"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
Descubre lo que sucederá 🤓
Esta historia es solo amor entre chicas
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Capítulo 24: Rusia
Llegar a casa me trajo un alivio que necesitaba urgentemente. La tensión del gimnasio aún estaba presente, pero tener a Min-ju a mi lado hacía que todo se sintiera más llevadero. Traté de comportarme con normalidad mientras mi mente seguía repasando lo ocurrido.
Decidí que un baño con agua fría sería justo lo que necesitaba para despejarme. Dejé correr el aagua, sintiendo el goteo sobre mi piel mientras me sumía en mis pensamientos. Sin previo aviso, la puerta del baño se abrió, y antes de que pudiera reaccionar, Min-ju estaba detrás de mí, abrazándome. Su contacto fue un torbellino inesperado: podía sentir su cuerpo presionado contra mi espalda, sus pechos suaves y su respiración cerca de mi cuello.
Me giré y la empujé suavemente contra la pared de azulejos húmedos, mi mano recorriendo su cuerpo mientras besaba su cuello. Era como si todo el autocontrol que había construido se desmoronara de golpe. Mi boca siguió un camino de mordiscos desde su espalda hasta la curva de su cuello, arrancándole gemidos que reverberaban en el baño.
La intensidad nos llevó a cruzar límites; mis manos exploraron su cuerpo, introduje mis dedos sobre ella era tan cálido dentro, que entraba en un frenesí, su respiración tensa me hacía mas encender. mientras el agua seguía cayendo, pero nuestra atención estaba lejos de la ducha. Tres horas después, cuando finalmente salimos, había pasado de todo… menos bañarnos.
Min-ju me miró a los ojos mientras estábamos en el sofá, sus mejillas enrojecidas por el calor del momento.
—Freya, te amo —dijo de repente, su voz temblorosa pero sincera.
Me quedé inmóvil, sin saber qué responder. La confesión me tomó por sorpresa. Mi mente empezó a bombardearme con preguntas. ¿Quiso decir que me ama como amante? ¿De verdad siento lo mismo por ella?
—No importa si tú no me amas —continuó Min-ju con una sonrisa débil—. Me basta con que estés conmigo.
Sus palabras estaban teñidas de tristeza, y lo único que pude hacer fue inclinarme hacia ella, besar su frente con ternura, y acariciar su cabello mientras descansaba en mi regazo. Su compañía me hacía feliz; hablábamos de todo, nos reíamos, pero esa gran pregunta seguía rondándome: ¿Yo también la amo?
Más tarde, Charlotte llegó al departamento. Min-ju y yo estábamos viendo una película romántica, su género favorito. Aunque no era mi tipo de películas, disfrutaba viéndola emocionarse con cada escena.
—¿Qué tal se la pasaron hoy? —preguntó Charlotte, sus palabras cargadas de curiosidad.
—Todo estuvo bien… hasta que… —respondió Min-ju, contándole lo que ocurrió en el gimnasio con aquella mujer.
—Muy bien hecho, Min-ju. —Charlotte sonrió con aprobación—. La próxima vez, yo también iré.
Era extraño verlas llevarse tan bien, como si a regañadientes hubieran encontrado un equilibrio. A pesar de sus diferencias, parecía que disfrutaban la compañía de la otra.
Cuando llegó la noche, Min-ju tuvo que regresar a su departamento para encargarse de unos asuntos. Charlotte decidió quedarse. Mi habitación, aunque sencilla, pocos muebles, cortinas negra, una cama grande, siempre parecía un refugio para Min-ju, algo que me hacía feliz.
Al irnos a dormir, el ambiente cambió. Charlotte se notaba más seria, perdida en sus pensamientos. Quise saber qué la preocupaba.
—¿Estuvieron bien tus asuntos? —pregunté casualmente.
Hubo una pausa antes de que respondiera.
—Mi padre está teniendo problemas con su empresa —dijo finalmente—. Parece algo… estresante.
—¿Qué sucede exactamente? —insistí.
Charlotte bajó la mirada antes de continuar.
—Hubo vacíos en las cuentas. Creo que alguien lo está chantajeando.
—¿Él te lo dijo? —pregunté, preocupada.
—No. Fue mi madre quien me lo contó. Yo intento ayudar en lo que puedo, pero desde aquí es difícil.
—¿Qué piensas hacer?
—No lo sé. —Suspiró profundamente—. Quizás deba regresar a Rusia. De todos modos, ya estamos por graduarnos.
La palabra “Rusia” resonó como un eco dentro de mí. Mi pecho se encogió al imaginar la posibilidad de separarme de Charlotte. No quería perder a alguien que había estado conmigo tanto tiempo. ¿Sería ese el principio de una nueva soledad?