En un mundo de lujos y secretos,Adeline toma el único trabajo que pudo encontrar para salir adelante: trabaja en un exclusivo bar para millonarios, sirviendo bebidas y entreteniendo a la clientela con su presencia y encanto. Aunque el ambiente opulento y las miradas de los clientes la incomodan, su necesidad de estabilidad económica la obliga a seguir.
Una noche, mientras intenta pasar desapercibida, un hombre misterioso le deja una desproporcionada cantidad de dinero como propina. Atraída por la intriga y por una intuición que no puede ignorar, Adeline a pesar de que aun no tenia el dinero que necesitaba decide permanecer en el trabajo para descubrir quién es realmente este extraño benefactor y qué intenciones tiene. Así, se verá atrapada en un juego de intrigas, secretos y deseos ocultos, donde cada paso la llevará más cerca de descubrir algo que cambiará su vida para siempre.
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Cap 17
El juego comenzó, y aunque me concentré en cada carta, cada jugada, no podía evitar sentir la tensión creciente en el ambiente. Allison mantenía una expresión fría, sin apartar la vista de la mesa, pero lanzando comentarios indirectos de vez en cuando, como si intentara distraerme o hacerme perder los estribos. A cada palabra suya, sentía la presencia de James junto a mí, sólida y tranquila, lo cual me ayudaba a mantener la calma.
Las rondas avanzaban, y a pesar de mis mejores esfuerzos, las cartas no estaban de mi lado. Perdí algunas manos importantes, pero James seguía fuerte, ganando fichas en cada ronda y manteniendo su enfoque, como si estuviera jugando un juego propio que nadie más comprendía. Con cada victoria, Allison parecía ponerse más nerviosa, y la irritación en sus ojos era evidente.
Finalmente, llegamos a la última ronda, la más decisiva. Todos en la mesa estaban atentos, y en el aire se sentía la presión acumulada de toda la noche. James miró sus cartas y luego me lanzó una sonrisa que me hizo sentir que tenía un as bajo la manga. Yo, en cambio, miré las mías y supe que no me quedaba mucho por hacer.
—Chica, querida, parece que te superaron —dijo Allison con una sonrisa cínica, fingiendo simpatía.
Sentí una punzada de frustración, pero antes de que pudiera responder, James se inclinó hacia mí y dijo, lo suficientemente alto para que todos escucharan:
—No importa. Yo juego por los dos.
Le devolví la sonrisa, agradecida por su apoyo. Allison lo miró con una mezcla de enojo y algo más que no lograba descifrar. Finalmente, James puso sus cartas sobre la mesa, revelando una mano ganadora. Las fichas se movieron hacia él, y un murmullo recorrió la sala mientras los otros jugadores miraban, impresionados.
—¿Supongo que eso significa que tenemos un ganador? —dijo el crupier, mientras la expresión de Allison se torcía en una mueca de derrota.
James se giró hacia ella con una mirada tranquila, casi desinteresada.
—Parece que el “nuevo peón” no necesita que lo dirijan después de todo, Allison —dijo con una sonrisa que la hizo apretar los labios.
Ella se levantó, tratando de mantener la compostura, pero no pudo ocultar su molestia.
—Espero que disfrutes de tu victoria mientras dure, James. Y a ti —me dijo, lanzándome una última mirada cargada de desprecio—, te daré un consejo: este juego no termina aquí. Asegúrate de saber con quién estás jugando.
La vi alejarse, y cuando ya estaba fuera de la sala, solté el aire que había estado conteniendo. Miré a James, y él solo se encogió de hombros, como si todo lo ocurrido no fuera nada nuevo para él.
—Gracias por jugar “por los dos” —le dije con una sonrisa, todavía sorprendida por cómo había salido todo.
Él se acercó, inclinándose lo justo para susurrarme al oído.
—Para eso estamos, ¿no, amol? —dijo, en un tono entre divertido y enigmático.
*
Después de que todos se fueron, el silencio en la sala nos envolvió a James y a mí. Hubo un momento de incomodidad; parecía que ambos queríamos decir algo, pero no sabíamos por dónde empezar. Finalmente, fue él quien rompió el silencio.
—Lo hiciste bien esta noche, ¿sabes? —dijo, y aunque su tono era serio, había una pequeña sonrisa en su rostro—. No cualquiera se enfrenta a Allison así.
