Yandy encuentra a su esposo, después de más de veinte años casados en un encuentro amoroso con su secretaria.
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Crueldad
Las luces de la ciudad se hacían presente, brillaban con su luz tenue en la oscuridad, mientras Henry caminaba dolido por la vereda contraria a su casa, con pasos lentos y la vista agachada. Sus pensamientos le pesaban, intentaba llegar a la puerta de su hogar, aunque estaba cerca lo sentía muy lejos.
Levantó la vista para cruzar la calle, pero no pudo cruzar, su mirada se detuvo en la imagen de su madre, su corazón se paralizó, sentía que el aire le faltaba, su mente retrocedió en el tiempo, reviviendo recuerdos dolorosos que creía haber superado, pero que ahora le volvían a atacar.
Nora, su madre, al ver que su hijo no reaccionaba cruzó para encararlo.
—¿Aún me tienes miedo?— preguntó sonriente.
Henry intentaba volver en sí, pero algo le detenía, el miedo se reflejaba en su rostro, su respiración se alteraba más a cada respiración. No recordaba cuando había sido la última vez que vio a su madre, pero nunca olvidaría su rostro por más que los años pasarán.
—¡Eres despreciable!—Nora susurro en el odio de su hijo.
—¡Eres una maldita psicópata!— Henry respondió al susurro.
—Por fin tienes los huevos para responderme Henry.
—Muchos años estuviste ausente. ¿Qué haces aquí?. ¿Por qué no simplemente desapareces de mi vida?
—La hija de puta de tu esposa me quito mi dinero.
—¿De qué dinero hablas?
—Si desaparecí de tu vida por muchos años, es gracias al dinero que Maciel me daba. Pero por tu maldita culpa me quito todo.
—¿De qué dinero hablas?
—Maciel prácticamente me pagaba para que no me acercara a ustedes. Y gracias a ese dinero tu vida cambió. ¿Pensaste que me borraría de tu vida sin sacarle provecho?. No seas tonto.
Henry jamás imaginó que Maciel haría cualquier cosa por él. Su único delito fue ser un mal esposo. Su madre tenía razón, gracias a ella pudo encajar en una sociedad diferente de la que él venía. Había conocido un hogar, una familia y que por su ambición ahora había perdido todo.
—Eres una mujer ruin mamá. ¿Qué fue lo que te hice?— con mucha rabia se expresó.
—Nunca debiste nacer, ese es el problema.
—¿Qué mierda quieres ahora?
—Quiero que me des una parte de la empresa que le robaste a tu esposa.
—Y si eso no es posible, ¿Qué harás?
—Le diré a Maciel tu secreto.
—¿Qué secreto?
—Qué tú no eres el verdadero padre de Ezequiel.
—Pues alguien se te adelanto mamá, llegaste tarde.
La madre de Ezequiel se quedó por un instante sin decir nada. Su plan de destrucción tenía que tomar otra dirección.
—Sé muchas cosas más de vos. ¿Y lo sabes?
Henry empezó a temblar descontroladamente. Su cuerpo se tensaba gradualmente, como si cada músculo de su cuerpo pediría auxilio. El miedo le agarro de la mano, nublando sus pensamientos haciéndole perder el control de sus pequeñas emociones. Su corazón latía anormalmente y a cada respiración se agitaba cada vez más.
—¡Eres un cobarde de mierda, Henry!— Nora gritó, señalado los pantalones mojados de Henry—¿Mira aún te haces pis en los pantalones?— preguntó furiosa.
Henry instaló mucha rabia en sus ojos, perdiendo el control de su cuerpo y se abalanzó sobre ella para ahorcarla con toda su fuerza, intentando matarla, pero un policía los separó. Minutos después una patrulla llego y se llevó a Henry.
Mariana observaba desde la cuadra anterior a su casa la escena descabellada, cuando la patrulla se fue corrió detrás de Nora para detenerla.
—¿Quién es usted, y por qué Henry intentó matarla?—preguntó Mariana.
—¿Quién sos vos para preguntarme estupideces?
—Soy la novia de Henry.
—¿Así que sos vos la causante de mi problema?
—¿De qué problema habla, señora?
—Por tu culpa Maciel me quito mi dinero.
—¿De qué dinero habla señora?
—Henry es mi hijo y como ahora se separó de Maciel vos te encargaras de darme una buena suma de dinero si no quieres que tu vida se vuelva un infierno.
—¿Me está amenazando?
—Un poco.
—No le tengo miedo. Henry jamás me hablo de usted.
—Si no te habló, es porque me odia como yo lo odio a él.
—En una semana volveré, quiero que me tengas preparado dos millones de dólares.
—¿Qué?
—Es sencillo, vende la empresa que le robaron a Maciel.
Mariana sintió un olor extraño, no putrefacción, pero algo similar, era sangre seca que provenía de la cartera de Nora. Ese olor revolvió su estómago, sintió náuseas, era difícil evitar ese mal estar, rápidamente se agachó y vómito al suelo.
Nora con mucha malicia sonrió, —por lo visto no perdiste el tiempo, niña. Estás embarazada. Y ese hijo no es de Henry, porque él es estéril—dijo para luego reírse de la desgracia de Mariana al ver su reacción.
Mariana confundida elevo la vista, en silencio la observaba, se convenció de que juntas podían sacar más provecho.
—No tengo los dos millones, pero si trabajamos juntas podemos conseguir más— dijo Mariana dibujándose maldad en sus ojos.
—Me gusta tu actitud. ¿Cómo te llamas?
—Soy Mariana. ¿Y usted?
—Nora. ¡Aunque puedes decirme Suegra!
El encuentro de ambas mujeres sería el mismo deliro de la crueldad pura, mezclada con venganza.
Esa misma tarde ambas mujeres planearon un plan para destruir a Maciel y sacarle provecho al nuevo proyecto llamado Diego.
Nora se convertía en la mejor detective si se trataba de estafar y sacarle dinero a sus víctimas. Aniquilar la paz mental de los demás era su arte. No le importaba sus propios sentimientos y menos de los demás. Estaba enojada con el mundo, porque su vida venía con muchas rajaduras que nunca pudo curar.
Su crueldad no tenía medida, toda su vida vivió a costa de los demás. Hiriendo a los débiles y quitándole la paz mental de aquellos adinerados. En su podrido corazón no existía un rincón para el amor y la compasión. Odiaba a su hijo tanto como amaba el dinero.
Mariana y Nora, juntas, eran una dupla de arpías que debían ni siquiera existir. Pero este mundo no elige a quien cobijar, ni a quien exiliar.