Sofía y Erick se conocieron cuando ella tenía seis años y él veinte. Ese mismo día la niña declaró que sería la novia de Erick en el futuro.
La confesión de la niña fue algo inocente, pero nadie imaginó que con el paso de los años aquella inocente declaración de la pequeña se volvería una realidad.
¿Podrá Erick aceptar los sentimientos de Sofia? ¿O se verá atrapado en el dilema de sus propios sentimientos?
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Desconcierto
Con paso firme y decidido, Sofia avanzaba hacia el salón con una mezcla de determinación y nerviosismo que no podía ocultar. Dispuesta a enfrentar de manera directa su pasado. Sin embargo, mientras sus tacones resonaban contra el suelo, algo en su interior dio un giro inesperado. No iba a seguir evitando a Erick, ni dejar que su presencia la desestabilizara. Había pasado demasiado tiempo y, aunque su corazón aún latía de una forma extraña al verlo, ya no era la misma chica ingenua y vulnerable que una vez fue.
Respiró profundamente y cambió su plan, decidió enfrentar la situación. Caminó distraídamente, deteniéndose a saludar a algunos de los presentes, y mientras recibía elogios llevaba una sonrisa impecable pintada en su rostro. Su porte era elegante, casi desafiante, como si cada paso que daba fuera una declaración de que estaba en completo control.
Mientras tanto, Erick la observaba desde el otro extremo de la sala, con una sonrisa que no podía disimular. La vio caminar hacia él y pensó que finalmente se había rendido a su magnetismo. Pero su sonrisa se desvaneció cuando, a escasos metros, la muchacha pasó a su lado sin siquiera mirarlo, como si fuera un extraño más entre la multitud. Él ladeó la cabeza, desconcertado por la acción de la muchacha, y continuó siguiéndo su figura con la mirada mientras ella continuaba hacia una de las puertas laterales del salón.
La curiosidad y el desafío se encendieron en él. ¿Acaso lo estaba ignorando a propósito? Eso no hacía más que aumentar su interés. Apresuró el paso, decidido a alcanzarla, con una mezcla de intriga y determinación en su semblante.
Sofia caminaba con paso firme, cada movimiento era preciso y calculado, pero en su interior las emociones eran un caos. El pasado estaba tan presente como el aire que respiraba, pero también lo estaba el nuevo control que tenía sobre su vida. No era la misma chica que él había rechazado cruelmente aquella noche años atrás. Ahora, estaba dispuesta a demostrarle que no solo había cambiado, sino que ya no tenía poder sobre ella, ni sus emociones.
La joven se detuvo a unos metros de la puerta, dejando que el tiempo y la tensión jugaran a su favor. Erick llegó hasta ella, sus pasos fueron amortiguados por la alfombra, aunque ella podía sentir su cercanía, y él aprovechó el momento para acercarse sigilosamente. Se inclinó hacia su oído, aspiró el aroma que desprendía su cabello, estaba tan cerca que ella pudo sentir el calor de su aliento, entonces él susurró con una voz baja y seductora:
—¿Siempre desapareces así de repente, o es solo una táctica para mantenerme intrigado?
La frase la tomó por sorpresa, su piel se estremeció ante la cercanía y el tono de su voz, pero Sofia no estaba dispuesta a dejar que él lo notara. Se giró lentamente hacia él, los ojos de ambos encontrándose, y pudo notar en la mirada de Erick que sus ojos estaban llenos de esa mezcla de confianza y magnetismo que tanto la había desarmado en el pasado.
—No suelo buscar mantener intrigado a nadie —respondió ella con una sonrisa tranquila, casi desafiante—. Tal vez solo tenías demasiadas expectativas.
El comentario lo descolocó, pero en lugar de molestarse, Erick sonrió, divertido por el juego que se estaba estableciendo entre ellos.
—¿Eso significa que debería dejar de tener expectativas contigo? —preguntó, con un destello de desafío en los ojos.
La muchacha lo miró de arriba abajo, como si lo evaluara, antes de encogerse de hombros.
—Eso depende de ti —replicó, dándose la vuelta para seguir su camino.
Erick la observó alejarse una vez más, igual que la noche anterior, la seguridad en cada uno de sus pasos lo tenía fascinado. No estaba acostumbrado a que lo ignoraran o lo rechazaran, y mucho menos de esa manera tan elegante. Algo en ella lo atraía, era algo que iba más allá de lo físico. Sí, la muchacha era preciosa, pero había una barrera, un misterio cautivante en ella, y él estaba decidido a descubrirlo.
Por su parte, Sofia una vez más dentro del salón se detuvo brevemente frente a algunas de las fotografías expuestas, para calmarse y recuperar la compostura. Su corazón latía con fuerza, y una pequeña parte de ella se odiaba por no haber podido controlar del todo su reacción. No entendía porque había cambiado de planes, sus intenciones eran enfrentarlo, presentarse como Sofia. Pero no lo hizo, le siguió el juego y ahora en su interior sentía que tal vez se había equivocado. Pero al mismo tiempo, había algo liberador en la manera que lo engañó, se sentía satisfecha al recordar su cara de desconcierto y comprendió que al parecer este Erick, el cual ella no conocía, no estaba acostumbrado a ser rechazado. Así que ella, luego de que se recuperó, decidió demostrarle que ahora era ella la que tenía el poder de desestabilizar...
Mientras Sofia y Erick se encontraban fuera del salón, desde la distancia, Ian observaba la escena que se llevaba a cabo en la entrada del salón privado. No podía oír lo que decían, pero sus gestos y miradas eran suficientes para contarle toda la historia. Y cuando ya Sofia se acercaba a él, Ian arqueó una ceja y cruzó los brazos.
—¿Qué fue eso? —preguntó con una mezcla de sorpresa y diversión.
Sofia le lanzó una mirada que buscaba restar importancia al asunto.
—Nada. Solo me aseguré de que no piense que puede conseguir todo lo que quiere— respondió ella encogiéndose de hombros.
Ian la miró durante unos segundos antes de soltar una carcajada.
—Claro. Porque ignorarlo y luego dejarlo intrigado seguro que no va a tener el efecto contrario.
Sofia suspiró, sabiendo que Ian tenía razón. Erick no era el tipo de hombre que se alejaba cuando algo lo intrigaba; más bien, era exactamente lo que lo hacía volver. Y aunque había hecho un esfuerzo por demostrar que no le afectaba, una parte de ella sabía que estaba jugando con fuego, pero también sentía una gran determinación de seguir con el juego y tenía plena certeza de que ella era quién llevaría las riendas.
Mientras tanto, Erick, desde su posición en el salón, la observaba como un depredador que había encontrado a su presa más desafiante. En su interior, sabía que no iba a detenerse hasta conocer cada detalle de esa mujer que lo tenía tan cautivado. Y aunque no lo admitiera, esa noche se sintió derrotado... pero más intrigado que nunca.