Le devolví la sonrisa, un poco nerviosa. —Gracias... supongo. A veces ni yo sé de dónde salen esas respuestas.
Él asintió y se quedó mirándome por un instante antes de que ambos decidiéramos irnos. De regreso a casa, el camino fue tranquilo. Mis pensamientos iban y venían, y me daba cuenta de que, aunque la noche había terminado, la tensión todavía estaba presente.
Al llegar a casa, subí a mi habitación y comencé a deshacerme del vestido, el maquillaje y los tacones. Luego, me metí en la ducha, dejando que el agua tibia me relajara. Aun así, no podía dejar de pensar en lo que había hecho esa noche: la forma en la que lo había llamado amol sin siquiera pensarlo. Me parecía tan fuera de lugar que sentí una mezcla de vergüenza y confusión.
Eran las dos de la mañana y, aunque me había recostado hace un rato, el sueño seguía sin llegar. No estaba segura si era porque ya había terminado todo o por algo más que no lograba identificar. Después de dar vueltas en la cama sin éxito, decidí bajar a la cocina por un vaso de agua.
Al entrar, encendí la luz y, para mi sorpresa, allí estaba James. No me esperaba a nadie a esa hora, y al parecer él tampoco. En cuanto me vio, soltó un leve grito ahogado y escupió el agua que estaba bebiendo.
—¡¿Qué haces despierta a esta hora?! —preguntó entre toses, con el susto aún reflejado en su rostro.
Me llevé una mano a la boca, intentando disimular una risa, y le respondí: —No podía dormir... —Suspiré y lo miré, todavía divertida—. ¿Y tú? ¿Por qué estás despierto?
Él se encogió de hombros, dejando su vaso sobre la mesa. —Supongo que yo tampoco puedo dormir.
Nos quedamos en silencio un momento, solo mirándonos en la penumbra de la cocina. La situación tenía algo de surrealista, como si esa charla fuera una especie de continuación de la partida de la noche. Sabía que, en cualquier momento, uno de los dos tendría que romper el silencio y regresar a la normalidad. Sin embargo, ninguno parecía querer hacerlo.
—¿Sigues pensando en lo de antes? —preguntó al final, su voz baja, casi en un susurro.
Asentí, sintiendo que el calor subía a mis mejillas. —Sí... bueno, un poco. Supongo que todavía no sé qué pensar sobre eso. Fue muy inapropiado de mi parte, te pido unas disculpas.
James sonrió levemente, y vi un destello de complicidad en su mirada. —No te preocupes demasiado. Al final, no estuvo tan mal —dijo, y su tono tenía una sinceridad que me hizo sentir un poco mejor.
James miró hacia el suelo un instante, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras, y luego me dijo en voz baja:
—Entonces... ¿te vas mañana?
Asentí, sintiendo un peso extraño en el pecho. —Sí. Creo que ya es momento.
Él se quedó callado un momento, y cuando volvió a hablar, su tono fue tan sereno como siempre, aunque sentí una especie de tensión en sus palabras.
—Supongo que entonces ya no tendremos razones para vernos otra vez. Prometo no molestarte más.
Lo miré y asentí lentamente, incapaz de decir algo más. Nos quedamos en silencio, ambos mirándonos, como si buscáramos algo en el otro que ninguno se atrevía a nombrar. Finalmente, ambos murmuramos, casi al mismo tiempo:
—Buenas noches, James.
—Buenas noches, Adeline.
Y entonces paso, mis palabras salieron sin más y la distancia entre nosotros se desvaneció en el momento en que susurré su nombre.
—James… —murmuré, sin poder evitarlo.
Él se acercó aún más, y el espacio entre ambos se redujo a nada. Mi corazón latía con fuerza, y mis palabras salieron en un susurro casi tembloroso:
—Mañana… me voy.
—Lo sé —respondió, con un tono bajo y cargado de algo que no podía identificar, pero que me envolvía.
Entonces, lo sentí. Sus dedos, fríos y cuidadosos, se posaron primero en mi brazo, deslizando su contacto hacia abajo, rozando mi piel con lentitud, como si no quisiera apresurarse. Mi respiración se entrecortó mientras su mano se desplazaba suavemente hasta llegar a mi pierna, su toque firme y lleno de intenciones. Cada movimiento suyo encendía algo en mí, algo que había mantenido apagado hasta ahora.
