Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 21
...CILLIAN:...
Camarógrafos y fotógrafos se hallaban a las afueras de mi empresa, esperando verme bajar del auto, aunque podía evitarlo, decidí salir.
Jean y Colton se apresuraron a abrir, inmediatamente los flash y micrófonos se extendieron o trataron de hacerlo, mis guardaespaldas mantuvieron la distancia mientras yo caminaba ignorando a todo el mundo que me rodeaba y se apresuraban a seguirme.
— ¡Señor Cillian! ¿Cuándo será la boda? — Un micrófono saltó frente a mí.
— Aún no le hemos decidido — Corté, sin detener mi caminata.
— ¿Cómo es qué cambió de parecer? Era el soltero más cotizado — Otra reportera.
— Todo tiene un momento y este es el mío para casarme.
— ¿Cuántos años Claret Dubois? Muchos piensan que es menor de edad — Gruñó otro reportero, pero Jean mantuvo su brazo como una pared.
— ¡Claret es mayor de edad, es una mujer!
Yo la hice mujer.
— ¿Por qué lucía tan descuidada la primera vez que se dejaron ver?
Me provocó estampar mi puño, pero ignoré la maldita pregunta y agradecí llegar a las puertas, los guardias no dejaron pasar al interior del edificio.
Pasé de largo hacia el elevador y me metí directo en mi oficina, recibí muchos "buenos días" pero los ignoré todos.
— Hola, Cillian — Dijo Sian, sentado en mi sillón.
— ¿Qué rayos haces aquí?
— Solo vine a felicitarte por ese compromiso.
Estreché mis ojos, desabrochando mi traje mientras caminaba hacia el escritorio.
— ¿Laisa te mandó a venir a hacer chistes?
— No, de hecho fue mi padre — Se levantó de mi asiento — Renunció a la sociedad — Me mostró un papel — Quiere que firmes esto.
— ¿Y esa mierda qué es?
— Es su renuncia, con todo la parte que le corresponde.
Tomé el documento y lo revisé, rompí el papel en varios trozos.
— ¿Qué rayos haces? — Gruñó, irritado.
— Es mi maldita empresa, soy quien le debe pedir que firme documentos, que venga aquí como un verdadero hombre de negocios.
— Mi padre está muy ofendido — Comentó, cruzando sus brazos, ese maldito no era más atractivo que yo.
— Lo siento, pero no estoy obligado a no ofender a la gente.
— Fue un golpe muy bajo.
Resoplé — ¿A caso maté a alguien?
Si lo hubiera hecho estaría más felíz.
— En nuestra familia, la palabra y los buenos comportamientos valen mucho.
— Deberían ponerlo en práctica — Me burlé y frunció el ceño.
No le pedí permiso para pasar a mi lugar, choqué su hombro mientras me sentaba en mi sillón, después de sacar un pañuelo para limpiarlo.
— Se que te acostaste con mi hermana — Dijo y lo evalué con desdén.
— No era virgen cuando la toqué.
— Si mi padre se entera...
— No hará nada y tu tampoco — Lo amenacé y apretó su mandíbula.
— No, no estás obligado a casarte con ella, pero sabes como es de posesiva y si quieres que esa señorita bonita y flaquita no corra riesgo con semejante mujer despechada...
Me levanté y lo tomé de la corbata, obligándolo a inclinarse sobre el escritorio, abrió sus ojos como platos, desconcertado por mi impulso.
— ¡Vuelves a nombrar a mi prometida y te romperé los dientes, pobre de tu hermanita si se le ocurre meterse con ella! — Le enseñé los dientes y mostró sus palmas — ¡Tampoco quiero verte ofreciéndole trabajo, ni entregando tus malditas tarjetas de presentación a mi mujer, mejor deberías usarlas para limpiarte el culo! — Lo solté bruscamente y retrocedió, acomodándose la corbata — ¡Dile a tu padre que venga personalmente!
— Debería ser más civilizado.
Se marchó de mi oficina.
Ser civilizado no estaba en mí, no desde que mi padre me obligó a matar gente, hacer armas y a vivir rodeado de lacras sin escrúpulos.
Podía fingir decencia con mi traje y mi empresa, pero solo Dios sabía que todo era una imagen.
Mi asistente entró.
— Señor Cillian, buenos días, le traje algunas correspondencias de nuevas propuestas y también invitaciones — Dijo, acercándose con un montón de sobres.
— ¿Invitaciones?
— Así es, figuras importantes que lo quieren a usted y a su prometida en sus eventos.
No es que fuera la primera vez que me invitaban a reuniones, celebraciones y eventos, pero sabía que era gracias a mi compromiso que llegaron más de lo habitual.
— Gracias, vuelve a tu puesto.
Se marchó y revisé las invitaciones.
Tenía que asistir, si quería que mi compromiso se mantuviera creíble tendría que codearme con todos esos curiosos e hipócritas que solo buscaban averiguar más sobre mi vida privada.
Era la primera vez que mostraba algo más de mi vida, así que todos estaban atentos a mí.
