Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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22
... Renato no quiere reconocer que ha perdido a la mujer de la que ha estado enamorado por años.
— Dalia estás a tiempo de cambiar tu decisión. Mi propuesta sigue en pie. Cásate conmigo. Yo te enseñaré cada día cuánto te amo, te mimare, te adorare, seré todo lo que necesites cuándo lo necesites. Una palabra de tu boca bastará para que yo haga lo que tú quieras. Y para que eso pase lo único que debes hacer es aceptarme. — Ambos se siguen observando de una manera inexplicable.
— Lo siento. — Por primera vez en todos esos años ella se disculpa con el. — No se que hice, pero lamento que creas estar enamorado de mi. — Renato suspira indignado.
— No lo creó Dalia. Lo estoy. Te amo. TE AMO. ENTIÉNDELO DE UNA MALDITA VEZ. — El azota la tablet contra el piso. Dalia cierra los ojos y se hace para atrás.
— Vete. Estás muy alterado.
— Así cómo estás ahora es como imaginé verte cada mañana al despertar.
— ¿De que estás hablando ahora?
— Yo quería verte a mi lado todas las mañanas. Quería ver tu rostro sin maquillaje, tu cabello desordenado, tu cuerpo con un pijama cómodo, y en mis locas fantacias con algo sexi. — El se ríe, pero es una sonrisa triste. — Nada de eso podrá ser posible. Antes guardaba la esperanza por qué eras soltera. Pero ahora no hay esperanza. No hay nada. Haré lo que tanto me has pedido. Voy a salir de tu vida. — El se va y mientras camina desea que ella vaya tras el. Pero es una esperanza tan vacía cómo lo está su corazón.
... Dalia lo observa irse y sus pies parecen querer desobedecer. Su mente piensa con claridad, pero por primera vez su corazón le duele al verlo sufriendo. La mirada que hoy vió en sus ojos, es una mirada que jamás había visto.
— Dalia, ¿qué sucedió? Vi salir a Renato. ¿Por qué pelearon?
— No es un buen momento para hablar de eso. Ve a tu habitación.
— Dalia te vez terrible, dime qué pasó, por favor.
— Elisa no es un buen momento. Vete ahora. — Su hermana sale preocupada. Ella ve la silueta de Renato y corre para alcanzarlo.
— Renato espera. — Ella le sostiene el brazo. — ¿Qué sucedió? Dime por favor.
— Pregúntale a tu hermana.
— Ya lo hice y no quiere decirme nada. Por favor tu dime lo que pasó.
— No tengo ánimo. Qué estés bien. — El se va sin mirar atrás.
... Por otro lado, en la habitación de Dalia, su sobrino y cuñada entran a verla.
— ¿Qué pasó?
— No quiero hablar de eso.
— Tia. ¿Quién gritaba?
— No era nadie. Ve a tu habitación y ponte el uniforme. Debes ir a la escuela.
— ¿Me vas a llevar?
— No puedo. Pero seguro tu padre lo hará.
— No. Yo no quiero que el me lleve.
— ¿Por qué no? — Dalia se preocupa y observa a Maritza.
— Después te cuento. — Dalia asiente. — Hijo ven conmigo. Te ayudaré a cambiarte.
— Está bien. — Ambos salen de la habitación. Unos minutos después, Dalia se encuentra en el comedor con Elíseo.
— ¿Qué le hiciste a tu hijo?
— ¿De que estás hablando?
— No quiere que lo lleves a la escuela. ¿Por qué?
— Si tienes tanta curiosidad pregúntale a tu cuñada. Te dice todo, ¿no es verdad? — El se va molesto. En la salida se topa con su esposa y la ignora. Actitud que le parece extraña a Dalia.
— Se que siempre están peleados. ¿Pero puedo saber cuál es el motivo ahora?
— Su amante es el motivo.
— ¿Amante?
— Si. Tu hermano está saliendo con una modelo.
— ¿Cómo te enteraste? No he visto ninguna noticia en internet.
— El sabe ocultar muy bien lo que hace. Bueno, quizás no muy bien, esa mujer lo llamo y atendí. Así me enteré.
— Te diría que no puedo creerlo, pero en el ya nada me sorprende.
— Está molesto por qué no lo dejo tocarme. ¿Pero cómo puedo dejar que lo haga si ya toca a otra mujer? — Dalia suspira. — Le pedí el divorcio.
— Apuesto que no quiere.
— Así es. Pero no entiendo por qué. Está claro que no le importo.
— Hablaré con el.
— No. No quiero que discutan. Déjalo hacer lo que quiere. Esa mujer tarde o temprano le va exigir que se separe de mi. Esperaré ese momento.
— Si eso quieres.
— No es lo que quiero. Aunque te parezca estúpido a mi me gustaría tener una relación sana con el. Qué fueramos una familia normal.
— Es imposible ser normal si llevas el apellido Lazcano. — Dalia suspira. — Ven a desayunar.— Maritza se sienta en su lugar habitual, Elisa llega a desayunar también. Quieres iniciar con sus preguntas así que Dalia se despide de ambas. — Tengo que ir al trabajo. Qué tengan un buen día.
— Igualmente.