Mis Tres Vidas

La clase privada comenzó y yo solo pensaba en ella, su aroma y los recuerdos vividos. Me costaba mucho concentrarme y seguir el hilo de lo que impartía. Pero fingí no amarla y responder una serie de ejercicios que me había dejado para desarrollar. Hice algunos mal para aparentar que la necesitaba aunque en realidad no tenía dudas.

Ella siempre muy profesional ni me dejaba margen a nada más que no fuera hablar de las materias impartidas. Así pasaron las semanas y poco a poco se fue mostrando más receptiva conmigo. Ya reía con alguno de mis chistes, cosa que me esforzaba ya que no era gracioso para nada.

Elizabeth por su parte desde aquel incidente donde Arón le preguntó si lo recordaba lo miro distinto. Algo en ella había cambiado desde ese día. Lo miraba y sentía atracción por aquel chico menor. Alejaba cada pensamiento impuro ya que dado su cargo no podía tener ese sentimiento por un alumno.

También estaba el caso de la sociedad, como la verían si confesaba o intentaba llegar a algo con un chico, se mantendría al margen, pero en el fondo deseosa de verlo cada día en sus clases y más aún en casa. Ella notaba que el se sentía atraído por ella también pero no daba entrada a nada más.

La vida de Elizabeth hasta el momento había sido una desdicha en el amor. Llena de decepción. Nadie la llenaba en ese plano,se sentía incompleta. No fue hasta que unos meses de clases particulares con Arón que volvió a sentirse plena. Fue el día en que se besaron por primera vez.

Todo ocurrió sin aviso alguno. Un lapicero fue el causante de que sus labios impactaran estrepitosamente en un beso que quemaba como mil demonios del infierno. El lapicero cayó al suelo por error o nerviosismo de ella al estar reprimiendo su deseo hacia el.

Ambos fueron a recogerlo y sus frentes chocaron entre sí, para dar paso a lo inevitable. El beso duro poco tiempo, pero fue lo justo para comprender cuanto se deseaban. No se habló mucho del suceso, quedaron en un silencio cortante y caras de asombroso.

Luego siguieron como si nada. A la hora de marchar volvió a ocurrir. Ya oscurecía cuando dejaron de besarse para jurar que de seguir con su romance nadie debía saberlo, sería muy díficil de comprender que un chico y una maestra tuvieran ese tipo de relación.

Los siguientes meses se dejaron llevar por su amor. Siempre en su horario de clases particulares. En la escuela actuaban normal. Más allá de unas miradas furtivas no había intercambio alguno entre ellos. Paso todo un año y Arón terminó la escuela, entonces le propuso formalizar su relación.

Ella rechazó su oferta, temía por su prestigio y lo que podrían pensar de ella por estar con un joven menor. Arón no estaba dispuesto a perderla así que cedió, pero alguien de corazón negro y malas intensiones descubrió su amor. Los siguió y tiro fotos de su encuentro en casa de Elizabeth, por la ventana de su apartamento, había recolectado buen material.

Era un chico de la clase de ella que había reprobado el curso. Entonces subió en internet las fotos, algunos memes acusando a su profesora de dar las notas a cambio de sexo con sus alumnos. Ya era la graduación cuando las imágenes salieron en la pantalla de la escuela a la vista de todos en venganza, aunque muchos ya las habían visto.