Secretos, envidia, poder, dinero y traiciones, son el ingrediente perfecto para un desenlace trágico.
La traición aveces viene de la propia sangre, y la lealtad se paga con ella también.
El día que descubrió la verdad, el mundo de Érika se tambaleó.
La traición de una persona querida, la muerte de su padre y la revelación de que ella era la heredera de aquel secreto familiar tan bien guardado, la empujaron a una nueva realidad, todo es nuevo y peligroso para ella, podrá lograr seguir su vida?
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Capitulo 21 - Un corazón Roto.
El viaje fue largo, no solo por qué hicieron demasiadas paradas, sino por qué era necesario para asegurarse de que Erika se estuviera recuperando de su herida, a pesar de que pasaron los días, Alejando mantenía en secreto la noticia sobre la madre de Erika, pero ya era hora de decírselo.
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Alejandro y Erika habían llegado a Córdoba, a la casa de su primo, Tincho, un tipo muy buena onda, que les ofreció refugio en su casa sin hacer preguntas. La casa de Tincho era modesta pero acogedora, con una vista impresionante de las sierras cordobesas.
Tincho estaba en la cocina, preparando unos mates mientras Erika y Alejandro se acomodaban en la sala. Su energía alegre contrastaba con la atmósfera cargada que rodeaba a sus invitados.
—Che, ¿quieren unos mates? Son de los buenos, ¿eh? —dijo Tincho con mucha alegría, sonriendo de oreja a oreja.
—Sí, gracias, Tincho —respondió Alejandro, intentando devolverle la sonrisa, pero el peso de una culpa lo oprimía.
Erika asintió distraída, sus pensamientos estaban enredados en todo lo que había pasado. Tincho notó la seriedad en sus rostros y quiso intentar levantarles el ánimo.
—Mirá, este finde me voy a visitar a mi vieja en el campo. Así que la casa es toda de ustedes. Disfruten la tranquilidad, o pueden hacer una joda les va a venir bien —dijo Tincho, riendo mientras les pasaba los mates.
—Gracias, Tincho. Nos viene bárbaro —respondió Alejandro, apreciando la hospitalidad de su primo.
Tincho se dio cuenta de que Alejandro quería hablar con Erika en privado y decidió darles un poco de espacio.
—Bueno, los dejo tranquis. Cualquier cosa, peguen un grito, ¿eh? —dijo Tincho, saliendo de la sala.
Cuando quedaron solos, Alejandro sabía que era el momento de hablar. Tomó aire profundamente, buscando las palabras adecuadas.
—Erika, tenemos que hablar de algo importante —dijo Alejandro, mirando sus manos nerviosamente.
Erika levantó la mirada, preocupada por el tono serio de Alejandro.
—¿Qué pasa? ¿Es sobre los rusos? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Alejandro tomó aire, preparándose para la difícil conversación.
—No, es sobre tu mamá... —comenzó Alejandro, con su voz un poco apagada.
Erika se tensó, su corazón empezó a latir más rápido.
—¿Mi mamá? ¿Ella está bien verdad? Javier no sería capaz de hacerle daño, el ama a mamá... —dijo Erika, con la esperanza de que lo que estaba por escuchar no fuera lo que temía.
Alejandro negó con la cabeza, sus ojos estaban llenos de tristeza.
—Lo siento, Erika. Los rusos la mataron, me lo dijo Javier el día que me llamo... —su voz se quebró.
Erika sintió como si su mundo se derrumbara. El mate se le resbaló de las manos y cayó al suelo, volcandose.
—No... No, no puede ser... —dijo Erika, su voz casi había desaparecido, pareciendo apenas un susurro mientras las lágrimas empezaban a caer por sus mejillas.
Alejandro se acercó y la abrazó, pero Erika se apartó, necesitaba espacio para procesar la noticia.
—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! —gritó Erika, el dolor y la desesperación habían tomado su voz.
—No sabía cómo... No quería lastimarte más de lo que ya estabas. Lo siento, Erika. De verdad, lo siento —respondió Alejandro, con la voz llena de culpa.
Erika se levantó y corrió a la habitación que le había dicho Tincho. Entro cerrando la puerta de golpe. Se tiró en la cama y lloró desconsoladamente. El dolor era insoportable para ella, una mezcla de pérdida y traición que le quemaba el pecho.
Era demasiado para ella, la muerte de su padre, la traición de su hermano, y ahora saber que su querida madre en realidad también estaba muerta.
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Los días siguientes fueron difíciles. Erika se sumió en una profunda tristeza, apenas comía y evitaba hablar con Alejandro. Pasaba horas mirando por la ventana, recordando momentos con su madre y padre, ahora tan lejanos y dolorosos.
Alejandro intentaba darle espacio, pero también la vigilaba de cerca, preocupado por su estado de salud, le preocupaba que no sanara su herida y se infectara.
—Necesita tiempo, culiau. Ya va a estar bien, déjala pensar y asimilar todo —dijo Tincho, apoyando su mano sobre el hombro de su primo.
Finalmente, después de varios días, Erika salió de su habitación. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, pero había una nueva determinación en su mirada.
—Alejandro, tenemos que seguir adelante. Por mi mamá, por mi papá... y por mí. No voy a dejar que los rusos ni los traidores ganen —dijo Erika, su voz ahora era firme aunque aún quebrada por el dolor.
Alejandro asintió, sintiendo una mezcla de alivio y respeto por la fuerza de Erika para superar tantas tristezas juntas y no caer.
—Estoy con vos, Erika. Vamos a hacer que paguen por todo esto —respondió Alejandro, con confianza, aunque no sabía que podrían hacer.
Erika sabía que el camino sería difícil, pero ahora tenía un motivo más para pelear. La pérdida de su mamá era una herida profunda, pero tambien se había vuelto un golpe que cambio su visión de las cosas, convirtiendo su tristeza en enojo, deseando que los culpables paguen sus crímenes.