Sin apartar su mirada de la mía, James llevó su mano bajo mi bata, deslizándola hasta aferrarse a mi cintura. Su piel fría contra la mía hizo que todo mi cuerpo se tensara, y, al mismo tiempo, no quería moverme. Sus dedos se acomodaron en mi espalda, sosteniéndome como si el mundo se estuviera desmoronando a nuestro alrededor y él fuera la única ancla.
Mi mente era un nudo pensamientos, pero mi cuerpo se dejó llevar, respondiendo al calor de su cercanía y al roce de sus manos en mi piel. No sabía qué vendría después, ni siquiera qué significaba este momento, pero sentía que, sin importar lo que ocurriera, nada me importaba ahora.
—No digas nada —murmuró, su voz apenas un susurro, como si temiera romper el hechizo que nos rodeaba.
Lo miré a los ojos y vi en ellos un destello de algo que no me había mostrado hasta ahora. Había un deseo, pero también había algo más, algo que me hacía sentir que, en ese instante, compartíamos algo que ninguno de los dos había planeado.
Entonces, sin una palabra más, sus labios encontraron los míos, y el mundo pareció detenerse. No fue un beso cualquiera, fue intenso y salvaje, una tormenta contenida que finalmente se liberaba. Sus manos se deslizaron por mi cintura, firmes y decididas, y sentí cómo mi cuerpo respondía a ese contacto, cada parte de mí entregándose al momento sin reservas.
Su boca me atrapó con una pasión voraz, y no pude evitar responderle de la misma forma, mis manos aferrándose a su nuca mientras él me sostenía con una fuerza que me hacía sentir que en ese instante yo era lo único que importaba. Su lengua exploraba mis labios y luego los míos con un hambre que jamás había sentido, como si quisiera absorber hasta el último rincón de mis pensamientos.
Sin detenerse, sus manos se deslizaron por mis piernas, y en un movimiento ágil y lleno de determinación, me levantó, sentándome en la fría meseta de la cocina. El contraste entre su calor y la frialdad de la superficie me hizo estremecer, pero pronto me olvidé de todo lo que era él.
Sus labios siguieron explorándome, bajando por mi cuello, mientras yo entrelazaba mis dedos en su cabello, sin querer soltarlo. La tensión y el deseo eran tan palpables que me sentía atrapada en una especie de locura deliciosa, sin querer ni poder detenernos. No había palabras, solo el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas y el roce de nuestras pieles encontrándose en cada caricia y beso.
Cada beso era más intenso que el anterior, y cada caricia encendía un fuego más profundo en mí. Mis manos exploraban su espalda, sintiendo cada línea de sus músculos tensarse bajo mis dedos. Sus labios descendían por mi cuello, dejando un rastro de calor y haciendo que el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera. No existía nada más allá de ese momento, solo él y yo.
Sentí sus manos subir por mis muslos, deslizándose lentamente, despertando cada centímetro de piel que tocaba. Sus dedos firmes se aferraron a mi cintura, como si quisiera asegurarse de que no me iría a ningún lado. Su boca volvió a encontrar la mía, y el beso se tornó aún más salvaje, como si ambos estuviéramos perdiendo el control, dejándonos llevar por la intensidad del momento.
Lo rodeé con mis piernas, atrayéndolo más cerca, queriendo sentirlo cada vez más. Mi corazón latía con tanta fuerza que podía escucharlo retumbar en mis oídos, y la sensación de su cuerpo junto al mío era abrumadora. Su respiración se mezclaba con la mía, creando una sinfonía de deseo y anhelo.
En un momento, se detuvo apenas, sus labios a escasos milímetros de los míos, mientras me miraba con una intensidad que me dejó sin aliento.
—Adeline… —susurró mi nombre, con una voz tan baja y profunda que me hizo estremecer.
Lo miré, intentando descifrar los sentimientos que pasaban por su mirada, pero antes de que pudiera decir algo, él volvió a besarme con más fuerza, como si quisiera dejarme una marca imposible de borrar.
Perdí la noción del tiempo. No sé cuánto estuvimos allí, pero en ese instante, nada más importaba. Todo era él, sus manos, sus labios, el deseo que se sentía tan intenso y real. Estábamos atrapados en una conexión que ninguno de los dos parecía querer romper.