Mi teléfono sonó.
Era Dante, avisando sobre las órdenes y demandas de Claret.
"La señorita Claret salió, pidió que la llevara a ver a su amiga"
¿Otra vez?
"Hazme saber cualquier novedad"
"Entendido, jefe"
La sentía más empapada a cada embestida, como se expandía y se apretaba, exprimiendo mi masculinidad cada vez más, no pude contenerme ni ser más delicado, el deseo en mí era tan fuerte, el placer era como sed y su interior era el oasis que necesitaba.
Claret se estremeció ante mis duras embestidas, sus expresiones de éxtasis y su mejillas rojas, las cejas arqueadas y los labios entreabiertos, el dolor se entremezcló en ocasiones,
Sus gemidos se tornaron más seguidos con solo una pausa de un segundo.
Ese pequeño cuerpo apenas resistió mi salvaje posesión.
Era exquisita, era perfecta, encajaba en mí y se rendía sumisa a mi demanda.
El sabor de ella en mi boca era como un afrodisíaco, la flor era la fuente de aquel rico manjar, mi lengua, mis labios y mis dedos la adoraron, causándole tanto placer que derramó lágrimas, por la sensación de su cuerpo elevándose más y más por encima de las nubes.
Su interior se llenó de espasmos, no pude evitar estallar mi lava dentro de ella, hasta que nuestros fluidos se unieron y terminé débil como una hoja seca.
...****************...
Me volví a endurecer por quinta vez en el día, mientras atendía a algunos clientes y tuve que disimular que los escuchaba, pero no podía dejar de pensar en Claret, en sus gemidos, en su flor apretada y empapada.
En ese sonido que hacía al colapsar.
Estaba ansioso e inquieto por volver al apartamento.
No me interesaba si estaba adolorida, necesitaba más, me picaban los pies por marcharme al apartamento.
Tuve que soportar a otros dos clientes más y en la tarde me marché al club, allí no me salvé tampoco, tuve que tratar con otros clientes que buscaban buenos precios en drogas y armas.
Mi ida a Italia no sirvió de mucho, todos los mafiosos que conocía no me quisieron recibir en sus propiedades, primero porque llegué sin avisar y segundo, en el fondo me temían, porque a mis quince años exterminé a un montón de lacras con mis explosivos y ellos tenían eso siempre presente.
No solo eso, envié a mi propio padre directamente al infierno.
Algunos me recibieron, rodeando con sus guardias y armas en mano.
Pregunté, pero todos alegaron que desconocían algo sobre el Sir de la mafia, que hacían esa organización exterminada por mis propias manos.
Andar a ciegas no me gustaba.
Pronto tendría que mudarme hacia una zona más discreta, pero solo si las cosas se ponían mal.
Al pensar en Claret, no sabía que hacer, si dejarla atrás o llevarla conmigo de forma egoísta.
No era justo condenarla a una vida como la mía.
Lo mejor era disfrutar de ella tres meses y luego seguir mi camino.
Llegué en la noche al Penthouse.
Fruncí el ceño al hallar todo más callado de lo normal.
Entré en la cocina.
No había nada.
Caminé hacia la habitación de claro, la cama estaba hecha, eché un vistazo en el closet y el baño.
No estaba.
Escuché la aspiradora en la sala de juegos.
Mariam estaba allí.
— ¡Oye!
Se detuvo, sobresaltada — ¡Señor Cillian, me asustó!
— ¿Dónde esta Claret?
— Salió en la mañana y no ha vuelto.
— ¿Cómo qué no ha vuelto?
— No ha regresado.
Saqué mi teléfono y caminé con ímpetu hacia la sala.
Llamé a su teléfono, repicó y repicó, pero no hubo respuesta.
Decidí marcar a Dante.
— ¡Diga, jefe! — Gritó por encima de una música a todo volumen.
— ¿Dónde rayos estás? — Gruñí, empezando a molestarme — ¡Maldita seas! ¿Por qué Claret no está aquí?
— ¡Jefe, estamos en una discoteca!
Mi temperamento subió como la espuma.
— ¡Te dije que me informaras cualquier novedad! ¿Por qué rayos no me avisaste qué Claret iría a una discoteca? — Gruñí, sintiendo la ola de furia — ¡Te ordené claramente que me pusieras al tanto de los movimientos de Claret!
— ¡Jefe, lo siento, pero Claret me pilló y me ordenó que no lo hiciera!
— ¿Qué hizo qué?
Maldita, iba a pagarme semejante comportamiento.
— ¡Insistí en que era una mala idea, pero ella...
— ¡Iré ahora mismo a esa maldita discoteca! — Grité, colgando, rastreando el teléfono de Claret salí disparado al elevador.
Salí al estacionamiento.
— Señor ¿A dónde va?
— Dame las malditas llaves del Ferrari — Ordené a Jean, de muy pésimo humor — Y ni se te ocurra cuestionarme.
Me dió las llaves y caminé hacia mi Ferrari negro.
Entré, encendí el motor y salí disparado del estacionamiento, marcando la ruta en el mapa satelital del auto.
