Arianna Sterling es una joven con una apariencia destacada y un gran secreto: es la presidenta y heredera de un poderoso conglomerado familiar con lazos a la realeza. Según una tradición familiar, debe pasar varios años alejada de su familia y riquezas, viviendo como una persona común para demostrar su fortaleza. Durante este tiempo de anonimato, enfrenta enemigos ocultos que amenazan con destruir todo lo que le pertenece. A medida que se adapta a esta nueva vida, Arianna descubre que alejarse de la opulencia y el poder conlleva desafíos que pondrán a prueba su inteligencia y su corazón.
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LA SEÑORITA FLORES PARTE 1
5 DÍAS DESPUÉS
—Buenos días —saludé.
—Buenos días, Ari —contestaron.
—¿Listas para el ajetreo de hoy? —preguntó Elizabeth.
—Siempre deben estarlo —respondió Rebeca, de mala manera—. Hoy viene un cliente importante y quiero que los atiendan como se debe, ¿entendido?
—Sí, señora —respondimos todas.
—Perfecto. Nuestro cliente importante es la señorita Flores y viene con su prometido, el señor Mondragón —dijo Rebeca, retirándose con un aire de superioridad.
—¿La señorita Flores? —preguntó Alis, con los ojos bien abiertos.
—Sí —respondí, con un suspiro.
—Hoy va a ser un mal día —dijo Elizabeth, desanimada—. Vamos a almorzar a la cafetería antes de que empiece el drama.
—Buena idea —respondió Alis, asintiendo rápidamente.
Las familias Flores y Mondragón son dos de las más influyentes de Myanmar. Los Flores dominan los sectores de infraestructura y energía, mientras que los Mondragón destacan en finanzas y tecnología. Aunque poderosas en el país, su influencia no llega al nivel global de los Sterling, Blackwell quienes son una élite internacional.
Más tarde, Rebeca nos reunió.
—¿Están listas? —preguntó Rebeca, con una sonrisa contenida.
—Sí, señora —respondimos todas, preparadas para lo peor.
—Bueno, aquí vienen. Buenas tardes, señorita Flores y señor Mondragón —dijo Rebeca, visiblemente más amable.
—Buenos días, prima —dijo la señorita Flores con una sonrisa algo forzada.
—Buenos días —respondió el señor Mondragón, con cortesía.
Mientras ellos se acercaban, me di cuenta de que Evelyn Flores, la prima de Rebeca, era la cliente de la que tanto se hablaba. De inmediato, la tensión en el aire se volvió palpable.
—Oh, claro —pensé—, ahora entiendo por qué Rebeca está tan nerviosa.
La señorita Flores empezó a recorrer la tienda, evaluando cada prenda con ojo crítico. Yo intenté mantenerme a una distancia prudente, pero eventualmente me acerqué para ofrecer mi ayuda.
—¿Puedo ayudarla con algo en particular, señorita Flores? —pregunté con una sonrisa educada.
Evelyn me miró de arriba abajo, como si estuviera evaluando mi presencia, y luego soltó un suspiro.
—No, gracias. Estoy segura de que encontraré lo que necesito sin tu ayuda —dijo con frialdad.
Intenté mantener la compostura. —Claro, estaré por aquí si necesita algo —respondí, apartándome de manera discreta.
Más tarde, mientras Evelyn revisaba un vestido caro, noté que se le escapaba una mirada incómoda hacia mí cada vez que pasaba cerca. Fue entonces cuando cometí un pequeño error: mientras colgaba una blusa, accidentalmente derribé uno de los maniquíes, haciendo que varias prendas cayeran al suelo, justo al lado de donde estaba Evelyn.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó Evelyn, claramente molesta—. ¿Es que no puedes ser un poco más cuidadosa?
Me agaché rápidamente para recoger las prendas, sintiendo el calor subir por mi rostro.
—Lo siento mucho, señorita Flores, fue un accidente —dije, tratando de no perder la calma.
Ella me miró con desdén, como si mis disculpas no fueran suficientes.
—Bueno, espero que este tipo de incidentes no sean frecuentes en esta tienda —respondió, girándose bruscamente para continuar con su selección.
Desde ese momento, Evelyn no volvió a dirigirme la palabra directamente, pero podía sentir su mirada cada vez que pasaba cerca de mí. Sabía que le había caído mal, y probablemente lo había hecho sin siquiera intentarlo.
-Que mala suerte- Dijo Elizabeth preocupada.
-Así es-Respondí
El señor Mondragón, que había estado observando en silencio, intervino.
—Evelyn, este vestido me parece perfecto para ti —dijo, señalando una prenda que colgaba a un lado.
Evelyn lo miró por un segundo, y luego giró hacia mí.
—¿Tú qué piensas? —preguntó, más para molestarme que por interés genuino.
—Es una elección excelente —respondí, tratando de mantener el tono profesional—. El corte acentuará sus mejores rasgos y el color complementa muy bien su tono de piel.
Sin embargo, Evelyn frunció el ceño.
—¿Crees que necesito acentuar algo? —replicó, en un tono que apenas ocultaba su irritación.
—No, por supuesto que no, solo quise decir que el vestido resaltaría su elegancia natural —intenté corregir, pero ya era demasiado tarde. La tensión se había disparado de nuevo.
El señor Mondragón miró a Evelyn con una pequeña sonrisa, como si disfrutara del intercambio, lo que claramente la molestó aún más.
—Creo que prefiero algo más... sencillo —dijo Evelyn, alejándose bruscamente y tomando otro vestido, uno menos llamativo.
Yo asentí, manteniéndome en mi lugar. Mientras tanto, Evelyn seguía probándose más ropa, pero su desagrado hacia mí parecía aumentar cada vez que me veía. La gota que colmó el vaso ocurrió cuando ella eligió un conjunto que claramente no favorecía su figura. Justo cuando iba a probárselo, el señor Mondragón comentó:
—Evelyn, no creo que ese sea el adecuado.
Ella se detuvo y me lanzó una mirada de desprecio, como si yo hubiera estado de acuerdo con su prometido en secreto.
—¿Qué opinas tú, Arianna? —preguntó con una frialdad palpable.
Tomé un respiro y elegí mis palabras con cuidado.
—Si me permite ser honesta, no es el conjunto que mejor resalta su estilo —dije, esperando no empeorar la situación.
—Lo sabía —respondió Evelyn, entrecerrando los ojos—. Quizás deberías aprender a atender a los clientes con más tacto.
Sabía que no había forma de ganar. Evelyn se había molestado tanto por mi error, mi opinión como por la de su prometido, y ahora se sentía atacada.