperarme?

La segunda princesa no dijo nada, pero lo entendió como un "sí". Así, tras dormirse, ella hizo lo mismo, mientras pensaba en cómo podía hacer que su anillo reaccionara de nuevo.

.

.

.

.

Erin, quien había sido sumergida en sueño profundo por la abuela Baba, con ayuda de Jermy jr. Había pasado casi una semana intentando encontrar el alma del visir Ibrahim, hermano del sultán Murad, entre aquella oscuridad que había en sus sueños.

Según lo que había entendido de su nana, debía entregar algo de igual valor a su conexión con el demonio que estaba atormentando a Beatrice, para que dejara de usarlo en contra de su segunda hermana. De ese modo, la conexión ahora pasaría con ella.

Sin embargo, después de tanto tiempo buscarlo, por fin, pudo encontrarlo en lo que parecía ser la habitación de este, en su palacio. Estaba tan profundamente dormido, que no podía despertarlo. Por lo que decidió no luchar más, era como ir en contra de la corriente, más si estaban dentro del mundo de los sueños.

—¿Erin, me escuchas?—la voz de la abuela Nana resonó por lo alto—¿Cómo vas?

—Lo encontré—respondió—parece el cuento de la bella durmiente... ¿Cómo es humanamente posible que un hombre a esta edad sea tan atractivo? ¿No se supone que la vejez lo llena de arrugas a uno?

—¿De verdad te preocupa más eso que lo otro?—preguntó cansada la anciana.

—Solo tengo curiosidad—respondió observando al hombre—¿Qué tan lejos estamos de la capital de Arubia?

—Aún falta medio mes para llegar—esta vez escuchó a lo lejos la voz de Jeremy Jr.—aún podemos mantener la conexión entre ambos, así que concéntrese, princesa.

Erin solo asintió, mientras observaba el cuerpo de Ibrahim, estaba segura de que el hombre se encontraba desnudo. Sus músculos bien marcados y sus pectorales, que parecían un par de almohadas gruesas, se marcaban muy bien.

Cerró por un momento sus ojos, para así analizar la situación. Su madre había prohibido tener contacto físico, por lo que no podía tener un lazo tan directo con él. Entonces, debía dar a cambio algo que fuera de igual valor. Después de varios segundos, sintió algo pesado en sus brazos.

—Mi diccionario—susurró al ver el libro en sus brazos.

Suponiendo que todo lo que pensara en el mundo de los sueños se hacía realidad, una idea vino a su mente. Alzando su diccionario por lo alto, intentó golpear la cabeza del visir.

—¡Espere!—el grito de la abuela Baba la detuvo—¿Qué piensa hacer?

—¿Sacrificar lo que más quiero, no?—preguntó confusa—supongo que una vez lo golpee mi diccionario se dañará.

—¡Pero no puede despertarlo de esa forma!—respondió ahora Jeremy Jr.—¡Ni siquiera sabemos si eso valga como sacrificio!

—¡Ay!—susurró—¡Quiero acabar con esto! Lo único que se me ocurre es darle mi virginidad.

—¡Negativo!—dijo Jeremy Jr.—su madre lo ha prohibido.

La princesa carraspeó un poco, quedándose en silencio por unos segundos. No podía encontrar alguna cosa de valor que sacrificar, sobre todo para alguien como el visir, un hombre ególatra, casi narcisita, que lo que tenía de riqueza lo tenía de belleza y que aparentemente era un ninfómano.

—Díganme algo, lo que ocurre dentro del mundo de los sueños, no pasa en la vida real, ¿cierto?—preguntó.

—Sí, el mundo de los sueños solo afecta a las almas directamente, no al mundo físico—respondió la abuela baba—¿pero estás segura de querer aquello?

—De querer, no quiero—respondió dejando a un lado su diccionario—pero si tengo que hacerlo, ¿no es mejor que ser forzada por un demonio?

Aquello sería como un sueño, tal vez algo similar como aquellos sueños que había leído de un libro escrito por Sigmund Freud. Por consiguiente, mientras ocurriera allí, no debería tener ningún problema. Decidida, chasqueó los dedos, ordenando que fueran dejados a solas.

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Roxi Gasper
Que inspiración tan grande tienes. Quedo genial. 💯🤩🌹
Roxi Gasper
Fantástica 🤩
María Cristina Herrera
Excelente
Auribeth
diferente pero excelente me encanto
Auribeth
muy linda historia diferente del resto
Auribeth
ual vengativa está siendo benevolente
Auribeth
pos es que por lo hijos uno mate pero también muere 🤷
Auribeth
bueno técnicamente si pero leí una novela que se materializaba lo que soñaron los protagonistas y de hecho una de tus hermanas mayores soño teniendo relaciones con el demonio y despertó sin su pureza o sello de castidad asi que no me confiaría tanto
Auribeth
bellos personajes pero me gustaría más verlos en su versión de Santa Claus
Auribeth
wow pero porque murió murak pensé que de pronto en ambos se restablecía su estado de salud sin heridas ni nada pero no la muerte de uno
Auribeth
y que lo mate
Auribeth
pucha por perro pero la hijita no merecía eso solo el desgraciado merece todo lo malo habido y por haber
Auribeth
uy había sido excelente que los encontraran
Auribeth
jajaja que bellos
Auribeth
jajaja sus recetas le ayudarán es que a las mujeres también se les enamora por el estómago
Auribeth
va cuál solo las mujeres a si perdón es que no es la actualidad
Auribeth
veamos quien se atreve si supuestamente fue una orden del espíritu del aguila que consideran un Dios
Auribeth
diantres que dilema
Auribeth
diría que maten a la desgraciada que les lanzo esa maldición pero ya está muerta
Auribeth
pobre princesa
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