Simoné es una chica de 25 años que lucha por obtener siempre lo que le gusta. Nada la detendrá por lograr sus objetivos, aunque tenga que luchar con su propia... ¡madre!
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Aún amo a Iván
Un año después...
Teresa se encontraba festejando su cumpleaños al lado de unas amigas que tenía poco de conocer.
Entonces, ¿no has visto a tu hija ni a tu prometido?, preguntó Maru, la más aventada del grupo.
No, desde aquella vez que los encontré juntos en la cama, me dolió mucho, pero tuve que afrontar la realidad. Yo soy muy mayor para él.
Qué bárbara amiga, pero si solo le llevas como 8 años, ¿no?
Sí, pero, si me engañó con mi hija, ¿qué más podría esperar de él?
Aún lo amas, ¿verdad?, insistió Maru.
Violeta, otra amiga que también estaba con ellas dijo:
Ya, déjala en paz, Maru, ella tiene todo el derecho de guardarse sus cosas.
No te preocupes, Violeta, y sí, aún lo sigo amando, pero no le puedo perdonar lo que me hizo, dijo dirigiéndose a Maru.
Bueno, basta de hablar de hombres, disfrutemos tu fiesta de cumpleaños. Mesero, tráiganos otra ronda.
Y así, tres mujeres celebraban el cumpleaños de una de ellas.
Unos hombres que tomaban cerca de la barra las observaban.
Mira esas mujeres, dijo uno, están guapísimas.
Algo maduras para mi gusto.
¿No dicen que gallina vieja hace buen caldo?, dijo el primer hombre que habló.
¡Damián!, nunca te he oído hablar así.
Siempre hay una primera vez, Leo.
Un hombre se acercó a Violeta, ¿bailamos?, le dijo.
Sí, Violeta les guiñó un ojo a las dos chicas.
Los otros dos hombres se acercaron también, al parecer frisaban entre los 33 y 36 años.
¿Bailamos?, cada uno le preguntó a cada chica.
Sí, dijeron ellas.
Violeta le dijo al hombre que bailaba con ella.
Mi amiga Teresa cumple años hoy, ¿sabías?, por eso estamos aquí, para festejar su cumple.
En eso, el hombre la dejó en su lugar y fue con el DJ...
Por favor toque las mañanitas, es mujer de allá cumple años.
El DJ no se hizo repetir la orden.
En menos de lo que canta un gallo, las mañanitas se oyeron en todo el salón.
Cuando terminó la canción el DJ dijo:
Un aplauso a Teresa porque cumple años.
La casa da una ronda de cortesía para todos.
El grito de júbilo se oyó muy fuerte.
El día transcurrió de lo más alegre.
Damián se ofreció a llevarlas a su casa.
A Teresa le gustó ese hombre tan caballeroso. Alto, de tez morena, casi negro. El cabello ensortijado, un mechón le caía por la frente.
Al sonreír dejaba ver unos dientes muy blancos.
A todas las dejó, la última fue Teresa.
A sus órdenes...
Teresa, dijo ella.
De acuerdo, Teresa, yo soy Damián.
Damián le dio la mano, y al momento le dejó un papel en la mano.
"Llámame, decía el papel"
Teresa se quedó viendo el papel, luego se lo pasó por la cara.
"Mmm, huele muy rico", se dijo.
Teresa no era del tipo de mujer que se enredaba con hombres jóvenes solo por disfrutar de la vida.
Ella deseaba algo más formal, un hombre que la cuidara, amara, alguien así como... Iván.
Al pensar en Iván las lágrimas recorrieron sus mejillas.
"¿Por qué me engañaste, Iván, y con mi hija?".
"Yo te amaba más que a nada en la vida, y a ti no te importó. Te metiste con mi hija. Jamás te lo perdonaré".
A pesar de que ya había pasado un año, su amor por Iván no terminaba, al contrario, era más fuerte que nunca.
Las oficinas de la empresa las había trasladado a su nueva casa. Así no tenía necesidad de salir, desde ahí manejaba todo, y Zoraida la apoyaba siempre.
Gracias a ella, la empresa iba viento en popa. Se pudo comprar una casa en una de las mejores colonias de la ciudad.
Además, tenía tres coches a su disposición.
La vida le sonreía, solo le faltaba algo para ser completamente feliz: Iván y Simoné.
Y aunque Simoné era su hija no podía perdonarla.
"Ella sabía perfectamente bien lo que yo amaba Iván y, sin embargo, fue capaz de meterse con él".
Teresa aún sufría mucho, no podía olvidar a ese hombre que la había hecho tan feliz, pero jamás se rebajaría a rogarle a ningún hombre.
Ella era una exitosa empresaria, sus productos se vendían muy bien y apenas empezaba a exportar a otros países.
El timbre de la puerta la sacó de sus cavilaciones.
La muchacha de la limpieza fue a abrir.
Zoraida saludó, buen día, busco a la señora Teresa.
Sí, ella la espera en su despacho, pase, por favor.
Hola, señora Teresa. Le traigo el reporte de la semana. Nos ha ido muy bien con las ventas. Hay un hombre que quiere invertir en nuestra empresa.
¿Ah, sí?, ¿y de quién se trata?
No lo sé, quedó de presentarse mañana, en cuanto sea un hecho le aviso.
Gracias, Zoraida, eres muy valiosa para mí.
No diga eso, señora, yo solo cumplo con mi deber.
¿Te quedas a cenar?, la muchacha cocina muy bien.
Sí, gracias.
Al poco rato las dos mujeres comían.
Dime, Zoraida, ¿alguna vez has estado enamorada?
Sí, aún sigo así, mi esposo es todo un hombre y me ama. Además, tengo dos hijos que son un amor. Soy muy feliz.
Pues que bien, te felicito.
Yo hubiera sido feliz con Iván, pero mi hija se interpuso entre los dos. Y ahora, soy la mujer más infeliz del mundo.
Señora Teresa, si de verdad lo ama, búsquelo, tal vez le dé una explicación. A lo mejor las cosas no fueron así, pero deje que Iván le explique.
No, ya no tiene caso, él se decidió por mi hija y lo entiendo, ella es más joven y más hermosa.
No diga eso, usted es muy bella. Insisto, seguro de que hay un error.
Ningún error, yo los vi desnudos, estaban juntos en la cama. Una cara de satisfacción que no podían con ella. A mi hija la dejé en la calle y a él, lo dejé con la duda de lo que pudo haber pasado conmigo. Y eso es peor que cualquier castigo.
Está bien, doña Teresa, pero no se castigue de esa forma. Usted merece ser feliz.
Gracias, Zori, "pero ya no estoy para esos trotes".
Zoraida la vio y sintió pena por ella.
"Pobre, jamás podrá ser feliz".