Aumenté la velocidad hasta detenerme frente a un antro, había una larga fila y bajé del auto, recibiendo muchas miradas de las mujeres en ropa corta de la fila.
Me la salté.
— ¡Oiga, haga la fila! — Gruñó el gorila de la entrada.
— ¡Déjame pasar, no sabes quien soy!
— ¡Haz la maldita fila! — Me intentó empujar, pero esquivé.
Saqué mi billetera y le tendí varios billetes.
— ¿Ahora sí me dejarás entrar?
— Esperen, es Cillian Leroy — Reconoció una mujer de la fila.
El guardia tomó los billetes y me dejó entrar.
Caminé rápidamente hacia ese lugar.
Las luces azules y rojas se entremezclaron, la gente bailaba la música electrónica en la pista del medio.
Empecé a buscar, girando mis ojos por cada mujercita de la pista y también por cada infeliz tratando de ubicar a Dante.
Tomé del brazo a una que pasó cerca.
La mujer me observó — ¿Qué quieres papi? ¿Tomamos algo hermoso?
La solté con desagrado y caminé por la discoteca, observando las mesas y también la barra donde servían los tragos.
Elevé mi mirada hacia el segundo piso, a una baranda.
Claret estaba riendo junto a otra mujer.
Dante parecía intentar hablarles, preocupado, pero ella no prestaba atención y le daba miradas de despreocupación.
"Ay, Claret, recibirás un castigo por esto"
Subí las escaleras, recibiendo miradas de las mujeres e incluso algunos manoseadas sin permiso.
Un hombre se me atravesó.
— Hola, lindo, ¿Quieres bailar?
— No gracias — Gruñí, impaciente por avanzar, se me atravesó de nuevo.
— Si quieres puedo hacerte una lamida...
— No soy gay — Lo fulminé con la mirada.
— No importa...
Lo empujé a un lado para pasar.
Llegué al segundo piso, donde Claret estaba bebiendo.
Un baboso se acercó por detrás, la tomó de las caderas y besó su cuello.
Ella se tensó, disgustada.
Antes de que Dante pudiera actuar, me acerqué y tomé la muñeca del bastardo, tirando a un lado.
— ¡Suéltala ya, pedazo de escoria! — Grité, enojado.
— Oye... Esto no es tu problema... — Le di un puñetazo y cayó al suelo.
Claret me observó con los ojos como platos.
— ¡Dante, lleva a la amiga a su casa, después hablaré contigo! — Ordené al maldito chófer.
Tomé a Claret de la muñeca y la forcé a caminar.
— ¡Oiga! ¿Qué hace? — Protestó, tratando de forcejear contra mi agarre posesivo, bajando las escaleras — ¡Señor, no tiene derecho!
Me giré bruscamente, acercando mi rostro al suyo.
— ¡Felicidades, Claret, acaba de provocar un escándalo con su presencia en este maloliente lugar!
— ¡No, todo estaba tranquilo...
La tomé de la mandíbula — ¡Silencio, ni se le ocurra contestarme!
Tiré de su brazo para sacarla de la discoteca.
El sonido de la música se esfumó cuando salimos de la discoteca.
La gente tomó fotos con sus celulares.
La guié hacia el Ferrari, quité el seguro y la puerta se abrió, elevándose hacia arriba.
— Entre — Gruñí.
— No estoy ebria — Frunció el ceño.
— Entre ya — Le di una expresión severa.
Entró al auto.
Le coloqué el cinturón de seguridad.
Estaba enojada, pero ella no tenía derecho a enojarse.
Cerré la puerta.
Rodeé el auto y subí.
Encendí el motor y pisé el acelerador.
El auto tomó velocidad por la calle y Claret se aferró al cinturón de seguridad.
Me detuve justo al borde de la acera, a un lado del río.
Claret se tensó cuando me giré hacia ella.
— ¿En qué rayos estaba pensando a ir a esa maldita discoteca?
— ¿No tengo derecho a divertirme? — Elevó una ceja, retando.
— ¿Divertirse? ¿A eso le llama diversión? — Siseé, enojado — ¡En ese maldito lugar solo hay alcohol y babosos que quieren un revolcón con jovencitas como usted!
— ¡Estaba aburrida, quería divertirme, por primera vez decidí ir a una discoteca!
— ¡Fue irresponsable, ni siquiera se detuvo a pensar en que si salida podría salir en la televisión! — Gruñí, a reventar del enojo.
— Nadie me reconoció, no hasta que usted apareció...
— ¡Encima es una malagradecida, ese infeliz estuvo a punto de sobrepasarse!
— ¡Ahí estaba Dante...
— ¡Dante es un maldito irresponsable!
— No fue su culpa, yo le pedí que no informara.
— ¿Y por qué rayos le pidió algo así? — Sostuve el volante con firmeza.
— Porque... Porque...
La observé de forma intimidante — ¿Por qué rayos actuó de forma tan irresponsable?
— Es solo mi jefe, no tiene que...
Me acerqué y le robé un beso de forma brusca.